Sabía que estaba soñando, sabía que no podía detenerlo. La repetición de la escena lo amedrentaba. Inez en la cabaña: «cobarde», «oportunista», «usándome para promover tu carrera». Su salva de despedida: «White es diez veces más hombre que tú, con la mitad de tu cerebro y sin un padre famoso». La dejó ir, luego la buscó: de vuelta a Los Ángeles, la choza de la familia Soto. Tres hermanos chicanos lo miraron con mala cara; papá Soto pronunció un epitafio: «Ya no tengo hija».
Sonó el teléfono. Ed rodó en la cama, lo cogió.
—Exley.
—Habla Bob Gallaudet. Felicítame.
Ed ahuyentó el mal sueño.
—¿Por qué?
—Aprobé el examen del tribunal, transformándome en abogado y en investigador de la Fiscalía de Distrito. ¿No estás impresionado?
—Felicitaciones, pero no has llamado a las ocho de la mañana para decirme eso.
—Tienes mucha razón, así que escucha. Anoche un abogado llamado Jake Kellerman llamó a Ellis Loew. Está representando a dos testigos, dos hermanos que dicen tener una posible conexión entre Duke Cathcart y Mickey Cohen. Dicen que pueden resolver el caso Nite Owl. Tienen antecedentes por venta de bencedrina, y Ellis les dará inmunidad sobre eso, más posible inmunidad por cualquier cargo de complicidad que surgiera de su conexión con el Nite Owl. Dentro de una hora tendremos una reunión en el hotel Mirimar: los hermanos, Kellerman, tú, yo, Loew y Russell Millard. Dudley Smith no estará allí. Órdenes de Thad Green: cree que Millard es el mejor hombre para esto.
Ed se levantó de la cama.
—¿Quiénes son esos hermanos?
—Peter y Baxter Englekling. ¿Los has oído nombrar alguna vez?
—No. ¿Es un interrogatorio?
Gallaudet rió.
—Te encantaría. No, Kellerman lee una declaración preparada, nosotros consultamos con Loew si los aceptamos como testigos y arrancamos desde allí. Yo te daré instrucciones. ¿El aparcamiento del Mirimar en cuarenta y cinco minutos?
—Allí estaré.
Cuarenta y cinco minutos. Gallaudet lo recibió en el corredor. Sin apretón de manos: directamente al grano.
—¿Quieres saber qué tenemos?
—Venga.
Echaron a andar.
—Nos esperan, con estenógrafa incluida, y lo que tenemos es Peter y Baxter Englekling, treinta y seis y treinta y dos años, San Bernardino, delincuentes de poca monta. Ambos estuvieron en una institución juvenil por vender marihuana a principios de los cuarenta, y excepto por las órdenes judiciales relacionadas con la bencedrina, han permanecido limpios. Tienen una imprenta legal en San Bernardino, son genios de la invención, y su difunto padre era una obra maestra. Escucha esto: era profesor de química y una especie de pionero de la farmacopea que desarrolló drogas antisicóticas tempranas. Impresionante, ¿eh? Ahora escucha esto: papá, que estiró la pata en el verano del cincuenta, des arrolló compuestos de drogas para el hampa, y Michey Cohen fue su protector en sus tiempos de guardaespaldas.
—Esto no será aburrido. Pero ¿responsabilizarías a Cohen por el Nite Owl? Por lo pronto, está en la cárcel.
—Exley, responsabilizo a los tíos que tenemos en custodia. Los hampones no matan a ciudadanos inocentes. Pero, con franqueza, a Loew le gusta la idea de relacionarlo con el hampa. Vamos, nos esperan.
Suite 309, una reunión en un pequeño salón. Una mesa larga: Loew y Millard frente a tres hombres. Un abogado maduro, los dos hermanos, casi gemelos, en mono: pelo ralo, ojos turbios, mala dentadura. Una taquígrafa junto a la puerta del dormitorio, con la maquina preparada.
Gallaudet acercó sillas. Ed saludó con un cabeceo, se sentó junto a Millard. El abogado revisaba papeles; los hermanos encendieron cigarrillos.
—Para que conste oficialmente —dijo Loew—, son las 8.53 del 24 de abril de 1953. Estamos presentes yo, Ellis Loew, fiscal de distrito de la ciudad de Los Ángeles, el sargento Bob Gallaudet de la Fiscalía de Distrito, el capitán Russell Millard y el sargento Ed Exley del Departamento de Policía de Los Ángeles. Jacob Kellerman representa a Peter y Baxter Englekling, testigos potenciales de la acusación en el asunto de los homicidios múltiples perpetrados en la cafetería Nite Owl el 14 de abril del corriente. El señor Kellerman leerá una declaración hecha por sus clientes, y ellos firmarán la transcripción estenográfica. Como cortesía por esta declaración voluntaria, la Fiscalía de Distrito revocará la orden judicial número 16.114, fechada el 8 de junio de 1951, contra Peter y Baxter Englekling. Si esta declaración derivara en el arresto de los culpables de los citados homicidios múltiples, Peter y Baxter Englekling recibirán inmunidad contra enjuiciamiento en todos los asuntos emparentados con los citados homicidios, incluidos delitos accesorios, de conspiración y colaterales. Señor Kellerman, ¿entienden sus clientes lo antedicho?
