Regresó porque necesitaba saber.
Necesitaba saber si él estaba condenado, y si estaba condenada con él la Orden Jedi que había creado.
Vergere levantó la vista hacia Luke desde el taburete donde estaba posada.
—¿Has venido a hacerme más preguntas? —le dijo—. Debo advertirte que ya he pasado el día respondiendo a preguntas del Servicio de Inteligencia de la flota, y estoy cansada.
—Haré un trato contigo —dijo Luke—. Una pregunta mía contra una pregunta tuya.
Los bigotes de Vergere temblaron.
—No has respondido a la última que te hice. Si no eres capaz de detectar a los yuuzhan vong con la Fuerza, ¿es por culpa de los yuuzhan vong, o de tu percepción?
Luke se instaló en la silla que estaba ante Vergere.
—Te dejaste una tercera posibilidad. La culpa puede ser de la Fuerza.
La cresta plumosa de Vergere se alzó en gesto de sorpresa.
—¿Es ésta tu respuesta?
—No. No tengo respuesta —reconoció Luke. Miró a Vergere—. ¿La tienes tú?
Vergere se alisó la cresta con una mano.
—¿Es ésta tu primera pregunta?
—Lo es.
Vergere hizo una larga pausa, como si estuviera ensayando mentalmente una respuesta.
—Antes de responder, tengo que saber si Jacen te ha contado lo que me pasó en Zonama Sekot.
—Me lo ha contado —dijo Luke.
—Entonces, sabrás que opté por acompañar a los yuuzhan vong con el fin de descubrir su verdadera naturaleza.
—Pasaste cincuenta años con ellos. De modo que, si alguien tiene una respuesta a la pregunta de si los yuuzhan vong están fuera de la Fuerza, debes ser tú.
—Sí —se produjo una larga pausa mientras Luke esperaba que Vergere siguiera hablando. Ésta dijo por fin—. Ésa ha sido tu respuesta.
Luke sonrió.
—La respuesta a mi primera pregunta es «¡sí!».
—Correcto.
—Y tendré que hacer otra pregunta si quiero más información.
—Correcto también.
—¿No es esto un poco infantil?
Las plumas de Vergere se hincharon y se asentaron de nuevo.
—Es tu juego, no el mío. Y creo que me toca a mí.
—Adelante —dijo Luke, encogiéndose de hombros.
Vergere le clavó los ojos oblicuos.
—Si los yuuzhan vong está completamente fuera de la Fuerza, ¿qué supone eso para los Jedi y para nuestras creencias?
Luke titubeó. Aquello era algo más que una pregunta; era la pregunta de las preguntas, la cuestión que se había estado planteando desde el comienzo de la invasión. Cuando habló por fin, lo hizo con prudencia.
—Supone que nuestro conocimiento de la Fuerza es erróneo o incompleto. O supone que los vong son… una aberración. Una profanación de la Fuerza. Algo que no debería existir —titubeó de nuevo, pero la lógica implacable de su hilo de pensamiento le obligó a continuar—. La vida merece nuestra compasión y nuestro deber. Pero debo preguntarme qué deber tenemos para con algo que es completamente ajeno a nuestra definición de vida, para con algo que es una especie de muerte viviente. Debo preguntarme si les debemos algo más que una muerte real…
—Rehúyes este pensamiento.
Era una afirmación, no una pregunta.
—Como debe rehuirlo cualquier ser que tenga conciencia —dijo Luke. Sentía la tensión en la mandíbula que le impulsaba a apretar los dientes—. Pero, con todo, mi deber como Jedi es no temer las conclusiones a las que pueda llevar esto.
Se centró, e intentó arrojar lejos de sí la tensión.
—Me toca —dijo.
Vergere asintió con la cabeza.
—Adelante.
Luke respiró hondo, y se forzó a sí mismo a hacer la pregunta que sospechaba que le echaría encima su destino.
—¿Los yuuzhan vong están fuera de la Fuerza?
—Sobre eso sólo tengo una opinión propia.
—Pero es la opinión de una Jedi con experiencia en la Fuerza y que ha pasado cincuenta años entre los yuuzhan vong.
—Sí. Y mi opinión es la siguiente. La Fuerza, por definición, es toda la vida, y toda vida es la Fuerza. Por lo tanto, los yuuzhan vong, que son seres vivientes, están dentro de la Fuerza, aunque nosotros no podamos verlos en ella.
Luke sintió que se le caía de los brazos y las piernas la tensión acumulada durante meses, y que un gran peso se le levantaba de encima del corazón.
—Gracias —murmuró.
Vergere lo miró y habló con intensidad tranquila.
—Debes tener con los yuuzhan vong el mismo grado de compasión que con toda vida. No está justificada ninguna guerra de exterminio. No tendrás que erradicar toda existencia de esta profanación.
Luke bajó la cabeza y repitió:
—Gracias.
—¿Por qué temías mi respuesta?
