Y los hombres clamaban al Creador: «Oh Luz de los Cielos, Luz del Mundo, haced que el Redentor Prometido nazca del seno de la montaña, tal como afirman las profecías, tal como acaeció en las eras pasadas y sucederá en las venideras. Haced que el Príncipe de la Mañana cante en honor de la tierra para que crezcan las verdes cosechas y los valles produzcan en adelante corderos. Permitid que el brazo del Señor del Alba nos proteja del de la Oscuridad y que la gran espada de la justicia nos defienda. Haced que el Dragón cabalgue de nuevo a lomos de los vendavales del tiempo».

De Charal Drianaan te Calamon,

El Ciclo del Dragón.

Autor anónimo, Cuarta Era