AVIRANETA Y ROQUET
AVIRANETA, en vista del buen resultado que le dieron sus intrigas en el campo carlista, produciendo la ruptura y la enemistad entre don Carlos y Maroto, quiso repetir la suerte en Cataluña.
Sin relaciones y sin conocer el país no podía conseguir lo conseguido en el Norte.
Para orientarse, don Eugenio fue a Pau e intentó mezclarse con el elemento carlo-legitimista, allí muy abundante. Fue a parar al hotel de la Dorade y conoció en el mismo hotel a un francés, antiguo oficial del conde de España, y a un cura amigo de los individuos de la Junta de Berga, llamado José Rossell.
Don Eugenio se hizo pasar por legitimista vasco-francés. Ganó la confianza del oficial del conde y la del cura partidario de la Junta.
Les contó a los dos un sin fin de intrigas oscuras, mixtas de mentira y de verdad, lo ocurrido en Bayona durante la guerra y les habló de la influencia de las sociedades secretas, tanto en un bando como en otro.
Al cura le dio una serie de informes falsos acerca del conde de España, para que este se los comunicara a la Junta.
Aviraneta había recibido noticias importantes desde Berga, enviadas por Máximo Labarthe. Tenía esperanzas de que el joven francés le prestara un gran servicio. Luego, el silencio de Max le llegó a producir inquietud y alarma.
Al comienzo de agosto Aviraneta mandó, desde Pau, varias cartas a los individuos de la Junta de Berga, por conducto de Rossell, contra el conde de España, afirmando categóricamente que este iba a la transacción como Maroto, y que se sospechaba que, si no masón, sostenía muchas relaciones con individuos afiliados a la secta masónica y a la fracción moderada.
Aviraneta tenía indicios para sospechar que al conde de España no le hubiera molestado el entrar al servicio de María Cristina en el caso de que la guerra civil se acabara de una manera decorosa para todos.
Aviraneta, a pesar de pensar que sus informes no gozarían mucho crédito, siguió enviándolos e hizo que Pita Pizarro mandase constantemente todas las noticias sospechosas contra el conde de España que se supiesen en Madrid, dirigiéndolas a Pau, al fondista del hotel de la Dorade, quien conseguía a su vez que tales informes llegasen a la Junta de Berga.
Así se dijo que en los Bancos de Montpellier y de Perpiñán el gobierno de María Cristina preparaba los millones que iban a dar a los jefes carlistas que no quisieran aceptar públicamente la transacción y prefirieran vivir en el extranjero. Era sembrar la cizaña y llevar la duda a las masas absolutistas sobre sus caudillos.