Richard saltó afuera de la cama con entusiasmo mayor que el acostumbrado, y empezó a conversarle a Nicole.
—Deséame suerte —pidió mientras se vestía—. Archie dijo que saldremos todo el día.
Nicole, que siempre despertaba con mucha lentitud y que sentía intensa aversión por cualquier clase de actividad frenética en horas tempranas de la mañana, se volvió y trató de disfrutar los últimos instantes de descanso. Abrió levemente un ojo, vio que todavía estaba oscuro, y volvió a cerrarlo.
—No estuve tan agitado desde que logré esas dos innovaciones últimas en el traductor —declaró Richard—. Sé que las octoarañas piensan seriamente en ponerme a trabajar… Simplemente están tratando de encontrar la tarea adecuada para mí.
Richard salió del dormitorio durante varios minutos. Por los ruidos que llegaban de la cocina, Nicole pudo darse cuenta de que se estaba preparando el desayuno. Regresó comiendo uno de los grandes frutos rosados que se habían convertido en sus favoritos. Se paró al lado de la cama, masticando con ruido.
Nicole abrió los ojos lentamente y miró a su marido.
—Doy por sentado —dijo con un suspiro— que estás esperando que te diga algo.
—Sí —contestó Richard—. Sería bueno que pudiéramos decirnos algunas cosas lindas antes de que me vaya. Después de todo, éste podría ser el día más importante para mí desde que llegamos a la Ciudad Esmeralda.
—¿Estás seguro de que Archie tiene el propósito de hallar un trabajo para ti?
—Absolutamente. Ése es todo el propósito de hoy. Va a mostrarme algunos de sus sistemas más complejos de ingeniería y va a tratar de determinar dónde se puede emplear mejor mi talento… Por lo menos, eso es lo que me dijo ayer a la tarde.
—Pero ¿por qué sales tan temprano? —preguntó Nicole.
—Porque hay tanto para ver, creo… Sea como fuere, dame un beso. Archie va a estar aquí dentro de unos minutos.
Nicole besó obedientemente a Richard y volvió a cerrar los ojos.
El Banco de Embriones era un edificio grande y rectangular situado hacia el sur de la Ciudad Esmeralda, muy cerca de donde terminaba la Llanura Central. A menos de un kilómetro de donde se había construido el Banco, un conjunto de tres escalinatas, cada una con decenas de miles de escalones individuales, ascendía por el anfiteatro del polo sur. Por encima del Banco de Embriones, en la semioscuridad de Rama, se erguían las imponentes estructuras, sostenidas con puntales, del Gran Cuerno y de sus seis aguzados acompañantes, cada uno de ellos más grande que cualquier construcción de ingeniería que pudiera haber en el planeta Tierra.
Richard y Archie habían montado en un avestrusaurio, en las afueras de la Ciudad Esmeralda. Junto con una escolta y un grupo de tres luciérnagas, pasaron por el Dominio Alternativo en cuestión de minutos nada más. Afuera, en las estribaciones australes de la comarca de las octoarañas, había muy pocos edificios. A pesar de los ocasionales campos de cereales, la mayor parte del territorio por el que viajaban en su trayecto hacia el sur hizo que Richard recordara, aun bajo esa luz mortecina, el hemicilindro norte de Rama II, antes de que se hubieran construido los dos hábitats.
Richard y su amigo octoaraña entraron en el Banco de Embriones a través de puertas extragruesas, que los llevaron directamente a una gran sala de conferencias. Allí le presentaron a Richard a varias octoarañas más que, eso era evidente, aguardaban su visita. Richard usó su traductor y las octoarañas le leyeron los labios, si bien tuvo que hablar lentamente y con movimiento claro de la boca, porque éstas no estaban tan avezadas en el lenguaje humano como Archie.
Después de unas breves formalidades, una de las octoarañas condujo a los recién llegados a una serie de paneles de control, que alojaban el equivalente de teclados de computadora hechos con bandas cromáticas octoarácnidas.
