Cal Omas anunció su «plan para los Jedi» y su candidatura oficial a media mañana, ante un ejército de holoperiodistas, en el vestíbulo del edificio que habían cedido los mon calamari para el Senado. Luke estaba de pie discretamente detrás de Cal, entre un grupo de amigos y partidarios de éste, sin querer llamar la atención; pero cuando Cal preguntó si había alguna pregunta, casi la mitad iban dirigidas a Luke, hasta que Cal terminó por hacerlo venir a su lado.
—¿Apoyáis los Jedi y tú la candidatura del consejero Omas? —le preguntaron.
—Espero poder trabajar con cualquier Jefe de Estado —dijo Luke—, pero apoyo el plan del consejero Omas para restaurar el Consejo Jedi.
El holoperiodista no parecía convencido.
—Entonces, ¿estás diciendo que podrías trabajar con Fyor Rodan si éste sale elegido?
—Trabajaré con el consejero Rodan si él quiere trabajar conmigo —dijo Luke, y sonrió—. Pero tengo la impresión de que él preferiría no hacerlo.
Unas leves risas recorrieron la multitud.
—Rodan dice que el Consejo Jedi es el medio al que recurres para apoderarte del poder —dijo alguien más en voz alta.
Cal pasó al frente.
—¿Puedo responder yo a esta pregunta? —dijo—. Permitidme que señale que, si Luke Skywalker hubiera querido hacerse con el poder, no habría tenido que trabajar con políticos como yo, o como Fyor Rodan. No le habría hecho falta destruir la Estrella de la Muerte, ni librar combate singular con el Emperador Palpatine, ni ayudar a su hermana a fundar la Nueva República. Al maestro Skywalker le habría bastado con ponerse del lado de su padre, Darth Vader, como mano derecha del Emperador, y entonces su poder habría sido ilimitado, y vosotros, y yo, y todos los demás que estamos aquí, estaríamos muertos o esclavizados.
Cal miró a la multitud con gesto torvo, y habló con cierto matiz de ira.
—No estamos hablando de ningún intrigante de pacotilla ni de ningún politiquillo; estamos hablando de Luke Skywalker. En la Nueva República no hay una sola persona que no tenga una deuda profunda de gratitud con él. Así que, si alguien sugiere que Luke Skywalker está participando en algún tipo de intriga de tres al cuarto, yo diré que esa persona no sólo no sabe interpretar la historia, sino que no sabe interpretar el carácter humano.
Esto llegó incluso a arrancar aplausos, y no sólo de los partidarios de Cal.
—Quiero darte las gracias por lo que dijiste de mí —le dijo Luke más tarde, cuando hubo terminado la reunión.
Cal sonrió.
—¿Te ha gustado el puntito de ira? Creo que lo he medido bastante bien.
—¿Lo estabas fingiendo? —dijo Luke, sorprendido.
—Ah, no; la ira era auténtica —dijo Cal—. Sólo que dejé que asomara lo suficiente para que salga en cabecera en las holonoticias de esta noche. Sólo quisiera saber si la he dejado asomar lo suficiente —dijo, frotándose la barbilla con gesto pensativo.
Luke dejó a Cal Omas para que reflexionara a sus anchas sobre ésta y otras cuestiones políticas y fue en lanzadera hasta el anexo del Mando de la Flota de la Nueva República, donde Vergere seguía siendo interrogada. A Jacen lo habían dejado marchar tras unas cuantas horas de preguntas, pero la flota parecía muy dispuesta a tener retenida a Vergere indefinidamente.
A Luke no le parecía que aquello fuera malo necesariamente.
—Nos ha dado montañas de información —le dijo Nylykerka, director de Inteligencia—. Tardaremos cientos de horas en procesarla toda. Nada de ello contradice lo que ya sabemos; pero eso también pasaría si fuera una falsa defectora controlada por el enemigo, ¿no es así? Por otra parte, ha comido como dos veces lo que pesa —comentó también Nylykerka, con tono humorístico—. No había visto nunca un apetito así.
—Si tuvieras que pasarte cincuenta años comiendo comida yuuzhan vong, tú también tendrías ganas de comer de lo nuestro —dijo Luke. Preguntó al tammariano si podía hablar en persona con Vergere, y Nylykerka accedió.
