XXVIII

EL ÚLTIMO DE VIAJE DE CHIPITEGUY

EN el otoño de aquel año, en las proximidades del invierno, Chipiteguy se agravó de sus dolencias, y, al agravarse, aparecieron en la casa del Reducto algunos parientes, y, principalmente, un sobrino de su mujer, cura, que se presentó a última hora.

El cura, cuando se enteró de que su tío había traído de España objetos de plata y de oro, robados de las iglesias, le recomendó que los restituyera.

Chipiteguy no tenía inconveniente en ello; pero era muy difícil saber a quién tenía que restituir. El cura, haciéndose cargo, dijo que podía sustituir la restitución por una manda a la Iglesia, y como esta es universal y no distingue de naciones, Chipiteguy dio una cantidad a la iglesia en donde oficiaba su sobrino.

Un día Chipiteguy llamó a Alvarito, y quiso que le acompañara a la cueva.

Chipiteguy le mandó que machacara con el martillo algunas cabezas de figuras de cera que todavía quedaban en el almacén y que estaban descascarilladas y medio rotas.

Después, el viejo quiso que rompiera las tres figuras del grupo de los Asesinos.

Alvarito tomó el martillo, las rompió, y, siguiendo la orden de Chipiteguy, quemó los restos en el patio con papel de periódicos y virutas.

Luego el viejo le indicó que sacara del suelo la olla enterrada, donde todavía quedaban algunas piedras preciosas, en su mayoría falsas.

Cuando Chipiteguy vio cómo se consumían los restos de sus figuras de cera, tuvo todavía el humor de cantar su canción de bravura:

Atera, atera,

trapua saltzera.

Eta burni zaharra

txanponian.

Poco después de este auto de fe, a Chipiteguy le encontraron desmayado en la cueva.

Entre Alvarito y la Tomascha le subieron a su cuarto, y lo metieron en la cama. Pasados unos días, el enfermo pareció mejorar lentamente.

Una semana más tarde, al ir la andre Mari a entrar en su cuarto y abrir la ventana, se encontró al viejo trapero muerto.

Al día siguiente, Claquemain se suicidaba en la cárcel, colgándose con un cordel desde la reja de la ventana. Por lo que dijeron, había tomado esta resolución al saber la muerte de su antiguo amo.

El testamento de Chipiteguy dio mucho que hablar en la vecindad. La fortuna, casi íntegra, iba a manos de Manón. La andre Mari, la Tomascha y Castegnaux tenían mandas, y a Alvarito le dejaba treinta mil francos.