—Tenemos almacenados aquí casi diez millones de embriones —informó la octoaraña guía en su introducción—, que representan más de cien mil especies distintas, y hay el triple de híbridos. La duración de su vida natural oscila entre la mitad de un tert hasta varios millones de días, o sea, alrededor de diez mil de los años de la cronología humana. El tamaño de los adultos va desde una fracción de nanómetro hasta ejemplares colosales casi tan grandes como este edificio. A cada embrión se lo guarda en lo que se cree que son condiciones casi óptimas para su conservación. En los hechos, empero, se precisa nada más que unos mil distintos ambientes y combinaciones de temperatura, presión y sustancias químicas propias de esos ambientes, para abarcar toda la gama de condiciones necesarias.
—Este edificio también alberga un sistema inmenso de administración de datos y de seguimiento. Este sistema vigila, en forma automática, las condiciones imperantes en cada uno de los ambientes distintos, y hace el seguimiento de las etapas tempranas del desarrollo de los varios miles de embriones que siempre están en germinación activa. El sistema tiene algo de percepción de fallas, y de corrección, automáticas; una estructura de advertencia sobre la base de parámetros dobles, y también rige las unidades de representación visual, que pueden exhibir información sobre estado, o de catálogo, o de ambas clases, tanto en las paredes de aquí como en cualquiera de las zonas de investigación de los pisos superiores.
El cerebro de Richard se puso en marcha forzada cuando empezó a entender con más claridad el objeto del Banco de Embriones.
«¡Qué fantástica concepción», pensó, «las octoarañas conservan aquí todas las semillas de otras especies vegetales y animales a las que alguna vez se podría necesitar para cualquier propósito!»
—… la realización de ensayos es continua —estaba diciendo la octoaraña guía—, tanto para asegurar la integridad de los sistemas de almacenamiento y conservación, como para suministrar especímenes para las actividades de ingeniería genética. En cualquier momento, aproximadamente doscientos biólogos octoaraña están aquí activamente dedicados a la realización de experimentos genéticos. El objetivo de estos muchos experimentos es el de producir formas alteradas de vida que mejoren la eficacia de nuestra sociedad…
—¿Me pueden mostrar un ejemplo —interrumpió Richard— de un experimento genético de esa índole?
—Claro que sí —contestó la octoaraña. Alargó los tentáculos hasta la consola de control y usó tres de ellos para apretar una secuencia de botones de color—. Tengo la creencia de que usted está familiarizado con uno de nuestros métodos primarios para la generación de energía —prosiguió, cuando apareció una videoimagen en la pared—. El principio básico es bastante simple, como ya sabe usted. Los seres marinos circulares generan, y acumulan, carga eléctrica en su cuerpo. Nos apoderamos de esa carga a lo largo de una malla de alambre, contra la que los animales deben apretarse para alcanzar su fuente de alimentación. Aunque este sistema es bastante satisfactorio, nuestros ingenieros señalaron que se podría mejorarlo sustancialmente si el comportamiento de ese ser se pudiera modificar de alguna manera.
»Mira esta toma de aproximación, hecha en movimiento acelerado, de media docena de los seres marinos que generan electricidad. Observe que, durante esta breve película, cada uno de los animales pasa por tres o cuatro ciclos de carga-descarga. ¿Qué aspecto de estos ciclos tendría interés primordial para un ingeniero en sistemas?
Richard observó el vídeo con todo cuidado. «Los erizos aplanados quedan con brillo mortecino después que descargan», pensó, «pero recuperan todo su fulgor en un lapso relativamente corto».
—Si suponemos que el fulgor es la medida de la carga acumulada —dijo Richard, preguntándose, de pronto, si no estaba siendo sometido a una especie de examen—, se podría volver más eficaz el sistema incrementando la frecuencia de alimentación.
—Exactamente —respondió la octoaraña guía. Archie destelló un rápido mensaje a la octo guía, que se completó antes de que Richard tuviese siquiera la posibilidad de apuntar el telescopio en su traductor. Mientras tanto, en la pared apareció una imagen diferente.
