A la mañana siguiente, Reg Despard llama desde el horizonte mismo del oeste.
—Desde donde estoy veo la Space Needle mientras hablamos.[35]
—¿Y qué hace?
—Baila La Macarena. ¿Estás bien? Habría llamado antes, justo después de lo de las torres, pero me pilló de viaje, y cuando por fin llegué aquí, empecé a buscar piso y…
—Me alegro de que te marcharas a tiempo.
—Lo oí por la radio del coche, pensé en dar la vuelta y regresar. No lo hice, seguí adelante. Y ahora tengo el complejo de culpa del superviviente.
—Hipnosis interestatal. No le des más vueltas, Reg. Ahora estás ahí, en el país de las Riot Grrrl, con los saludables árboles de hoja perenne y las briquetas de carbón que simulan ser café o lo que sea, ¿vale?, por favor. Relájate.
—Lo único que veo es lo que dan en las noticias, pero todo parece bastante tétrico por ahí.
—Un montón de duelo, claro, y todo el mundo sigue nervioso, la policía para a quien le viene en gana, registran las mochilas…, más o menos lo esperable. Pero, en cuanto a la actitud general, la vida sigue, en la calle no ha cambiado gran cosa. ¿Ya has encontrado trabajo?
Vacilación.
—Estoy haciendo horas en Microsoft.
—Buf.
—Sí, cuesta un poco acostumbrarse a las normas de vestimenta, ya sabes, por el equipo de respiración y el traje de soldado de asalto…
—¿Has visto a tus hijas?
—Intento no forzar nada, pero…
—Eres de Nueva York, ellos se esperan a alguien agresivo.
—Anoche me invitaron a cenar en su casa. El maridito la preparó. Bullabesa, ingredientes de la zona. Alguna variedad de Chenin blanc del Yakima Valley. Gracie todavía desprende ese espléndido brillo de la que acaba de rehacer su vida con un hombre nuevo, como si me hiciera falta verlo. Pero las niñas… No sabría decirte. Estaban más calladas de lo que las recordaba. No calladas de mal humor, nada de malas caras ni de morros, un par de veces incluso sonrieron. Es posible que me sonrieran a mí, pero no estoy seguro.
—Reg, espero que funcione.
—Escucha, Maxine. —Oh-oh—. Esta línea telefónica por la que hablamos, ¿es…?
—Si no lo es, estamos perdidos. Dime.
—Aquel deuvedé.
—Una grabación interesante. Aunque había un par de planos tan inclinados que puede que no te hubiera venido mal utilizar un nivel…
—Todavía me despierto a las tres de la madrugada.
—Podría ser cualquier cosa, Reg.
—Esos tíos de la azotea, esos árabes en aquella habitación cerrada en hashslingrz. Sesiones de instrucción. Tenía que ser eso.
—Si Gabriel Ice desempeña algún papel en una operación secreta a gran escala, entonces… estás insinuando que…
—Aunque los del comando del Stinger parecieran mercenarios del sector privado, tendrían que contar con el apoyo de los niveles más altos del gobierno estadounidense.
—Eric también lo cree. Y March Kelleher, bueno, eso ni hace falta decirlo. ¿Te parece bien que haya colgado el vídeo?
—Ésa era la idea desde el principio; repartí diez o veinte deuvedés con la esperanza de que alguien que dispusiera de la banda ancha requerida colgara al menos uno. Algún día habrá un Napster para vídeos, será normal colgar de todo para compartirlo con todos.
—¿Y cómo podría ganarse dinero con eso? —A Maxine no se le ocurre.
—Siempre hay una forma de rentabilizarlo todo. Pero no es mi especialidad. Yo me doy por satisfecho con que se haga pública la información.
—Que aumente tu tráfico, que funcione el cacareado efecto de red, sí, suena parecido a un muy familiar, triste pero verdadero, plan de negocios.
—Lo que importa es que el material salga. Lo que importa es que alguien añada algo de HTML, eso hará que sea más fácil volver a colgarlo.
—¿Crees de verdad que es la gente de Bush la que está detrás de todo esto?
—¿Tú no?
—Yo sólo soy una investigadora de fraudes. Bush…, no me tires de la lengua. En cuanto a la historia con los árabes, no puedo reprimir mis reflejos judíos, así que también tengo que esforzarme por evitar la paranoia en ese sentido.
—Escucha. Viva la bondad y la fraternidad, no pretendía faltarle al respeto a nadie, estoy demasiado ocupado trabajando en la nueva versión de mí mismo, Reg 2.0, ya sabes: no violento, Costa Oeste y nada de tensión.
