8

La playa de estacionamiento del restaurante estaba llena, así parqueé en la calle. Las ventanas del carro eran matizadas así que me sentí segura aquí. Había decidido que ya que yo había sido bastante afortunado para encontrar un sitio delante del edificio, esperaría aquí hasta que Christian llegara. Realmente no quise entrar primero.

Escuchaba un CD, tratando de mantener mi mente ocupada, cuando algo me golpeó como una bomba. ¡Bum! Mi felicidad se marchitó… tan fácil. ¿Y si no estaba loca? ¿Y si Kalia también había oído la voz de Ian? Él hacía amenazas contra Christian. Mis manos se volvieron puños y un gruñido se escapó de mi garganta. ¿Qué descaro de él? ¿Cómo entra otra vez en mi vida y toma control? ¿Qué juego jugaba? Excavaba mis uñas en mis palmas otra vez y no me importó. ¿Ian no me quiso, y lo supe por muchos años, pero si él no me quería, nadie más podía quererme tampoco? «¡ERES UN COBARDE!». Grité. Golpeé los puños en mis piernas. Por supuesto, no sentí dolor… sólo cólera.

Una pareja que pasaba por el carro, cogidos del brazo, obviamente me oyeron porque brincaron lejos del carro y recogieron el paso. Yo tenía que calmar antes de que Christian llegara. Yo no iba a arruinar esta… dejar que me vea así. Él se asustaría bastante más tarde, cuando comience a preguntarse lo que soy. Me preocuparía de Ian más tarde. Obviamente no tuvo ganas de hablar ahora.

Escuché al CD y traté de perderme en la música. Traté de relajarme lo mejor que pude, dadas las circunstancias. El sol se descoloraba y las nubes se hacían más gruesas. Pronto, pensé. Muy pronto ahora. Descansé mi cabeza contra el asiento y limpié mi mente. De repente, los bellos en mis brazos se pararon. Lo oí. El ritmo hermoso de su corazón. No podía olerlo con las ventanas cerradas pero recordé su olor como si estaba en el carro conmigo.

Se acercó a la puerta del restaurante con solo un lirio blanco en la mano y miró alrededor nerviosamente. Estaba un poco temprano y yo todavía no podía salir del carro. Tuve miedo de arriesgarme. El sol pareció ocultarse pero era difícil ver bien. Podría ser por todos los edificios que crean sombras. Lo miré y suspiré. Casi no podía respirar. Quise saltar del carro y tirarme en sus brazos. Pero no podría… todavía. Tuve que darle otro minuto para estar segura. Me relajé un poco cuando lo vi entrar al edificio, olvidando por un momento que él no podía verme.

Miré fuera por el parabrisas. Tomé unos alientos profundos, agarré mi cartera, y salté del carro.

«Buenas noches señorita. ¿Mesa para uno?». Una mujer japonesa delgada me saludó en la puerta con un menú en la mano.

«Um… no… encuentro a alguien,» miré alrededor. Yo podía oír su corazón, pero no lo veía.

«¿Señor saludando con la mano ahí?». Señaló hacia él con su menú.

«Sí gracias… es él,» dije, todavía mirándolo. Él había tomado una mesa en la esquina, a mitad escondida por una de esas pantallas ornamentadas.

Seguí a la anfitriona, tratando de no atropellarla con mi prisa para acercarme a él. Él se paró cuando nos acercamos. Él sonrió su sonrisa hermosa, la que se llevó mi aliento.

«Gracias,» le susurré cuando ella me dio el menú. Prácticamente tropecé en mi asiento porque no podía tomar mis ojos de él y él olió absolutamente delicioso.

«Esto es para ti. Espero que no pienses que es muy ordinario de mi». Me dio el lirio.

«Claro que no… es preciosa,» dije e inhalé el aroma de la flor.

«No tan preciosa como tú. ¿Sabes que Lily es el nombre de esa flor en ingles?». No me miró cuando dijo esto, como si estaba avergonzado.

«Gracias. Ahora se,» susurré otra vez. ¿Por qué no me salía la voz cuándo estaba cerca a este hombre? Yo sabía que él había elegido un lirio debido a mi nombre pero no era nada ordinario. No pensé que este hombre mortal era capaz de ser ordinario. Estaba intrigada con él y todo que tenía que hacer era sentarse allí y mirarme.

