13

«¡Lily! ¡Necesito verte!». Aaron gritó de su oficina.

Cerré la puerta principal y comencé por el pasillo. Mi aliento estaba de repente atracado en mi garganta. ¿Qué podría querer? Él nunca me llamó a su oficina.

«Hola. ¿Me llamaste?». Me quedé en la puerta y metí la cabeza por la apertura. Él se sentó en un escritorio grande de madera, intrincadamente esculpido.

«Sí. Entra y sierra la puerta, por favor,» dijo, sin levantar su mirada de los documentos delante de él. «Siéntate».

Me senté en la silla que señaló. Este cuarto, en el cual nunca había entrado antes, estaba lleno de libros, sobre todo diccionarios de idiomas extranjeros. Alguna clase de equipo de audio fue colocado en una pequeña mesa en la esquina por la ventana con cortinas gruesas. Las pinturas colgaron en cada espacio de la pared disponible, pinturas al óleo, pensé. Me pregunté si eran de Kalia, pero no pregunté. Era evidente por la expresión en su cara que no me llamó aquí para intercambiar cumplidos… hoy no.

Él limpió su garganta y alzó la vista, tomando los documentos en su mano y poniéndolos, boca abajo, al lado. Sus ojos parecieron llenos de dolor.

«Déjame primero comenzar con decir, Lily, que no tienes ninguna razón de sentirse incómoda aquí. Simplemente conversamos,» explicó con una sonrisa leve en su cara que yo sabía era sólo para mi ventaja.

Traté de relajar visiblemente mi cuerpo, para su ventaja, pero sabía que no era de ningún uso. Me sentí tan tensa como seguro lucí.

«Voy a, primero, pedir perdón por tener alguien siguiéndote anoche,» dijo y miró abajo otra vez, como si avergonzado. «Era Pierce en el carro negro. Quise asegurarme que estabas segura, fuera de peligro. Es mi primera prioridad, mantener la seguridad de mi familia entera. Él te siguió mientras te alimentaste también. Debo admitir… impresionante… dos en una noche para alguien de tu tamaño». Él se rió, sacudiendo su cabeza.

«Pero salí por la ventana. No vi a nadie…» confesé.

«Pierce fue a pie. Cuando él realizó que estabas en movimiento, fue demasiado tarde para llevar su vehículo. Te habría perdido, así que, corrió detrás de ti, ocultado por los árboles». Miró la sorpresa en mis ojos. Mi garganta tenía un nudo que no era capaz de ingerir. Ya sabía lo que venía.

«¿Quién es Christian Rexer?» él preguntó. No esperó una respuesta. «No importa. Sé a quién es. Cuando Pierce volvió para relatar lo que vio, y decirme que estabas, en ese momento, en ningún peligro, hablé con Kalia».

Él se quedó quieto y esperó, para qué no estaba segura, pero no dije nada.

«Ok. Como dije, me dirigí a Kalia. Déjame sólo comenzar diciendo que no apruebo lo que haces… o lo qué estas pensando, en realidad. El amor, entre un mortal y un vampiro no es posible. Haciendo a ese mortal un vampiro no es aceptable».

Él dejó de hablar y miró fijamente mi cara, esperando mi reacción. Él posó la ley y esperaba que yo dijera algo. No dije nada. Seguí quieta, manos dobladas en mis faldas.

«¿Amas a este hombre, Lily?» preguntó.

«Más que nada,» confesé en un susurro.

«Entonces, déjalo vivir».

Esta conversación iba a ser más fácil de lo que él había esperado. No tenía ningún conocimiento de mi decisión más reciente.

«Está hecho. Su corazón todavía golpea y seguirá golpeando hasta que su tiempo venga… naturalmente,» contesté. Esta vez, tenía mi voz. No estaba nerviosa porque sabía que había tomado la decisión correcta, una que Aaron aprobaría. «No lo veré más. No volveré a clases. Me quedaré completamente y para siempre lejos de él».

«Muy bien oír eso pero no lo esperaba. ¿Algo pasó?».

