Cuando se hubo comido el sándwich de atún y tomate que su madre le había preparado, Derek se conectó a Facebook y, tras pensárselo durante unos minutos, aceptó la solicitud de amistad que Nerea le había enviado la noche anterior. Le sorprendió que ella reaccionara de inmediato, porque no habían transcurrido ni dos minutos cuando recibió un mensaje.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 08:30
¿Estás ahí?
No había duda de que la chica estaba realmente preocupada. Nerea llevaba varias horas sentada frente al ordenador con los brazos cruzados, a la espera de que El niño de la habitación respondiera al mensaje que le había enviado antes de acostarse. Puesto que en su cabeza no cabía otra cosa que no fuera la imagen de su hermano en apuros, no había conseguido dormir ni quince minutos y se había pasado las horas en estado de vigilia, dando vueltas y más vueltas a su habitación y buscando en Google páginas donde apareciera la palabra sombra.
Lógicamente, no había hecho más que perder el tiempo, pues los cientos de miles de webs que contenían ese sustantivo no le habían aportado ningún dato útil que la ayudara a esclarecer el misterio sobre la identidad de aquel extraño usuario. Aun así, había estado tan concentrada en la búsqueda que incluso se había olvidado de darle de comer a Pancracio, que ahora parecía mirarla enfurruñado desde el cristal de la pecera, con la boca en forma de «O» y las aletas en constante movimiento.
Derek, una vez que hubo despertado violentamente de la pesadilla, se había pasado el resto de la noche dándole vueltas al mensaje que Nerea le había enviado. No descartaba que se tratara de una broma, quizá lanzada por un compañero de clase, uno de los que se habían mofado de su enfermedad durante los primeros días del cautiverio, alguien que además, tras mucho investigar en la red, habría descubierto que bajo el apodo de «El niño de la habitación» se escondía su antiguo amigo.
Sin embargo, la alusión al personaje llamado «La Sombra» por parte de Nerea le hizo desestimar la posibilidad de que se estuvieran burlando de él. Lo que más le intrigó del mensaje, lo que realmente hizo que se interesara por el asunto fue comprobar que, tal y como ella afirmaba, todas las personas que habían agregado a La Sombra habían dejado de actualizar su perfil en Facebook ipso facto. No podía tratarse de una casualidad.
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 08:43
Sí, estoy aquí. He leído tu mensaje. ¿Tienes novedades sobre tu hermano?
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 08:44
Mi hermano sigue sin aparecer y estoy muy preocupada. Es extrañísimo que no dé señales de vida.
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 08:47
Lo siento muchísimo, pero ni siquiera sé quién es tu hermano.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 08:50
Ya he visto a través de Facebook que no erais amigos. Pero los dos teníais a La Sombra entre vuestros contactos. ¿Qué sabes de ese usuario?
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 08:54
Siento decepcionarte de nuevo, pero no puedo decirte gran cosa.
Recibí un mensaje de La Sombra en el que simplemente me pedía que lo
agregara a mi lista de contactos. Yo no tenía la más remota idea
de quién era, pero pensé que se trataba de un seudónimo
que pertenecía a alguien que yo conocía. Mucha gente
usa nombres falsos.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 08:55
Como tú…
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 08:57
Sí, como yo.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 08:58
¿Cuál es tu nombre verdadero?
Aquella pregunta cogió a Derek desprevenido. Hacía mucho tiempo que no revelaba su auténtica identidad a nadie. Sólo algunos amigos íntimos, por supuesto todos de la época anterior al Gran Boom, sabían que él se ocultaba bajo el seudónimo de «El niño de la habitación». A los demás usuarios, esto es, a aquéllos a quienes había conocido única y exclusivamente a través de la red, jamás les revelaba su nombre.
De alguna manera, Derek se sentía como un superhéroe que tuviera tres personalidades, dependiendo del momento del día. Cuando actuaba como pirata informático, usaba nicks tan diversos como «White Boy», «Leonidas», «2G56» y otros; cuando estaba en la red social era «El niño de la habitación», y cuando trataba con su madre y hermana, volvía a convertirse en Derek. Y nunca, bajo ningún concepto, cruzaba identidades, es decir, jamás revelaba a la gente de uno de esos tres mundos datos sobre sus otras identidades. Hubiera preferido seguir sin hacerlo de no ser porque había algo en el modo en que Nerea escribía sus mensajes, algo en la forma en que mostraba su preocupación, que le inspiraba una enorme confianza. Y, por primera vez desde que empezara su encierro, decidió abrirse ligeramente al mundo.
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 09:10
Me llamo Derek.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 09:12
¿Por qué usas seudónimo?
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 09:14
No voy a decírtelo.
Esta vez la sorprendida fue Nerea. No esperaba una respuesta tan brusca y pensó que la negativa de Derek a revelar datos sobre su vida privada podía guardar alguna relación con la desaparición de su hermano. Así que, entendiendo que tenía que seguir el juego a ese desconocido si quería conseguir información, retomó la conversación sin mostrarse indiscreta.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 09:17
Perdona. No quería ser entrometida. Si no te importa, me gustaría preguntarte más cosas sobre La Sombra. ¿No te envió ningún otro mensaje después de que la agregaras?
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 09:18
Cero. Pero decidí no darle importancia. Hay mucha gente en Facebook que pide que la agregues y que después no te manda ni un mensaje.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 09:20
Pero La Sombra tiene a otros usuarios agregados. ¿Conoces a alguna de esas personas?
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 09:23
No. Me temo que voy a serte de poca ayuda.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 09:24
Lo extraño es que todos, excepto tú, han dejado de aparecer por Facebook después de agregarla. ¿Por qué tú no?
