Todavía tengo el dedo malo, y me lo curan con agua oxigenada y algodones y gasas.
Por eso cuando la madre Corazón de Jesús eligió a las que iban a tomar parte en la comedia, le dijo la madre Mercedes:
—Llévese su caridad a Celia. Así como así, no hace nada de provecho, y sólo sirve para revolver la clase…
También Josefina, y María Luz, y Rosita vinieron conmigo.
Ellas ya saben eso de hacer comedias, porque en Navidad representaron una antes de las vacaciones.
—Lo primero es buscar papeles blancos y lápices —me dijeron.
Yo no encontraba papeles blancos, porque los que tengo están llenos de borrones, y tuve que buscarlos en el despacho.
La madre nos esperaba en el refectorio, y nos hizo copiar lo que ella iba dictando en un cuaderno. Cada una copiaba cosa distinta.
Yo escribí lo que dice Blas, que es un hombre muy malo, que siempre está renegando de que haya ricos y pobres, y dice que hay que repartir el dinero.
Todo lo que copiamos hemos tenido que aprenderlo de memoria y decirlo cuando nos toca.
Y para saber el momento en que hay que hablar hemos escrito el «pie» antes de lo que nos corresponde decir.
Eso del «pie» es la última palabra que dice la que habla antes. ¡Y se arma cada lío!
Una vez, cuando Carmencita dice «madre», tengo yo que decir:
Tú faltabas, trovador, para excitar más el encono; no puede ser, no perdono la injusticia y el abandono con que el mundo nos subyuga.
Si hubiera una criatura que a redimirnos viniera, por ella la vida diera ¡Mas no es verdad, que es mentira!
Pero como Carmencita dice «madre» varias veces, yo empiezo a decir lo mío cuando no me toca aún.
¡La madre Corazón de Jesús se enfada más! Y eso no es nada para lo que se ha enfadado cuando ha visto que he copiado lo que dice Blas en el respaldo de una escritura…
—¿Es que no se ha dado usted cuenta de la importancia de este papel? ¿De dónde lo ha cogido?
—Del escritorio…
—¡Jesús mío, qué atrevimiento! ¡Y toda la comunidad haciendo rogativas a San Antonio para que apareciera!… ¿No ha visto usted que era una escritura?
—Sí, lo he visto…; pero como todas las escrituras que yo hago las tiran al cesto de los papeles…
—¿Y qué tiene que ver eso?… ¡Es usted una niña insoportable!
Todas las madres han hecho muchos aspavientos cuando han visto el papel, y me han mirado muy serias… Se conoce que lo había escrito la madre superiora y no querían que se estropeara…
Después me lo han copiado en papel blanco, y no me han vuelto a decir nada. Se les habrá olvidado. ¡Como trabajo tan bien!…
He aprendido en seguida cómo hay que hacer mientras se dicen los versos. Primero levanto el brazo derecho, después el izquierdo, y luego los dos a un tiempo… Otra vez el brazo derecho, otra vez el izquierdo, y otra vez los dos…, y así siempre.
Además, doy muchas voces, y me pongo muy fea, para que vean que soy muy mala.
Porque yo soy un pescador que se llama Blas, y Rosita es mi hermana, que es muy buena, y enciende una luz a la Virgen cuando voy de pesca. Yo la apago, porque no me gusta que haya luz en la puerta…, o no sé por qué.
Siempre estoy diciendo que todo el mundo es muy malo, menos yo, y que hay que repartirlo todo.
—¿Sabes que Blas tiene razón?
Eso de repartirlo todo me gusta mucho. También yo reparto los bombones… Fíjate cuántas cosas bonitas nos darían a nosotras…
—¡Calla! —me ha dicho Josefina, asustada—. Eso no se puede decir. Es un pecado muy grande. Ya ves: a mi hermano le echó mi papá de casa por decir eso mismo. Porque los que dicen esas cosas se llaman un nombre que se me ha olvidado.
—¿Era malo tu hermano?
—Él decía que era muy bueno y que quería a todo el mundo, hasta al carbonero…
—¿Aunque está tan sucio?
—Por eso precisamente le quería…
—¡Qué cosas!
También estamos ensayando otra función que se llama «Dolorcitas». Dolorcitas soy yo, y como soy muy mala, me han metido en el cuarto de las ratas. La madre ha dicho:
—Como tiene costumbre de estar castigada todos los días, lo hará mejor que ninguna.
Cuando hago como que estoy pasando un miedo horrible en el cuarto de las ratas, vienen las niñas cogidas de las manos y moviendo a compás la cabeza.
Primero a la derecha y luego a la izquierda. Y dicen cantando:
Ya venimos, Dolorcitas, con las alas del amor, a traerte, cariñosas, la indulgencia y el perdón.
Todas son muy buenas, menos yo, como ocurre siempre, y no les hago caso, sino que me escondo y me escapo diciendo:
Con sigilo me iré y nadie me verá; del colegio saldré a la orilla del mar.
Pero me voy sola, porque Sigilo no es nadie. No sé adónde me iré el día de la función, porque aquí no hay mar.
Ahora me siento en una silla mientras me buscan.
Nos están haciendo vestidos a todas. El mío es el más feo. Son dos mangas que me ponen en las piernas, prendidas al vestido, y una blusa muy larga con un cinturón. Así soy Blas. Para ser Dolorcitas no necesito quitarme el uniforme del colegio.
Todas las que hacen de hombres llevan levita, y otras, faldas hasta el suelo y un moño muy grande.
Yo creo que también podría trabajar «Culiculá», que es la cigüeña, y se ha vuelto muy mansita. Podíamos sacarla de una pata; pero la madre dice que no tiene papel…
¡Qué tontería! ¡Para qué iba a querer el papel la cigüeña!…
Con esto ya se ha acabado la clase de costura para mí. La almohadilla de raso me la está haciendo la madre Mercedes, y va a ser la labor más bonita de la exposición. Sólo las mayores cosen un rato.
¡Cuánto me hubiera gustado que el día de la función, que será el del santo de la madre superiora, hubieran venido a verme papá y mamá!… ¡Pero no quieren!
—¡Anda, papá, rico, ven a verme, y verás qué bien lo hago!
—¡Qué has de hacer!… Yo no sé quién te ha metido en esas bobadas.
—¡Pues la madre! Como soy la más alta de la clase, hago de Blas.
—¿Quién es Blas?
—Pues un hombre que es así…, no sé cómo, ¿sabes? Es que no quiere que haya luz en su puerta…
—Un maniático.
—Pero quiere a todo el mundo, hasta al carbonero, porque está sucio…
No sé cómo se llama eso…
—Hija, pues, por las señas, eso se llama ser un santo…
—¡Huy! No lo creas… Luego se aparece la Virgen y le salva de que se ahogue.
—¡Menos mal!… Nosotros no podemos venir, pero vendrá el tío Rodrigo y traerá a Maimón, el morito… Ya te mandaremos dulces y flores como a las actrices… ¡Procura no hacer demasiado el ridículo!