XXVI

Te inclinas a la concha de la noche,

Querida señora, con tu oído adivino.

En ese tierno coro de delicias

¿Qué sonido ha vertido temor en tu corazón?

¿Se asemejaba al de ríos fluyendo con premura

Desde los grises desiertos del norte?

Ese talante tuyo, oh temerosa,

Es de él, si lo examinas bien,

De quien nos dona un ensalmo insensato

Conjurable a media noche.

Y todo por un exótico nombre que leyó

En Purchas o en Holinshed.