En ese momento, una idea incómoda acabó de cuajar en la cabeza de Derek, una opción estremecedora que hasta entonces había preferido descartar.
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 09:26
Ni idea.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 09:27
Piensa un poco, por favor. Es importante. ¿Te ha ocurrido algo extraño desde que agregaste a La Sombra?
Derek volvió a dudar. Aquel susto que su cerebro había luchado por descartar se acabó revelando con una fuerza tremenda. Le trajo a la memoria aquel percance que había preferido bloquear. Y es que la misma noche en que agregó a La Sombra, una noche en la que su hermana y su madre se encontraban fuera de casa, había ocurrido algo del todo inusual. Estaba leyendo en la cama una novela de ciencia ficción cuando oyó un ruido extraño, como si alguien estuviera forzando la cerradura de la puerta principal. Debían de ser más de las doce, así que pensó que en verdad se trataba de su familia entrando en casa. Sin embargo, por más que afinó el oído, no escuchó ningún saludo. Normalmente, su madre se acercaba a su puerta y, sin abrirla, gritaba eso de «¡Ya estamos aquí!», a lo que él respondía con un sonoro «¡Vale!». Pero aquella noche no había más que silencio.
La entrada al piso quedaba bastante lejos de su habitación, por lo que no podía estar seguro de que el ruido no fuera producto de su imaginación. Pero el temor volvió a asaltarle cuando, al cabo de unos segundos, creyó oír pasos. El parqué de la casa se había abombado algunas semanas antes por culpa de la humedad y una de las tablas rechinaba cuando alguien la pisaba. Y eso fue lo que oyó aquella noche: el crujido de la madera bajo los pies de alguien que no decía «¡Ya estamos aquí!».
Aterrorizado ante la posibilidad de que algún ladrón hubiera entrado en casa, echó los cerrojos de su habitación. Los había mandado instalar pocas semanas después del Gran Boom ante el temor de que, por indicación de algún médico, lo sacaran del dormitorio a la fuerza para llevarlo a un hospital psiquiátrico. Y menos mal que había instalado dos pasadores, porque unos segundos después alguien estaba intentando abrir su puerta.
«¿Mamá?», preguntó. Pero sólo había silencio. «Mamá, ¿eres tú?», y nada. «¿Kate?», dijo entonces, pensando que podía tratarse de su hermana. Y, de nuevo, ni un sonido.
De pronto la persona al otro lado de la puerta intentó girar el pomo con brusquedad y golpeó la hoja con el peso de su cuerpo. Derek no supo qué hacer. Estaba paralizado por el miedo. Por suerte, justo cuando el intruso arremetió contra la puerta por tercera vez, salió de su letargo y, fingiendo que había cogido el teléfono, gritó: «¡Policía, hay alguien en mi casa!». En ese momento, el individuo al otro lado de la puerta detuvo sus movimientos y se alejó corriendo por el pasillo. Un portazo y otra vez el silencio.
La pregunta de Nerea le había refrescado aquella espantosa noche, pero Derek no tenía claro que debiera contárselo. Al carecer de pruebas que demostraran que aquel intruso tuviera alguna relación con el usuario llamado «La Sombra», optó por una mentira piadosa.
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 09:35
No, no me ha ocurrido nada extraño.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 09:36
Bueno. Tenías razón en eso de que serías de poca ayuda. Gracias por haber respondido a mi mensaje de todas formas. He visto en tu perfil que vives en la misma ciudad que yo. Tal vez podríamos vernos algún día.
A fin de cuentas, eres la única persona con la que puedo compartir este problema.
Derek consideró que era demasiado pronto para explicar a aquella chica todo el asunto de su reclusión. Temía que Nerea pensara que trataba con un enfermo. O peor, que sospechara que un tipo tan raro forzosamente tendría algo que ver con la desaparición de su hermano. Y, si por un lado era evidente que no podía citarse con ella, por el otro también lo era que no quería despedirse tan pronto de ella. Sentía afinidad con esa chica. Aun cuando nunca la hubiera visto en persona y no llevaran apenas tiempo en contacto, se sentía a gusto escribiéndose con ella y, si por él fuera, habría seguido intercambiado mensajes durante un buen rato. También debía reconocer que la historia sobre la desaparición de su hermano le intrigaba y que, a esas alturas, ansiaba saber quién se escondía tras el seudónimo de «La Sombra».
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 09:40
Te prometo que voy a ayudarte a investigar el paradero de tu hermano.
Tú intenta no preocuparte mucho. Es probable que aparezca en cualquier momento con una explicación tan simple que te sentirás ridícula por haber estado mordiéndote las uñas.
Si quieres, podemos conectarnos de nuevo mañana.
Nerea sonrió al leer la alusión a su manía de morderse las uñas. Ella no había dicho nada al respecto, pero el tal Derek parecía conocerla a través de un sexto sentido.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 09:43
Me parece bien. ¿A qué hora nos conectamos?
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 09:45
Cuando quieras. Yo siempre estoy delante del ordenador.
Te estaré esperando.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 09:48
¿Puedo hacerte una última pregunta? Es un poco indiscreta.
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 09:50
Dispara.
Nerea, 15 de febrero de 2011 a las 09:52
¿Por qué te haces llamar «El niño de la habitación»?
Derek no tuvo que pensarse ni un segundo la respuesta, ya que la tenía más que preparada dadas las múltiples veces que se la habían hecho.
El niño de la habitación, 15 de febrero de 2011 a las 09:54
Porque soy como el conejo que encuentra su máxima felicidad metido en la madriguera.
¡Hasta mañana!
Al leer la respuesta y por primera vez en cuarenta y ocho horas, Nerea soltó una carcajada. Ese Derek parecía simpático. Seguro que continuarían escribiéndose.