»Aquí están las tres variantes genéticas del ser marino circular que actualmente se están sometiendo a pruebas y evaluaciones. El candidato principal para el reemplazo es el que está a la izquierda. Este prototipo come casi con el doble de frecuencia que el componente que se emplea en la actualidad. Sin embargo, el prototipo tiene un desequilibro metabólico que aumenta de manera importante su susceptibilidad a las enfermedades comunicables. Todos los factores se sopesan en la evaluación actual…
Llevaron a Richard de una demostración a otra. Archie lo acompañaba en todo momento, pero, en cada sector, un conjunto diferente de especialistas octoaraña se les unía para la minidisertación preparada y la discusión grupal que siempre la sucedía. Una de las presentaciones se concentró en las relaciones que había entre el Banco de Embriones, el gran zoológico que ocupaba un territorio considerable en el Dominio Alternativo, y el bosque barrera que formaba un anillo completo alrededor de Rama, a algo menos de un kilómetro al norte de la Ciudad Esmeralda.
—Todas las especies vivientes que hay en nuestros territorios —explicó el presentador— se encuentran, o bien en simbiosis activa, o bien en observación temporal en un dominio aislado, en el zoológico, el bosque o, en vuestro caso específico, en la Ciudad Esmeralda en sí, o bien sometidos a experimentación aquí en el Banco de Embriones.
Después de una larga marcha por muchos corredores, Richard y Archie asistieron a la reunión de media docena de octoarañas que evaluaban la recomendación de reemplazar toda una cadena simbiótica de cuatro especies diferentes. La cadena era responsable de la producción de una sustancia gelatinosa que mitigaba en forma importante una enfermedad común de la lente de las octoarañas. Richard escuchaba, con fascinación, cómo los parámetros de ensayo de la nueva simbiosis que se proponía, recursos consumidos, tasas de reproducción, interacciones requeridas con las octoarañas, coeficientes de defectos y predecibilidad del comportamiento, se comparaban con el sistema existente. El resultado de la reunión fue que en una de las tres «zonas» de elaboración, la nueva simbiosis se iba a instalar durante varios centenares de días de operación, tiempo después del cual otra vez se volvería a examinar la decisión.
Se había organizado que, en mitad del día de trabajo, se dejara a solas a Archie y Richard durante medio tert. A pedido de Richard, cargaron su almuerzo y bebida, volvieron a montar en el ostrisaurio, requisaron un par de luciérnagas y salieron sin rumbo fijo al frío y la oscuridad de la Llanura Central. Cuando finalmente desmontó, Richard caminó en forma de círculo con los brazos extendidos, y contempló la vastedad de Rama.
—¿Quién de entre vosotros —le preguntó a Archie— se preocupa, o trata de descubrir siquiera, el significado de todo esto? —Con los brazos trazó un círculo en el aire.
La octoaraña repuso que no entendía la pregunta.
—Sí que la entendiste, pedazo de taimado —dijo Richard sonriendo—, salvo que este lapso evidentemente fue dejado en blanco por tus Optimizadores, con el propósito de que hubiera una clase diferente de conversación entre nosotros… Lo que quiero discutir, Archie, es no en qué departamento específico de ingeniería de tu Banco de Embriones me gustaría trabajar, de modo de poder hacer mi «contribución» que justifique los «recursos» necesarios para mantenerme… de lo que quiero hablar contigo es de qué pasa aquí realmente, ¿por qué estamos nosotros, seres humanos, sésiles, avianos, y vosotros con toda esa variedad de animales que tienen, en esta enorme y misteriosa espacionave que va en dirección de la estrella que los seres humanos llamamos Tau de la Ballena?
Archie no respondió durante casi treinta segundos.
—A los miembros de nuestro género se les dijo, mientras estaban en El Nodo, tal como vosotros estuvisteis, que alguna inteligencia superior está catalogando las formas de vida que hay en la galaxia, pero haciendo especial hincapié en las que pueden viajar por el espacio. Armamos una colonia típica, tal como se nos solicitó, y la establecimos en el interior de este vehículo Rama, de modo que pudieran tener lugar las observaciones detalladas de nuestra especie que se nos pidieron.
—¿Así que vosotras, las octoarañas, no saben más que nosotros, los seres humanos, respecto de quién o de qué está detrás de este grandioso plan?
—No —contestó Archie—. De hecho, es probable que sepamos menos. Ninguna de las octoarañas que pasó tiempo en El Nodo sigue siendo parte de nuestra colonia. Como ya dije, el contingente de octoarañas que estuvo en Rama II era una especie diferente, inferior. La única información de primera mano que hay a bordo de esta espacionave, respecto de El Nodo, proviene de ti, tu familia y cualesquiera datos comprimidos que puedan residir dentro de ese pequeño volumen de material de sésil que seguimos conservando en nuestro zoológico.