—Ándate con cuidado. Mándame algo de lo que grabes de vez en cuando. Oh, y una cosa, Reg…
—Lo que quieras, hermana.
—¿Crees que debería vender las acciones de Microsoft?
La siguiente vez que Maxine y Cornelia quedan para comer, se citan en Streetlight People. Maxine le lleva a Rocky una fotocopia del expediente sobre hashslingrz que le había dado Windust.
—Toma, lo último acerca de cómo hashslingrz se gasta tu dinero.
Rocky echa un vistazo a un par de páginas con expresión inquisitiva.
—¿Quién ha generado esto?
—Una agencia sin nombre del D.C., obviamente con algún interés especial, pero no sé cuál. Algo que se oculta detrás de un think tank dicharachero.
—Pues en cualquier caso, llega en buen momento; estábamos examinando nuestras opciones de salida de hashslingrz, ¿algún problema si le enseño esto a Spud y al consejo?
—Si son capaces de entenderlo, ninguno, pero ¿en qué estáis pensando ahora?, ¿en recapitalizar?
—Seguramente. No hay ninguna OPI en marcha ni se otean Fusiones y Adquisiciones, la empresa tiene muchos contratos del gobierno; francamente, es el momento de salir. Por el efectivo, claro, pero también porque hay algo más en esa gente, algo… ¿puedo decir maligno?
—¿Qué me dices, lo has sacado de un episodio de Barrio Sésamo o del Barrio de Mister Rogers? Supongo que te refieres a maligno en el sentido de IBM o Microsoft, ¿no?
—¿Has mirado alguna vez a los ojos al tipo en cuestión? Es como si él supiera que tú sabes lo feo que se podría poner todo y que a él le importa una mierda.
—Creía que sólo yo me daba cuenta.
—Ninguno de nosotros sabe lo que puede complicarse este asunto, ni para quién trabajan en realidad, pero si hasta gente del D.C. está empezando a preocuparse —tamborilea sobre el informe— es que ha llegado la hora de hacer caja con las acciones.
—Entonces debo interpretar que estoy fuera del caso.
—Pero siempre te llevaré en mi Rolodex.
—Ahórraselo —interviene despreocupadamente Cornelia—. Siempre dice lo mismo, no le hagas caso.
—Salid de aquí, par de bobas, tengo trabajo.
Dado que Cornelia imagina que Maxine observa las normas kosher de alimentación, acaban en otro deli «judío», Mrs. Pincus’s Chicken Soup Emporium. Que en realidad es una cadena de establecimientos. Afortunadamente, Maxine y Cornelia tienen más ganas de cotillear que de comer las supuestamente genuinas croquetas de pescado gefilte.
Al instante, Cornelia, con la habilidad de un consumado mago de los trucos de cartas, ha puesto punto final a lo que parecía una baraja repartida al azar de tópicos de conversación de sobremesa y pasa con fluidez al tema de las familias y las excentricidades que suelen rondarlas.
—Mi estrategia —dice Maxine— es no dejarme ir, porque si me suelto acabamos todos de vuelta en la vieja aldea judía, con magia negra en el ambiente…
—Oh, qué me vas a contar. Mi familia, bueno… Llámala disfuncional y creo que darás en el blanco. Si hasta tenemos a uno en la CIA.
—¿Uno? Yo pensaba que todos estabais en la CIA.
—Sólo el primo Lloyd. Bueno, que yo sepa.
—¿Y le dejan hablar de lo que hace?
—Es posible que no. No estamos seguros. Es… es Lloyd, ya me entiendes.
—Eh…, bueno, no mucho.
—Ten en cuenta que te estoy hablando de los Thrubwell de Long Island, que no deben confundirse con la rama de la familia de Manhattan, y aunque nunca hemos sido partidarios de la eugenesia ni de nada parecido, a veces resulta difícil no asumir una explicación basada en el ADN para lo que, después de todo, presenta una pauta.
—Un alto porcentaje de…
—Idiotas, básicamente, umm… No me malinterpretes. El primo Lloyd fue siempre un chico agradable, nos llevábamos bien, en las reuniones familiares ni un trozo de la comida que él lanzaba llegó a darme… Pero además de las agresiones durante los ágapes, su verdadero talento, casi podría considerarse una compulsión, era chivarse de todo. Siempre iba por ahí reptando, vigilando las actividades menos supervisadas de sus colegas, tomando notas detalladas y, cuando no le resultaban lo bastante convincentes, me avergüenza reconocerlo, inventándoselas.
—Hasta ahí, carne de CIA.
—Estuvo mucho tiempo en la lista de espera, hasta que el año pasado quedó vacante un puesto en la oficina del inspector general.
