Pasé cada momento que pude en mi cuarto, esperando que Ian comience a hacer sus amenazas otra vez. Odié que él tuviera acceso a mi mente. No tuve ni idea donde podría estar aunque sentí que estaba cerca y esto me aterrorizó. Tenía miedo para mí, pero sobre todo, para Christian.
«¿Ian? ¿Estás aquí?» pregunté en voz alta. Mereció un intento. «¡Contéstame! ¡Sé que puedes oírme! ¡Condenado!». Esperé. El único ruido que oí fue en el pasillo, como que la puerta de Maia abrió y cerró. A mi sorpresa, oí un golpe en la puerta.
«¡Entra!» grité. Maia estaba en el cuarto antes de que realmente viera su movimiento.
«¿Maia, qué está pasando?» pregunté con expectación.
«¿Vas a estar en casa esta noche?» ella preguntó, mirando alrededor del cuarto. Realicé que ella no había entrado a este cuarto desde que me había alojado en él. «No tienes mucho. ¿Verdad?».
No hice caso de su segunda pregunta, pensando que no era asunto de ella.
«Estaré aquí después de mi clase. ¿Por qué?». ¿Por qué me preguntaría eso? Ella no había hecho ningún esfuerzo de hablar conmigo, sin mencionar dedicarme tiempo.
«Mi visita viene esta noche. ¿No tienes nada que hacer?». Su voz se burlaba.
«No. Realmente. ¿Importa esto?».
«No. ¿Tengo otra opción? Tú también vives aquí ahora… es sólo que quise que todo sea perfecto, pero…». Me fulminó con la mirada.
«Me quedaré lejos de tu camino. ¿Quién viene?». No pude dejar de estar un poco curiosa.
«Eso no es realmente ninguna preocupación tuya. Kalia y Aaron saben. Ellos son los únicos que importan». Con esto dicho, giró y salió.
Ella intentó mi paciencia. ¡Enfurecía! Sí no me hubiera encariñado tanto de Kalia en los días anteriores, hubiera recogido mis cosas y me hubiera marchado. Christian estaría seguro si me marchara. Le haría daño probablemente a Aaron, aunque yo no lo llegara a conocer tanto como a Kalia. Él era un poco distante en comparación.
Miré el reloj en mi velador, metí mis cosas en la mochila, agarré el resumen terminado, y salí corriendo.
A lo largo del camino entero al campus, mi estómago se sintió como si estaba en nudos. Lo vería pronto… muy pronto… y no sabía como reaccionaría. Había gastado la mayor parte de la noche pensando en él. Todavía podía sentir el calor de sus labios, el calor de su cuerpo, imaginar su cara, sus ojos que me pedían el perdón por algo que él no había hecho. Yo fui la que lo agarró y lo besó y luego lo lancé de mí… desechado como una servilleta usada. ¡Aún, él me había pedido perdón! Quise pedirle perdón… decir, «Perdóname. No quise empujarte. Vamos a olvidar esa parte, empecemos de nuevo con el beso». Eso lo quise desesperadamente pero no podía. Eso podría matarlo.
***
Aunque tenía miedo de afrontarlo, corrí a la clase. Llamar la atención hacia mí por entrar tarde era la última cosa que quise. Cuando me acerqué al cuarto, su aroma dulce llenó mi nariz. Él se apoyaba contra la pared, fuera del salón, hablando con el muchacho que había visto en la cafetería. Christian paró a mediados de la oración y miró hacia mí. Una sonrisa iluminó sus ojos. Tan rápidamente como la sonrisa apareció, desapareció y sus ojos se llenaron de confusión. Oí su aumento de latido del corazón. Saludé con la cabeza cuando pasé por la entrada y esprinté a mi asiento.
Tan pronto entró al cuarto, sus ojos fueron a la última fila en lo alto del cuarto. Él me buscaba. Pausó un momento, ninguna expresión en su cara esta vez, y fue a su escritorio. La mayor parte de la clase pasó fácilmente. De vez en cuando, podía verlo mirándome. Traté de evitar sus ojos, mirando a otro sitio, antes de que él pudiera ver. Yo escuchaba sus pensamientos cada vez más, queriendo saber cuando él iba a mirar de modo que yo pudiera quitar la mirada. Yo no podía aguantar de mirar sus ojos. Ellos mostraron el dolor que yo había causado actuando tan impulsivamente.
En vez de tardar para ser la última en salir al final de clase, me precipité para ser la primera. Cuando me dirigí a mi carro, a través del estacionamiento oscuro, oí respiración rápida detrás de mí y el sonido de pies golpeando el pavimento. Hurgué con mis llaves y las dejé caer. Cuando me incliné para recogerlas, mi mochila cayó de mi hombro. Recogí esto también, dándole bastante suficiente tiempo para alcanzarme.