«Sí. Algo que no podía explicar. No supe como así que… corrí. Me escapé lo más rápido que pude sin decirle una palabra». Mis palabras vinieron muy rápido con mi frustración.

«¿Puedo preguntar qué fue?». Me miró con compasión.

«¡Él no podía oír mi corazón!». Casi grité.

«¿Ah, eso… es todo? Imaginé peor».

«¿Qué quieres decir con peor?». Pregunté con incredulidad. ¿Qué podría ser peor que eso, además de su muerte, por supuesto?

«Pensé, tal vez que, cediste ante la pasión…. Hay un deseo aplastante por el gusto de la sangre de su amante mientras en medio de… tú sabes… no hay nada como ello,» dijo suavemente, sus ojos concentrados en su escritorio mientras habló.

Al menos sabía que yo no era la única avergonzada por esta clase de conversación con él. Lo había sentido y agradecí a Dios que no había cedido ante mis deseos, mis instintos. Podría haberlo matado en ese momento, sin querer.

«Nunca hice el amor con un humano,» confesé, impactada que eso salio de mi boca.

«Ya veo».

«¿Por qué no es aceptable hacerlo uno como nosotros?». Tenía que oír sus motivos. No tenía ninguna intención de hacerlo… ya no… lo amé demasiado para quitarle vida, pero tenía que saber por qué Aaron se sintió así.

«No somos dioses, Lily. No creo que sea nuestra opción quitar la vida y luego sustituirlo por esta mitad… vida eterna que vivimos. Además, es complicado. Hay mucho implicado, mucho en juego,» él explicó cuando se inclinó en su asiento, codos en el escritorio.

«¿Lo has hecho alguna vez?» pregunté.

«No. Y no lo haré… nunca».

«¿Entonces Maia?» pregunté.

«No fue mi decisión. Fue Kalia. Es lo que ella quiso. Kalia perdió a un niño una vez, cuando era mortal, y ella nunca se recuperó completamente. Para decirte la verdad, soy un imbécil cuando viene a Kalia. No puedo negarle nada,» explicó él. Sus ojos se ablandaron cuando habló de ella, lleno de amor.

«Entonces no sabes cómo. ¿Verdad?» pregunté, impresionada.

«Sé la logística. Kalia lo hizo cuando yo no estaba presente. Es como lo quise,» dijo y sus manos alcanzaron por los documentos otra vez. «Ahora… tengo que terminar esto. Tengo una fecha límite».

«Ah… bien,» dije y me paré.

«Prométeme que te alejará de este mortal. Prométeme que permitirás que él viva la vida que tiene derecho a vivir».

«Te prometo,» dije, mordiendo mi labio. Tuve que prometerle, pero sobre todo, tuve que prometerme a mi misma. Sabía por los documentos en sus manos que nuestra conversación había llagado a su final. Fui despedida.

***

En la soledad de mi cuarto, marqué el paso por el pie de la cama. No podía sacar la mirada en la cara de Christian de mi cabeza. Imaginé la lágrima y sentí su dolor. Era completamente inadecuado pensarlo pero rompió mi corazón. Quise llamarlo, decirle algo que lo hiciera mejor, lo hiciera sonreír otra vez pero sabía que yo no podría. También realicé que mi teléfono estaba en el asiento de pasajeros de mi carro.

¿Cómo iba a soportar el dolor y el vacío que sentiría día a día cuando me alejé de él? Era una agonía que temí no sólo para mí, pero para él. Oí el abrir de la puerta principal cuando entré a mi sala, hacia la ventana. Aaron entraba a su carro, con un sobre marrón en sus manos. Debe ir a enviar los documentos en los que trabajaba. Escuché al resto de la casa y no oí nada. No vi ningún otro carro afuera, además del mío, debo estar sola. Maia todavía debe estar lejos, con Ian, y Kalia hacía compras probablemente. Le gustó hacer esto los domingos por la tarde. Casi siempre venía a casa con algo para mí, alguna pequeña baratija que pensó que me gustaría.