—¿Y eso es todo? —preguntó Richard—. ¿Ninguno de vosotros hace más preguntas?
—Desde el estadio juvenil se nos prepara —contestó Archie— para no desperdiciar tiempo en cuestiones para las que no podemos obtener dato alguno de importancia.
Richard quedó momentáneamente en silencio.
—¿Cómo saben tanto sobre los avianos y los sésiles? —preguntó entonces con brusquedad.
—Lo siento, Richard —dijo Archie, después de una breve pausa—, pero ahora no puedo hablar contigo sobre ese tema… Mi misión para este período de almuerzo es, como bien supusiste, la de averiguar si te agradaría, o no, aceptar un trabajo de ingeniería en el Banco de Embriones y, de agradarte, cuál de los muchos sectores que viste hoy te parece más interesante.
—¡Casi nada de cambio de tema! —comentó Richard, riendo—. Sí, Archie —agregó entonces—, todo es fascinante, especialmente lo que yo llamo el departamento de Enciclopedia. Creo que me gustaría trabajar ahí, de ese modo podría ampliar mis escasos conocimientos de biología… Pero ¿por qué me estás haciendo esta pregunta ahora? ¿No vamos a tener más «demostraciones» después del almuerzo?
—Sí, pero el programa de la tarde de hoy se incluyó, primordialmente, para que tengas una visión completa. Casi la mitad del Banco de Embriones está dedicada a la microbiología. El manejo de esa actividad es más complejo, y entraña la comunicación con los morfos enanos. Nos resulta difícil imaginar que trabajes en alguno de esos departamentos.
Por debajo del laboratorio microbiológico primario había una sala subterránea, en la que sólo se podía ingresar con credenciales especiales. Cuando Archie mencionó que en esa sala subterránea del Banco de Embriones se producían grandes cantidades de cuadroides voladores de imágenes, Richard prácticamente suplicó que se lo dejara observar el proceso. Se hizo detener la «gira» oficial y Richard se quedó por ahí, ocioso, durante varios fengs, mientras Archie obtenía el permiso para que visitaran la «guardería» de los cuadroides.
Otras dos octoarañas los guiaron hacia la zona subterránea por una serie de largas rampas.
—La guardería fue construida a propósito muy por debajo del nivel del suelo —le informó Archie a Richard—, para brindarle mayor aislamiento y protección. Tenemos otras tres instalaciones similares diseminadas por nuestros dominios.
«La gran puta», dijo Richard para sus adentros, cuando él y sus tres compañeros octoaraña salieron a una plataforma que daba sobre un gran piso rectangular, pues había reconocido el sitio en seguida. Varios metros abajo de ellos, cerca de cien morfos enanos estaban esparcidos por la instalación, efectuando funciones desconocidas. Pendientes del techo había ocho enrejados rectangulares, cada uno de unos cinco metros de largo y dos de ancho, simétricamente colocados alrededor de la sala. Directamente por debajo de cada uno de los enrejados había un gran objeto oval que tenía la parte exterior endurecida. Esos ocho objetos se asemejaban a enormes nueces, y estaban rodeados por un grueso ramaje o entretejido parecido al de una enredadera.
—Vi una disposición similar con anterioridad, hace muchos años —dijo Richard con agitación—, debajo de Nueva York. Fue justo antes de mi primer encuentro personal con uno de tus primos. Tanto Nicole como yo estábamos asustados a más no poder.
—Creo que leí algo sobre ese incidente —contestó Archie—. Antes de traer a Ellie y Eponine a la Ciudad Esmeralda, estudié todos los antiguos archivos sobre tu especie. Algunos de los datos estaban comprimidos, así que no había muchos detalles…
—Recuerdo ese incidente como si hubiera pasado ayer —interrumpió Richard—; yo había puesto dos robots en miniatura en un pequeño subterráneo, y desaparecieron dentro de un túnel. Llegaron a un sector como éste y, después de trepar a través de algo de ese entretejido, fueron perseguidos y capturados por uno de tus primos…
—Indudablemente, los robots se toparon con una guardería de cuadroides. Aquellas octos actuaron para protegerla. En realidad es muy sencillo… —Archie le hizo una señal al ingeniero que actuaba como guía, indicándole que ya era el momento de dar su explicación.