Christian se inclinó, sobre sus rodillas, tratando de disminuir su respiración. No pensé que era posible que un corazón golpeé tan rápido y no exploté. «¡Dios… mío… caminas… tan… rápido!».
«Disculpa. No sabía que estabas allí. ¿Por qué no me llamaste?» pregunté, preocupada por el modo que respiraba.
«¿Te… hubieras parado? ¿Francamente?» él preguntó, el latido de su corazón reduciendo la marcha un poco.
«Probablemente no,» mentí. Él pidió la honestidad pero no podía darle eso. Yo me habría parado. Yo habría corrido hacia él si hubiera llamado mi nombre. No podía resistir el sonido de su voz y yo lo sabía. Había dolor inmediato en sus ojos.
«Bastante justo. Pedí realmente la honestidad. Tengo un favor que pedirte… sólo esta vez».
«Ok, pide,» dije bruscamente. Demasiado bruscamente por la mirada sobresaltada en sus hermosos ojos azules.
«¿Podemos al menos hablar? Nada más. Prometo». Sus ojos adoloridos suplicaban.
«Um… no sé. ¿Cuándo?». Quise decir sí inmediatamente sólo para estar a su lado.
«Yo pensaba ahora. Podríamos dar un paseo». Sus ojos buscaron los míos.
«Creo que podríamos, por un rato,» dije. Maia no me quiso en casa esta noche de todos modos. No quise estar a solas con él pero no quise irme a casa tampoco. Su cara se encendió.
«Gracias. Vamos a usar mi carro. ¿Quieres poner tus cosas en el tuyo?». Él preguntó, por fin con una sonrisa.
Abrí la puerta del carro y tiré mis cosas dentro. ¡No podía creer que él había estado persiguiéndome! ¿Lo había visto alguien? ¿Cualquiera de los otros estudiantes? No pareció preocuparse. Anduvimos a otro estacionamiento, detrás de la biblioteca, en silencio. Él me abrió la puerta cuando alcanzamos su carro. Su proximidad mientras sostuvo la puerta trajo todos los sentimientos de la noche anterior a bañarme como una ola gigante. Sentí que mis piernas se debilitan cuando entré. Cerró la puerta entró en el otro lado. Podía oír su corazón golpeando tan rítmicamente, intoxicante… como una melodía tocada por los más finos de músicos.
Nos dirigimos del campus y en camino en silencio.
¿Ella está aquí… realmente aquí… cómo comienzo? ¿Ella me odia… le gusto? no sé… Quise decirle que no lo odié, que era lo más lejano de la verdad pero me conservé, boca cerrada y escuché. ¿Amor a primera vista, huh… puede ser? ¿Cómo la mantengo? Tal vez… no sé… Era frustrante. Sus pensamientos eran incompletos, mezclados. Quise tanto decirle que no lo odié. ¿Por qué no podía preguntar?
Siguió en un camino oscuro a lo largo de la costa. Miré sus manos en el volante, la concentración en su cara cuando se concentró en las curvas en el camino, y lo encontré aún más atractivo. ¡Como era posible! Su ceja arrugó cuando manejó. Miré delante, pero no reconocí nada. No había viajado por este camino antes. ¿Me pregunté dónde íbamos, por qué él no decía nada aún? ¿Había querido hablar, verdad?
En el lado izquierdo, vi edificios comenzar a aparecer. Pasamos a tres de ellos antes de que diera vuelta a la izquierda. Miré el edificio. Pareció a una casa.
«Sé que dije que iríamos para un paseo pero es difícil conducir en estos caminos y tener cualquier clase de conversación,» él explicó cuando parqueó el carro.
«¿Dónde estamos?» pregunté, mirando por la ventana. Oí que él inhalaba profundamente antes hablar.
«Aquí vivo. Nos quedaremos aquí afuera, en el carro. Vivo arriba». Señaló al segundo piso. Pareció que había sido una casa en un tiempo pero lo habían convertido en departamentos.
«Es bonito,» dije, mirando todavía donde él señaló.
«Lily, tengo que preguntarte algo. Es serio». Giró su cuerpo entonces para poder afrontarme. Olí su dulzor cada vez que se movió.
Dios mío. Aquí vamos… él sabe algo. Sostuve mi aliento, esperando, mirándolo.
«¿Um…» él inhaló profundamente otra vez, «me tienes miedo, o algo?». Él examinó mis ojos.
O algo era la verdad. Tuve miedo, pero no de él, pero para él. ¿Cómo podría decirle esto? «No. No eres tú. Sólo tengo miedo que me hagan daño otra vez,» dije. Era verdad, de alguna manera. Me habían hecho daño antes y había sido muy duro. Era una razón que él podría entender. «Sólo no quiero pasar por algo así otra vez».