—Porque si los enemigos no fueran vida, si no merecieran compasión, entonces librar una guerra contra ellos habría abierto el camino para que entrara el Lado Oscuro, no sólo en mí, sino en todos los Jedi que he formado.
—Entonces, según entiendo tu postura, es preciso evitar los rasgos tales como la ira y la agresión, porque pueden conducir al dominio de la mente y del espíritu por el Lado Oscuro de la Fuerza.
Luke la miró.
—¿Ha sido ésta tu segunda pregunta?
—Joven Maestro —dijo Vergere—, he tenido mucho cuidado de no plantearla como pregunta. Simplemente, intentaba aclarar tu postura.
—Sí —dijo Luke, sonriendo—. La has entendido correctamente.
—Entonces, mi pregunta siguiente es ésta: ¿crees que la naturaleza nos habría dado rasgos tales como la ira y la agresión, si no fueran útiles?
—¿Útiles para qué? —repuso Luke—. Son útiles para el Lado Oscuro. ¿Qué utilidad tienen para el Jedi la ira y la agresión? El Código Jedi lo deja bien claro: no obramos movidos por la pasión, sino por la serenidad.
Vergere cambió de postura en su asiento.
—Ya lo entiendo —dijo—. Nuestras diferencias estriban en el lugar de origen de esta serenidad. Tú crees que la serenidad es una falta de pasión, pero yo creo que es fruto del conocimiento, y sobre todo del autoconocimiento.
—Si la pasión no se opone a la serenidad, ¿por qué se contraponen en el Código Jedi? —dijo Luke.
—Porque las consecuencias de estos dos estados mentales se oponen entre sí. Una pasión no contenida produce actos precipitados, mal pensados y, en muchos casos, destructivos. La serenidad, por su parte, bien puede no producir ninguna acción en absoluto; y, cuando las produce, las acciones que produce la serenidad salen del conocimiento y de la deliberación, si no de la sabiduría —la ancha boca de Vergere sugirió una sonrisa—. Me toca a mí.
—Yo no he hecho mi pregunta todavía.
—Perdona, pero has hecho una pregunta sobre el Código Jedi, y yo la he respondido.
Luke suspiró.
—Está bien. Pero me parece que estoy haciendo muchas concesiones.
—Al contrario. Estás obrando a partir del autoconocimiento sereno.
—Si te empeñas… —dijo Luke, riendo.
—Me empeño —Vergere se atusó los bigotes delicados y pensó su pregunta siguiente—. He observado que, en tu última visita, estabas enfadado conmigo. Creías que había hecho daño a tu aprendiz deliberadamente (y era cierto), aunque tu ira se moderó un poco cuando te expliqué mis motivos.
—Es verdad —reconoció Luke.
—Y bien, mi pregunta es ésta: ¿esa ira era oscura? ¿Te poseyó una pasión maligna del tipo de las que te pueden hacer caer en el Lado Oscuro?
Luke ordenó cuidadosamente sus pensamientos.
—Podría ser. Si hubiera empleado esa ira para golpearte, o para hacerte daño, sobre todo por medio de la Fuerza, entonces habría sido una pasión oscura.
—Joven Maestro, yo sostengo que la ira que sentiste era natural y útil. Yo pasé varias semanas haciendo daño deliberadamente, causando dolor, angustia y sufrimientos, a un joven de quien te habías hecho responsable tú, y por quien sentías cierto grado de cariño. Es natural que sintieras ira. Es natural que quisieras romper mi cuello delgado y frágil. Cuando se descubre que una persona ha hecho daño deliberadamente a una víctima indefensa, es absolutamente natural sentir ira contra esa persona. Es una emoción tan natural como la de sentir compasión hacia la víctima.
Vergere quedó en silencio, y Luke dejó que se acumulara el silencio.
Después, Vergere asintió con la cabeza.
—Muy bien, joven Maestro. Tienes razón cuando dices que, si hubieras entrado en mi celda y me hubieras golpeado con la Fuerza, ese acto habría sido oscuro. Pero no lo hiciste. En vez de ello, tu ira te llevó a hablarme y a buscar los motivos de mis actos. En tal medida, tu ira no sólo fue natural, sino útil. Condujo a un entendimiento por parte de los dos.
Vergere hizo una pausa y añadió:
—Me dispongo a hacer una pregunta retórica. No es preciso que respondas.
—Gracias por la advertencia.
—Mi pregunta retórica es la siguiente: ¿por qué no fue oscura tu ira? Y mi respuesta es: porque la entendiste. Entendiste la causa de la emoción, y por ello no se apoderó de ti.
Luke se lo pensó un momento.
—Entonces, tu postura es que entender una emoción es impedir que ésa ocurra.
