53

Jack se despertó en el diván y le escribió una nota a Karen.

Querida:

Lo justo es justo. Sí, cometí un error con Ellis. Pero no es justo dormir en este maldito sofá durante dos meses. Si el Departamento no puede perdonarme, tú deberías poder. Hace seis semanas que no bebo. Lo comprobarás si miras el calendario que está junto a mi armario. No espero que eso lo arregle todo entre nosotros, pero al menos admite que lo estoy intentando. Si quieres estudiar derecho, magnífico, pero apuesto a que detestas la idea. En mayo me retiraré, quizá pueda conseguir un puesto de jefe de policía en una ciudad elegante cerca de una buena universidad. Lo intentaré, pero dame un respiro, porque esta abstinencia obligatoria me está volviendo loco y no puedo darme el lujo de enloquecerme porque me han designado para una tarea muy importante. Quizá trabaje hasta tarde esta semana, pero llamaré y volveré a casa.

J.

Se vistió y esperó a que sonara el teléfono. Café en la cocina una nota de Karen.

Jack:

Últimamente me he portado como una zorra. Lo lamento y creo que deberíamos tratar de arreglar las cosas. Estabas dormido cuando llegué, de lo contrario te habría invitado a mi cuarto.

Besos, K.

P.D. Una muchacha del trabajo me ha enseñado una revista que quizá te interese. Sé que conoces al tal Exley y, por cierto, se relaciona con lo que han publicado los periódicos últimamente.

En la mesa: Whisper: «Toda la inmundicia que es adecuada para publicar». Jack la hojeó sonriendo, vio una nota sobre el Nite Owl.

Material caliente: detective abnegado, sustituto de Duke Cathcart, especulación sobre material porno. Ed Exley caminaba sobre brasa ardiente. Muchos lo odiaban. Un dato revelador: «investigador privado». But White liquida a Exley. Un número de febrero en venta en enero, publicado antes de que liquidaran a los hermanos Engleklin y de que el negro de San Quintin mencionara su coartada. Distribución de la Costa Este, quizá la revista no se consiguiera en los Ángeles. Exley y las demás autoridades no la habían visto, de lo contrario él lo habría sabido. Sonó el teléfono. Jack lo cogió.

—¿Exley?

—Sí. Estás designado oficialmente. White habló con Lynn Bracken. Ella accedió a usar pentotal, y quiero que la acompañes. Esperara en ese restaurante chino que hay frente a la oficina, dentro de una hora.

Recógela allí y llévala a Asuntos Internos. Si tiene un abogado, líbrate de él.

—Oye, tengo algo que deberías ver.

—Sólo tráeme a esa mujer.

La mujer cinco años después de quemar archivos: Lynn Bracken bebiendo te en Al Wong's. Jack miró a través de la ventana.

Aún despampanante. Castaña ahora, una belleza de treinta y cinco atrayendo miradas. Ella lo vio. Jack sintió un escalofrío: su archivo.

Lynn salió.

—Yo no quise que esto ocurriera —dijo Jack.

—Pero lo permitiste. ¿No tienes miedo de lo que sé sobre ti?

Algo le llamaba la atención. Lynn Bracken estaba demasiado tranquila a cinco minutos de un interrogatorio.

—Tengo a un capitán temible que me protege. Si surgiera algo, apuesto a que él lo eliminaría.

—No hagas apuestas que no puedes cubrir. Hago esto sólo porque Bud me dijo que resultaría perjudicado si no lo hacía.

—¿Qué más te dijo Bud?

—Cosas malas sobre tu temible capitán. ¿Vamos? Quiero terminar con esto.

Cruzaron la calle y subieron la escalera. Fisk les salió al encuentro frente a Asuntos Internos. Un ambiente inquietante. El temible capitán Ed. Ray Pinker, un escritorio cubierto de material médico: frascos, jeringas. Un polígrafo: una ayuda por si fallaba el zumo de la verdad.

Pinker llenó una hipodérmica. Exley señaló una silla.

