Después de salir de la zona, el transporte siguió una ruta diferente de la que habían seguido los humanos hacia el estadio el Día de la Munificencia. Esta vez se mantuvo en calles poco iluminadas, en la periferia de la ciudad. El grupo no halló nada de las escenas coloridas, de actividad, que había visto en su excursión anterior. Después de varios fengs, el transporte se aproximó a un portón grande, cerrado, muy parecido a aquél que cruzaron cuando entraron por primera vez en la Ciudad Esmeralda.
Vinieron dos octoarañas y se asomaron al interior del coche. Archie les dijo algo en colores, y una de las octoarañas regresó a lo que debe de haber sido su equivalente de una garita. En la distancia, Richard pudo ver colores que destellaban en un muro plano.
—Está verificando con las autoridades —les dijo Doctora Azul a los humanos—. Estamos fuera del lapso en que se esperaba nuestra llegada, así que nuestro código de salida ya no es válido.
Durante una espera de varios nillets más, la otra octoaraña entró en el transporte y lo inspeccionó a fondo. Ninguno de los humanos había experimentado jamás precauciones de seguridad tan estrictas en la Ciudad Esmeralda, ni siquiera en el estadio. La incomodidad de Ellie se vio aumentada cuando el funcionario octoaraña de seguridad, sin decirle una palabra, le abrió la cartera para ver el contenido. Finalmente le devolvió la cartera y se apeó. El portón se abrió de par en par, el transporte salió de debajo de la cúpula verde y menos de un minuto después estacionó en la oscuridad.
En la playa de estacionamiento, el transporte fue rodeado por otros treinta o cuarenta vehículos.
—Esta zona —explicó Doctora Azul mientras bajaban del coche y se les unían dos luciérnagas— se llama Barrio de las Artes. Eso y el jardín zoológico, que no está demasiado lejos de aquí, son las dos únicas secciones del Dominio Alternativo que las octoarañas que viven en la Ciudad Esmeralda visitan con cierta regularidad. Los Optimizadores no aprueban muchas solicitudes de visita a las zonas habitacionales alternativas que hay más al sur. De hecho, para la mayoría de las octoarañas, el único panorama amplio que alguna vez llegan a tener del Dominio Alternativo es la excursión que se hace durante la última semana de Matriculación.
El aire estaba mucho más frío que en la Ciudad Esmeralda. Tanto Archie como Doctora Azul empezaron a caminar más rápido de lo que los humanos jamás vieron caminar una octoaraña.
—Debemos apurarnos —urgió Archie— o llegaremos tarde. —El terceto de seres humanos trató de mantener el ritmo de marcha.
Cuando se acercaron a una zona iluminada, a unos trescientos metros del transporte, Archie y Doctora Azul se colocaron en cada extremo de la línea de humanos, formando una de cinco individuos de frente.
—Estamos entrando en la Plaza de los Artesanos —informó Doctora Azul—, que es el lugar en el que los alternativos ofrecen sus trabajos artísticos para transferencia.
—¿Qué quieres decir con «transferencia»? —preguntó Nicole.
—Los artistas necesitan créditos para obtener alimentos y otras cosas esenciales. Ofrecen sus obras de arte a un residente de Ciudad Esmeralda que tenga créditos de los que pueda prescindir —contestó Doctora Azul.
Aunque Nicole pudiera haber querido proseguir la conversación, inmediatamente se sintió atraída por la deslumbrante colección de objetos inusitados, puestos de venta improvisados, octoarañas y otros animales que captó su mirada en la Plaza de los Artesanos. La plaza, un gran espacio cuadrado de setenta u ochenta metros de lado, estaba directamente enfrente de una ancha avenida que salía del teatro, que era el destino del grupo. Archie y Doctora Azul, en los extremos de la línea de marcha, extendieron sendos tentáculos por encima de la espalda de todos los humanos, de modo que los cinco avanzaban como uno solo por la bulliciosa plaza.
El grupo fue enfrentado por varias octoarañas que alzaban objetos para transferir. Richard, Nicole y Ellie confirmaron entonces lo que Archie les había dicho durante la prolongada reunión, a saber, que los alternativos no se ajustaban a la especificación oficial del idioma seguida por las octoarañas de la Ciudad Esmeralda. No había bandas netas de colores que recorrieran sus cabezas sino sólo secuencias descuidadas de manchones cromáticos de alturas sumamente variables. Uno de los mercachifles que los abordaron era pequeño, evidentemente una octoaraña muy joven, y él, o ella, después de haber sido apartado por un gesto de Archie, le dio un repentino susto a Ellie al envolverle uno de los brazos, durante fracciones de segundo, con un tentáculo. Archie agarro al transgresor con tres de sus propios tentáculos y, con brusquedad, lo lanzó hacia un costado, en dirección de una de las octoarañas que portaba un bolso de tela sobre el hombro. Doctora Azul explicó que el bolso identificaba a la octo como policía.
