Aunque yo tu Mitrídates fuera
Inmune al desafío del dardo emponzoñado,
Aun así debieras abrazarme de improviso
Para conocer el éxtasis de tu corazón
Sin que me quede más que restituir y confesar
La malicia de tu ternura.
Para el florido y rancio estilo,
Vida mía, mis labios se han tornado demasiado entendidos;
Mas no he conocido el amor cuya loa
Celebran nuestros poetas pastoriles,
Ni un amor en el que no se pueda dar
Una pizca de falsedad.