«¿Quieres hablar de ello?» dijo suavemente, preocupación en sus ojos.
«¡No!». Contesté demasiado severamente. Él brincó, sintió la picadura de mi palmada.
«Perdón. Es sólo que… bien…». Su respiración se hacía más rápida otra vez. «Yo nunca te haría daño. Lo prometo. Sé que probablemente has oído eso antes pero es verdad».
«¿Por qué? ¿Qué me hace tan especial? ¿Por qué yo?» pregunté, francamente queriendo oír la respuesta.
Pensó por un momento. «No sé explicarlo exactamente. Sólo que hay algo diferente en ti. Algo que nunca he visto antes… en ninguna parte. No puedo explicarlo».
Yo seguro podría, explicarlo. Estaba segura que él nunca había visto a nadie como yo. Dudé que él estuviera implicado con vampiros. Me quedé quieta y no dije nada, no podía pensar en nada que decir.
«Me parece como que te conocía antes… como en otra vida, tal vez. Sé que parece una idea loca». Apoyaba el lado de su cabeza contra el resto principal, sus ojos en mí. Pareció tan pacífico en ese momento, con la luz de la calle brillando en el lado de su cara… tanto como un ángel. Examinó mis ojos otra vez y como de costumbre, sentí las mariposas. «¿Qué color son sus ojos, de todos modos?».
«Marrón oscuro». Abrí mis ojos más amplios.
«Ellos se ven más bien negro. Nunca he visto ojos tan oscuros como los tuyos o piel tan… blanca como la porcelana». Su respiración siguió apresurando, siguiendo el ritmo de su corazón. Su cabeza estaba todavía en el resto principal, ojos todavía en los míos.
«Tengo los ojos de mi padre. Eran muy oscuros, sobre todo en el invierno,» expliqué. Por supuesto, arreglé la parte del invierno.
«¿Sus ojos eran oscuros? No…».
«Mis padres murieron en un accidente automovilístico hace muchos años. Está bien,» mentí otra vez.
«Lo siento. ¿Puedo preguntarte algo más?».
«Claro». Traté de sonar lo más tranquila que pude.
«¿Compartes mis sentimientos?». Me miraba a los ojos. Obviamente había recuperado su confianza.
Respiré hondo. Escuché al sonido de su corazón, tratando de relajarme antes de que soltara algo. «Yo… sí. Sólo que estoy confundida, asustada. No quiero sentir el dolor de la otra vez. Estoy tan acostumbrada a estar sola».
«Mientras que sientas algo, hay esperanza para mí». Su sonrisa iluminó su cara entera. «¿Puedo besarte?».
¡No podía creer que él preguntó! No había estado nada lista para esto. ¡Él sí que había recuperado su confianza!
«¡Sí! Quiero eso…» se escapó de mi boca antes de que pudiera pensar, ya inclinándome más cerca. Inhalé su olor dulce, su aliento, el olor de su ropa, su pelo, todo. Se cambió de posición para poder acercarse a mí sin hacer daño a sus costillas en el volante. Su aliento era caliente en mi cara mientras sus labios se acercaban, sus ojos en los míos antes de que los cerró y nuestros labios por fin tocaron. Fue un beso suave, labios separados ligeramente, muy suave. No fue el beso hambriento, desesperado de la noche anterior. Fue un poco reservado pero aún podía sentir la emoción. Mi mano helada alcanzó la de él. Él brincó, pero no se retiró. Acaricie su mano con mi índice y lo sentí estremecer. De todos modos, no hizo ninguna tentativa de parar. Finalmente, retrocedí. Cuando me moví, hice una pausa para inhalar el aliento de sus labios todavía separados. Quise sostenerlo dentro de mí por el resto de la noche, tener una parte de él conmigo.
Él regreso hacia el volante, agarrándolo de ambas manos. Miró, hacia la pared del edificio. Todavía respiraba muy rápidamente. ¡Wow… es increíble! Tan fría… increíble… helada… ¿cómo hace esto? Me miró con tanta emoción en sus ojos que sentí que iba a derretirme.
«No quiero estar lejos de ti. Pero necesito que tengas paciencia conmigo, por favor,» dije. No podía pararme.
«Me alegro que no quieres estar lejos de mí. Entiendo de todas maneras. Te demostraré que puedes confiar en mí. Ah, a propósito,» dijo él, metiendo la mano en el asiento de atrás, calor irradiando de su estómago, su pecho, y cada parte de él que estaba tan cerca para tocar. «Olvidaste tu flor».
«Sí. Gracias,» dije cuando tomé la flor. Él regresó a su asiento y arrancó el motor. Él debe haber tenido frío porque él ajustaba el calor. O tal vez él pensó que yo tenía frío.