Nicole caminaba tan rápido, y había tanto para ver, que se encontró conteniendo la respiración. Aunque no tenía la menor idea de para qué eran muchos de los objetos que se ofrecían para transferencia en la plaza, pudo reconocer, y apreciar, la pintura o la escultura ocasional, o esas diminutas representaciones, en madera u otro medio similar, de los diferentes animales que vivían en la Ciudad Esmeralda. En una de las secciones de la plaza había despliegues de patrones de color impresos sobre el material parecido a pergamino. Doctora Azul explicó después, cuando estuvieron en el interior del teatro, que esa particular forma de arte representada por los patrones de color era una combinación, tal como él entendía los vocablos humanos, de poesía y de caligrafía.
Justo antes de cruzar la calle, Nicole alcanzó a ver, en una pared a veinte metros a su izquierda, un gran mural pasmosamente bello. Los colores eran vigorosos y cautivaban la mirada; la composición, la obra de un artista que entendía tanto la estructura como el atractivo visual. La habilidad técnica también era impresionante en extremo, pero fueron las emociones representadas en los cuerpos y rostros de las octoarañas y otros seres que aparecían en el mural lo que la fascinó.
—El Triunfo de la Optimización —murmuró Nicole para sí misma, mientras estiraba el cuello para leer el título en colores, que aparecía en la parte superior del mural. La pintura mostraba una espacionave contra un fondo de estrellas, en una de las secciones; un océano que hervía con seres vivos, en otra, y tanto una selva como un desierto, en ángulos opuestos. La imagen central, empero, era una gigantesca octoaraña que llevaba un bastón de mando y se alzaba sobre una pila de treinta o cuarenta animales desiguales que se retorcían en el polvo, debajo de los tentáculos de la octoaraña. El corazón de Nicole casi le saltó del cuerpo cuando vio que uno de los seres pisoteados era una joven humana, de tez morena, con penetrantes ojos azules y cabello corto enrulado.
—¡Miren —gritó de repente hacia el resto del grupo—, allí, en ese mural!
En ese instante, alguna especie de animal pequeño se puso fastidioso alrededor de los pies de Nicole. Eso tuvo el efecto de distraer la atención de todos. Las dos octoarañas se encargaron del animal y volvieron a formar la línea hacia el teatro. Mientras avanzaba hacia la calle, Nicole lanzó un vistazo por sobre el hombro al mural, para asegurarse de que no había imaginado la presencia de una mujer joven en el cuadro. Desde esa mayor distancia, el rostro de la mujer y sus facciones eran vagos, pero, de todos modos, quedó convencida de que indudablemente había visto un ser humano en esa obra artística.
«¿Pero cómo es posible?», se preguntaba mientras entraban en el teatro.
Preocupada por su descubrimiento, sólo escuchaba a medias la conversación entre Richard y Archie respecto de cómo el primero pensaba usar su traductor durante la obra. Nicole ni siquiera miró cuando, después de que ocuparon sus lugares de pie en la quinta fila, por encima de un teatro completamente lleno, Doctora Azul señaló con uno de sus tentáculos el sector que tenían a la izquierda, en el que estaban Jamie y las demás octoarañas matriculantes.
«Debo de haberme equivocado», pensó. Estaba dominada por el poderoso impulso de correr de vuelta a la plaza y comprobar lo que había visto. Entonces recordó lo que Archie les había dicho sobre la importancia de seguir escrupulosamente las instrucciones, esa noche en particular. «Sé que vi una mujer en esa pintura», se dijo cuando tres grandes luciérnagas revolotearon sobre el escenario que había en el centro del teatro. «Pero si la vi, ¿qué quiere decir eso?»
No hubo intervalos en la obra, que duró poco más de dos wodens. La acción fue continua, con uno de los actores octoaraña, o más de uno, ocupando el iluminado escenario todo el tiempo. No se usaban decorados ni vestuario. Al comenzar la obra, los siete «personajes» principales se adelantaron y se presentaron brevemente. Dos octos matriculantes, una de cada sexo, un par de padres adoptivos para cada una de las octoarañas, y un macho alternativo cuyos colores brillantes y hermosos se extendían, cuando hablaba, hasta el extremo libre de los tentáculos.
Mucho de los primeros minutos de la obra en sí establecieron que los dos jóvenes matriculantes habían sido el mejor amigo uno del otro durante años y que, a pesar de los buenos y sensatos consejos de los padres que tenían asignados, habían optado por tener juntos una temprana madurez sexual.