«Gracias por consentir en encontrarme. Espero que no te haya quitado de algo importante…». Trataba de averiguar si había alguien más, pero tuvo miedo de preguntar. Esa pequeña timidez me hizo sonreír.

«No. Pero me quitaste de mi resumen,» bromeé con él. Algo definitivamente pasaba conmigo. Me había rodeado con gente y vampiros últimamente. Me concentraba más en mi manera de lucir. Bromeaba. Tantos años tratando de alejarme del mundo y todo había cambiado en un par de semanas.

«Ah no te preocupes. Tienes un profesor muy tranquilo. Lo conozco». Él sonrió tan cariñosamente que me sentí más relajada.

Él pidió para ambos, ya que le dije que nunca había estado en un restaurante japonés. Me gustó que se arriesgara. Si él sólo supiera que riesgo realmente tomaba. Aunque en ese momento, no pareciera sospechar algo y era más complaciente en apreciar nuestro tiempo juntos.

Hablamos fácilmente por lo que pareció a horas. Aprendí que él nunca había estado casado; había llegado cerca, pero no pasó. Él describió la relación con amargura en su voz. Por lo visto, ella había querido la monogamia, pero sólo de él. Ella había querido su libertad para hacer lo que quiera. Él dijo que no era para él. Él quiso dar su corazón a una mujer y sólo una mujer y quiso que sus sentimientos fueran intercambiados.

Preguntó si yo estado casada alguna vez y le dije que nunca me habían pedido… todavía no, de todos modos… que tenía sólo diecinueve años.

«No actúas como de diecinueve. Parece haber sabiduría en esos ojos oscuros tuyos; la sabiduría que le pertenece a alguien mucho más vieja». Él tenía su mano en la mesa, su servilleta en un apretón.

«Pienso que nací en el siglo incorrecto o algo… no sé. No soy tan sabia como piensas». Contemplé sus ojos cuando hablé y quité la mirada. Esto se sintió… cómodo como si habíamos hecho esto muchas veces antes.

Me habló sobre su educación, como comenzó estudiando inglés y luego cambió de opinión. La historia siempre fue su pasión. Mientras habló, relajó su apretón en la servilleta. Su mano comenzó a acercarse a la mía. Estaba seguro que lo hacía a propósito. Su voz y el sonido de su corazón y aliento eran tan calmantes. Cuando su mano acercó, mi cerebro me gritó. ¿Qué haces? ¡No te dejes tocar! ¡Nunca tocar! Aún, no podía moverme. Lo vi venir y aún… me congelé. Las puntas de sus dedos tocaron los lados de mis manos abiertas. Miré su cara. Sus ojos llenos de preguntas…. Jalé mi mano lejos. No podía respirar.

Ok… calma… está bien… respira… respira

«Bien… salgamos de aquí. ¿Lista? Es una noche agradable. ¿Pensé tal vez que podríamos tomar un paseo por el mar?». Él jaló mi silla.

Yo no podía creerlo. ¿Qué fue eso? ¿Qué pensaba él? Nunca esperé esa reacción. Nunca había conseguido esa reacción de nadie. Quise preguntarle pero no podría. No podía avisarle que escuchaba a su mente. Él no pareció tener miedo si no nervioso por algo. Por lo que vi, no pareció notar cuanta comida dejé en mi plato. Yo había tomado, como de costumbre, la oportunidad de meter la comida en mi cartera cuando se perdonó para ir a los servicios. Entonces, por supuesto, me había perdonado para ir al baño y había eliminado mi comida en el inodoro.

Cuando caminos, podía oír su suave, aún rápido, aliento en mi cuello. Era caliente y el olor tan dulce. Cuando alcanzamos la puerta, la sostuvo mientras pasé. Su mano tocó el arco de mi espalda. Fue un toque cortés, pero de todos modos, envió electricidad por mi cuerpo.

«¿Por qué no ponemos tu flor en el carro?». Preguntó, pausando y volviéndose en dirección de su vehículo.

«Seguro. Si no es muy lejos,» susurré otra vez. Tenía que concentrarme en mi voz con él. Se iba a poner sordo tratando de oírme si no me calmara. Nunca tuve este problema en el pasado… ni con Ian.

«Es sólo ahí». Él señaló al frente, cerca de donde había estacionado mi carro.