—Sí, señor Loew, lo entienden.
—¿Entienden que se les puede solicitar que se sometan a preguntas una vez que se haya leído la declaración?
—Sí.
—Lea la declaración, abogado.
Kellerman se puso gafas bifocales.
—He eliminado los coloquialismos más coloridos de Peter y Baxter y he limado el lenguaje y la sintaxis. Por favor, que se tenga en cuenta. —Loew se acomodó el chaleco.
—Podemos discernir eso. Por favor continúe.
—Nosotros, Peter y Baxter Englekling —leyó Kellerman—, juramos que esta declaración es enteramente cierta. A finales de marzo de este año, aproximadamente tres semanas antes de las muertes del Nite Owl, alguien nos habló en nuestra empresa legal, la imprenta Speedy King Printshop de San Bernardino. El hombre que nos habló era un tal Delbert «Duke» Cathcart, quien dijo saber nuestros nombres por intermedio del «Señor XY», un conocido de nuestros días de encarcelamiento juvenil. El señor XY había informado a Cathcart que contábamos con una imprenta que incluía una máquina de offset de alta velocidad de nuestro propio diseño, lo cual era cierto. El señor XY también dijo a Cathcart que siempre estábamos interesados en comillas ganar unos pavos fáciles comillas, lo cual también era cierto.
Risas. Ed escribió: «Victoria Susan Lefferts es de San Bernardino. ¿Alguna conexión?».
—Siga, señor Kellerman —dijo Loew—. Todos somos capaces de reír y pensar al mismo tiempo.
Kellerman continuó:
—Cathcart nos mostró fotografías de personas involucradas en actividades sexuales explícitas, algunas de ellas de naturaleza homosexual. Algunas fotografías tenían comillas pretensiones artísticas comillas. Es decir: gentes en disfraces coloridos y tinta roja animada superpuesta en algunas instantáneas. Cathcart dijo que tenía noticias de que podíamos manufacturar libros de alta calidad, estilo revista, a gran velocidad, y dijimos que era verdad. Cathcart también declaró que ya se habían manufacturado algunos libros tipo revista, usando las fotografías obscenas, y nos citó el coste de la manufacturación. Nosotros sabíamos que podíamos fabricar los libros por un octavo de ese coste.
Ed le pasó una nota a Millard: «¿Antivicio no está trabajando en una investigación sobre pornografía?». Los hermanos sonrieron; Loew y Gallaudet susurraron. Millard deslizó una nota de respuesta: «Sí, un equipo de cuatro hombres y ninguna pista. Imposible rastrear los libros (de «disfraces coloridos», según la declaración). Pensamos abandonarla. Además, hasta ahora ningún informe ha relacionado a Cathcart con la pornografía».
Kellerman bebió agua.
—Luego Cathcart nos informó de que sabía que nuestro difunto padre, Franz «Doc» Englekling, era amigo de Meyer Harris «Mickey» Cohen, hampón de Los Ángeles actualmente encarcelado en la penitenciaría de McNeil Island. Dijimos que esto era cierto. Entonces nos hizo una propuesta: dijo que la distribución de los libros pornográficos tendría que ser comillas muy discreta comillas, porque los comillas bichos raros comillas que recibían las fotografías y hacían el trabajo de montaje parecían tener muchas cosas que ocultar. No nos dio más detalles sobre el particular. Dijo que tenía acceso a una red de comillas ricos degenerados comillas que pagarían generosas sumas por los libros y sugirió que también podíamos manufacturar comillas libros comunes de chupar y follar comillas, que se podrían distribuir en grandes cantidades. Cathcart afirmó tener acceso a una comillas lista postal de pervertidos comillas, comillas yonquis y putas comillas que actuarían como modelos, y acceso a comillas rameras distinguidas comillas, quienes posarían para unas tomas si su comillas chulo loco comillas estaba de acuerdo. Cathcart tampoco nos dio detalles sobre esto, ni mencionó nombres ni lugares específicos.
Kellerman cambió de hoja.
—Cathcart nos dijo que él sería el proveedor, buscador de talentos e intermediario. Nosotros produciríamos los libros. También deberíamos visitar a Mickey Cohen en McNeil y pedirle que brindara fondos para poner esta actividad en marcha. También deberíamos solicitarle consejo sobre cómo iniciar un sistema de distribución. A cambio de lo antedicho, Cohen nos daría un comillas suculento porcentaje comillas.
Ed pasó una nota: «Sin nombres para seguir. Demasiado cómodo».
—Y el Nite Owl no está en el estilo de Mickey —susurró Millard.