Me senté en el borde de mi cama, tratando de relajarme. Pensé en mi conversación con Aaron, que verdadera era. Él tenía razón, no éramos dioses, pero… si no hicimos nuestros propios compañeros fuimos limitados para elegir sólo de los pocos vampiros ya en existentes que poblaron el mundo. No nos dio mucha opción. Comparado a la población humana, estábamos superados en número. Brinqué cuando el teléfono en mi velador sonó. No me moví, no alcancé por él, aunque quise. Quise oír su voz, saber que estaba bien, que no me odió. Tomó todo el control que poseí impedir a mi mano alcanzar por el receptor. Después de cuatro timbradas, que parecieron continuar para siempre, paró su burla.

Brinqué de la cama cuando oí el sonido de la apertura de mi ventana. Antes de que pudiera entrar al cuarto para pararlo, Ian estuvo de pie delante de mí, una sonrisa satisfecha en su cara.

«¿Qué demonios haces aquí?» grité, estando de pie con mi cuerpo congelado, mis puños a mis lados.

«¿Qué manera es esa de saludar a alguien? ¡Qué grosera!» él dijo, una sonrisa burlona en su cara.

«¿Dónde está Maia?».

«Ah, todavía en Washington. Ella no se opone cuando me voy por un día o dos… ella es igual. Nos llevamos bien por eso. ¿Veo que Aaron mordió el anzuelo, ¡eh!?». Se apoyaba contra la entrada a la sala, pareciendo relajado, como si conversaba con un viejo amigo.

«¿Qué significa eso?» grité, fulminándolo con la mirada.

«Esos documentos, por los que trabajaba tan duro… entrega de prisa… a una dirección que no existe,» se rió. «Estará fuero un buen rato».

«¿Por qué harías algo así… algo tan TÚYO?». Intuí que esto era exactamente la clase de cosa que él haría.

«Quise tiempo asolas contigo, después de todo, te he extrañado». Él sonrió su sonrisa más cariñosa, sólo cuando lo hizo, era una burla y sarcástico.

«No quiero verte o hablarte. ¿No sabes eso ya?» pregunté con incredulidad. Pensé que lo había hecho absolutamente claro la vez pasada que tuvimos una confrontación.

«Ah, pero realmente quieres verme. Tienes que verme. Después de todo, vengo trayendo noticias,» contestó él, ninguna emoción en su voz.

«¿Qué demonios podrías tener que decirme que sería de algún interés?» pregunté, tratando de esconder mi miedo.

«Bien, tengo una proposición para ti, algo que no querrás renunciar,» dijo mientras caminó al lado de la cama y fue bastante valiente, sólo cómo él podría ser, y se sentó. Acarició el colchón, invitándome a acompañarlo. Sacudí mi cabeza, repugnada.

«¡Bien, sigue!». No hice ninguna tentativa de enmascarar mi molestia.

«Ven conmigo… vive conmigo como debe ser y a cambio permitiré que el resto de tus amados vivan. Tómalo o déjalo».

Dejé de respirar, el aire atrapado a mitad de camino en mi garganta. Estaba agradecida que la respiración no era una exigencia para un vampiro, ya que estaba sin el aire a menudo.

«¿Qué quieres decir… el resto? ¿Qué has hecho? ¿Dónde está Kalia?».

«Ah, Kalia está bien. Está fuera, gastando el dinero de Aaron… no te preocupes por ella… todavía. Jack por otra parte…». Él sonrió y sacudió su cabeza.

Mi cuerpo se sintió débil y me caí a mis rodillas.

«¿Qué hiciste?» grité, golpeando mis puños en la alfombra.

«Tiene un verdadero carácter, señorita pequeña,» fastidio él. «Voy sólo a decir que Jack ya no sufre por ti. Él ya no se preocupará de tu desaparición abrupta».

«¿Cómo te atreviste?». Gruñía, realicé, en vez de hablar. «¿Por qué? ¿Por qué él?». Sacudí mi cabeza en la incredulidad, todavía tratando de hacer sentido de lo que decía.

«No fue fácil, déjame decirte, él presentó una lucha verdadera y el perro, pues Maia se encargó de esa molestia menor».

«¿Mataste a Jack?». Sacudí mi cabeza mientras miré la alfombra. No podía creer lo que decía, no quise creer lo que decía.