—Por favor, señorita Bracken.

Lynn se sentó. Pinker le frotó el brazo izquierdo, preparó un torniquete. Exley habló con voz seca.

—No sé qué le ha dicho Bud White, pero esencialmente se trata de una investigación acerca de varias conspiraciones delictivas interrelacionadas. Si usted nos brinda información coherente, estamos dispuestos a otorgarle inmunidad en toda acusación que pudiera comprometerla.

Lynn apretó el puño.

—No puedo mentir. ¿Podemos terminar con esto, por favor?

Pinker le cogió el brazo, le inyectó. Exley puso en marcha una grabadora. La mirada de Lynn se extravió, pero no del todo. Exley se dirigió a un micrófono de mano:

—Testigo Lynn Bracken, 22 de marzo de 1958. Señorita Bracken, por favor cuente hacia atrás desde cien.

Lengua torpe al instante:

—Cien, noventa y nueve, noventa y ocho, noventa y siete, noventa y seis…

Pinker le examinó los ojos, cabeceó. Jack cogió una silla. Ella aún le parecía demasiado calmada. Exley tosió.

—22/3/58, presentes con la testigo estamos yo, el sargento Duane Fisk, el sargento John Vincennes y el químico forense Ray Pinker. Duane, haga la transcripción taquigráfica.

Fisk cogió una libreta.

—Señorita Bracken —dijo Exley—, ¿qué edad tiene usted?

Voz ligeramente embriagada:

—Treinta y cuatro.

—¿Ocupación?

—Empresaria.

—¿Es usted propietaria de la tienda Veronica's de Santa Mónica?

—Sí.

—¿Por qué escogió el nombre de «Veronica's»?

—Una broma personal.

—Por favor, más detalles.

—Es un nombre de mi vida anterior.

—¿Cuál es la alusión específica?

Una sonrisa soñadora.

—Yo era una prostituta parecida a Veronica Lake.

—¿Quién la convenció de hacer eso?

—Pierce Patchett.

—Entiendo. ¿Pierce Patchett mató a un hombre llamado Sid Hudgens?

—No. Es decir, no lo sé. ¿Por qué iba a hacerlo?

—¿Sabe usted quién era Sid Hudgens?

—Redactor de una revista de escándalos.

—¿Patchett conocía a Hudgens?

—No. Es decir, silo hubiera conocido, me lo habría dicho, siendo un hombre tan famoso.

Una mentira: la dosis de pentotal no podía ser completa. Lynn tenía que saber que Jack sabía que ella mentía: pensaba que él callaría para protegerse.

—Señorita Bracken —dijo Exley—, ¿sabe usted quién mató a una niña llamada Kathy Janeway en la primavera de 1953?

—No.

—¿Conoce usted a un hombre llamado Lamar Hinton?

—Sí.

—Detalles, por favor.

—Él trabajaba para Pierce.

—¿En qué tarea?

—Como chófer.

—¿Y cuándo fue eso?

—Hace varios años.

—¿Sabe usted dónde está ahora Hinton?

—No.

—Dé una respuesta más detallada, por favor.

—No, él se fue. No sé adónde.

—¿Hinton intentó matar al sargento Jack Vincennes en abril de 1953?

—No.

Lynn había dicho que no entonces.

—¿Quién intentó matarlo?

—No lo sé.

—¿Quién más trabajaba o trabaja como chófer para Patchett?

—Chester Yorkin.

—Detalles, por favor.

—Chester Yorkin, vive en alguna parte de Long Beach.

—¿Pierce Patchett persuade a las mujeres de practicar la prostitución?

—Sí.

—¿Quién mató a las seis personas de la cafetería Nite Owl en abril de 1953?

—No lo sé.

—¿Vende Pierce Patchett diversos artículos ilegales a través de una agencia conocida como Fleur-de-Lis?

—No sé.

Una enorme mentira. Venas palpitantes en la cara de Lynn.

—¿Terry Lux realiza cirugía plástica a las prostitutas de Patchett para aumentar su semejanza con estrellas de cine? —preguntó Exley.