Baxter Englekling rió entre dientes; Peter se hurgó la oreja con un lápiz. Kellerman continuó leyendo:
—Visitamos a Mickey Cohen en su celda de McNeil, aproximadamente dos semanas antes de las muertes del Nite Owl. Le propusimos la idea. Rehusó ayudarnos y se enfadó mucho cuando le dijimos que era idea de Duke Cathcart, a quien se refirió como un comillas cabrón notorio por sus estupros comillas. En conclusión, creemos que pistoleros empleados por Mickey Cohen perpetraron la matanza del Nite Owl, una estratagema donde murieron seis personas pero sólo interesaba una víctima, a causa del odio que Mickey Cohen profesaba a Duke Cathcart. Otra posibilidad es que Cohen haya mencionado el proyecto de Cathcart en el patio de la prisión y los rumores hayan llegado a oídos del rival de Cohen, Jack Whalen, quien, siempre buscando nuevos planes delictivos, asesinó a Cathcart y cinco inocentes como subterfugio. Creemos que, si las muertes fueron resultado de una intriga entre productores de pornografía, corremos peligro de ser víctimas. Juramos que esta declaración es veraz y no se ha redactado bajo presión física ni mental.
Los hermanos aplaudieron.
—Mis clientes contestarán preguntas —dijo Kellerman.
Loew señaló el dormitorio.
—Cuando yo haya hablado con mis colegas.
Entraron; Loew cerró la puerta.
—Conclusiones. Bob, tú primero.
Gallaudet encendió un cigarrillo.
—Mickey Cohen, a pesar de sus muchos defectos, no asesina gente por rencor, y Jack Whalen sólo tiene interés en el negocio del juego. Creo la historia, pero todo lo que hemos averiguado sobre Cathcart lo pinta como un sujeto patético que no podría haber puesto en marcha algo de estas dimensiones. Creo que en el mejor de los casos esto es tangencial. Aún creo que los negros fueron los culpables.
—De acuerdo. Capitán, su opinión.
—Me gusta una posibilidad —dijo Russell Millard—, aunque con grandes reservas. Quizá Cohen comentó el proyecto en el patio de McNeil, el rumor se propagó y alguien lo tomó desde allí. Pero, si este asunto está conectado con la pornografía, los muchachos Englekling ya estarían muertos o alguien los habría buscado. He investigado revistas pornográficas en Antivicio durante dos semanas, y mi escuadrón no oyó nada sobre esto y ha tropezado con una muralla tras otra. Creo que Ed y Bob tendrían que hablar con Whalen, luego volar a McNeil y hablar con Mickey. Yo interrogaré a esos rufianes en la habitación contigua, y luego hablaré con mis hombres de Antivicio. He leído cada informe de cada hombre a cargo del Nite Owl, y no hay una sola alusión a la pornografía. Creo que Bob está en lo cierto. Es algo tangencial.
—Convenido. Bob, tú y Exley hablaréis con Cohen y Whalen. Capitán, ¿había hombres capaces en la investigación?
Millard sonrió.
—Tres hombres capaces y Jack Vincennes. Sin ofender, Ellis, sé que él está relacionado con la hermana de tu esposa.
Loew se sonrojó.
—Exley, ¿algo más que añadir?
—Bob y el capitán han dicho todo, pero hay dos cosas que quiero observar. Primero, Susan Lefferts era de San Bernardino. Segundo, si no son los negros bajo custodia u otra pandilla de color, entonces alguien aparcó el coche del Nite Owl y nos enfrentamos con una enorme conspiración.
—Creo que tenemos a nuestros asesinos. Por cierto, ¿algún progreso con la señorita Soto?
—Estoy trabajando en ello.
—Trabaje más. Los buenos esfuerzos son para los colegiales, los resultados son los que cuentan. Manos a la obra, caballeros.
Ed condujo a su apartamento: un cambio de ropa para el viaje a McNeil. Halló una nota en la puerta.
Exley:
Aún pienso que eres todo lo que te dije que eras, pero llamé a mi casa, hablé con mi hermana y dijo que pasaste y demostraste interés en mi bienestar, así que me estoy ablandando un poco. Fuiste amable conmigo (cuando no estabas persiguiendo algo o aporreando gente) y quizá yo misma soy una oportunista que te usa de refugio hasta que consiga algo mejor y pueda aceptar la oferta del señor Dieterling, así que vivo en una casa de cristal y no debería arrojar piedras. No iré más lejos en mi disculpa y continuaré negándome a cooperar. ¿Entiendes? ¿El señor Dieterling hablaba en serio al ofrecerme un empleo en la Tierra de los Sueños? Hoy iré de compras con el resto del dinero que me diste. Mantenerme atareada me ayuda a no pensar. Pasearé esta noche. Deja una luz encendida.
Inez
Ed se cambió y pegó una llave a la puerta con cinta adhesiva. Dejó una luz encendida.