—Las reinas cuadroides pasan su período de gestación en compartimientos especiales que precisamente arrancan del piso principal —comenzó el ingeniero octoaraña—. Cada reina pone miles de huevos. Cuando se pusieron varios millones de huevos, se los recoge en conjunto y se los ubica en uno de esos recipientes ovales. Sé mantiene el interior de los recipientes en una temperatura muy elevada, lo que reduce notablemente el tiempo de desarrollo de los cuadroides. El espeso entretejido que hay alrededor de los recipientes absorbe el exceso de calor, de modo que las condiciones operativas sean admisibles para los morfos enanos que supervisan la guardería…
Richard estaba escuchando a medias, pero el verdadero centro de su atención estaba muchos años antes.
«Ahora está todo claro», se dijo. «Y ese diminuto subterráneo era para los morfos enanos».
—… sondas de vigilancia en el interior de los recipientes identifican con exactitud cuándo los cuadroides están listos para salir en masa, formando un enjambre. Unos pocos fengs antes de la apertura automática de los óvalos, se embeben los enrejados con los agentes químicos adecuados. Las nuevas reinas vuelan primero, atraídas por los elementos del enrejado. Las hordas enloquecidas de machos vienen después, formando nubes negras visibles a pesar del tamaño minúsculo de esos seres. A los cuadroides se los cosecha del enrejado y de inmediato pasan al adiestramiento en masa…
—Muy elegante —dijo Richard—, pero tengo una sencilla pregunta. ¿Por qué los cuadroides captan todas esas imágenes para vosotros?
—La respuesta breve es que se los diseñó durante miles de años, mediante ingeniería genética, para que sean receptivos a nuestras órdenes. Nosotros o, mejor dicho, nuestros especialistas en morfos enanos, hablan el idioma químico que los cuadroides usan para intercomunicarse. Si hacen lo que se les pide, a los cuadroides se les da comida. Si se desempeñan en forma satisfactoria durante un largo período, se les permite gozar de los placeres del sexo.
—De una camada, o enjambre, ¿qué porcentaje de cuadroides sigue las órdenes que se les dan?
—La tasa de falla para la primera imagen es de cerca del diez por ciento —contestó el ingeniero octoaraña—. Una vez que se estableció la pauta de comportamiento y se reforzó el ciclo de recompensas, la tasa de fallas baja en forma espectacular.
—Tremendamente impresionante —comentó Richard, con tono apreciativo—. A lo mejor, todo este asunto de la biología contiene más cosas de lo que nunca se me ocurrió pensar.
En el viaje de regreso a la Ciudad Esmeralda, Richard y Archie discurrieron sobre los aspectos comparativamente fuertes y débiles de los sistemas de ingeniería biológicos y no biológicos. Fue, mayormente, una conversación esotérica, filosófica, con pocas conclusiones definitivas. Sí coincidieron, no obstante, en que a la función enciclopedia, que era, primordialmente, el almacenamiento, la manipulación y la presentación de vastas cantidades de información, la manejaban, de modo mejor, los sistemas no biológicos.
Cuando se acercaban a la ciudad rematada por la cúpula, el fulgor verde se extinguió de repente. La noche había llegado otra vez al centro de los dominios octoarácnidos. Muy poco después, aparecieron dos luciérnagas más, para brindarle al avestrusaurio de Richard y Archie luz adicional.
Había sido un largo día y Richard estaba muy cansado. Cuando entraron en las afueras del Dominio Alternativo, creyó haber visto algo volando en la oscuridad que tenía hacia la derecha.
—¿Qué pasó con Tammy y Timmy? —preguntó.
—Formaron casal —contestó Archie— y tienen varias crías… A sus jóvenes pichones se los cuida en el jardín zoológico.
—¿Podría verlos? —pidió Richard—. Una vez me dijiste, hace algunos meses, que algún día podría ser posible…
—Supongo que sí —repuso Archie después de un breve silencio—. Aun cuando el zoológico es una zona restringida, el complejo de los avianos está muy cerca de la entrada.
