Un corredor de diez metros de largo, bancos en ambos lados: gastados, polvorientos, recién sacados de un depósito. Atestado: agentes de paisano y de uniforme, la mayoría leyendo periódicos que gritaban «Navidad Sangrienta». Bud pensó en Stensland y él exhibidos en primera plana: crucificados por los mexicanos y sus abogados. Lo habían citado para las cuatro de la mañana, típica táctica intimidatoria de Asuntos Internos. Dick estaba en el corredor: fuera del sanatorio, de vuelta a las copas. Seis entrevistas de Asuntos Internos cada uno, y ninguno de los dos había cantado. Una reunión de Navidad: toda la pandilla excepto Ed Exley.
Tiempo lento, idas y venidas: preguntas en las salas de interrogatorios. Elmer Lentz arrojó una bomba: la radio decía que el gran jurado requería una presentación. Todos los agentes que estaban en la Central el 25/12/51 tendrían que someterse al día siguiente a una rueda de reconocimiento, los prisioneros identificarían a los agresores. Se abrió la puerta del jefe Parker y salió Thad Green.
—Agente White, por favor.
Bud se acercó y Green lo hizo pasar. Una sala pequeña: el escritorio de Parker, sillas enfrente. Una pared desnuda, un espejo gris, quizá con observadores del otro lado. El jefe detrás del escritorio, de uniforme, cuatro estrellas de oro en los hombros. Dudley Smith en la silla de en medio, Green en la silla más cercana a Parker. Bud se sentó en su silla, frente a los tres.
—Agente, usted conoce al subjefe Green —dijo Parker—, y sin duda conoce al teniente Smith. El teniente ha actuado como asesor durante esta crisis.
Green encendió un cigarrillo.
—Agente, se le brinda una última oportunidad de colaborar. Asuntos Internos lo ha interrogado varias veces, y en todas usted rehusó cooperar. Normalmente lo habríamos suspendido. Pero es usted un buen detective, y el jefe Parker y yo estamos convencidos de que sus actos durante la fiesta fueron relativamente inofensivos. Usted fue provocado, agente. No actuó con violencia gratuita, como la mayoría de los acusados.
Bud iba a hablar, pero Smith lo interrumpió.
—Muchacho, tengo la certeza de que en esto expreso el sentir del jefe Parker, así que me tomaré la libertad de manifestarlo sin rodeos. Es una lástima que a los seis bellacos que atacaron a nuestros compañeros no les dispararan al instante, y juzgo moderada la violencia que se les infligió. Empero, los policías que no saben controlar sus impulsos no tienen por qué ser policías, y los atropellos cometidos por esos hombres que están fuera han transformado el Departamento en el hazmerreír de Los Ángeles. Esto es intolerable. Deben rodar cabezas. Necesitamos testigos que colaboren para enmendar el daño causado a la imagen del Departamento… una imagen que ha mejorado mucho bajo el liderazgo del jefe Parker. Ya tenemos un testigo importante dentro de la policía, y el asistente de la Fiscalía, Ellis Loew, tiene el firme propósito de no enjuiciar a los agentes del Departamento, aunque el gran jurado haga acusaciones sólidas. Muchacho, ¿vas a declarar? Para el Departamento, no para la acusación.
Bud miró el espejo: sin duda había observadores al otro lado. Sujetos de la Oficina de Detectives tomando notas.
—No, no lo haré.
Parker cogió un papel.
—White, usted agarró a un hombre del cuello e intentó aplastarle los sesos. Eso queda muy mal, y aunque usted fue objeto de una provocación verbal, ese acto sobresale entre los abusos sufridos por los prisioneros. Esto va en contra de usted. Pero se le oyó murmurar «Esto es una vergüenza» al abandonar las celdas, lo cual va a su favor. Si usted se presenta como testigo voluntario, podría compensar las desventajas causadas por su… imaginativa demostración de fuerza.
Un destello: Exley es el testigo, me oyó cuando estaba encerrado en el depósito.
—Señor, no pienso declarar.
Parker se sonrojó.
—Muchacho, hablemos sin ningún rodeo —dijo Smith—. Admiro tu negativa a traicionar a tus colegas e intuyo que lo haces por lealtad a tu compañero. Admiro eso en especial, y el jefe Parker me ha autorizado para ofrecerte un trato. Si das testimonio de los actos de Dick Stensland y el gran jurado lo acusa, Stensland no irá a prisión aunque lo condenen. Contamos con la palabra de Ellis Loew. Stensland será expulsado del Departamento sin pensión, pero se le pagará bajo cuerda, con recursos tomados del Fondo para Viudas y Huérfanos. Muchacho, ¿vas a testificar?
Bud miró al espejo.
—No, señor.
Thad Green señaló la puerta.
—Preséntese en las oficinas del gran jurado en la División 43, mañana a las nueve. Dispóngase a participar en una rueda de reconocimiento y a prestar declaración. Si se niega a testificar, recibirá una citación y quedará suspendido hasta comparecer ante una junta interna. Lárguese de aquí, White.
Dudley Smith apenas sonrió. Bud alzó el dedo medio en un gesto obsceno dirigido al espejo.