—La pasión no razonada pertenece a la oscuridad —dijo Vergere—. Pero una emoción entendida no es no razonada. Por eso, el camino que conduce a la maestría pasa por el autoconocimiento —abrió más los ojos oblicuos—. No es posible, ni deseable, reprimir todas las emociones. Una persona sin emociones no es más que una máquina. Pero entender el origen y la naturaleza de los propios sentimientos, eso sí es posible.
—Cuando Darth Vader y el Emperador me tuvieron prisionero, me insistían en que me rindiera a mi ira —dijo Luke.
—Tu ira era una reacción natural ante tu cautiverio, y ellos querían aprovecharla. Querían avivar tu ira hasta que se convirtiera en una rabia ardiente que dejara entrar la oscuridad. Pero cualquier pasión no racional habría servido. Cuando la ira se convierte en rabia, cuando el miedo se convierte en terror, cuando el amor se convierte en obsesión, cuando el amor propio se convierte en soberbia, entonces una emoción natural y útil se convierte en compulsión irracional, y entonces se produce la oscuridad.
—Dejé que el Lado Oscuro se apoderara de mí —dijo Luke—. Corté la mano a mi padre.
—Aaah —dijo Vergere, asintiendo con la cabeza—. Ahora entiendo muchas cosas.
—Cuando mi rabia se apoderó de mí, me sentí invencible. Me sentí completo. Me sentí libre.
Vergere volvió a asentir.
—Cuando estás en el poder de una compulsión irresistible, es cuando más te sientes tú mismo. Pero, en realidad, tú mismo estabas pasivo en esos momentos. Dejaste que los sentimientos se apoderaran de ti.
—Me toca a mí hacer una pregunta —dijo Luke; y entonces sonó una unidad de comunicación.
—Maestro Skywalker —dijo la voz de Nylykerka—. Acaba de llegar una flota del hiperespacio, y quieren ponerse en contacto contigo.
Vergere le miró, parpadeando.
—La próxima vez será —dijo.
—La próxima vez —dijo Luke, poniéndose de pie.
Nylykerka le estaba esperando ante la celda y lo recibió con una reverencia.
—Acaban de llegar dieciséis naves, la mayoría cargueros o cargueros modificados, pero también un destructor estelar, el Ventura Errante. Hay mensajes para ti del capitán Karrde, y también de Lando Calrissian, que manda una de las naves.
—Gracias.
Nylykerka le acompañó hasta la unidad de comunicación más próxima.
—Se me están acabando las preguntas que hacerle —dijo el tammariano. Y también se me están acabando los motivos para retenerla.
—Retenía hasta que yo haya podido hablar con ella una vez más —dijo Luke—. Todavía no estoy convencido de sus buenas intenciones.
La vejiga de aire del tammariano tembló con aire reflexivo.
—Entonces, ¿por qué habría rescatado a Jacen?
—Para tener acceso a los Jedi, quizá para poder destruirnos.
Nylykerka soltó el aire de la vejiga con un silbido.
—Entonces, no me extraña que quieras que la retengamos.
Luke pensó que el problema era que, si Vergere era tan poderosa como él pensaba, no estaría en la celda de Nylykerka más tiempo que el que ella quisiera.
* * *
Luke subió a bordo del Karrde Salvaje, donde estaban formados para recibirlo con un saludo militar dos filas de androides de grandes cráneos y ojos relucientes, de complexión inmensa y frente huidiza. La nave olía a aceite de máquinas. Luke les devolvió el saludo y caminó hasta el final de la formación, donde lo abrazó Lando Calrissian y Talón Karrde. Le dio un fuerte apretón de manos.
—Veo que tu fábrica de androides sigue funcionando bien —dijo Luke a Lando.
—Todo lo que ves aquí está a disposición del gobierno a precio muy razonable —dijo Lando con una gran sonrisa.
Luke frunció el ceño al oír el comentario cínico de su amigo.
—Eso dependerá mucho de si tenemos gobierno o no —respondió.
Karrde se puso serio y se tiró de la pequeña perilla.
—Será mejor que nos lo cuentes —dijo.
Karrde se llevó a Luke a su camarote, y éste relató a Lando y a Karrde los últimos acontecimientos en el Senado.
—Siempre habían corrido rumores acerca de Fyor Rodan —dijo por fin—. Rumores de que está relacionado con actividades de contrabando en el Borde. Si alguno de los dos conocéis algún detalle, quizá podríais ayudarnos…
—Desacreditando a Rodan relacionándonos con él —dijo Karrde, riendo.
—No pretendía ofender…
—Y no has ofendido —dijo Karrde—. Pero me temo que no puedo ayudarte. El contrabandista no es Fyor Rodan sino su hermano mayor, Tormak.
—Tormak Rodan solía hacer vuelos saliendo de Nar Shaddaa para Jabba el hutt —dijo Lando—. Cuando Jabba tuvo su… «accidente», Tormak se independizó y se estableció por su cuenta en el Borde.
