56

56

Georgie

Egipto, 1932

Oigo cosas. La gente cree que, como no hablo, no oigo. Pero se equivocan.

En Egipto he aprendido el valor del dinero.

Oigo la felicidad de Malak cuando le pagan Monty y la mujer que es tu madre. Chilla como un cerdo. Yo creo que le están haciendo daño, pero tú me dices que es alegría porque ahora puede pagarse unos estudios. Me cuentas eso y yo chillo como un cerdo para demostrarte que soy feliz.

Estoy a oscuras. En la camioneta. Mi hermana está sentada junto a mí pero no me roza. Oigo su respiración.

Quiero darte las gracias.

Quiero darle las gracias a tu madre.

Hay una masa gigante y cálida en mi pecho, como cuando paso demasiado tiempo con las mazas, pero esta vez no se me pasa. Me abrazo con fuerza para mantenerlo en mi interior. ¿Es esto la felicidad? ¿Esto es lo que tiene también Malak en su pecho?

Voy a vivir con tu madre.

Se me saltan las lágrimas cuando digo estas palabras mentalmente. Tú también vivirás allí y Jessie vendrá muy a menudo. Me tapo la boca con la manta para ahogar mis chillidos.

Oigo otras cosas. Oigo a Jessie y al hombre alto hablar de dinero. Yo no quiero dinero; quiero felicidad. Deslizo la mano en mi bolsillo bajo la manta y toco con los dedos el collar y el colgante de oro del general del Antiguo Egipto y su anillo de oro con forma de cabeza de carnero. Incluso en la oscuridad, puedo intuir su belleza; por eso robé estas piezas.

Pero no soy ningún imbécil. Sé que tienen un gran valor. No se lo daré a Jessie aún, pero cuando lo haga, a lo mejor vuelve a quererme.