«El entierro fue esta mañana. Búscalo en Google si no me crees,» anunció. «Maia es completamente… útil. De todos modos, vienes conmigo, o, uno tras otro, ellos mueren».

Yo no podía hablar. No podía moverme. Lo único que pude hacer era sentarme en el suelo y mirar la alfombra, esperando que tal vez fui capaz de dormir y esto era alguna clase de pesadilla… una pesadilla horrible.

«Por supuesto, dejaré el mejor para último. Maia es útil para mí, entonces ella no, no en seguida. Para Aaron y Kalia no tengo ningún uso. Tu querido y maravilloso, Christian, él es el premio que buscó… al menos que elijas correctamente». Su cara estaba muy seria cuando se agachó, a mi nivel, tratando de hacer contacto con mis ojos. Yo sabía, sin mirar sus ojos, que él estaba muy serio.

«¡No! ¡Los dejas en paz! Haré lo que quieres. ¡Sólo los dejas en paz!». Me elevé, mis piernas temblando, mi visión enturbiada cuando traté de concentrarme en su cara.

“Opción buena, mi amor. No lo lamentarás,’ él dijo cuando estuvo de pie.

Me estiró sus brazos, mirando mi cara en silencio. Yo no podía mirar sus ojos… no ahora. Caminé a sus brazos y dejar mi cuerpo caer en su abrazo. No vi nada alrededor de mí cuando dejamos el cuarto, mi cara metida en su pecho, mis ojos cerrados. Sólo sentí la prisa de aire frío por delante de nosotros cuando nos fuimos volando por la ventana abierta de mi sala. La única cosa en la que pensé mientras estábamos en el aire, todavía encima de la casa, extrañamente, era que mi teléfono celular estaba en el asiento de pasajeros de mi carro, aproximadamente cincuenta pies debajo de nosotros.

***

El viento frío voló por delante de nosotros mientras subimos más alto, Ian tratando de llegar sobre las nubes para evitar que nos vean. Me agarré de su cuerpo duro, no porque quise a, pero del miedo. Nunca fui cómoda con las alturas. Me sentí entumecida. Mis pensamientos iban en círculos, nada tuvo sentido. Imaginé la cara de Christian, la lagrima que yo había causado, y suspiré. Imaginé a Jack, su cara dulce, sus ojos inocentes, y lamenté que no pudiera llorar… hacer luto por él del modo que la gente hizo cuando perdieron a alguien que amaron, pero…

Olvídate de Christian… mientras estés conmigo, él estará seguro… viviendo su pequeña vida feliz. ¿Qué pensabas, de todos modos, un humano? ¿Qué te poseyó para enamorarte de un humano?

Ian se comunicaba con la mente. A esta velocidad, abrir y cerrar nuestras bocas sería completamente difícil. No hice caso de su pregunta y seguí agarrada de él, mi cara sepultada en su pecho, mis ojos cerrados.

¿Dónde me llevas? No había ninguna emoción en esa pregunta.

Verás cuando lleguemos. Sólo mantén los ojos cerrados… que sé cuánto te asusta esto

Él realmente recordó.

¿No piensas que alguien me buscará… finalmente?

¿Por qué deberían? No dejamos ningunas pistas. No sabrán que estás conmigo… además, lo tanto que te mudas, ellos asumirán sólo

Él probablemente tenía razón. Podrían pensar que sólo no podía afrontar todo que pasaba y reaccioné como una cobarde, dejando todo lo que poseí detrás. Pero Maia regresaría… y luego tal vez… me paré lo que pensé tan pronto alcanzó mi mente.

Qué malo que estás tan asustada. Es una vista magnífica… sobre las nubes… pero está bien… te mantendré segura

Sus brazos se apretaron alrededor de mí. Di la bienvenida al abrazo, del miedo y dolor, sin tener en cuenta cuyo era. Había estado en esta posición muchas veces en el pasado, volando por el aire rodeada por los brazos fuertes, duros de Ian. La diferencia era que, esta vez, yo lo hacía por necesidad, no por amor.