«A propósito,» dije. «No sé tu edad».
«¿Ninguna idea?». Me miró cuando sacudí mi cabeza. «Adivina».
No era justo pero lo hice de todos modos. «Veintiséis».
«¿Cómo supiste?».
«Sólo adiviné». Me reí y encogí los hombros, inocentemente.
«¿Piensas que soy demasiado viejo para ti, francamente?».
«Para nada. La edad no me importa». Me reí bajo mi aliento. ¡Si él sólo supiera!
***
El viaje a mi carro lo pasamos conversando felizmente. Sentí felicidad que no había sentido en mucho tiempo. Sabía que lamentaría esto pero esperaría hasta más tarde para que caiga la bomba. Quise saborear el momento. Consentimos en vernos mañana, sábado, por tarde. Se suponía que iba a llover así que me llevaba a un mercado de antigüedades que pensó que me gustaría. Me gustaron las antigüedades, pero no por los mismos motivos que él pensó.
Me dio un rápido, pero dulce, beso cuando llegamos al lado de mi carro. Manejé a casa sintiendo la felicidad, al menos esto, es todo lo que me permitía sentir. Cuando llegue y me paré en frente de la casa, sin embargo, no podía respirar. Pareció como que había un peso que fijaba mi cuerpo al asiento, un peso tan grande que me asfixiaba. Yo no podía moverme. Miré la casa con el horror, un gruñido que surge de mi garganta. La casa pareció como siempre. Con luz, invitadora, hermosa, pero… algo estaba mal. Quise girar el carro e irme lo más lejos posible. Escuché con cuidado.
¿Maia me dice que viajas por el mundo a menudo? Era la voz de Aaron. Silencio otra vez.
¡Qué fascinante! Era definitivamente la voz tierna de Kalia. Silencio otra vez.
Cuéntales sobre África. Amarán esa historia. La voz excitada de Maia dijo. Otra vez, silencio.
¡Alguien estaba allí pero no lo podía oír! ¡No podía oír nada de lo qué dijo! ¿Quién era? Yo temblaba de repente, con miedo de moverme. Sabía que algo horrible iba a pasar cuando entré por esa puerta. Sólo no sabía que.
Una vez que finalmente hice que los músculos en mi cuerpo dejen el miedo que me tuvo paralizada, pegada al asiento, dejé la seguridad del carro y avancé poco a poco en camino a la puerta. Giré la perilla, ya que Kalia y Aaron no creyeron en cerrarla con llave. Alguien tuvo que ser estúpido para intentar de robar esta casa, con cuatro vampiros dentro. Pasé por la entrada y todos se calaron. Oí movimiento en la sala, pero la conversación paró. Esperé, con miedo de acercarme.
«¿Lily? ¿Eres tú?». Kalia llamó de la sala.
«Soy yo». Mi voz se rajó cuando contesté.
«Ven aquí, querida. Hay alguien que queremos que conozcas».
Caminé, calculando cada paso. Realicé que no respiraba cuando me moví, que todavía sentía el peso que había sentido en el carro. Cuándo finalmente alcancé la entrada, mantuve mis ojos en el suelo. ¿Asustada por que razón? No sabía.
Había un olor familiar pero desagradable en el cuarto. Esto era un olor que trajo todas las clases de emociones, como sí una compuerta de esclusa abierta. Mi cuerpo se puso rígido y enseñé los dientes. No tuve ni que mirar para saber que Ian estaba parado allí. Yo podía sentirlo. Podía sentirlo en cada músculo, cada poro. Levanté mi cabeza para mirarlo. No sabía que esperar. Habían sido tantos años desde la última vez que puse ojos en él. Desde 1940… si no me equivocaba.
Estaba parado delante de mí, alto y magnífico. Sus ojos violetas se fijaron en mi cara con una sonrisa astuta en sus labios. Su mano, con esos dedos fríos, largos, abierta hacia mí. Su pelo era todavía largo, hasta sus hombros. Maia estaba pegada a su lado, su brazo sujetado con abrazaderas fuertemente alrededor de su brazo libre. Me fulminaba con la mirada.
«Es mucho gusto, Lily,» su voz ronca dijo. Él agarró mi mano tan fuertemente que sentí que me caería de rodillas.
«Um… igualmente…». Todos nos miraban a nosotros. Kalia y Aaron sonrieron, Maia fulminado con la mirada. ¡Ellos no tuvieron ni idea! ¡Él no les dijo nada! Él estaba parado aquí pretendiendo conocerme por primera vez. ¿Qué tipo de juego era este? Tuve que jugar con él. ¿Qué opción tenía? ¿Preocupar a Kalia y Aaron? No era aceptable. Yo no los implicaría en lo que era que Ian hacía.