Caminamos al carro en el silencio. Él me echó un vistazo de vez en cuando, como quiso decir algo. Intenté de comportarme y permanecer fuera de sus pensamientos. Lo dejaría sorprenderme cada vez que abrió la boca. No era muy divertido saber lo que la gente iba a decir antes de que lo dijeran. Alcanzamos el carro, un SUV negro. Cuando abrió la puerta de pasajeros, para poner la flor en el asiento, noté que el asiento de atrás estaba lleno de libros. ¡Pareció que tenía una biblioteca móvil! Una risa escapó mis labios.

«¿Qué es tan gracioso?». Cerró con llave la puerta y me miró.

«¿Lees mucho?» pregunté.

«Cada momento posible. La mayoría de esos son libros que compré recientemente en una venta de libros usados. No los he sacado del carro todavía. No he terminado completamente de establecer mi departamento. Sé que necesito más estantes para libros». Comenzó a caminar por la vereda. Lo seguí, disfrutando del sonido de su voz.

«¿Entonces, te acabas de mudar?» pregunté, queriendo no sólo aprender más sobre él, pero perderme en el sonido de su voz.

«Vine aquí hace como un mes. Encontré un lugar para alquilar y luego regresé a Pensilvania. Tuve que arreglar unas cosas allí antes de hacer la mudanza. Tomó un poco más tiempo que esperé». Caminaba un poco más despacio… un poco más cerca a mí. Nuestros brazos casi tocaban. Tuve que seguir recordando como respirar; no que hizo daño si yo no hacía, pero podría darse cuenta. «Espero que tengas ganas para un poco de montañismo».

«¿Qué quieres decir?» pregunté, mirando alrededor.

«Sólo cuesta bajar un poco. Podemos llegar al agua por ese camino». Señaló donde no habían más edificios. «Podría ser un poco difícil ver pero te ayudaré».

«seguro… me animó,» le aseguré. Sabía que sería un problema para mí. Podía ver en la oscuridad tan claro como si fuera soleado. Estaba más preocupada sobre él. Confié que él sabía lo que hacía. Escuché a su mente después de que lo sugirió y recolecté que había bajado por ese camino antes, memorizando su terreno.

Él mostró el camino, entrando primero, y comenzamos a bajar. Estiró su mano detrás, para ayudarme, pero no hice ninguna tentativa de tomarla. De repente, sentí su cuerpo entero contra el mío. Estaba tan ocupada mirando el terreno que no lo vi tropezar y parar para recuperar su equilibrio. La arena y las piedras estaban sueltas. Me congelé, sintiendo su calor contra mi cuerpo. Inhalé y sostuve mi aliento, su olor era tan irresistible. Mi garganta se apretó. Él se quedó totalmente inmóvil. No respiraba. Oí sólo su corazón.

«Perdón… yo… debo haber pisado algo…» él susurraba ahora.

«Está bien. Es muy rocoso». Brinqué atrás tan pronto mis músculos respondieron a las órdenes de mi cerebro. «Estamos casi allí».

Comenzó a caminar otra vez, finalmente exhalé. Todavía podría sentir el calor de su cuerpo, un calor infernal. ¿Qué hacía? ¿Cómo pude haber consentido estar a solas con él… en… oscuras si ni un alma a la vista? Nadie para oír su grito. ¿Podría controlarme? Debería haberme alimentado otra vez antes de verlo. Realmente no había relacionado su olor con alimento en el pasado… pero ahora… mezclado con el olor del mar… la noche…

Alcanzamos el fondo de la colina. Oí el sonido calmante del mar. Las rocas que sobresalen de la tierra, y del mar, parecieron misteriosas en la oscuridad. El viento hizo volar hilos desatados de mi pelo y su aroma dulce en mi cara. Sentí agua en la boca. Sentí la agudeza de mis dientes contra mi lengua. Esto no era nada bueno. Necesité una distracción… ahora.

«¿Has venido aquí antes?» pregunté, siguiendo su ejemplo y sentándome en la arena, con las piernas cruzadas, cerca de él.

«Una vez, cuando vine en el verano. Quise ver donde iba este camino así que lo seguí. ¿No es agradable? Es un poco diferente en el día, por supuesto. Algo me tiene curioso…» enrojeció un poco. Volteé hacia él. «¿Hay alguna regla o algo que dice que las mujeres no pueden comer delante de un hombre?».