Todavía te amo, Lily. Siempre te amé… todo ese tiempo aparte… nunca dejé de amarte o… de desearte.

Él escuchaba. Yo tenía que tener mucho cuidado.

Tienes un modo gracioso de mostrar el amor. ¡Primero me abandonas, después matas a alguien que me importa, entonces me amenazas con matar a los que amo, entonces me tomas presa! ¿Olvidé algo?

Yo no tenía otra opción. No me diste ninguna opción. Tal vez un día entenderás. Te haré feliz esta vez, lo prometo.

¿Entienda qué? ¡No sé nada! ¡No tengo ni idea por qué me abandonaste en primer lugar!

Un día pronto explicaré. Por el momento, sólo déjame mostrarte que te amo, que nunca paré… sólo déjame hacer lo que debería haber hecho desde el principio

¡No esperaba oír esto! La explicación que él daría, no podía imaginar. Sepulté mi cara más cerca a su pecho, tratando de bloquear el viento con el cuello de su chaqueta. Él tomó esto como un signo, uno que no había querido decir en absoluto, y sentí su apretón más fuerte, acercándome a él. Sin realizarlo, entrelacé mis piernas con las de él, mantenerlas sin colgar mientras viajamos por el aire. Yo estaba sorprendida, y repugnada, de lo segura que me sentí en sus brazos.

El viento era un frío amargo mientras seguimos volando, sólo debajo de las nubes ya que el cielo perdía la luz. Me agarré a él, tratando de no mirar abajo. Mis piernas comenzaban a sentirse tiesas. Esperé que nos acercáramos dondequiera que fuera que él me llevaba. No podíamos seguir así mucho más, yo sosteniéndome y él apoyando mi peso entero. No era tan ventoso ahora y pareció haber reducido la velocidad un poco así que intenté mi voz.

«¿Dónde vamos?» pregunté. No era fácil hablar con la cantidad de aire y lluvia que todavía golpea nuestros cuerpos pero era un poco mejor.

«A casa,» él gritó contra el viento.

«¿Estás loco?» grité. «¿Piensas decirme que volamos… así… hasta Irlanda?».

«Claro que no… hasta yo no intentaría eso, no cargándote, de todos modos. Vamos a Nueva York y agarramos un vuelo a Dublín,» explicó.

«¿Cómo es posible? ¿Te das cuenta que no tengo nada conmigo, ni un pasaporte?». P

«Ya me encargué de todo eso, no te preocupes. Tus cosas esperan en el aeropuerto,» gritó él.

«¿Cómo? ¿Cuándo? No entiendo…».

«Me tomé la libertad de embalar una maleta para ti y de adquirir tu pasaporte,» se rió entre dientes.

«¿Entraste a mi cuarto cuándo… cuando yo no estaba en casa?».

«Lo hice, admito. A propósito…» él comenzó.

«¿Qué?» grité, furiosa al pensar que él rebuscó mis cosas.

«¿Si me odias tanto, como reclamas, entonces por qué todavía guardas todas las cosas que te di? ¿Todos esos recuerdos de nosotros?».

«¡Porque soy un glotón para el castigo! ¡No tengo ninguna otra razón!». Grité.

Yo francamente no sabía porque. Muchas veces había sacado esa caja, lista a quemarla, sólo para devolverla a su escondite. Nunca fui capaz de llegar a destruirla realmente. Por un tiempo, mantuve el pensamiento que algo le había pasado, algo horrible para mantenerlo lejos de mí. Rechacé creer la idea que él podría abandonarme. Siempre tenía la esperanza que él me encontraría otra vez. Poco a poco, esa esperanza comenzó a desvanecerse, junto con mi amor por él y aún, todavía me quedé con esos recuerdos.

«¿Perdón… sé que odias cuándo hago esto, pero… dices que no me amas más en absoluto?». Él preguntó, apretándome un poco más fuerte a su cuerpo.

«No… quiero decir sí… esto es lo que digo. No te amo más. No te he amado por mucho tiempo. ¡Gastas tu tiempo! Debes estar con Maia. Ella obviamente te quiere,» le tiré en la cara. «¿No puedes quedarte fuera de mi cabeza por un minuto?».