—Su hermano y él se llevan muy mal —añadió Karrde—. Tormak se metía en todos los negocios turbios, y el hermanito Fyor salió tan honrado como el que más, seguramente como reacción a la conducta de su hermano mayor, Tormak. Si Fyor es sensible al tema del contrabando, supongo que será por eso. Con todo —añadió, acariciándose la perilla—, creo que Lando y yo podremos ayudar a tu candidato.
Una señal de alarma recorrió los nervios de Luke.
—¿Cómo? —preguntó.
Karrde esbozó una sonrisita misteriosa.
—Será mejor que no te enteres.
—No quiero que se desacredite a Cal Omas —se apresuró a añadir Luke—. Si os atrapan en algo turbio, nadie creerá que Cal no estaba implicado.
Lando apoyó una mano en el brazo de Luke con gesto tranquilizador.
—Nuestra especialidad es que no nos atrapen en algo turbio.
—Siempre tiene que haber una primera vez.
—Luke —dijo Lando—, nosotros no somos más que hombres de negocios. Intentamos ganar contratos con el gobierno. Tenemos motivos perfectamente legítimos para hablar con cualquiera que pueda ayudarnos.
—Y tenemos dieciséis naves cargadas de suministros que vamos a donar a los refugiados de Mon Calamari —añadió Karrde—. Todo ello, cortesía de la Alianza de Contrabandistas. De modo que vamos a ser popularísimos durante una temporada, y los políticos querrán que los vean con nosotros.
—No sé si me gusta lo que estoy oyendo —dijo Luke.
—Entonces, cambiaremos de tema —dijo Karrde tranquilamente. Abrió un armario y sacó una caja de metal, la dejó en la mesa dando un golpe y la abrió.
—¿Te gusta?
Luke vio un droide cuadrangular, con ruedas, que le produjo un leve escalofrío de desagrado.
—Parece un droide ratón —dijo. Existían millones de droides ratón que iban de un lado a otro a hacer recados poco claros, chirriando y pululando entre los pies de los ciudadanos molestos. Luke no era capaz de entender por qué alguien había pensado en diseñar un droide con la figura de un bicho portador de enfermedades.
—Es un chasis de droide ratón, en efecto —dijo Lando—. Los conseguimos baratos… la gente prácticamente nos da dinero encima por llevárnoslos. Pero este droide ratón contiene ahora la unidad sensora de uno de nuestros droides Cazadores de Yuuzhan Vong.
—Ah —dijo Luke, con gesto de comprensión.
—Las unidades Cazadoras de Yuuzhan Vong son capaces de percibir a los yuuzhan vong mejor que a los humanos —dijo Karrde—. Pero son agresivas y… bueno…
—Asesinas —dijo Lando.
Karrde le echó una mirada cortante.
—Lo que iba a decir era visibles —dio un golpecito en el droide ratón—. Una de nuestras unidades CYV-R es capaz de detectar a los yuuzhan vong infiltrados y, a diferencia de nuestros Cazadores, no sentirá la tentación de hacerlo saltar en pedazos al momento. En vez de ello, se puede programar para que siga al infiltrado, para que registre sus movimientos y tome nota de cualquiera con quien hable el infiltrado.
—¿Quién se fija en un droide ratón? —dijo Lando—. La mayoría de la gente hacen todo lo posible por evitarlos.
—Nuestro próximo modelo llevará un pequeño repulsor. Cazadores de Yuuzhan Vong voladores… ¡figúratelo!
Luke había estado haciendo algunos cálculos en silencio mientras los otros le hacían la presentación de su producto.
—Creo que no deberíais hablar con cualquiera de vuestro modelo CYV-R —dijo—. Queremos que sean una sorpresa, sobre todo para los yuuzhan vong.
Lando sonrió y asintió con la cabeza.
—¿Nos puedes sugerir con quién podríamos hablar?
—Con Dif Scaur y con Ayddar Nylykerka, para empezar.
—El jefe del Servicio de Inteligencia de la Nueva República, y su colega militar. Está muy bien.
Luke extendió la mano y dio una palmadita en la suave superficie de plástico del droide ratón.
—Tengo la sensación de que esta criaturita va a resultar de gran utilidad…
* * *
La Mentirosa estaba aparcada en órbita alrededor de Kashyyyk, y un grupo de técnicos wookiees se pusieron a trabajar con ella, supervisados por Lowbacca. Habían encontrado alojamientos para el Escuadrón Soles Gemelos y hangares para sus Ala-X en el viejo dreadnaught rendiliano Starsider, que se había convertido en nave de apoyo y suministro para otras naves. Jaina encontró su nuevo camarote y se dejó caer en un colchón que todavía conservaba el olor del cuerpo sin lavar de su ocupante anterior.
Lo primero que miró fueron los holomensajes pendientes que se le habían acumulado mientras estaba en la misión de Obroa-Skai.
Sí. Había un holomensaje de Jacen. Pulsó con dedos temblorosos los botones que harían reproducirse la grabación.
—Hola —decía Jacen—. He vuelto de entre los muertos.
