El viento gime y gimen los guijarros,
Las desvencijadas estacas del embarcadero se quejan;
Un mar caduco cuenta cada una
De las piedras que el limo platea.
Del viento quejumbroso y del gélido
Mar grisáceo yo lo abrigo
Y acaricio su delicado y tembloroso hombro
Y su brazo adolescente.
A nuestro alrededor el miedo; desciende
La oscuridad del temor sobre nosotros
Y en mi corazón ¡cuán profundo y duradero
Pesar de amor!