Su sonrisa era tan infantil que no podía dejar de reírme. Me pregunté si él podía ver mi cara tan claro como veía la de él, en la oscuridad. «No, que yo sepa. Dije que como de todo. Sólo no dije cuanto». Era verdad. Nunca dije eso.

«Tienes razón». Todavía miraba el lado de mi cara. Traté de mirar el mar. Podía ver luces distantes, muy débiles y pequeñas. Oí movimiento y volteé para mirarlo. Se levantaba como si iba a parar, pero en cambio, se acercó, el lado de su cuerpo tocando el mío. Aguanté la respiración en la garganta. Me giraba la cabeza. Traté desesperadamente de no invadir su mente. ¿Cuanto tiempo hasta que corra? ¿Cuanto tiempo hasta que se de cuenta que algo no es normal?

Seguí mirando fijamente de frente, sólo escuchando la velocidad de su corazón. El calor de su cuerpo me quemaba. Respiré más y más rápido. ¡Tenía que decir algo!

«…Christian,» susurré, mi voz tan callada que no estaba segura que me oyó. «Yo…».

«Perdón. ¿Te incomodo?». Volteó su cara hacia mí y sentí su aliento al lado de mi cara… tan caliente.

«Um… no… no sé… yo,». ¿Qué iba a decir? Ni podía pensar.

«¿Lily?». Su voz fue tan callada, tan atractiva. Como si podría ser más sexy.

«¿Sí?» pregunté, aunque tenía miedo de la respuesta.

«No he sido capaz de dejar de pensar en ti desde el día que te vi por primera vez. Tu cara ha aparecido en mi cabeza desde entonces. No sé… tal vez es sólo yo… loco… pero pensé que vi algo en tus ojos ese día». Pareció más cercano ahora aunque no se había movido.

«Lo sé. Vi algo también. Pensé en ti, cada día, pero…». ¿Qué decía? Había comenzado a jugar a este juego, sabiendo que esto no podía llegar a ninguna parte. ¿Ahora qué? ¿Cómo podría alejarme?

Sentí movimiento. Su cuerpo empujó contra mí ligeramente, más caliente. Su mano buscaba la mía en la oscuridad. Quise esto. Quise que él me tocara. Tuve que estar loca. Estaría repugnado tan pronto sienta mi piel, aún, no podía pararlo. Acerqué mi brazo, haciéndolo más fácil para que encuentre lo que buscaba. Sentí el calor de su piel antes de que me tocara. Él soltó un aliento mucho tiempo sostenido tan pronto su mano entró en contacto con la mía. Sostuve mi aliento, esperando la reacción inevitable.

«Tienes frío… aquí… déjame,» susurró él, recogiendo mis manos en las suyas. Las llevo a su boca. Exhaló su calor en ellas, todo el rato frotando mi piel con sus dedos. ¡Esto enfurecía! ¡El calor de su piel, su aliento, el olor, las vueltas de mi cabeza, todo!

Le quité mis manos y, sin darle un segundo pensamiento, giré mi cuerpo hacia él, agarré la espalda de su cuello, y lo jalé; con tanta fuerza que tuve miedo de hacerle daño. Oí su sorpresa cuando jadeó. El calor bajo mis labios pareció a una llama. Su sabor, la humedad… muy caliente. Tan pronto sus brazos me rodearon, sentí pánico, volví a realidad… por un momento. Traté de moverme pero él me sostuvo. Cerró sus labios sobre los míos. Sentí que la agudeza de mis dientes cepillaba su labio y luché con fuerza para no morderlo y probarlo. Me besó con tanta fuerza que caímos en la arena. Sentí su peso sobre mí, tan caliente y maravilloso. Lo lamentaras. ¡Serás responsable por su muerte… te lo advertí, Lily!

Empujé con toda la fuerza que pude. Él rodó por la arena como una muñeca de trapo. Me senté, tratando de calmarme, tratando de parar a mi cabeza de las vueltas que daba. Sabía que debería asegurarme que él estaba bien, pero tuve miedo de moverme. Tuve miedo de mirar en su dirección. Pero a lo que más le tuve miedo fue a ver a Ian parado ahí, listo para hacer verdadera su amenaza. Contuve mi cabeza y miré la arena rodeando mis piernas.

«Lily, perdón… discúlpame…». ¡Él me pedía perdón! Yo fui la que lo agarré, lo besé, y luego prácticamente lo lancé a través de la playa.