Las venas se relajaron.

—Sí.

—¿Patchett regenta desde hace mucho tiempo a prostitutas a domicilio caras?

—Sí.

—¿Patchett distribuyó material pornográfico caro y de buena calidad en la primavera de 1953?

—No lo sé.

Nudillos blancos. Jack cogió una libreta, escribió. «Patchett es un genio de la química. L. B. está mintiendo y creo que ha ingerido un antídoto del pentotal. Obtener muestra de sangre».

—Señorita Bracken…

Jack pasó la nota. Exley la miró, se la deslizó a Pinker. Pinker preparó una aguja.

—Señorita Bracken, ¿posee Patchett archivos secretos robados a Sid Hudgens?

—No sé…

Pinker cogió el brazo de Lynn, clavó la aguja. Lynn se sobresaltó. Exley la agarró. Pinker sacó la aguja mientras Exley apretaba a Lynn contra el escritorio. Ella pataleó. Fisk fue por detrás y la esposó. Lynn escupió a Exley en la cara. Fisk se la llevó al pasillo.

Exley se enjugó la cara: manchas rojas de agitación.

—No estaba seguro. Pensé que estaba confundida…

Jack le dio el número de Whisper.

—Yo conocía las respuestas mejor que tú. Capitán, tendrías que ver esto.

Temible: esa cara colorada, esos ojos. Exley leyó el artículo, rasgó la revista en dos.

—Esto es obra de White. Ve a San Bernardino a conversar con la madre de Sue Lefferts. Yo haré hablar a esa ramera.

San Bernardino a toda prisa: imágenes de Exley haciendo hablar a esa ramera. «Hilda Lefferts» en la guía, indicaciones, la casa: tejas blancas, un añadido de piedra volcánica.

Una abuelita regando el jardín. Jack aparcó, pegó con cinta adhesiva la revista rasgada. La vieja le vio e intentó correr hacia la puerta.

Jack la alcanzó.

—¡Deje descansar en paz a mi Susan! —chilló la vieja.

Jack le puso el ejemplar de Whisper delante.

—Un policía de Los Ángeles habló con usted, ¿verdad? Un cuarentón corpulento. Usted le contó que su hija tenía un novio parecido a Duke Cathcart antes del Nite Owl. Ese novio le dijo que se «acostumbrara a llamarlo Duke». El policía le mostró fotos y usted no pudo reconocer al novio. ¿Es verdad? Lea esto y dígame.

Ella leyó deprisa, entornando los ojos para protegerse del sol.

—Bud dijo que era policía, no detective privado. Las fotos que me mostró parecían de la policía, y no es mi culpa si no pude identificar al novio de Susan. Y quiero que conste oficialmente que Susan era virgen cuando murió.

—Señora, sin duda lo era…

—Y quiero que conste oficialmente que ese policía o lo que fuere miró debajo del ala nueva de mi casa y no encontró ningún problema. Joven, usted es policía, ¿verdad?

Jack movió la cabeza.

Sintió un mareo.

—Señora, ¿a qué se refiere?

—Le digo que ese detective o policía se arrastró debajo de mi casa hace un par de meses, porque le dije que el novio de Susan Nancy hizo lo mismo después de aquel alboroto que tuvieron con ese fulano, poco antes del episodio del Nite Owl con el cual me siguen atormentando. Que Susan y las otras víctimas descansen en paz. Sólo encontró roedores, ningún indicio de ilegalidad, y ahí estamos.

Ahí estamos.

La abuela señaló un espacio estrecho bajo la casa. Ahí estamos.

Era imposible. Bud White no tenía cerebro para guardarse semejante as en la manga.

Jack cogió una linterna y bajó. Hilda Lefferts se quedó mirando, ahí estamos. Polvo, podredumbre, tufo a naftalina: la luz iluminó mugre, ratas, relucientes ojos de ratas. Arpillera, naftalina, huesos embadurnados de cartílago, un cráneo con un agujero entre los ojos.