—Mi deseo —dijo la joven hembra octoaraña en su primer monólogo— es producir un bebé de la unión con mi apreciado compañero. —O, por lo menos, así tradujo Richard lo que ella dijo. Richard estaba jubiloso por el desempeño de su muy mejorado traductor y, después de recordar que las octoarañas eran sordas, habló en forma intermitente durante toda la representación.
Los cuatro padres octo se reunieron en el centro del escenario y expresaron angustia por lo que habría de ocurrir cuando sus hijos adoptados se toparan con las «poderosas emociones nuevas» que acompañaban la transformación sexual. Trataron, empero, de ser justos, y los cuatro adultos admitieron que su propia elección de no alcanzar la madurez sexual después de la Matriculación significaba que no podían dar consejos basados sobre una experiencia real.
En mitad de la obra, las dos octoarañas jóvenes fueron aisladas en ángulos opuestos del escenario y el público llegó a la conclusión, por la pirotecnia de las luciérnagas, amén de por unas breves declaraciones de los actores octoaraña, que cada uno de ellos había dejado de comer el barrican y estaba solo en alguna especie de Dominio Alternativo.
Cuando, más tarde, las dos octoarañas transformadas caminaron por el escenario y se encontraron en el centro, los patrones cromáticos de su conversación ya se habían alterado. Era un efecto poderoso, como quiera que lo hubieran logrado los actores, porque no sólo los colores individuales eran más brillantes que antes de la transición, sino que, también, las listas rígidas, casi perfectas, que habían caracterizado las conversaciones anteriores entre los dos jóvenes ya estaban señaladas por algunos diseños individuales diferentes e interesantes. En ese momento, en el escenario, alrededor de los dos actores había media docena más de octoarañas, todas alternativas a juzgar por su lenguaje, y dos de los animales como salchicha polaca, que perseguían cualquier cosa que pudieran encontrar. Resultaba claro que, ahora, la pareja estaba en el Dominio Alternativo.
Desde la oscuridad que rodeaba el escenario hizo su entrada el macho alternativo presentado en el comienzo de la obra. Con un refulgente despliegue, en el que el actor octoaraña con sus colores primero describió patrones horizontales y verticales que se desplazaban en ambas direcciones y, después, creó una desarrollada acción ondulatoria, estructuras geométricas y hasta explosiones de color, parecidas a fuegos artificiales, que se iniciaban en sitios al azar alrededor de la cabeza, el recién llegado cautivó a la joven hembra octo y la alejó del mejor amigo de la niñez. No muchos nillets después, el alternativo mayor de los colores asombrosos, que evidentemente había engendrado la octo bebé llevada en la bolsa frontal de la hembra, la dejó «llorando» (traducción que hizo Richard de la actitud de sentarse en el ángulo del escenario y emitir una pulsación desestructurada tras otra de colores mezclados) y sola.
En ese momento de la obra, la octoaraña macho matriculada en las escenas anteriores salió violentamente a la luz, vio a su verdadero amor presa de la desesperación con su bebé, y saltó hacia la oscuridad que rodeaba el escenario. Instantes después regresó con el alternativo que había corrompido a su novia, y los dos machos se trabaron en una pelea horrible, pero fascinante, en mitad del escenario. Las cabezas convertidas en un aluvión de colores indicadores de imprecación, se golpearon, retorcieron, estrangularon y batallaron durante todo un feng. La octo macho más joven finalmente venció en la pelea, pues el alternativo permaneció inmóvil en el escenario cuando la acción hubo terminado. La tristeza que se expresó en las observaciones finales del héroe y de la heroína aseguró que la moraleja de la obra estuviese muy clara. Cuando la representación terminó, Richard lanzó una mirada a Nicole y Ellie, y comentó, con sonrisa irreverente:
—Ésta es una de esas obras deprimentes, como Otelo, en las que todos mueren al final.
Bajo la supervisión de los acomodadores octoaraña, todos ellos con bolsos, los jóvenes matriculantes fueron los primeros en salir del teatro, seguidos después por Archie, Doctora Azul y sus compañeros humanos. Pocos minutos después, la ordenada procesión se detuvo justo al salir, y formó un apiñado corro en torno de otras tres octoarañas que estaban en medio de la avenida. Richard, Nicole y Ellie sintieron la presencia de los poderosos tentáculos de sus amigos cruzándoles la espalda, mientras avanzaban hasta ponerse en posición para ver qué estaba pasando. Dos de las octoarañas que estaban en el centro de la calle blandían bastones y llevaban bolsos, mientras la tercera, que estaba agachada entre ellas, transmitía el mensaje cromático, en bandas anchas y carentes de estructura: «Por favor, ayúdenme».
