Te inclinas a la concha de la noche,
Querida señora, con tu oído adivino.
En ese tierno coro de delicias
¿Qué sonido ha vertido temor en tu corazón?
¿Se asemejaba al de ríos fluyendo con premura
Desde los grises desiertos del norte?
Ese talante tuyo, oh temerosa,
Es de él, si lo examinas bien,
De quien nos dona un ensalmo insensato
Conjurable a media noche.
Y todo por un exótico nombre que leyó
En Purchas o en Holinshed.