SUPOSICIONES DEL PUEBLO
POCO después de su visita misteriosa a la sierra de Viure, el conde emprendió con energía nuevas operaciones militares. Se salía al campo constantemente, se fundían cañones y se fabricaba pólvora y cartuchos en gran escala.
«Este aumento de vigor en la campaña procede de que al conde no le han ofrecido bastante y quiere más», decían los partidarios de la Junta.
«Todo eso no es más que una estratagema, que tiene como objeto adormecer la desconfianza del pueblo, que se ha dado cuenta de los tratos del general con el comisario inglés», añadían otros.
La conspiración apostólica empezaba a cuajarse contra el conde; se afirmaba que Don Carlos simpatizaba con ella e iban sumándose a los enemigos los curas de los pueblos, los maestros y todo el elemento carlista un poco culto.
Se creía también que Cabrera, a quien se consideraba como el más puro adalid del trono y del altar, estaba en contra del conde.
Se daba una razón de su malquerencia. Se decía que después de los sucesos de Navarra Don Carlos perdió la confianza en el partido absolutista intransigente y sospechó si de él vendría la ruina al carlismo. Se aseguró que el pretendiente se manifestaba descontento hasta del mismo Cabrera, por no ejecutar este estrictamente sus órdenes. Entonces, según el rumor popular, estuvo a punto de nombrar capitán general único de Cataluña, Aragón y Valencia al conde de España.
El haber sabido Cabrera tal determinación y el achacarla a los amigos del conde de España en la corte de Don Carlos, fue el motivo, según algunos, de que Cabrera tuviese sentimientos poco cordiales para el conde.