«Christian, perdón. Lo siento por todo esto». Quise hacerlo creerme. Sabía que está seria la última vez. Quise que él me creyera realmente antes de que él muriera, y sabía que moriría. ¿Qué más podría Ian querer decir? Quiso a Christian muerto y era por mi culpa. Yo no podía parar a Ian cuando quiso matar. Yo nunca fui capaz de hacer eso.

Christian se arrodilló a mi lado ahora, mirando a la oscuridad. Ansié envolverlo en mis brazos, decirle adiós tan rápidamente como le había dicho hola. No sabía que decirle, como mejorar la situación. Él siguió a mi lado, aunque sentí que temblaba. Oí su corazón como un tambor en mis oídos.

«¿Lily?». Pareció tan inseguro.

«¿Qué?». Mi voz tembló cuando salió en su susurro habitual.

«Perdón. Fui muy aventado. Es sólo… te deseó. Desde el momento en que te vi y no estoy avergonzado de admitirlo. Allí. Lo dije». Se tiró de espalda sobre la arena.

No podía hacer nada más que reírme. En un momento como este, no podía creer que me reía.

«¿Cómo? ¿Qué piensas?». Miraba su cara. Vi el dolor en sus ojos.

«¿Qué quieres decir?» él preguntó.

«¿No notas… algo?» pregunté con incredulidad otra vez.

«No sé. Tal vez. Lo único que sé es como siento. Parece que fui golpeado por una pelota de destrucción la primera vez que te vi y no puedo olvidarlo. Iba a tratar de encontrarte de alguna manera, pero entonces tú…» él miraba al mar otra vez.

Miré su perfil perfecto. Sus labios estaban en un puchero. Sólo quise besarlo otra vez y hacerlo sonreír pero no me atreví. No otra vez.

«Necesito tiempo para pensar. Ha sido mucho tiempo desde…» no podía pensar como explicarle. Sabía que no quise hacerlo final diciéndole no quise nada en absoluto, aunque supiera que era exactamente lo que debería haber hecho.

Él giró su cara, forzando una sonrisa. Había una luz tenue en su ojo cuando alcanzó mi cara. Su calor me hizo parecer que iba a saltar de mi piel. Quise sentir sus labios otra vez. «Tendré paciencia. Prometo».

«Gracias…» comencé a decirle que me alegré hasta que sentí sus labios sobre los míos, suavemente. Mi aliento vino rápido otra vez. Deseé a este hombre con cada fibra de mí ser. Lo deseé todo; su mente, su cuerpo, y su alma aunque no supiera por qué.

«Tengo que irme a casa… ahora, por favor». Yo ya estaba de pie y caminando hacia la calle. Tuve que estar lejos de él antes de que fuera demasiado tarde… antes de…

Caminamos hacia el carro en silencio. No hablé pero su mente sí. Me había dado permiso de escuchar, considerando el hecho de que él no había reaccionado a mi piel de la manera que había esperado.

Amo como huele… su pelo… su aliento… tan fría… pálida… tan… no importa

Guardé una distancia segura, tratando de no mirarlo. Caminé despacio porque no quise que mi tiempo con él se terminara. Él me miró de vez en cuando, pero permaneció silencioso. Me dio espacio.

Como puedo hacerla entender… la podría amar… amarla toda… tan rápido… no la conozco pero la necesito… ella me necesita también… Puedo sentir eso de alguna manera

Aquel último pensamiento me hizo voltear hacia él. Él me miró, asustado. ¿Qué quiso decir que lo necesito también? ¿Qué sabía él? No podía haber querido decir nada con eso. Él no podía saber nada. No necesité a nadie en absoluto, sobre todo un humano, tan débil y frágil. ¿Él quiso cuidarme… era eso? Era tan lejos de la realidad. Yo iba a tener que cuidarlo a él, protegerlo de Ian.

«¿Lily?». Miró mis ojos cuando habló. Tuve que mirar lejos o me derretiría. Paré cuando llegamos a mi carro. «Te daré todo el tiempo quieras. Prometo actuar normal en la clase mañana. Otra vez, perdón».

«Hasta mañana,» dije y entré a mi carro. Abrí y cerré la puerta tan rápido que no estaba segura que él había visto lo rápido que me moví, pero no me preocupé. Me preocupé cuando me di cuenta, que con el apuró de escaparme, había olvidado mi flor.