Y lo parecía: estaba diez o doce kilos por debajo de su peso ideal, y con el pelo largo y la barba hirsuta que llevaba, tenía el aspecto de un ermitaño recién sacado de una larga etapa de ayuno en el desierto.
Jacen explicaba brevemente que lo habían tenido prisionero los yuuzhan vong y que lo había rescatado una Jedi llamada Vergere, Jedi de la Antigua República.
—Siento no haber intentado ponerme en contacto contigo por nuestro vínculo de gemelos —dijo—. Has estado en mis pensamientos constantemente. Pero yo sabía que los yuuzhan vong querían que tú intentaras rescatarme… te estaban esperando. Querían sacrificarnos a los dos en una ceremonia especial. De manera que, mi mayor oportunidad para mantenerme vivo era mantenerme lo más apartado de ti que pudiera.
«Me dicen que has desempeñado un papel importante en una victoria —los ojos castaños de Jacen la miraban con suavidad desde el holo—. Espero que eso signifique que has estado bien durante mi ausencia. Bastante malo ha debido de ser saber que Anakin había muerto, sin tener que pensar que yo también lo estaba —titubeó—. Sé que tienes el sentido común suficiente para no meterte en nada que te pueda hacer mucho daño; pero espero que estés bien y que podamos hablar pronto. Saluda de mi parte a Lowie y a todos. Cuídate. Te quiero».
La imagen holográfica se apagó. A Jaina le daba vuelta los pensamientos. Al parecer, estaba perdonada por no haber intentado ponerse en contacto con Jacen por el vínculo de gemelos que compartían; pero, por otra parte, parecía que Jacen había percibido, o quizás había oído hablar de su roce furioso, violento, con el Lado Oscuro; de su capitulación ante la furia que tenía por herencia, al llevar la sangre de Vader.
¿Qué podía decir a Jacen? Bastante difícil había sido ya confesar sus actos a su madre.
El mensaje siguiente era de Jagged Fel, que le contaba que se había visto con su padre y con su madre en la Vía Hydiana y que Leia le había contado que Jacen se había fugado de manos de los yuuzhan vong.
«¿Es que todo el mundo se había enterado antes que yo?», pensó.
—Te he echado de menos —decía Jag—. Quisiera estar a tu lado. Quisiera poder ver tu reacción cuando te enteres de que Jacen está vivo. Quiero darte un beso para celebrarlo.
Aunque en aquellos momentos Jaina quería que la dejaran en paz con su tristeza, las palabras de Jag la animaron. El recuerdo de sus brazos que la rodeaban, y la sombra del sabor de sus labios en los de ella, le susurraban en el recuerdo como un día caluroso de verano.
En realidad, no podía, pensó. Estar enamorada en una época como aquella era una locura. En una época en que tenía la muerte a los ojos en cada momento; en que amar a otra persona no significaba más que tener que llorar a otra persona cuando llegara el momento.
Pero Jacen había vuelto… quizá aquello quería decir que las cosas habían cambiado.
La mente le daba vueltas. Pero tenía clara una cosa: la muerte no tardaría en venir a buscarla.
Cuanto menos personas tuvieran que llorarla, mejor.
* * *
Jaina encontró a Kyp Durron en el comedor de pilotos. Estaba masticando sin entusiasmo un bistec de iagoin congelado y reconstituido que podía haber estado en conserva desde los tiempos de la Emperatriz Teta.
—Oh, Grande —dijo Kyp, levantando la vista—, te rogamos que ejerzas tus poderes divinos para hacer aparecer comida de verdad. Estamos en órbita a seiscientos kilómetros de la superficie del planeta más verde de la Nueva República, y parece que no hay verduras frescas para el comedor de oficiales.
Hizo una pausa, y miró después a Jaina con sorpresa.
—¿Qué pasa, Palillos?
—Jacen está vivo —dijo Jaina—. Está en Mon Calamari con el tío Luke y Mara.
A Kyp se le alegró la cara.
—¡Maravilloso! —dijo—. ¡Sírvete un plato de pasta de judías salthianas rehidratada, y vamos a darnos un banquete para celebrarlo!
Jaina se dejó caer pesadamente en el asiento frente a Kyp.
—¿Y qué le digo que he estado haciendo desde que lo capturaron? —preguntó.
Kyp empezó a comprender.
—Ya veo —dijo. Bajó los ojos a su plato, apartó el iagoin con desagrado y volvió a mirar a Jaina—. Bien podrías decirle la verdad.
—Hay algo más —dijo Jaina—. Durante su cautiverio, no hizo ningún intento de ponerse en contacto conmigo a través de la Fuerza, por miedo a que yo intentara rescatarle y cayera en una trampa. Entonces, ¿qué le digo? ¿Que me dio un ataque de locura asesina porque no se ponía en contacto conmigo? ¿Qué efecto le producirá esto a él?
