EL AVANCE DE LOS LIBERALES
EL general Espartero se apresuró de motu propio, o influido por el plan que desde Bayona le había enviado el cónsul Gamboa, a avanzar rápidamente; hizo una marcha forzada hacia Tolosa, mientras que don Diego de León se internaba por la Burunda, camino de la frontera.
Los carlistas, que tenían en Tolosa sus almacenes de víveres y pertrechos de guerra, y que no esperaban un avance tan rápido de los liberales, se encontraron desde aquel momento perdidos.
Al mismo tiempo se supo que las tropas carlistas de las líneas de Andoain y de Hernani se sublevaban. Este movimiento a favor de la paz fue producido por la instigación de los agentes de Aviraneta.
Don Carlos, al saber que Espartero llegaba a Oscoz, ya cerca del valle de Ulzama, y que allí se entrevistaba con don Diego de León para marchar los dos paralelamente, decidió su retirada a Urdax.
Espartero siguió avanzando hacia el Norte con rapidez; gracias a esto, no se verificó el encuentro que se esperaba entre marotistas y apostólicos, que hubiera terminado, probablemente, con una terrible matanza.
Espartero tomó para su vanguardia algunas partidas de chapelgorris, entre ellas la del sargento Elorrio, que conocía muy bien el terreno y tenía un gran fervor liberal.
Elorrio se metió rápidamente en la cuenca del Bidasoa, antes de que los carlistas pudieran prepararse para resistir, y desde Vera mandó un recado a Aviraneta, pidiéndole instrucciones. Aviraneta le contestó que fuera al día siguiente a Irún, a la fonda de Echeandía, donde podrían verse y hablarse.
Elorrio fue, y hablaron largamente. Tanto Aviraneta como Elorrio sospecharon que Espartero no iba a hacer ningún esfuerzo para coger al pretendiente, y que, no sólo no iba a hacer esfuerzo alguno, sino que le iba a dejar escapar.
Entre Aviraneta y el sargento idearon un plan para prender a Don Carlos.
La mayoría de los carlistas que estaban en Elizondo dispuestos a pasar la frontera no conocían la topografía del puerto de Otsondo, que comunica Elizondo con Añoa, por el camino de Dancharinea. Pensaban, sin duda, que la frontera estaría a un paso, y hay sus cuatro horas largas de camino.
Se sale de Elizondo, se pasa el barrio de Elvetea, se deja a la derecha Arizcun, con su antigua torre de Ursúa, y el barrio de Bozate, poblado por la raza misteriosa de los agotes; se pasa por Maya, al pie del monte Gorramendi, por delante del punto en donde defendieron los navarros su independencia contra Felipe II, y se comienza a bordear el pico de Alcorrunz y el alto de Otsondo. Se dan vueltas y más vueltas a los montes por un camino en espiral, durante mucho tiempo, hasta que, de pronto, se llega al puerto, y se ve el mar, la costa francesa y algunos pueblos, como Ezpeleta, Añoa y San Juan de Luz.
Después de llegar al alto, hay que bajar todavía algún trecho para llegar a la frontera; es necesario acercarse al arroyo Ugarona, o Ugarana, que entra en Francia y se une a la Nivelle. Ya en el valle, hundido, de cara al territorio francés, en el repliegue de los montes se ve Urdax, con su iglesia y las ruinas del antiguo monasterio de San Salvador, y después algunas casas de Zugarramurdi. A un lado del camino, en la misma frontera, hay una pequeña barriada, la Aduana de Dancharinea.
Desde el puerto de Otsondo se ven tres montes hacia el lado del mar; el más dentro de tierra, Peñaplata, de silueta informe, con dos o tres picachos altos; después, en medio, Labiaga, y luego, más lejos Larrun, con una forma de monte más clásico. Hacia el interior se ven el Arsamendi, el Idusquimendi y el pico de Mondarrain, que da hacia la parte de Cambo.
Elorrio y Aviraneta decidieron que los chapelgorris prepararan una emboscada a Don Carlos en el camino que va desde Urdax a la frontera. Este camino era el más indicado para apoderarse del pretendiente.
Elorrio puso su gente en el sitio estratégico; pero, a pesar de la diligencia de los chapelgorris, la emboscada no dio resultado.
Cuando a las dos de la tarde se presentaron los cristinos en las alturas que dominan a Urdax, comenzó un fuego muy vivo contra ellos el Regimiento Cántabro. Zabala había avisado al pretendiente, y Don Carlos y la familia real comenzaron a marchar hacia la frontera, en medio de una compañía. Como la guardia real pretendió acompañarla, Elío la mandó que se volviera hacia donde se oía el fuego, y respondiera; el infante Don Sebastián se opuso, y triunfó Elío.
Villarreal mandó estar formada a la guardia en Dancharinea, hasta que pasaron todas las fuerzas a Francia. Se dijo que Villarreal tenía mucho odio a la guardia, porque los que la constituían presumían de ser aristócratas, y que la dejó allí a propósito para que Espartero la fusilara a mansalva.
Se dijo también que Villarreal estaba ofendido y molesto porque alguien de la guardia había asegurado que los Villarreal eran judíos.
Elorrio y los suyos, al comprender que en medio de la compañía iba Don Carlos, se echaron sobre ella y la desbarataron. Un parecido extraordinario de Don Carlos con un oficinista del Real, la confusión del momento y la necesidad de obrar con rapidez, hicieron que, en vez de prender al pretendiente, un chapelgorri de Elorrio cogiera preso a un oficinista del Real, a quien soltó en seguida que comprendió el error.
Días después, Espartero nombró a Elorrio teniente de Infantería, pero Elorrio no quedó muy satisfecho; esperaba que la prisión de Don Carlos le hubiera dado más importancia.
Aquel estólido Borbón, frío, antipático, sin la menor simpatía humana, pudo atravesar la frontera sin tropiezo. Iba disgustado, ofendido, creyendo que ninguno de sus partidarios y sus soldados había cumplido, y que él, en cambio, se había sacrificado por el país, porque había rezado a la Virgen y la había nombrado capitana generala de su ejército.