II

LA JUNTA Y EL CONDE

HUBIERA sido cándido el pensar que la mayoría de los carlistas de Berga se sentían enemigos del conde de España por las crueldades cometidas por él. No era así. La mayoría de los jefes y oficiales poco adictos al conde lo que le reprochaban principalmente era la falta de éxito. Ellos creían que contaban con medios para conseguir mucho más de lo que se conseguía, en lo que se engañaban.

Los soldados tenían por el conde cierta simpatía. Su manera de ser feroz, de ogro, con notas humorísticas, les hacía gracia, aunque en algunos casos les produjera espanto.

El soldado, como el niño, tiene admiración por el tipo severo.

Los soldados le llamaban el Avi (el Abuelo), Cabeza blanca y Trenca-caps; pero, a pesar de esto, le guardaban afecto y hubieran salido la mayoría espontáneamente a defenderlo viéndolo en un aprieto.

Entre los oficiales variaba. Los de algunos cuerpos eran adictos a él; otros eran francamente enemigos. Los civiles y eclesiásticos casi todos se podían considerar enemigos.

Tampoco los de la Junta estaban irritados por las barbaridades del conde de España contra los paisanos. Lo que les sublevaba y ofendía era que el conde no contara con ellos y que llevara camino de atropellarlos y de inutilizarlos.

Los junteros y sus amigos comenzaron a decir que el conde no era un puro, un católico ferviente; de aquí se pasó a asegurar que se inclinaba a la transacción. Se dijo que el conde de España tenía gran simpatía por Maroto y correspondencia con él, y todos los días se fue inventando algo para inutilizarle y desacreditarle.

Era la misma campaña que los junteros habían hecho contra Urbiztondo, asegurando que era incrédulo, francmasón y transaccionista. Con Urbiztondo fue más fácil hacer la campaña, porque como forastero, no tenía arraigo en el país y no sabía catalán. Con el conde de España tuvo que ser esto mucho más difícil; había gente a su favor, sobre todo en el Ejército, y él conocía bien la comarca.

A pesar de ello, la campaña dio resultado; la bola de nieve fue engrosando y creciendo y el desprestigio del conde llegó hasta los pueblos y las aldeas más lejanas.