«¿Así que… tú eres la famosa Lily de la cual me ha contado Maia? ¿Cómo va tu clase de arqueología?». Tan pronto que él dejó mi mano, la agarré y la froté. No podía infligirle dolor a él… no delante de ellos. Obviamente, ellos no sabían y planeé mantenerlo así. Era más seguro para todos de esa manera.
«Me gusta. Gracias,» contesté, mirando a Kalia cuando hablé. ¿Así que Maia habló de mí? Era curioso. Sentí que sus ojos me quemaban el cráneo cuando seguí mirando a Kalia.
Aaron fue el primero en hacer un sonido. Limpió su garganta, obviamente notando que la situación se hacía incómoda. «¿Nos sentamos?».
«Sí. Deberíamos conversar juntos. Eso me gustaría. ¿A ti, Maia?». Él nunca quitó sus ojos de mí.
De repente, me sentí mal. Sentí dolor en medio de mi abdomen. Disparó por mí como una bala. Agarré mi estómago y mi cuerpo se dobló. ¿Cómo podía sentir dolor? ¿No había nada vivo en mi cuerpo… no?
«¡Maia!». Kalia corrió a mi lado, frotando mi espalda. «¡Páralo ahora!».
Maia pisó fuerte hasta tirase en el sofá, ampliando sus brazos para invitar a Ian. El dolor bajó un poco cuando Kalia frotó mi espalda. Aaron estaba parado en el mismo sitio que estuvo cuando entré. Se apoyaba contra la chimenea, un brazo en la repisa, cara furiosa, ojos más oscuros que los había visto, apuntado a Maia. ¿Por qué toda la cólera con Maia?
«¿Estás bien? ¿Hay algo que puedo hacer?». Ian preguntó, su voz tan dulce como la tarta. Quise gritarle, gritar que él ya había hecho suficiente, pero podía sacar apenas voz para susurrar.
«Estaré bien… no necesito ayuda… me voy arriba…». Comencé a dar vuelta hacia la escalera pero Aaron estaba a mi lado en un instante. Me alzó en sus brazos como si no pesé nada y me llevó hacia la escalera.
«Buenas noches, hermanita,» llamó Maia de la sala. Lamentaba que yo no hubiera tenido algo para tirarle en ese momento. Como si Ian estando aquí no fuera bastante malo. Tuve que tratar con ella también.
«Buenas noches, Lily. Espero verte otra vez, pronto,» la voz de Ian sonó cuando alcanzamos el medio de la escalera.
Los ojos de Aaron eran tan tiernos en mi cara. Vi verdadera preocupación cuando miró los míos. Puse mi cabeza en su pecho mientras me llevó a mi cuarto. Quise gritar en ese momento, gritar como nunca antes había gritado, dejar que todo salga en el hombro de este hombre pero no tenía la capacidad de soltar ni una lágrima. Me enfureció no tener esa liberación. En cambio, me agarré a él. Quise susurrarle, pedirle ayuda. Por supuesto, no dije nada.
Él cruzo el cuarto hacia mi cama y suavemente me puso encima de las colchas. Fue al pie de la cama y comenzó a quitarme los zapatos. Esto me impresionó al principio y casi le arranqué los pies hasta que realice… un padre. Él me trataba del modo que un padre trataría a una hija enferma. Me llené de amor por Aaron en ese momento. Puso mis zapatos al pie de la cama y vino a mi lado.
«¿Quieres estar bajo las colchas?» él preguntó, inclinado, listo a tirar las colchas sobre mí si yo quisiera.
«No. Estoy bien así». Le sonreí, tratando de tranquilizarlo.
«¿Cómo te sientes?». Señaló hacia mi estómago.
«El dolor casi se ha ido. No sé lo que pasó…».
«Yo sí pero no te preocupes. Estarás bien. Nunca más…». Él se inclinó hacia mi cara, sus labios alcanzando mi frente. Tardaron allí un momento y luego separó su cara. «Eres segura aquí. Estará bien. Lo prometo».
Alcancé su cuello y lo jalé hacia mí, sentándome lo suficiente para abrazarlo fuertemente. «Gracias Aaron».
Él sonrió antes de irse. Yo no había esperado tal ternura paternal de Aaron. Él dedicó tanto tiempo trabajando que no había tenido oportunidad para llegarlo a conocer. Reventaba con amor por mi nuevo padre cuando Ian… estaba abajo. ¡Aquí! ¡En esta casa! ¡En mi vida!
Me eché de costado, sintiendo sólo poco dolor en mi estómago. Cuando me concentré, oí risa de vez en cuando y crujir del piso de madera. Podía oír las mentes de los inmortales en la casa, pero nunca Ian.