Kyp la escuchó con atención, y asintió con la cabeza.
—Entiendo tu inquietud —dijo—; pero creo que Jacen puede cuidarse solo. Siempre lo ha hecho. Y, por otra parte, la muerte de Anakin tuvo tanto que ver con tu paso al Lado Oscuro como con la captura de Jacen.
—Puede ser. Pero es difícil saber cómo va a encajar las cosas. ¿Y si lo hace caer en otra espiral de… de lo que lo paralizó la primera vez, fuera lo que fuera?
—Tú has visto el holograma —dijo Kyp—. ¿Parecía paralizado?
Jaina sonrió sin proponérselo.
—No. Parecía que había sufrido mucho, pero tenía buen aspecto.
Y tenía razón al preocuparse por mí.
Kyp asintió con la cabeza con solemnidad.
—Entonces, creo que cuando lo veas, sabrás qué decirle.
Jaina se miró las manos.
—Eso espero.
—¿Y hay algo más que te impida celebrarlo? —dijo Kyp, con una sonrisa.
Jaina le devolvió la sonrisa, pero volvió a ponerse seria en seguida.
—El almirante Kre’fey —dijo—. Los bothanos y él se han vuelto locos… han llegado a la conclusión de que van a eliminar a los yuuzhan vong sin dejar ni una célula de ellos. Así que, ahora tenemos a un comandante empeñado en destruir una especie entera. Ya me dirás tú si esto no es una invitación a pasarse al Lado Oscuro —añadió, mirando a Kyp.
Kyp se quedó impresionado.
—Ni siquiera yo he llegado tan lejos nunca —dijo. Se inclinó sobre la mesa hacia Jaina—. Creo que el Lado Oscuro sólo puede tomar el mando cuando estás sintiendo determinadas emociones —dijo—. En mi caso era la ira. En el tuyo, el deseo de venganza.
—Por un hermano que resultó que no estaba muerto —añadió Jaina con amargura.
—Además de otro que sí lo estaba. Sí. Eso estuvo mal, y ya lo hemos hablado. Pero creo que debemos intentar establecer aquí varias distinciones.
—Está bien —dijo Jaina; aunque veía con reparos la idea de establecer demasiadas distinciones y matices entre la luz y la oscuridad.
—Existe la agresión por la agresión. Y eso es malo.
—Sí.
—Existe la guerra defensiva, combatir contra los invasores para defender tus propios mundos, o a tu pueblo, o a tu gobierno. Lo cual, aunque no necesariamente sea bueno, al menos está justificado.
—Te sigo —dijo Jaina, asintiendo con la cabeza.
—Y también existen los contraataques en una guerra que, por lo demás, es defensiva. Fue el caso de Obroa-Skai.
—¿Y eso cómo es? —preguntó Jaina—. ¿Bueno?, ¿malo?, ¿justificado?
—Justificado —dijo Kyp—. He estado pensando mucho en ello, y creo que está justificado. Déjame que te ponga una analogía —añadió, al ver la cara de duda de Jaina.
—Está bien.
—Imagínate que tienes un amigo que posee algo valioso, por ejemplo, un anillo. Y un ladrón ataca a tu amigo y le roba el anillo, y tú no lo puedes evitar por algún motivo.
—Te sigo.
—Y, más tarde, te encuentras con el ladrón y ves que lleva puesto el anillo. ¿Sería una agresión llevar al ladrón ante la justicia y devolver el anillo a su legítimo propietario?
—Entonces, ¿lo que me estás diciendo es que el ladrón es como los yuuzhan vong, que nos han estado robando nuestros mundos, y que no sería una agresión querer recuperar nuestros mundos y quitarnos de encima a los yuuzhan vong? —preguntó Jaina.
—No digo que en esto no haya cierto grado de agresión. Pero sí digo que está justificado.
—Pero ¿y si tu agresión deja entrar el Lado Oscuro?
—Entonces, no está justificada —dijo Kyp. Suspiró—. Mira, puedes perseguir al ladrón porque sientes ira hacia él y quieres darle una buena paliza, o puedes perseguir al ladrón porque quieres hacer justicia. Es distinto. La ira es oscuridad, pero el amor a la justicia es luz.
—Y la justicia perfecta es imposible —repuso Jaina.
—La justicia perfecta no es la cuestión. Estás marcando un nivel demasiado elevado. Nosotros no hemos jurado ser perfectos —se lo pensó unos momentos—. Mira, es como cuando Luke luchaba contra Darth Vader y el Emperador estaba a su lado y le decía que golpeara con ira. ¡Luchar contra Darth Vader no era malo de suyo! Lo que sí era malo era luchar contra él por ira.
Jaina echó una larga mirada a Kyp.
—Sin ánimo de ofender, Kyp, preferiría que esto me lo estuviera diciendo el tío Luke, en vez del mayor experto conocido sobre el Lado Oscuro de la Fuerza.
Kyp le devolvió la mirada con serenidad.
