Prólogo especial para la edición española

Mis libros han aparecido en muy diversos países, en idiomas muy diferentes, durante estos años pasados. Hasta ahora ningún editor, ningún periódico y ninguna red radiofónica me habían ofrecido la oportunidad de presentar mi versión de lo ocurrido, de manera que he quedado como un hombre acusado de algo e incapaz de defenderse.

Ahora han cambiado las cosas porque en esta edición española de El Médico de Lhasa, mi editor español me ha ofrecido publicar mis propios comentarios.

Hace unos años se produjo en Inglaterra un ataque contra mi integridad moral. Este ataque fue movido en la Prensa por una reducida pandilla que me tenía una gran envidia. La Prensa mundial pensó que tenía en esto un jugoso bocado porque, con excesiva frecuencia, la Prensa tiene que tomarla con alguien para levantar su circulación cuando ésta decae, de modo muy semejante a como un anciano puede ponerse una inyección de hormonas o de glándulas de mono o algo por el estilo. Esto es lo único que necesito decir sobre el asunto en lo que respecta a la Prensa, ya que cualquiera que conozca algo de este tema se dará cuenta de que la Prensa no es precisamente el medio adecuado para difundir la verdad sino sólo lo sensacionalista. La Prensa, con demasiada frecuencia, sirve sólo para halagar las emociones más bajas del hombre.

Permítaseme decir, del modo más tajante, que todos mis libros son absolutamente verídicos. Cuanto he escrito, es cierto y recoge mi experiencia personal. Poseo todos esos poderes que digo poseer. Y valdría la pena añadir que también tengo varios poderes más de los que no he hablado y que son de gran utilidad.

Por primera vez he podido afirmar en un libro que soy lo que digo ser y que mis libros son la pura verdad. Quiero agradecerle a mi editor español esta cortesía y comprensión al ofrecerme publicar estas palabras mías. Es posible que, como yo, también él crea que «la verdad saldrá a relucir». Pues bien, aquí está la verdad: todo lo que he escrito es cierto.

Desde hace mucho tiempo deseo visitar España por lo mucho que he oído acerca de ella y mi única experiencia de este país la he tenido a lo largo de las fronteras. Pero temo que aún tardaré algún tiempo en poder realizar mi deseada visita. Así, permítanme decir sólo: «¡Gracias, señor editor español!».