—Cualquier información que le puedas sacar… —dijo, haciendo un gesto con la mano.
Encontró a Vergere en su celda, agachada sobre un taburete y mirando una transmisión holográfica desde el planeta, un noticiero en el que salían Luke y Cal Omas. «… No sabe interpretar el carácter humano», decía Cal. Vergere apagó el holo con un gesto de la mano cuando entró Luke.
—En mis tiempos, un Maestro Jedi no habría intervenido de esta manera con el Senado y en una elección —dijo.
—En tus tiempos no habría sido necesario.
Vergere tuvo la elegancia de reconocerlo asintiendo con su cabeza de forma extraña. Luke, después de recogerse la túnica, se sentó con las piernas cruzadas en la silla que había ante ella.
Se tranquilizó. Estaba intentando no sentir desagrado hacia Vergere, a pesar de que tenía motivos excelentes para sentirlo.
«Suéltalo», pensó.
—He hablado de Jacen acerca de su cautiverio —dijo.
—Tu aprendiz lo soportó bien —dijo Vergere—. Mereces una felicitación.
La ira se agitó en el corazón de Luke. La desterró haciendo una espiración larga y pausada.
—Quizás Jacen no hubiera tenido que soportarlo —dijo—. Dice que lo condujiste al cautiverio en tres ocasiones, nada menos.
—Eso hizo —confirmó Vergere, asintiendo con la cabeza.
—Lo torturaron —dijo Luke—. Lo torturaron hasta el borde de la muerte. Y tú lo condujiste a ello. Podrías haberte fugado con él antes.
—Sí.
—¿Por qué? —preguntó Luke.
Vergere estaba inmóvil, como escuchando con atención una voz que Luke no podía oír.
—Era necesario que tu aprendiz aprendiera ciertas lecciones —dijo.
—¿Lecciones de traición? —repuso Luke, intentando evitar el tono de ira—. ¿De tortura?, ¿de impotencia?, ¿de degradación?, ¿de dolor?
—Ésas, naturalmente —dijo Vergere tranquilamente—. Pero, sobre todo, había que llevarlo hasta el borde de la desesperación, y después hacer que lo superara —dirigió a Luke una mirada intensa y penetrante de sus ojos oblicuos—. Tú le habías enseñado bien, pero era necesario que olvidara todas las lecciones que le habías impartido, haciéndole ver que ninguno de los dones que le habías entregado podía servirle.
—¿Necesario? —la indignación de Luke acabó por ser más fuerte que su reserva—. ¿Necesario, para qué? ¿O para quién?
Vergere ladeó la cabeza y lo miró.
—Necesario para mis planes, naturalmente —dijo.
—¿Quién te ha dado…? —Luke contuvo su ira—. ¿Quién te ha dado ese derecho?
—Un derecho que se da es tan inútil como una lección que se da —dijo Vergere—. Los derechos se ejercen; de lo contrario, no tienen ningún valor; del mismo modo que las virtudes deben ejercerse. Yo me tomé el derecho de mentir a tu aprendiz, de traicionarle, de torturarlo y esclavizarlo.
Sus plumas moteadas se hincharon y volvieron a asentarse: se había encogido de hombros.
—También cargo con las consecuencias. Si tú, como Maestro suyo, quieres castigarme, así sea.
—¿Había algún propósito en todo esto? —le preguntó Luke, mirándola fijamente—. ¡Aparte del de ejercer tus derechos, claro está!
Vergere asintió con la cabeza.
—Claro que sí, joven Maestro —dijo—. Jacen Solo tenía que quedar despojado de sus amigos, de sus parientes, de sus maestros, de los conocimientos y de la Fuerza, y de todo lo que pudiera ayudarle. Tenía que verse reducido a nada; o, más bien, a ser sólo él mismo. Y, después, tenía que actuar; que actuar completamente por sí mismo, por su propio ser interior. En ese estado de desinterés completo, cuando todo lo demás le había fallado, sólo le quedaba ser él mismo, decidir y actuar.
Su voz se volvió pensativa.
