Ed observaba a Lynn Bracken a través del espejo.
Kleckner la interrogaba, en el papel del policía bueno. Le habían vuelto a administrar pentotal; Ray Pinker estaba analizando la sangre. Tres horas en una celda no la habían domado: seguía mintiendo con elegancia.
Ed elevó el volumen de la grabadora.
—No digo que no le creo —decía Kleckner—. Sólo digo que mi experiencia de policía me demuestra que los chulos odian a las mujeres, así que no creo que Patchett sea tan filántropo.
—Tenga en cuenta la historia personal de Patchett, él perdió una hija pequeña. Sin duda su mentalidad de policía puede captar la causa y el efecto, aunque no lo acepte.
—Hablemos de su historia personal. Usted describió a Patchett como un empresario que ha trabajado en Los Ángeles más de treinta años.
Usted dijo que él hace negocios. Sea más precisa.
Lynn suspiró. Desdén aristocrático.
—Financiación de películas, negocios de bienes inmuebles y contratación. He aquí un dato para todos los que aman el cine: Pierce me dijo que había financiado algunos de los primeros cortos de Raymond Dieterling.
Interesante: el chulo de la amante de Bud White conocía al amigo de Preston Exley. Kleckner cambió la cinta. Ed estudió a la prostituta.
Bella, en gran medida porque no era perfecta: nariz puntiaguda, arrugas en la frente. Hombros grandes, manos grandes: hermosas formas, más atractivas por el tamaño. Ojos azules que quizá bailaban cuando un hombre decía la palabra adecuada; quizá pensaba que Bud tenía una entereza primitiva y lo respetaba porque él no intentaba impresionarla con regalos que no tenía. Usaba ropa liviana porque sabía que así impactaría más a la gente que deseaba impresionar; pensaba que la mayoría de los hombres eran débiles y se valía de su cerebro para superar todas las situaciones.
Suposiciones que llevaban a una corazonada: cerebro más antídoto contra el pentotal equivalía a un testigo inmune que se desenvolvía con impunidad y elegancia.
—Capitán, una llamada. Es Vincennes.
Fisk tenía el cable del teléfono, estirado hasta el extremo. Ed se puso.
—¿Vincennes?
—Sí, y escucha atentamente, porque esa revista andaba bien encaminada y hay mucho más.
—¿White?
—Sí, White era ese falso detective, e interrogó a la madre de Lefferts hace un par de meses. Ella le contó que el novio de su hija se parecía mucho a Duke Cathcart y otros detalles llamativos.
—¿Qué?
—Sólo escucha. Dos semanas antes del Nite Owl, una vecina vio a Susan y su novio solos en la casa y oyó que tenían un alboroto con otro fulano. Ese mismo día vieron al novio arrastrándose bajo la casa. Después de interrogar a la vieja, White llamó a la Pacific Coast Bell y comprobó los registros de llamadas desde la casa a Los Ángeles, de marzo a abril del 53. He hecho lo mismo y hay tres llamadas, todas a una cabina telefónica de Hollywood, cerca del Nite Owl. Ahora, si crees que eso es importante…
—Demonios…
—Capitán, escucha. White se arrastró bajo la casa y le dijo a la vieja que allí no había nada. Yo fui y encontré un cadáver, envuelto en naftalina para matar el hedor, con un agujero de bala en la cabeza. Hice venir al doctor Layman a San Bernardino y le dije que trajera los registros dentales de Duke Cathcart, la copia de la oficina del Forense. Concordaban perfectamente. La primera identificación, a partir de una muestra parcial fue errónea, tal como decía el artículo. Demonios, no puedo creer que White armara todo esto y dejara el cadáver allí. Capitán, ¿estás ahí?
Ed agarró a Fisk.
—¿Dónde está Bud White?
Fisk parecía asustado.
—Me parece que fue al norte con Dudley Smith. El Departamento del Sheriff de Marin decidió informar sobre los Englekling.
Ed volvió al teléfono.
—Ese artículo decía que la mujer vio unas fotografías.
—Sí, White llevó unas fotos que decían «Oficina de Registros del Estado». Bien, ambos sabemos que el Estado tiene poco material, así que sospecho que White no quería traerla aquí para inspeccionar nuestros libros. De todos modos, la señora no pudo identificar al novio, y si el novio fue una de las víctimas del Nite Owl lo tendremos, porque Norton Layman tomó fragmentos de placa dental de la prisión en el 53. ¿La llevo? ¿Le muestro nuestros libros?