—Y eso es como Asuntos Internos, ¿no?, así que ¿se chiva de la propia CIA?, ¿no es peligroso para él?
—Sobre todo se dedica a hacer inventarios de robos, porque los agentes se pasan el tiempo birlando balas para dispararlas con sus armas particulares; es una de las cosas que más fastidia al primo Lloyd.
—Así que trabaja en «el D.C. ahora», como dirían Martha and the Vandellas. ¿Hace alguna vez algún trabajillo extra, de consultor?
—No me sorprendería. Al fin y al cabo, los idiotas tienen gastos, toda la medicación, el pago de chantajes, el soborno a policías, los capirotes de tonto, que, por descontado, tienen que ser confeccionados a medida…, pero espero, Maxi, que no tengas ningún problema con la Agencia, ¿no?
¿Qué alarmas de aviso de falta de sinceridad acaban de dispararse ahora?
—Con alguna agencia, puede que no ésa, pero tampoco muy distinta, sí, algún problema, y, ¿sabes?, ahora que lo pienso, supongamos que hubiera algo de lo que me gustaría hablar con tu primo…
—¿Quieres que le pida que se ponga en contacto?
—Gracias, Cornelia, te debo una… o, dado que todavía no me he encontrado con Lloyd, digamos que media.
—No, gracias a ti, Maxi, ha sido maravilloso. Ha sido tan… —Hace aspavientos a su alrededor abarcando el local de Mrs. Pincus, como si se hubiera quedado sin palabras.
Maxine, con los labios apretados y los ojos entrecerrados, uno más que el otro, sonríe:
—… tan étnico.
El primo Lloyd, que afortunadamente no se mueve en el mundillo del ligoteo de NYC, donde tantas prisas le harían merecedor de un rechazo instantáneo, llama a Maxine al día siguiente, temprano. Parece tan nervioso que Maxine opta por tranquilizarle con una charla genérica sobre los fraudes contables.
—Ahora mismo todo converge hacia un think tank de esa zona llamado TANGO. ¿Sabe algo de ellos?
—Oh. En este momento es el valor en alza. Está de moda entre la gente de la uve doble y sus amigos.
—Uno de ellos, un agente llamado Windust, me está causando algunos problemas, no consigo averiguar nada sobre él, ni siquiera encuentro una biografía oficial, está protegido por todo tipo de contraseñas, un cortafuegos detrás de otro, y no tengo los recursos para pasar ninguno. —Pobrecita de mí—. Y si resulta que estuvo implicado en, oh, pongamos…, una malversación…
—Sin ánimo de hacer suposiciones…, ustedes son… ¿colegas? —rodea la palabra con un limo gutural.
—Umm. Una vez más, por si alguien nos escucha, no me cuento entre los hinchas del señor Windust y no sé casi nada de él, salvo que es una especie de matón friedmanita, que trabaja día y noche para mantener el mundo al gusto de gente muy parecida a usted, señor Thrubwell.
—Oh, querida, no se lo tome a mal… Veré qué puedo hacer desde aquí. Nuestras bases de datos… son famosas en el mundo entero, ya lo sabe, y yo dispongo de autorización para acceder a gran parte de la información clasificada como alto secreto, así que no debería suponer un gran problema.
—No sabe cómo lo deseo.
Gracias a la memoria externa que le ha dado Marvin, Maxine ya dispone de la mayor parte del currículum de Windust, así que meter a Lloyd en el caso no tiene fines informativos, sobre todo si… De hecho, Maxine, ¿por qué agobias al tipo? ¿Se trata de una honorable obsesión por pillar al probable asesino de Lester Traipse, o simplemente de que te sientes rechazada, de que echas de menos el curioso concepto de los preliminares eróticos que tiene el desgarrador de pantis? ¡Y luego hablas de ambivalencia!
Al menos, si Lloyd es la mitad de idiota de lo que cree su prima Cornelia, Windust se enterará dentro de poco del interés que despierta en la CIA. No hay ninguna razón para que él, como todo el mundo, no empiece a preocuparse y a tener que andarse con más cuidado. Por el momento, Maxine sólo puede recurrir al acoso leve, en los ratos muertos, sin nada que pueda considerarse una intención moral a la vista, sin forma de saber cómo competir a ese nivel de élite, en ese fraude piramidal a escala planetaria al que los patrones de Windust siempre lo han apostado todo, con sus bien engrasados y mejor diseñados mitos de lo ilimitado. Ni idea de cómo salir de su propia historia de elecciones seguras y buscar como un zahorí por el desierto de esta hora difícil, esperando encontrar… encontrar ¿qué?, un refugio, un DeepArcher norteamericano…