—Lamento los medios empleados, claro está, pero me serví de lo que tenía. Ese mismo estado interior se podía haber alcanzado de manera más delicada, si se hubiera contado con el tiempo y las circunstancias adecuadas, pero no se contaba con ellos. Engañé a los yuuzhan vong para que le conservaran la vida y le aplicaran el Abrazo de Dolor. Hice de los yuuzhan vong mi instrumento —soltó una tosecilla seca, o quizá era una risa—. Puede que ese fuera mi mayor logro.
A Luke le resonaban en la mente las palabras de Vergere, y cuando siguió su razonamiento advirtió que se le mitigaba la ira, aunque sólo fuera por lo abstraído que estaba.
—¿Y qué propósito tenía todo esto?
Los ojos oblicuos de Vergere se cerraron y su cuerpo se relajó como si estuviera entrando en meditación.
—Sin duda, ya conoces la respuesta, joven Maestro, si es que conoces algo a Jacen Solo.
—Sígueme la corriente —dijo Luke—. Explícamelo.
El pequeño ser avícola seguía con los ojos cerrados. Parecía como si su voz viniera de muy lejos.
—Una vez, o al menos eso se deduce de lo que me contó Jacen, a ti mismo te faltaron también todos los apoyos. Desprovisto de ayuda, de esperanza, de armas; azotado por el rayo de la Fuerza del Emperador… ¿qué tenías entonces? Sólo tenías a tu propio yo. Tuviste que elegir entre el camino del Emperador y el tuyo propio.
—No me quedaba ninguna opción —dijo Luke.
—Exactamente. No te quedaba ninguna opción, e incluso con la aniquilación ante los ojos, elegiste seguir fiel a ti mismo —el tono de voz de Vergere adquirió un matiz de satisfacción—. Del mismo modo, era necesario reducir a Jacen a sí mismo, para que, teniendo cerradas todas las demás puertas, pudiera abrazar su destino.
El destino. Era la segunda vez en dos días que surgía esta palabra en relación a Jacen. Y, muy dentro de sí, Luke sabía, tenía la certeza interior absoluta de que Vergere tenía razón, de que Jacen ocupaba un lugar especial en el tejido complejo del hado.
La noche anterior, cenando en el pequeño apartamento, Luke y Mara habían preguntado a Jacen por sus experiencias en manos de los yuuzhan vong. Al principio, Jacen no se había animado a hablar, diciendo que el tema era muy extenso; pero después de unas primeras preguntas había hablado con naturalidad de su cautiverio, de cómo lo había traicionado repetidamente Vergere para hacerlo caer en manos del enemigo después de haberlo despojado de alguna manera de su conexión con la Fuerza. Mara y Luke se habían mirado el uno al otro con horror creciente.
Pero Jacen no había dado ninguna muestra de resentimiento contra Vergere; de hecho, había hablado de ella con respeto y admiración profundos. Luke no lo había comprendido hasta más tarde, aquella misma noche, cuando se quedó solo con Mara y esta le recordó en voz baja el extraño apego que cobraban a veces los rehenes hacia sus secuestradores. A veces, los cautivos llegaban al punto de querer a sus carceleros, sobre todo el carcelero tenía habilidad para manipular a las personas. Vergere, vieja, con experiencia, y atendiendo a sus propios fines, había sido capaz de manipular la psique en formación del joven Jacen.
Y así, Luke, airado, convencido de saber lo que había pasado, se había presentado en la celda de Vergere para pedirle explicaciones de sus actos. Pero, de alguna manera, las cosas no habían salido tal como había esperado él.
—Y ¿qué sabes tú del destino de Jacen? —preguntó Luke.
Vergere reflexionó un momento antes de responder.
—Creo Jacen está relacionado estrechamente con el destino de los yuuzhan vong —respondió.
Aquello era lo que menos se había esperado Luke.
—¿Puede destruirlos? —preguntó.
—Destruirlos. Salvarlos. Transformarlos —los ojos oblicuos se abrieron, inexpresivos, miraron a los de Luke—. Puede que las tres cosas.
—¿Es capaz de abrirlos a la Fuerza? —preguntó Luke.
—No sé si eso es posible.
Luke sintió que la amargura le envenenaba el corazón.
—Entonces los yuuzhan vong se quedarán… fuera.