—Hazlo.
Fisk cogió el teléfono. Ray Pinker se acercó con una hoja química.
—Prestifiocina, capitán. Es una droga antisicótica experimental, muy rara, usada para apaciguar a los pacientes mentales violentos. Algún profesional se la administró a nuestra amiga, porque sólo un profesional sabría que esta variante de la fiocina contrarrestaría el efecto del pentotal. Capitán, siéntese, parece que le vaya a dar un ataque.
Patchett, genio de la química; el padre de los hermanos Englekling: un químico que había desarrollado compuestos antipsicóticos. La puta de Bud White del otro lado del espejo. Sola ahora, mientras giraba la cinta de la grabadora.
Ed entró.
—¿Usted de nuevo? —dijo Lynn.
—Así es.
—¿No tiene usted que acusarme o dejarme en libertad?
—No en sesenta y ocho horas.
—¿No está violando mis derechos constitucionales?
—Los derechos constitucionales se han suprimido en este caso.
—¿Este caso?
—No se haga la tonta. Este caso es Pierce Patchett distribuyendo material pornográfico, incluyendo fotos que concuerdan exactamente con las mutilaciones de una víctima de homicidio, a saber su difunto «socio» Sid Hudgens. Este caso es una de las víctimas del Nite Owl liada en una conspiración para distribuir ese material y su amigo Bud White ocultando pruebas sustanciales acerca de la identidad de la víctima. White le dijo que cooperara y usted vino aquí bajo la influencia de una droga para contrarrestar el pentotal. Eso obra en contra de usted, pero aún puede evitarse problemas, y evitárselos a White, si colabora.
—Bud puede cuidar de sí mismo. Y tiene usted muy mal aspecto. Tiene la cara colorada.
Ed se sentó, apagó la grabadora.
—Ni siquiera nota la dosis, ¿eh?
—Me siento como si me hubiera bebido cuatro martini, y cuatro martini me ponen más lúcida.
—Patchett la envió aquí sin abogado para ganar tiempo, lo sé. Sabe que la han citado como parte de la reapertura del caso Nite Owl, y sabe que él es, como poco un testigo material. Personalmente, no lo considero un asesino. Sé bastante sobre las diversas empresas de Patchett, y usted puede ahorrarle muchos problemas si colabora conmigo.
Lynn sonrió:
—Bud dijo que era usted bastante sagaz.
—¿Qué más dijo?
—Que era un hombre débil e iracundo que competía con su padre.
Lo dejó pasar.
—Concentrémonos en mi sagacidad. Patchett es químico, y esto puede ser exagerado, pero apuesto a que estudió con Franz Englekling, un farmacólogo que desarrolló drogas tales como el antisicótico que le administró Patchett para contrarrestar el pentotal. Englekling tenía dos hijos, a quienes asesinaron en el norte de California el mes pasado. Esos dos hombres se presentaron durante la investigación del Nite Owl y mencionaron a un comillas chulo loco comillas que tenía acceso a comillas chicas distinguidas comillas. Evidentemente Patchett, ligado con un aspirante a distribuidor de pornografía llamado Duke Cathcart, presunta víctima del Nite Owl. Patchett está liado con esto y teme problemas que usted puede ayudarle a evitar.
Lynn encendió un cigarrillo.
—Es usted muy sagaz.
—Sí, y soy un excelente detective que debe trabajar a partir de cinco años de pruebas ocultadas. Conozco el episodio de la quema de los archivos, sé que Patchett tenía un plan de extorsión con Hudgens. Leí la declaración de Vincennes y lo sé todo sobre las empresas de Patchett, incluida Fleur-de-Lis.
—Así que da por sentado que Pierce tiene información muy perjudicial sobre Vincennes.
—Sí, y el fiscal de distrito y yo la suprimiremos para proteger la reputación del Departamento de Policía de Los Ángeles.
Agitación: Lynn dejó caer el cigarrillo, manoseó el encendedor.
