Todos tenemos una idea intuitiva de las ciberturbas. Una definición no problemática podría ser:
La culminación en la movilización en la calle de un proceso de discusión social llevado a cabo por medios electrónicos de comunicación y publicación personales en el que se rompe la división entre ciberactivistas y movilizados.
La idea central es que es la red social en su conjunto la que practica y hace crecer el ciberactivismo, a diferencia de otros procesos, como las Revoluciones de Colores, donde la permanencia de estructuras descentralizadas junto con las distribuidas llevó al mantenimiento de la división ciberactivistas/base social de una forma clara. Como hemos visto, existían «organizaciones convocantes», aunque sólo fueran, a su vez, pequeñas subredes sociales de activistas más que organizaciones tradicionales.
Una de las características definitorias de las ciberturbas es que es imposible encontrar en ellas un «organizador», un «grupo dinamizador» responsable y estable. En todo caso, encontraremos «propositores» originales que en el curso de la movilización tienden a disolverse en el propio movimiento. Entre otras cosas porque las ciberturbas nacen en la periferia de las redes informativas, no en su centro.
El problema con movimientos tan nuevos y que influyen tanto en la agenda política, como los que hemos caracterizado como ciberturbas, es que resulta sumamente difícil discutir sobre ellos o analizarlos sin que la percepción y valoración del receptor estén mediadas por sus consecuencias o por su posición en los debates políticos que abren.
En España ha sido obvio con las movilizaciones de la noche del 13 de marzo de 2004. En Filipinas había pasado antes. Podría parecer que hubiera muchas más oportunidades para el análisis desapasionado en el caso francés, al ser el movimiento tan pobre propositivamente y causar una repulsa tan generalizada. Sin embargo, al haberse confundido mediáticamente con el debate sobre la inmigración, e incluso con el miedo al terrorismo yihadista, tampoco está libre de condicionamientos partidarios.
Como comentábamos en el capítulo anterior, cuando nos acercamos a ellos, lo primero que nos llama la atención es la existencia de una división clara entre una fase deliberativa —de debate— y otra de convocatoria y movilización en la calle. La primera es relativamente amplia, aunque subterránea en la medida en que no se ve reflejada en los medios tradicionales. De hecho, es constatable como en todos los casos los blogs tuvieron un papel fundamental como herramienta, aunque lógicamente, la «conversación» armada por cada uno de ellos involucrara áreas distintas de la blogsfera. De hecho, parece que la tendencia es a que la web tenga un peso cada vez mayor en esta fase, paralelo a la expansión de las tecnologías de publicación personal.
Pasamos de las radios locales y los foros online filipinos del año 2001 a la combinación de medios digitales alternativos, foros y blogs relativamente centrales e ideologizados en el periodo del 11-12 de marzo de 2004 en España, para llegar a la llamada «blogsfera periférica» en el noviembre francés de 2005 y el macrobotellón español de 2006.
En cada caso no sólo el número de emisores aumenta con respecto al anterior, sino también el número total de personas involucradas en la comunicación. En este caso el ejemplo francés es especialmente interesante, en la medida en que ese entorno deliberativo se crea sobre la marcha, de forma relativamente espontánea a partir de un par de «páginas de homenaje» creadas en un servicio gratuito de blogs ligados a una emisora de música, Skyrock.
A los pocos días de comenzar las revueltas la policía francesa ya era consciente de que no se enfrentaba a una explosión irracional de los barrios, sino a una forma contemporánea de violencia urbana organizada, la guerrilla en red surgida espontáneamente a partir de la repercusión de las primeras algaradas. Así lo declaraba la televisión pública francesa:
Des policiers évoquent aussi l’«émulation» entre groupes, via des «blogs», une compétition entre quartiers voisins ou la recherche d’une exposition médiatique.
Trece días después, tres bloggers fueron detenidos por su papel en las revueltas francesas. Según el diario Liberation:
Ces blogs, intitulés «Nike la France» et «Nique l’État» ou encore «Sarkodead» et «Hardcore», incitaient à participer aux violences dans les banlieues et à s’en prendre aux policiers. Ils ont été désactivés par Skyrock le week-end dernier. L’information a été ouverte pour «provocation à une dégradation volontaire dangereuse pour les personnes par le biais d’internet». Les trois jeunes gens, dont deux de Seine-Saint-Denis (Noisy-le-Sec et Bondy), âgés de 16 et 18 ans et un autre, 14 ans, des Bouches-du-Rhône, avaient été arrêtés lundi matin […]. Les trois jeunes qui «ne se connaissent pas entre eux», avaient «pris comme support» le site internet de la radio Skyrock. […].
