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Jack en el coche, esperando para seguir a Bud White. Manos estropeadas, ropa manchada. Un turno derribando puertas de garajes, negros alborotados fastidiando a los equipos de investigación, arrojando frutas desde los tejados. Sin suerte con el Mercury de Coates. La bomba de Millard aún a punto de estallar. Por suerte lo había oído por teléfono. De lo contrario se lo habría hecho en los pantalones.

—Vincennes, dos testigos se han puesto en contacto con Ellis Loew. Dijeron que Duke Cathcart estaba involucrado en un plan para vender esas revistas que buscamos. Sospecho que no se conecta con el Nite Owl, pero ¿tú has descubierto algo?

—No —dijo Jack. Preguntó si los demás integrantes del escuadrón habían tenido suerte.

—No —dijo Millard.

No dijo que sus informes eran meras patrañas. No dijo que no le importaba si el asunto de la pornografía se relacionaba con el Nite Owl desde aquí hasta Marte. No dijo que no dormiría tranquilo hasta que tuviera el archivo de Sid Hudgens en las manos y los negros tragaran gas, culpables o no.

Una ojeada hacia la sala de detenidos: uniformados trayendo a seis agresores sexuales. Bud White dentro: trabajo con manguera de goma. Anoche lo había perdido; Dudley estaba enfadado. Esta noche lo seguiría de cerca, luego buscaría a Hudgens: haría registrar el Malibu Rendezvous.

White salió. Buen indicio: Jack le vio sangre en la camisa. Encendió el motor, esperó.