—Esta octoaraña —dijo uno de los policías, con franjas tajantes, medidas— reiteradamente fracasó en la obtención de sus créditos desde que llegó al Dominio Alternativo después de su Matriculación, ocurrida hace cuatro ciclos. En el último ciclo se le advirtió que se había convertido en una sangría inadmisible de nuestros recursos en común y hace poco, dos días antes del Día de la Munificencia, se le dijo que se presentara para su exterminación. Desde ese entonces se ha estado escondiendo entre amigos del Dominio Alternativo…
La octoaraña que estaba agazapada súbitamente saltó hacia el público, cerca de donde los humanos estaban parados. El gentío se combó hacia atrás por el impacto y Ellie, que era la que estaba más próxima al punto en que se produjo el intento de fuga, fue derribada durante la reyerta que vino a continuación. En menos de un nillet, la Policía, con la ayuda de Archie y de varios de los jóvenes matriculantes, otra vez tuvo a la fugitiva bajo control.
—El no presentarse para cumplir con una exterminación sancionada es uno de los peores delitos que una octoaraña pueda cometer —explicó después el policía—. Es punible con la exterminación inmediata en el momento de aprehensión.
De su bolso de hombro, uno de los policías extrajo unos seres que se retorcían, parecidos a lombrices. La octo fugitiva luchó violentamente la primera vez que los dos policías intentaron meterle en la boca, por la fuerza, los seres similares a lombrices. No obstante, después que cada uno de los policías golpeó a la proscripta dos veces con el bastón, la octoaraña condenada se desplomó entre sus captores. Ellie, que para estos momentos había logrado ponerse otra vez de pie, fue incapaz de suprimir un chillido de terror, cuando los seres penetraron en la boca de la octoaraña y ésta empezó a regurgitar. La muerte sobrevino con rapidez.
Ninguno de los seres humanos articuló palabra mientras caminaban por la plaza, tomados del brazo con Archie y Doctora Azul, y entraban en la playa de estacionamiento donde los aguardaba su transporte. Nicole estaba tan pasmada por lo que había presenciado que ni siquiera recordó buscar la pintura que, según pensaba, incluía un rostro humano.
En mitad de la noche, Nicole, que no había podido dormir, oyó un ruido en la sala de estar. Se levantó de la cama en silencio y se echó encima una bata. Ellie estaba sentada en el sofá, en la oscuridad. Nicole se sentó al lado de su hija y le tomó la mano.
—No podía dormir, mamá —explicó Ellie—. Estuve repasando todo mentalmente y no tiene lógica… Siento como si me hubieran traicionado.
—Lo sé, Ellie —declaró Nicole—. Yo me siento igual.
—Creí que conocía a las octoarañas —dijo Ellie—. Confiaba en ellas… En muchos aspectos, creí que eran superiores a nosotros, pero después de lo que vi esta noche…
—Ninguno de nosotros se siente cómodo al ver matar —declaró Nicole—. Hasta Richard se sintió horrorizado al principio… pero, después que estuvimos acostados, me dijo que estaba seguro de que la escena de la calle se había montado cuidadosamente en pro de los matriculadores… También dijo que debíamos tener cuidado y no adelantarnos a sacar demasiadas conclusiones o de permitirnos reaccionar con emotividad ante un solo incidente aislado…
—Nunca antes vi asesinar un ser inteligente ante mis propios ojos… ¿Y cuál había sido su delito? ¿El no presentarse para su exterminación?
—No los podemos juzgar con el mismo rasero que aplicamos con los seres humanos. Las octoarañas son una especie por completo diferente, con una organización social completamente aparte, que hasta puede ser más compleja que la nuestra. Recién estamos empezando a entenderlos… ¿Ya olvidaste que curaron a Eponine del RV-41? ¿Y que nos permitieron usar su tecnología cuando estábamos preocupados por el nacimiento de Marius?
—No, no lo olvidé —contestó Ellie. Quedó en silencio durante varios segundos—. Sabes, mamá, me siento tan frustrada ahora como me sentía a menudo en Nuevo Edén, cuando me seguía preguntando cómo a los seres humanos, que tienen la capacidad de hacer tantas cosas buenas, les era posible tolerar a un tirano como Nakamura… Ahora parece que, en su propio estilo, las octoarañas también pueden ser así de malas… Hay tanta incoherencia en todas partes…
Nicole consoló a su hija con un fuerte abrazo. «No hay respuestas fáciles, mi querida Ellie», pensó. Con la mirada de la mente vio, otra vez, un montaje de los aspectos destacados de las increíbles actividades de esa noche, incluida la fugaz vislumbre en la que creía haber visto una mujer humana desconocida en un mural octoarácnido.
«¿Y de qué se trataba todo eso, vieja?», se preguntó. «¿Realmente estaba allí ese rostro, o es que tu cerebro cansado e imaginativo lo creó para confundirte?»