Dado el aspecto de los blogs mientras estuvieron abiertos, los tres chicos parecían poco más que «lammers», usuarios muy poco avanzados que normalmente harían un uso lúdico de la red y poco más y que, como escribía en esos días Alejandro Rivero, «lo que pretendían hacer era una página de homenaje y les pilló de sorpresa el que se empleara para pegar convocatorias».
Esto lo confirmaría el hecho de que alojaran sus blogs en Skyblog, un servicio de blogs gratuitos que es el equivalente francés del MSN-Spaces en el mundo hispano, con un perfil de usuario muy similar. Pura «blogsfera periférica», pero masiva. De hecho, se calcula que en el caso hispanoparlante agrupa a más de dos millones de personas. Además, la información señala que «no se conocían entre sí». De hecho, lo más probable es que percibieran a los otros, si habían dado con ellos en la red, como competidores. La competencia, en las redes distribuidas y sobre todo en el marco de un naciente swarming, se convierte en cooperación. Pero evidentemente esto iría más allá de los tres nodos originales. Como señalaba el blogger Alejandro Rivero,
a lo largo de la semana han aprendido sobre la marcha, autocitándose y linkando unas páginas con otras para evitar tanto los cierres como las sobrecargas técnicas ¡al pasar de 2^14 comentarios!
La multiplicación de nodos (blogs) fácilmente interconectados entre sí (a través de los comentarios) generó un medio de comunicación específico y distribuido, una subblogsfera alojada en Skyblog que en muy poco tiempo se convirtió en todo un ecosistema informativo, a pesar de haber aparecido, como hemos visto, muy toscamente. Se trataba de un subsistema donde emulación y competencia generaron como resultado un óptimo acumulativo (de conocimiento), al permitir muy rápidamente alcanzar la masa crítica de blogs nuevos e implicados, y que por tanto sentó las bases de una cierta forma de cooperación social.
Lo verdaderamente fascinante de esta experiencia es esta convivencia de elementos estructuralmente muy avanzados, muy contemporáneos, propios del swarming (blogs, móviles, acumulación rápida de conocimiento técnico por mera interconexión espontánea de los nodos) con la tosquedad de las intenciones, la ausencia casi total de discurso y estrategia de poder (no se reivindicaba nada más allá de que Sarkozy se disculpara, aunque se expresara mucho). Seguramente por eso, y debido más que nada a las carencias de base generadas por el sistema educativo, la fase deliberativa en el caso francés fue sumamente breve y evolucionó hacia la acumulación técnica de conocimientos en formas de guerrilla urbana, superponiéndose a la coordinación y convocatoria realizada sobre todo mediante teléfonos móviles.
Durante aquellos días los medios de media Europa insistieron en trazar un paralelismo con las revueltas raciales de Los Ángeles en 1994. Pero lo interesante son las diferencias, no sólo en las bajas producidas (53 muertos en LA frente a uno en todos los enfrentamientos callejeros franceses), sino sobre todo en la evolución y la forma. En Los Ángeles las noches y los días fueron igualmente peligrosos y los saqueos fueron constantes. Aunque ambos movimientos acabaron por una mezcla de represión y agotamiento interno (producto de su ausencia de contenido reivindicativo claro), el ciclo (día/noche y entre días) fue radicalmente diferente. En Francia vimos cómo de la violencia espontánea y localizada emergía una conciencia de acción colectiva, de juego/ataque/competencia grupal no sólo en los barrios, sino entre ellos y entre las ciudades. Y como resultado vimos un crescendo tanto en extensión como en capacidad de organización técnica de las algaradas; todo ello sin alejarse más de unas manzanas de casa.
Las revueltas francesas llegaron a convertirse en un swarming nacional para finalmente desinflarse. Se desinflaron porque sus protagonistas adolecían, ya de partida, de una falta de empoderamiento básico: la capacidad para expresar y articular sus necesidades en forma de propuestas. Sin embargo, demostraron una capacidad asombrosa e incomparable con el caso estadounidense para desarrollar conocimientos «técnicos» de guerrilla urbana a base de compartir experiencias. Era asombroso ver los vídeos grabados con teléfonos móviles de los despliegues nocturnos de la policía y cómo eran comentados en los blogs por la mañana.