—Usted y Patchett no pueden ganar —afirmó Ed—. Tengo doce días para resolver este asunto, y si no puedo hacerlo buscaré condenas subsidiarias. Tengo varias para Patchett, y créame, si no resuelvo este caso haré todo lo posible para salir bien librado.
Lynn le miró fijamente. Ed sostuvo la mirada.
—Patchett hizo de usted lo que es, ¿verdad? Usted era una mujerzuela de Bisbee, Arizona, y una prostituta. Él le enseñó a vestir, hablar y pensar, y me impresiona el resultado. Pero tengo doce días para salvar mi vida del naufragio, y si no lo consigo usted y Patchett se hundirán conmigo.
Lynn encendió la grabadora.
—La prostituta de Pierce Patchett, oficialmente. No le tengo miedo a usted y jamás amé tanto a Bud White. Me alegra que él ocultara pruebas y se burlara de usted, y usted es un tonto que lo subestimó. Antes me daba celos que él hubiera dormido con Inez Soto, pero ahora respeto la sensatez de esa muchacha, por abandonar a un hombre que es moralmente un cobarde.
Ed borró lo grabado, detuvo la cinta, la puso en marcha.
—Oficialmente, quedan sesenta y siete horas y mi próximo interrogatorio no será tan cordial.
Kleckner abrió la puerta, le entregó una carpeta.
—Capitán, Vincennes trajo a la anciana Lefferts. Están examinando fotografías, y dijo que usted necesitaba esto.
Ed salió. Una carpeta gruesa: fotos obscenas en papel satinado.
Los libros de arriba: chicos guapos, acción explícita, disfraces coloridos. Habían cortado y vuelto a pegar algunas de las cabezas: para la declaración. Jack trató de identificar a los modelos a partir de fotos policiales y pensó que cortarlas facilitaría la tarea. Material repulsivo/artístico, tal como había dicho Cubo de Basura.
Los libros de abajo: cubiertas negras y sencillas, basura de Cubo de Basura. Las primeras fotos coloreadas: tinta roja manando de miembros cercenados, personas ensartadas penetrando orificios. Similitud con el homicidio: un chico despatarrado en igual posición que Hudgens en las fotografías del crimen.
Superaba todo asombro. Y quien hubiera posado para las fotos había matado a Hudgens.
Ed llegó al último libro, se quedó de una pieza. Un chico atractivo y desnudo, brazos extendidos. Le brotaba tinta/sangre del torso. Conocido, demasiado conocido, no de una foto del forense. Pasó las páginas y encontró una hoja plegable: chicos, chicas, piernas y brazos en offset, enlazados por diseños con tinta.
Y él lo conocía.
Corrió a Homicidios, encontró los registros de 1934, halló «Ahterton, Loren». Tres carpetas gruesas, las fotos: tomadas por el doctor Frankenstein en persona.
Niños inmediatamente después del desmembramiento. Brazos y piernas al lado de los torsos. Papel encerado blanco bajo los cuerpos. Tinta alrededor de piernas y brazos, rojo sobre blanco, diseños intrincados idénticos a las tomas de las fotos porno, brazos y piernas idénticas a los cortes de Hudgens.
Ed se lastimó los dedos al cerrar el cajón, viajó de prisa a Hancock Park.
Una fiesta en la mansión de Preston Exley: mayordomos aparcando coches, música de fondo. Quizás una fiesta en el jardín. Ed entró por la puerta delantera y se paró en seco: la biblioteca de su madre no estaba.
La reemplazaba un largo espacio eclipsado por un modelo en escala: largas autopistas sobre ciudades de papel maché. Indicadores de dirección en los perímetros: todo el sistema de autopistas.
Perfección: lo arrancó del vértigo causado por esas fotos atroces. Botes en el puerto de San Pedro, las montañas San Gabriel, coches diminutos en el asfalto. El mayor triunfo de Preston Exley en vísperas de ser concluido.
Ed empujó un coche: del mar a las colinas. La voz de su padre:
—Creía que hoy trabajarías en Central Sur. Ed se dio la vuelta.
—¿Qué?
Preston sonrió.
—Pensaba que estarías tratando de contrarrestar la mala prensa.
Lagunas. Recordó de nuevo las fotos de Atherton.
—Padre, perdona, pero no sé de qué estás hablando.
Risa de Preston.
—Últimamente nos vemos tan poco que hemos olvidado el arte de la cortesía.