—Yo también lo preferiría, Jaina. Yo también.
* * *
Cuando Winter abrió la puerta, se produjo un leve silbido por el cambio de presión. Vio a Luke, a Mara y a Jacen, y se hizo a un lado para dejarles pasar.
—Pasad, por favor.
El apartamento del almirante Ackbar estaba en la Ciudad Flotante de Heurkea, muy por debajo del nivel del mar, y estaba lleno del aroma del océano. Las habitaciones tenían formas redondeadas y luz tenue, y en ellas resonaba la música del agua que caía. Había en todas las habitaciones piscinas profundas de agua de mar, interconectadas entre sí por túneles sumergidos o por canales salvados por puentecillos en forma de arco. Los reflejos de la luz dorada sobre las ondas se reproducían en las paredes, y los suelos estaban pavimentados de colores que reflejaban los estados de ánimo del mar: verde, azul, turquesa y aguamarina.
La puerta se cerró con un silbido cuando hubieron entrado.
Winter llevaba una larga túnica blanca y un collar de jade color verdemar. Saludó a Luke y a Mara con sendos abrazos, y dio a Jacen un beso en cada mejilla.
—¿Cómo está el almirante? —preguntó Luke. Habló en voz baja, con la esperanza de que aquellas grutas artificiales no amplificaran su voz haciéndola resonar por toda la casa.
—El cuerpo ya no le responde —dijo Winter. Habló con calma y naturalidad, pero Luke apreció las arrugas de tristeza que le arrancaban de los ángulos de los ojos.
—¿Se puede hacer algo? —preguntó Mara.
—Como ya te dijo el otro día, lo que está mal no es una sola cosa —dijo Winter—. El verdadero problema es la edad, y los grandes esfuerzos que hizo durante la Rebelión. Ya sabéis que ya por entonces no era joven.
—Supongo que no —dijo Luke—. A mí no se me ocurrió nunca preguntarme qué edad tendría. Parecía todo lo joven… que hacía falta, supongo.
—Veréis que tiene la mente tan ágil como siempre —dijo Winter—. Todavía es capaz de trabajar diez horas seguidas, si se cuida el cuerpo.
—¿De trabajar? —dijo Mara—. ¿En qué?
—Dejaré que te lo explique el propio Ackbar.
Luke, Mara y Jacen siguieron a la alta mujer de cabellos blancos a través de un puente y pisando después sobre unas piedras (en realidad, la parte superior de altas columnas) que sobresalían de la superficie de un estanque tranquilo. Llegaron a un agradable cuarto de estar, con una piscina central entre muebles cómodos. Allí los esperaba Ackbar, flotando en la piscina. Los saludó levantando una de sus manos enormes.
—¡Luke! —exclamó—. ¡Mara! ¡Joven Jacen! ¡Bienvenidos a mi casa!
Su voz no daba las muestras de flaqueza que había tenido en el despacho del almirante Sovv, y resonaba con tanto vigor como si estuviera gritando órdenes desde el puente de mando de su nave capitana.
—Gracias, señor —dijo Luke.
—Haced el favor de sentaros. Perdonad que no me una a vosotros… en estos tiempos me siento mucho mejor si me quedo en el agua.
—Tu casa es preciosa —dijo Mara.
—Es la que me conviene —dijo Ackbar con sencillez.
Winter sirvió con eficiencia algo de comer y beber mientras Ackbar charlaba con sus invitados. Después, Ackbar se dejó flotar hasta Jacen y lo miró con sus ojos saltones.
—¿Puedes hablarme de los yuuzhan vong, joven Jacen?
—Con mucho gusto —dijo Jacen—. Pero el tema es amplio.
—Eres la única persona que conozco que los ha tratado. Dime lo que puedas.
Jacen pasó largo rato hablando de los yuuzhan vong, de sus castas, de su liderazgo, de su religión, de sus relaciones entre sí y con sus cautivos. Sólo tocó de pasada su propia experiencia. Luke se sorprendió y se impresionó al advertir el modo en que Jacen, entre tormentos, esclavizado y solo, había sido capaz de observar tan bien a sus carceleros, y lo bien que ponía en orden lo que sabía.
Winter escuchaba en silencio, y al cabo de un rato se sentó al borde de la piscina, se recogió la túnica y metió las piernas en el agua. Ackbar flotó hasta su lado, y ella, con afecto, le apoyó una mano en el hombro redondeado y liso.
Luke los observó, pensando en las muchas tragedias que se encerraban en la mente de Winter. Aquella mujer de cabellos blancos estaba dotada de una memoria holográfica que registraba toda su vida con perfección de detalles, pero no le dejaba olvidar. El dolor que debió de sentir con la destrucción de su mundo natal de Alderaan, con su familia y sus amigos, estaba tan fresco en su mente como hacía veintisiete años. Las batallas de la Rebelión, los combates contra Furgan y Joruus C’baoth, el secuestro de Anakin Solo de niño… Winter podía volver a vivir todos aquellos hechos con la misma intensidad que cuando los había vivido por primera vez. Del mismo modo, tenía tan vivos los años que había pasado con Jacen cuando éste era niño como la presencia misma del Jacen adulto que estaba sentado ahora mismo cerca de ella.