Cuando llegaron a la primera estructura grande del Dominio Alternativo, Archie desmontó e ingresó en el edificio. Cuando volvió, le dijo algo al avestrusaurio.
—Sólo se nos autoriza para que hagamos una visita breve —informó, mientras la cabalgadura salía del sendero principal y empezaba a caminar trabajosamente por las callejuelas, más estrechas, de la comunidad.
Presentaron a Richard al cuidador del lugar, que los llevó en un carro hasta un complejo situado a nada más que cien metros adentro de la entrada del zoológico. Tanto Tammy como Timmy estaban presentes. Reconocieron a Richard de inmediato, y sus parloteos y chillidos de placer llenaron los oscurecidos cielos. Le presentaron a Richard los pichones que había en el grupo; los pequeños estaban extremadamente apocados en presencia del primer ser humano que veían. Richard sintió poderosas emociones al acariciar el vientre aterciopelado de sus amigos alienígenas, y rememoró los días en los que era el único protector de esos seres, en la madriguera por debajo de Nueva York.
Dijo adiós a sus pupilos y abordó el carro con Archie y el cuidador del zoológico. A mitad de camino hacia la entrada oyó un sonido que lo obligó a ponerse alerta con un sobresalto, y que hizo que la piel se le pusiera de gallina. Se sentó perfectamente quieto y concentrado. El sonido se repitió justo antes que el silencioso carro se detuviera ante la entrada.
—No existe posibilidad alguna de que me haya equivocado —insistía más tarde ante Nicole—. Lo oí dos veces. No existe otro sonido como el llanto de un niño humano.
—No es que dude de ti, Richard —dijo Nicole—. Es, tan sólo, que estoy tratando de excluir todas las demás fuentes que pudieran producir el sonido que oíste. Los avianos jóvenes sí tienen un chillido particular que podría causar un sonido como el de un bebé llorando… y, después de todo, estuviste en un jardín zoológico, pudo haber sido otro animal.
—No —insistió Richard—. Sé lo que oí. He vivido con suficientes niños y oído suficientes llantos en mi vida.
Nicole sonrió.
—Ahora estás en la otra acera, ¿no, querido? ¿Recuerdas tu reacción cuando te dije que había visto la cara de una mujer en ese mural, la noche que fuimos a ver la representación teatral de las octoarañas? Te burlaste de mí y me dijiste que yo era «absurda», si recuerdo bien.
—Entonces, ¿cuál es la explicación? ¿Las octoarañas de algún modo secuestraron algunos otros seres humanos de Avalon? ¿Y el hecho nunca se informó? Pero ¿cómo pudieron tener…?
—¿Le dijiste algo a Archie? —preguntó Nicole.
—No, estaba demasiado pasmado. Al principio me sorprendí de que ni él ni el cuidador hicieran comentario alguno, y fue entonces cuando recordé que las octoarañas son sordas.
Los dos quedaron en silencio durante varios segundos.
—No se esperaba que oyeras ese llanto, Richard —dedujo Nicole después—, nuestros casi perfectos anfitriones han dado un no óptimo paso en falso.
Richard rio.
—Por supuesto, están grabando esta conversación. Para mañana sabrán que sabemos…
—Todavía no les digamos nada a los demás —propuso Nicole—. Quizá las octos decidan compartir su secreto con nosotros… A propósito, ¿cuándo empiezas a trabajar?
—Cuando yo quiera. Le dije a Archie que aún me quedaban algunos trabajos propios que debía terminar primero.
—Parece que tuviste un día fascinante —comentó Nicole—. Todo estuvo mayormente tranquilo por acá… con una excepción, Patrick y Nai fijaron fecha para el casamiento… dentro de tres semanas.
—¿Qué? —exclamó Richard—. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
Nicole rio.
—No tuve oportunidad… Entraste hablando sin parar sobre llantos en el zoológico, avianos, cuadroides y el Banco de Embriones… Yo sabía, por experiencia, que mi noticia tendría que esperar hasta que se te acabara la cuerda.
—Bueno, madre del novio —dijo Richard segundos más tarde—, ¿cómo te sientes?
—Si se toma todo en cuenta, estoy muy complacida… Ya sabes lo que siento por Nai… Es, simplemente, que se me ocurre que el momento y el sitio son un poco raros para empezar un matrimonio.