Junto con esta capacidad para generar conocimiento muy rapidamente, se aprecia en las ciberturbas otra novedad radical con respecto a formas de movilización anteriores. Al no existir una institución —partido, sindicato, colectivo, etc.— que convoque las movilizaciones, no se puede escenificar un acuerdo o una negociación.
Como señalaba Manuel Castells en un excelente documental sobre la ciberturba del 13-M firmado por Manuel Campo Vidal, estos movimientos tienen el carácter de una «revuelta ética», no existe siquiera un programa mínimo, sino la expresión de unas peticiones muy sencillas ligadas a la naturaleza reactiva del movimiento.
En el caso filipino fueron las pruebas de corrupción del presidente Estrada. En el 13-M el «¿Quién ha sido?» fue una reacción frente a la percepción de manipulación informativa gubernamental en la atribución de la autoría del 11-M. En los disturbios franceses, la exigencia de disculpas al ministro del Interior a raíz de sus declaraciones tras la muerte de dos chavales del arrabal en un encuentro con la policía. En el macrobotellón español, la reivindicación lúdica del espacio público tradicional en nuestra cultura frente a las leyes cada vez más restrictivas de las administraciones. En Túnez las protestas que siguieron a la inmolación de un licenciado que protestaba, desesperado, por no poder mantener su negocio en la calle.
Este carácter genérico de lo vindicado, unido a la imposibilidad de personificar el movimiento en una organización o un líder, da pie a infinitas teorías conspiranoicas más o menos del gusto de los medios.
La tendencia, sin embargo, no es hacia una «cristalización» organizativa de este tipo de movimientos. Al contrario, el papel determinante en todos ellos es la red de teléfonos móviles, que es prácticamente un calco de la red social real y de la «blogsfera periférica», que sigue en su expansión un camino parecido.
Al origen deliberativo de estos movimientos se le pueden aplicar las conclusiones de la crítica que el físico y teórico de redes Duncan Watts hizo del estructuralismo estático y basado en el concepto de centralidad que se enseña en nuestras universidades:
Implícita en la aproximación [a las redes desde el concepto de centralidad] está la asunción de que las redes que parecen ser distribuidas no lo son realmente. […] Pero, ¿qué pasa si no hay un centro? ¿Qué pasa si hay muchos «centros» no necesariamente coordinados ni incluso del «mismo lado»? ¿Qué pasa si las innovaciones importantes no se generan en el núcleo sino en la periferia, a donde los capos gestores de la información están demasiado ocupados para mirar? ¿Qué pasa si pequeños sucesos repercuten a través de oscuros lugares por casualidad y merced a encuentros fortuitos desencadenan una multitud de decisiones individuales, cada una de ellas tomada sin una planificación previa, que se convierten por agregación en un suceso no anticipable por nadie, ni siquiera por los propios actores? En estos casos, la centralidad en la red de los individuos o cualquier centralidad de cualquier tipo nos dirá poco sobre el resultado, porque el centro emerge como consecuencia del propio suceso.
Eso es exactamente una ciberturba, la culminación en una movilización en la calle de un proceso de discusión social llevado a cabo por medios electrónicos de comunicación y publicación personales en el que se rompe la división entre ciberactivistas y movilizados. Es la red social en su conjunto la que practica y hace crecer el ciberactivismo, desde la periferia hacia el centro.
No tiene sentido buscar el origen y la autoría de las convocatorias en una persona o en un grupo. Constantemente hay miles de ellos en la blogsfera proponiendo temas y soluciones para el debate con la esperanza de que cristalicen en una movilización social generalizada. La blogsfera, ese nuevo gran medio de comunicación distribuida, es el autor y el origen de todas estas movilizaciones de los últimos años.
Por eso si definimos «influencia» como la capacidad de un medio, un grupo o un individuo para modificar por sí mismo la agenda pública en un determinado ámbito, hay que remarcar que ningún blog es un medio, la blogsfera es el medio. Un blog concreto, a diferencia de un gran periódico, no puede modificar la agenda pública. La blogsfera, la gran red social de personas que se comunican a través de bitácoras y otras herramientas de publicación electrónica personal, sí, como demuestran, en el límite, las ciberturbas.