«Yo podría, pero no lo haré. Nunca fue fácil comunicarme contigo. Tengo que escuchar a tus pensamientos para conseguir la verdad de ti. ¡Tú no hablas!» él reprendió.

«¿Dónde estamos? ¿No deberíamos estar cerca a Nueva York ya?». No hice caso de sus acusaciones. No podía soportar la rigidez en mis piernas mucho más. Tenía que estirarlas… caminar un poco. También quise más que nada estar fuera de su abrazo… el frío helado de sus brazos… tanto el opuesto de Christian.

«¿No has notado que hemos estado descendiendo o estás demasiado ocupada con el miedo? ¡No me extraña que no puedes volar!». Él se rió.

Abrí mis ojos, ligeramente, y giré mi cara lejos de su pecho. Él tenía razón, estábamos más bajo, sólo encima de las azoteas. Giré mi cara atrás y cerré mis ojos.

«¿Dónde aterrizamos?». Grité.

«No se todavía. Estoy buscando. Podemos aterrizar en cualquiera de estos edificios con azotea que tenga acceso y usar el ascensor. Tomaremos un taxi al aeropuerto,» explicó.

«¿Cuánto tiempo has estado planeando esto?». Me atreví.

«Desde el día que me marché,» contestó él. Sabía mejor que insistir en una mejor explicación… molestarlo no era bueno… no a esta altura.

Sólo fue cuestión de minutos, aunque con el modo que mi cuerpo dolió se sintió más como horas, antes de que sintiera el golpe de sus pies. Tan pronto sus pies golpearon la tierra, sentí que nuestros cuerpos enderezaban. Él corrió ligeramente, conmigo todavía en sus brazos, antes de llegar a una parada completa. Finalmente estuvimos quietos, sus brazos todavía alrededor de mí. Él soltó su apretón, asegurándose que podría estar de pie sola, antes de dejar caer sus brazos. Tuve miedo de dar un paso, por miedo de que mis piernas fueran permanentemente formadas al modo que se habían entrelazado con las de él.

Estiró sus brazos directamente y arqueó su espalda, tratando de soltar sus músculos. Lo seguí y traté de hacer lo mismo… tropecé avanzado unos pasos antes de darme cuenta que estaba, otra vez, en sus brazos.

«Cuidado… despacio. No estás acostumbrada al vuelo. Tienes que estar realmente tiesa. Tenías un apretón de muerte allá arriba». Se rió con sus brazos apretados alrededor de mi cintura, apoyándome.

«Sí… creo que sí. Puedo hacerlo ahora… suéltame».

Me agarró de todos modos, una mano tocando mi pelo. Comencé a empujarlo, pero realicé que mis brazos parecieron jebe. No era ningún uso. Él retiró mi cabeza, agarrando mi pelo, y miró mi cara. Si yo no supiera mejor, hubiera jurado que vi compasión en sus ojos.

«Nunca cometeré el error de dejarte ir otra vez. Lo juro,» susurró, antes de que sus labios tocaran los míos. Estuve de pie indefensa durante unos segundos, insegura de que hacer, después de todo, estábamos todavía realmente altos. De repente, me encontré besándolo atrás. Me entró repugnancia y lo empujé, tratando de encontrar un poco de fuerza en mis brazos entumecidos. Él tropezó hacia atrás dos pasos y se congeló, una expresión de dolor en su cara.

«Perdón, Ian, pero… tienes que darme algún tiempo. Ha pasado demasiado tiempo. Necesito tiempo para acostumbrarme a todo esto,» expliqué, tratando de sonreír.

«Tienes razón, mi amor. Voy a esforzarme más,» dijo sonriendo. “No te muevas. Voy a encontrar una puerta al edificio… “Fue hacia una esquina. Me quedé, mirando hacia el cielo oscuro. Lo siento mucho Christian… lo siento por lo que te voy a hacer. No sé si fue mi intención besarlo también o si había sido sólo un instinto, pero, lo que sí sabía era que iba a tener que dar la mejor actuación de mi vida. Iba a jugar juegos de Ian, a su manera.