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Cuatro coches en fila: dos blancos y negros, dos sin insignias. Sirenas ululando; una carrera hasta la casa gris.

Dudley Smith conducía el coche patrulla delantero; Bud recargaba la escopeta. Cuatro coches cerrando el paso: blancos y negros en el callejón lateral, Mike Breuning y Dick Carlisle aparcados en la calle. Rifles encañonando la puerta de la casa.

—Jefe, es mío —dijo Bud.

Dudley le guiñó el ojo.

—Grandioso, muchacho.

Bud entró por detrás: callejón lateral, salto por la cerca. En el porche trasero: cancela, cerradura interna. Bud forzó el pestillo con la navaja y entró de puntillas.

Oscuridad, formas borrosas: lavadora, puerta sin paneles. Franjas de luz en las grietas.

Bud palpó la puerta: sin cerrojo, se abrió fácilmente. Un pasillo: luz de dos habitaciones laterales. Alfombra, pisadas silenciosas; música para brindarle más protección. Avanzó de puntillas hasta la primera habitación, entró.

Una mujer desnuda tendida sobre un colchón, atada con corbatas, una corbata en la boca. Bud entró en el cuarto contiguo

Un mulato gordo ante una mesa: desnudo, engullendo Rice Krispies de Kellogg's. El mulato dejó la cuchara, alzó las manos

—No, señor. No quiero problemas.

Bud le disparó a quemarropa. El hombre cayó al suelo, muerto y despatarrado, manando sangre. Bud sacó una pistola, la disparó desde la línea del mulato, la puso en la mano del caído; oyó que abrían la puerta delantera.

Arrojó Rice Krispies sobre el cadáver y llamó una ambulancia.