¡De todos los hombres que Maia pudo traer a casa! ¿Por qué tuvo que ser él? Habían sido sesenta y dos años largos desde que vi a Ian. ¿Por qué tuvo que ser ahora? Ahora que Christian estaba en mi vida y quise mantenerlo allí. ¿Había venido aquí para pararme? ¿Era su intención arruinarme y a todos los que amo? Echada del lado, me enrosqué en una pelota, deseando otra vez que pudiera dormir. Miré el reloj en mi velador. Era sólo después de las diez. ¿Cuándo se marcharía él? No podía relajarme hasta que él se fuera de la casa. Cuando trate de oír pensamientos, oí un zumbido que venía del suelo por mi cama. Me incliné al borde de la cama y miré alrededor. Mi mochila estaba en el suelo, al lado de mi velador. El celular… salté de la cama tan rápido que casi tropecé, no haciendo caso al dolor.
«¿Um… hola?». Dije, sin mirar el identificador de llamadas en mi prisa para contestar antes de que fuera a la casilla de voz.
Oí un suspiro fuerte. «¿Lily? Hola. ¿Te desperté?». Era la voz dulce de Christian.
«No… todavía,» dije, tan sorprendida como me sentí. «¿Qué pasa?».
«Sólo quise oír tu voz una vez más antes de irme a dormir. Espero que no te moleste». Él lo dijo tan suavemente que hasta con mi audiencia sensible tuve que concentrarme.
«Me alegra que llamaste. Quise oírte también, antes de irme a dormir». Por supuesto la mentira estaba sólo en la parte sobre dormir.
«No puedo esperar a hasta mañana. ¿No puede venir más pronto?».
«Siento lo mismo». Quise decir lo que dije pero también quise tomarlo atrás. Yo sabía el peligro en el que lo ponía.
«A propósito, no sé donde recogerte,» dijo.
«¡No!». Grité, con miedo. «Puedo manejar. Recuerdo donde vives. Seré más que feliz de recogerle». Yo no podía… absolutamente no… permitir que él venga aquí con Ian tan cerca. Había siempre la posibilidad que él estaría aquí mañana por la tarde y no quise tomar ese riesgo.
«Bien, ok, si te sientes tan segura. Te esperaré alrededor de la una y media. Si quieres, puedes llamar del carro y bajó… al menos que… que quieres ver donde vivo…». Parecía muy inseguro.
«Está bien. Subiré. Hasta mañana. Buenas noches,» dije, realmente no queriendo colgar el teléfono pero sabía que tenía que prestar atención a lo que pasaba abajo.
«Buenas noches. Y Lily…». Pausó.
«¿Sí?» pregunté con curiosidad.
«Nada. No importa. Hasta mañana. Que sueñes con los angelitos». Oí el chasquido cuando desconectó.
Solté el aliento que realicé, otra vez, había estado sosteniendo. ¡Me había llamado sólo para oír mi voz! No pensé que alguien se sentiría así por mí. Incluso en el pasado, no había sido completamente como esto. Mi relación con Ian había sido… no sé… diferente.
Escuché otra vez para ver si algo había cambiado. Oí pasos en la escalera y luego las voces de Kalia y Aaron cuando entraron a su dormitorio. Escuché más duro, pero no oí nada más del primer piso. Me seniti muy incómoda sin saber si Ian estaba en la casa todavía, sobre todo como Kalia y Aaron no sabían nada. Él se había asegurado que ellos no supieran nada de sus amenazas. Él quiso que yo estuviera sola en esto… sin defensas y sola. Poco sabía realmente… yo ya no era el novato que era cuando me abandonó; un vampiro inexperto. Aunque todavía no había vivido un siglo completo, había aprendido muchas cosas útiles en el tiempo desde que nací de nuevo. Conocía mi propia fuerza, mi propio poder. De todos modos, tenía que aprender a bloquear a alguien de mi mente. Sería muy útil. Tuve que pedirles a Kalia y Aaron que me enseñen.
La puerta principal se abrió y salté de la cama y a la ventana. Tiré la cortina sólo un poco para ser capaz de ver. Maia estaba en la vereda delantera con Ian. Él hablaba. Yo podía ver sus labios moverse, pero por supuesto, no podía oír nada. Mantenía su voz tan callada que sabía que no sería capaz de oírlo, sobre todo con la ventana cerrada, no importa cuan superdesarrollado mi sentido de la audiencia pudiera ser. Maia sólo escuchaba. Ella se inclinaba hacia él, o al menos intentaba, pero él no notó. Estaba muy enfocado en lo que le explicaba. Después de unos minutos más, Maia se dirigió hacia el pórtico. Ian extendió la mano, apretó su brazo, y comenzó a retroceder. Oí la puerta principal abrir otra vez y vi la cabeza de Ian inclinarse hacia arriba. Sus ojos encontraron mi ventana. Solté un grito ahogado y liberé la cortina. Tropecé hacia atrás contra la cama.