—Padre, hay algo…
—Lo lamento, me refería a la declaración que Dudley Smith ha hecho hoy ante el Herald. Dijo que la reapertura de la investigación se centraría en el lado sur, que estáis buscando otra pandilla negra.
—No, no seguirá ese rumbo.
Preston le apoyó una mano en el hombro.
—Estás asustado, Edmund. No pareces un oficial de policía y no has venido aquí para disfrutar de mi celebración.
La mano irradiaba calidez.
—Padre, fuera del Departamento, ¿quién vio, además las fotos de Atherton?
—Mi turno de exclamar «¿Qué?». ¿Te refieres a las fotos del archivo? ¿Las que os mostré a ti y a Thomas hace años?
—Sí.
—Hijo, ¿de qué estás hablando? Esas fotografías son pruebas del Departamento de Policía, y jamás se revelaron a la prensa ni al público. Dime…
—Padre, el Nite Owl es paralelo a varios delitos importantes, y las pandillas negras no tienen nada que ver. Uno de ellos es…
—Entonces explica las pruebas tal como te enseñé. Tuve casos…
—Nadie tuvo jamás un caso como éste, soy mejor detective que tú y nunca tuve un caso como éste.
Preston apoyó en él ambas manos. Ed sintió que se le dormían los hombros.
—Siento decirlo, pero es verdad. Tengo un caso de homicidio con mutilación de hace cinco años conectado con el Nite Owl. La víctima sufrió cortes idénticos a los que sufrieron las víctimas de Loren Atherton e idénticos a unas fotos pornográficas coloreadas tangenciales al Nite Owl. Lo cual significa que alguien vio las fotos de Atherton y empezó desde allí o que tú capturaste a un sospechoso equivocado en el 34.
Su padre ni siquiera parpadeó.
—Loren Atherton era indudablemente culpable, con confesión y verificación por testigos. Tú y Thomas visteis las fotografías, y dudo seriamente que dichas fotografías hayan salido de Homicidios. A menos que pienses en un homicida policía, lo cual me parece absurdo, la única explicación es que Atherton mostrara las fotos a alguien antes del arresto. Tú pillaste a los hombres equivocados en tu caso de gloria… yo no cometí ese error. Piensa antes de levantarle la voz a tu padre.
Ed retrocedió. Rozó el modelo con la pierna, partió un tramo de autopista.
—Me disculpo, y debería pedir tu consejo en vez de competir contigo. Padre, ¿hay algo que no me hayas contado sobre el caso Atherton?
—Acepto tu disculpa, y no, no hay nada. Tú, Art y yo examinamos el caso constantemente durante nuestro seminario, y supongo que lo conoces tan bien como yo.
—¿Atherton tenía algún socio conocido? Preston movió la cabeza.
—Desde luego que no. Era el arquetipo del psicótico solitario.
Tomó aire.
—Quiero entrevistar a Ray Dieterling.
—¿Por qué? ¿Porque Atherton mató a una de sus estrellas infantiles?
—No, porque un testigo ha identificado a Dieterling como socio conocido de un delincuente conectado con el Nite Owl.
—¿Cuánto hace?
—Unos treinta años.
—¿El nombre de esa persona?
—Pierce Patchett.
Preston se encogió de hombros.
—Nunca oí hablar de él y no quiero que fastidies a Raymond. Terminantemente no. Una relación de hace treinta años no te autoriza para molestar a un hombre de la estatura de Ray Dieterling. Yo le preguntaré a Ray y te pasaré la información. ¿Suficiente?
Ed miró el modelo en escala. Hipnótico: Los Ángeles en crecimiento, Exley Construction abarcándola. Las manos de su padre eran suaves ahora.
—Hijo, has llegado muy lejos y te has conquistado mi respeto. Te han vapuleado por lo de Inez y esos hombres que mataste, y creo que has sabido aguantar. Pero quiero que pienses en ello. El caso del Nite Owl te llevó adonde estás hoy y una rápida resolución de la reapertura te mantendrá allí. Las investigaciones colaterales, por interesantes que sean, pueden desviarte de tu objetivo principal y destruir tu carrera. Recuérdalo.
Ed estrujó las manos de su padre.
—Justicia absoluta. ¿Recuerdas eso?