Luke comprendía que la mente de Winter era un holograma: contenía un diagrama completo de su vida. Nacimientos, muertes, alegrías, tragedias, violencia, triunfos, desesperaciones. Visto de ese modo, no era de extrañar que Winter hubiera querido acompañar a Ackbar en el retiro de éste: su mente quizá contenía ya más que suficientes experiencias duras, y ella necesitaba unos cuantos recuerdos apacibles para ponerlos junto a aquellos que no tenían lo más mínimo de apacibles.
Pero ahora, con el deterioro de Ackbar, Winter iba a adquirir todavía más recuerdos largos y tristes que no sería capaz de olvidar nunca.
Ackbar escuchó el relato de Jacen, y después Winter y él le hicieron una serie de preguntas. Por fin, Ackbar soltó un suspiro y se relajó tranquilamente en el agua.
—Muy bien —dijo—. Ahora ya sé cómo vencerlos.
Luke miró al almirante con sorpresa.
—Entonces, ¿ha sido en eso en lo que has estado trabajando?
—Ah, sí —dijo Ackbar. Levantó la vista hacia Winter y le dio una palmadita en la rodilla—. Contando con Winter como memoria y como asistente insustituible, he trabajado mucho en un plan estratégico para la guerra; y ahora Jacen ha confirmado las ideas que tenía yo acerca del carácter de los yuuzhan vong. Creo que la victoria ya es concebible.
—¿Piensas dejar tu retiro? —le preguntó Luke.
Ackbar soltó un suspiro que salió en forma de burbujas.
—No sé si eso será posible. El almirante Sovv está dispuesto a seguir mis consejos en la cuestión; pero ¿quién querrá hacer caso al pobre almirante Sovv?
—Te harán caso a ti —dijo Luke—. No me imagino que pueda haber alguien que no te haga caso.
—Borsk Fey’lya no quiso hacerme caso —dijo Ackbar—. Y Borsk Fey’lya tenía muchos amigos —Ackbar sacudió su enorme cabeza—. Echo mucho de menos a Mon Mothma. Nos entendíamos… nuestras habilidades se complementaban perfectamente. Ella y yo formábamos un equipo perfecto; ella era la gran oradora y política, y yo era su espada. Era capaz de ver las trampas que eran invisibles para mí, y yo veía los peligros que ella no veía. Su sabiduría llevó la Rebelión a su fin y creó la Nueva República. Y yo, con mis flotas, ayudé a producir la derrota del Imperio —volvió a sacudir la cabeza—. ¡Me malacostumbró! —exclamó—. Ella entendía mis métodos, y yo los suyos. Desde su fallecimiento, he tenido que trabajar con otros que no tenían esa comprensión, y a mí me faltaba la habilidad de tenerla… nunca la había necesitado hasta entonces —suspiró, y empezó a hablar por primera vez con voz estropajosa, como en su reunión anterior—. Mon Mothma. Quizá no debí haberme quedado cuando ella faltó.
Winter miró a Ackbar con sobresalto.
—No digas eso.
—No —dijo Luke—. Todavía tienes mucho que aportar. Tu plan lo demostrará.
Ackbar suspiró una vez más.
—Pero ¿quién llevará a cabo este plan? No sólo exige la colaboración del ejército, sino la de los niveles superiores del gobierno. Y nuestro gobierno no tiene niveles superiores.
Ackbar estaba claramente cansado, y los visitantes no se quedaron mucho más rato. Cuando Winter los acompañaba a la salida, se detuvo y puso una mano en el hombro de Jacen.
—Sentí mucho lo de Anakin —dijo.
Jacen asintió con la cabeza despacio.
—Siempre estuvo agradecido hacia ti —dijo—. Sabía cómo luchaste por él en Anoth —tomó la mano de Winter entre las suyas—. Si no hubiera sido por ti, no habría podido gozar de sus últimos catorce años de vida. Y no sólo te lo agradecía Anakin, sino también Jaina y yo, y todos los que le conocían.
Besó la mano de Winter, y la soltó.
Mara y Luke abrazaron a Winter y salieron del apartamento. Luke pensó que la memoria holográfica de Winter quizá no fuera siempre causa de dolor. Recordaría a Anakin de recién nacido, de niño, y aquellos recuerdos brillantes e imborrables quizá podían ser más alegres que el conocimiento más distante de su muerte.
Al menos, había un lugar donde los recuerdos de Anakin se conservaban perfectamente, los recuerdos de Anakin tal como fue, vivo y vitalista, libre de la tragedia que acarreó su fin.
Aquello consolaba mucho a Luke.