El pánico se elevó por mi cuerpo. Cada músculo tensó y me sentí totalmente rígida. Escuché pasos. ¿Dónde estaba Maia? ¿Por qué no subía a su cuarto? Rara vez se quedaba abajo cuando todos estaban en sus cuartos. Cuando me quedé quieta, como una piedra, oí la puerta abrir y cerrar otra vez. Corrí a la ventana y retiré la cortina. Maia entraba a su carro. ¿Ian estaba con ella? ¿Lo conducía a algún sitio? No podía ver dentro del carro… ángulo malo. Me enojé por no quedarme en la ventana y mirarlo. No tuve ni idea si se había ido o si estuviera ahí… esperando.
Me hundí en el suelo al lado de la cama, apoyada contra mi espalda. Puse mi cabeza sobre mis rodillas. Envolví mis piernas en mis brazos, queriendo sentirme segura… dentro de un capullo. Me sentí tan indefensa. Si supiera que Ian regresaría a mi vida, si tuviera cualquier clase de advertencia, podría haber estado lista. Pero ahora, parecía un ciervo frente a los faros de un carro; completamente paralizada. Devolví mis brazos a la cama, estirando mis músculos tensos. Mi mano golpeó algo con fuerza. Mi teléfono. … Christian… quise hablar con Christian… oír su voz… perderme en su aliento. Mis dedos comenzaron a marcar cuando mi cerebro gritó que pare. ¿Qué le diría? Lo despertaría para decirle… ¿qué?
Frustrada, tiré el teléfono. Reboto en la alfombra y lo agarré. Preocupada que lo había roto, lo agarré para inspeccionarlo. Todas las luces continuaron cuando lo abrí. Ningún daño en la superficie. Lo coloqué en la cama detrás de mí. Me tiré en la cama otra vez, boca arriba, cerrando mis ojos. Necesité un plan…
Mi aliento se congeló en mi garganta. Un ruido chillante salía de mi sala. Me congelé, escuchando. Solté un grito ahogado de aire. Imaginaba cosas ahora, en mi pánico. Me reí de mi misma por ser tan asustada por un poco de ruido… probablemente un ave o rama. Salté de la cama más rápido que nunca, poniéndome en cuclillas en el suelo en el lado opuesto, gruñidos suaves saliendo de mi garganta. Cada músculo en mi cuerpo estaba tieso… listo.
«Shh…». Él susurró, sosteniendo su dedo a sus labios. No quieres asustar la casa entera. ¿Verdad? Él estaba parado delante de la puerta de mi sala, que lanzó abierta con un golpe.
¿Qué quieres, Ian? Él se agachó cuando dije esto. Oyó el veneno en mi mente; el odio con el cual pronuncié su nombre.
¿Qué clase de bienvenida es esa? ¿Por qué tan amarga? Se burló, flotando más cerca, sus pies sólo a pulgadas del suelo.
¡Aléjate de mí! ¡YO… NO… TE… TENGO… MIEDO! Advertí, fulminándolo con la mirada, gruñidos todavía surgían de mi garganta.
¿Tienes alguna idea qué atractiva eres cuando estás enojada? Él se rió, tirando su cabeza hacia atrás. Se agachaba en el suelo, todavía no tan cerca como para tocarme. Ah, pero sí me tienes miedo. Me tienes muchísimo miedo. No compro el acto de muchacha resistente. Te conozco mejor que eso, Lily.
No sabes nada sobre mí. No sabe nada. Tú… salté por el aire, todo el cuarto era un aspecto borroso. Aterricé en el lado opuesto de la cama, lo más lejos de él que pude. Todavía se reía.
¡Impresionante! Sigue así y estarás volando en poco tiempo. Has estado practicando veo. Sus manos hicieron una palmada de golf silenciosa. Esto me enfureció más, siendo burlada por él. Te he extrañado tanto, mi amor.
Me agaché. Sentí mis dientes contra mi lengua, la humedad en mi boca. Cada músculo en mi cuerpo apretado como la cólera dentro de mí. Él sonrió, divertido.
Siempre fuiste tan apasionada. Él lamió sus labios como si saboreaba la memoria. Su mano alcanzó a limpiar la humedad de sus labios. Apuesto que todavía sientes eso… por mí. Estoy aquí ahora.
Sentí nausea, si fuera realmente posible. Miré alrededor, tratando de encontrar algo para tirarle. Él inclinó su cabeza y se rió.
Es inútil, mi amor. No puedes hacerme daño. No me harías daño. Él se deslizaba hacia mí, alrededor del pie de la cama. Tú me amas. Siempre me amaste. Sabes esto. Míreme Lily… por favor… Sus súplicas parecieron tan sarcásticas.
Hice lo que dijo. Levanté mi cabeza, todavía me ponía en cuclillas y lista para atacar, y miré sus ojos violetas.
¿Por qué? ¿Dime por haría alguna diferencia? Exigí.
Me amaste una vez y sé que todavía me amas. Sólo no lo realizas pero ya lo harás. Tengo paciencia. Su voz parecida calma ahora.
Te equivocas. No podrías equivocarte más. Además, yo no tengo paciencia para ti. ¡Ya no! Volteé la cabeza, sintiendo la cólera de nuevo.
Ah pero… me amas… ¿No puedes ver? Te pertenezco tanto como tú me perteneces. Siempre será así.
Antes de que yo pudiera oír, o ver algo, su cuerpo estaba delante de mí y sus manos agarraron mis brazos. Me tiró en el aire. Su boca estaba sobre la mía, fría, mojada, y con fuerza, empujando, doblando mi cabeza hacia atrás. Mi mente se congeló por un instante, en las sensaciones familiares, la fuerza conocida y la pasión de su beso. Luché contra mí para no devolver su beso, no perderme en el momento porque no importa cuánto me dije que lo odié, no importa cuánto me repugnó, yo sabía que lo había amado una vez que… lo adoré. Yo habría hecho lo que sea por él, cualquier cosa. Morir por él. Sentí que mis labios comenzaban a separar y vi los ojos azules que amé, mirándome dulcemente y con tanto cariño… ¡NO!
Levanté mis piernas del suelo, tiré mis rodillas, y di patadas contra su cuerpo en un movimiento liso… tan rápido. Mi cuerpo se estrelló contra el suelo, saltando ligeramente de la alfombra afelpada. Oí un golpe fuerte cuando su cuerpo golpeó la pared por la puerta. Él estaba en el suelo por un momento, una mirada salvaje en sus ojos, un gruñido escapando sus labios separados, sus dientes brillantes, expuestos.
¡Lamentarás esto! Te juro…
Él se levantó otra vez, esta vez su cuerpo entero del suelo, volando sobre la esquina de la cama hacia mí. Sus brazos estaban estirados, manos listas a agarrar, su pelo volando salvaje alrededor de su cara. Brinqué al lado, pero no había donde ir. Estaba en la esquina del cuarto. Sentí un dolor ardiente en mi cuello cuando sus dedos rodearon mi garganta. Sabía que él no podía pararme de respirar… no que esto importó de todos modos… pero podría romper mi cuello. No sabía lo que esto le haría a un vampiro. Apreté mis piernas alrededor de su cuerpo y apreté mis músculos con toda mi fuerza, todo el rato tirando mis brazos, tratando de entrar en contacto con su cabeza. Sus ojos miraron fijamente, tiernamente, los míos. Golpeé el suelo con fuerza, aterrizando con una pierna detrás de mí. Se paró, congelado en su sitio. Sus brazos todavía extendidos.
«¿Lily?». Oí la voz de Kalia fuera de mi puerta. Alcé la vista, infundiendo pánico.
Contesta… con cuidado…
Saludé con la cabeza. «¿Sí?».
«¿Todo bien aquí? Pensé que oí…». Pausó.
Puso un dedo a sus labios y señaló con la cabeza hacia la puerta. Sentí movimiento detrás de mí, sobre la cama.
«Estoy bien. Discúlpame. Estaba sólo… moviendo cosas y… dejé caer algo. Perdón,» grité, jadeando.
«¿Quieres ayuda?» preguntó, su anillo de boda golpeaba la perilla de puerta.
Miré alrededor del cuarto y vi que estaba sola. Él se fue.
«No gracias. Terminé… voy a hacer mi tarea ahora,» sostuve mi aliento, esperando que habrá la puerta en cualquier momento.
«Ok. Hasta luego,» oí sus pasos bajando la escalera.
Usé la pared para ayudarme a parar. Sólo podía imaginar que pinta que tenía. Kalia se hubiera dado cuenta, pelo enredado y por todas partes. Probé la sangre en mi labio inferior. Deslicé mi lengua a lo largo de mi labio para limpiarlo.
Mis piernas temblaron cuando me tambaleé a la sala. Él debe haber ido allí para esconderse. No podía haberse ido tan fácilmente. La puerta estaba abierta todavía y el cuarto oscuro. Enfoqué mis ojos. Sólo tomó segundos para que se adapten a la oscuridad. Todavía lo olí… ese olor…. La ventana estaba abierta y la cortina soplaba hacia dentro con la brisa. El cuarto estaba vacío. Agarré la cortina y la abrí. Cerré la ventana con ambas manos y le eché el seguro. Chillo igual que cuando Ian había entrado por ahí. Me reí. ¿Ponerle seguro la ventana? Como si eso lo pararía.