—¿Eso te molesta? —repuso Vergere, ladeando la cabeza.
Luke parpadeó.
—Sí. Claro. La Fuerza es la vida. Toda vida es la Fuerza. Pero los yuuzhan vong están fuera de la Fuerza. Entonces, ¿están también fuera de la vida?
—¿Tú qué crees?
—Creo que era más fácil entendérmelas con enemigos del Lado Oscuro —dijo Luke, mirando a Vergere con desconfianza—. También creo que se te dan muy bien los interrogatorios. Al principio de esta conversación, era yo quien hacía las preguntas.
—Si no querías que hiciera preguntas, debías habérmelo explicado desde el principio —dijo Vergere. Su cuerpo moteado se agitó sobre el taburete—. Yo llevo respondiendo preguntas y más preguntas desde que llegué, y ya estoy cansada. De manera que, si te empeñas en que las únicas preguntas que se formulen en esta habitación deben salir de ti, me niego a responderlas.
—Muy bien —dijo Luke, y se puso de pie. Vergere levantó la cabeza hacia él, estirando el cuello extraño.
—Pero te haré una pregunta más antes de que te marches —dijo Vergere—. Puedes responderla o no, como quieras.
—Pregunta —dijo Luke.
Vergere parpadeó despacio.
—Si la Fuerza es la vida —dijo—; y si los yuuzhan vong están vivos; y si no los puedes ver con la Fuerza, ¿la culpa es de los yuuzhan vong, o de tu propia percepción?
Luke optó por no responder; se despidió con un gesto cortés de la cabeza y se marchó.
—Difícil, ¿verdad? —le preguntó Ayddar Nylykerka momentos más tarde.
—¿Estabas escuchando? —le preguntó a su vez Luke.
—Claro. Todo lo que pasa en esa habitación queda grabado —el tammariano inclinó la cabeza—. ¿Qué sugieres que hagamos con ella?
—Mantenía aquí y sigue haciéndole preguntas —dijo Luke. Nylykerka sonrió.
—Era precisamente lo que pensaba hacer, Maestro Skywalker.
* * *
Los mon calamari, cuyos grandes ojos relucían a la luz de los focos, pasaban nadando tranquilamente ante la ventana de Cal Omas. El olor a moho de la habitación era más fuerte que nunca. Mara levantó la vista cuando entró Luke.
—¿Qué hay de Vergere? —le preguntó.
—Es complicado —dijo Luke—. Ya te lo explicaré más tarde —miró a Cal Omas, que estaba compartiendo con Mara una comida sencilla—. ¿Qué noticias hay del Senado?
Cal tragó el bocado que estaba masticando, y dijo:
—El Senado ha votado esta tarde. Yo he tenido el veintiocho por ciento.
—¿Y Rodan?
—El treinta y cinco.
—Y Cola Quis ha recibido un diez por ciento —añadió Mara—, y Ta’laam Ranth, un dieciocho. Pwoe ha tenido tres votos en total, aunque envió un mensaje diciendo que la votación era ilegal y que él seguía siendo Jefe de Estado. Los demás votos fueron abstenciones o votos dispersos entre otra media docena de candidatos.
Luke y Mara habían decidido que Mara sería, de entre los dos, la que trabajaría más abiertamente con Cal y su campaña. Luke tenía otros asuntos de qué ocuparse, con Jacen, con Vergere y con los Jedi, y Mara podía moverse más abiertamente que él entre los políticos y los grupos de presión.
Luke se sentó a la mesa con los dos, y Cal le ofreció amablemente un cuenco de guisado de giju.
—¿Dónde está Triebakk? —preguntó Luke.
—Hablando con Cola Quis —dijo Cal—. Cola ya debe de tener claro que no puede ganar, de modo que tenemos que enterarnos qué haría falta para que renunciara a su candidatura y me apoyara a mí.
—Estoy seguro de que Rodan le está preguntando eso mismo —dijo Mara.
—Y después preguntaremos lo mismo a Ta’laam Ranth —prosiguió Cal—; aunque supongo que Ta’laam no está preparado para responder todavía. Querrá ganarse todavía unos cuantos votos más, sólo para demostrar lo valioso que podría ser como aliado.
—¿Qué es probable que pida?
—Un puesto en el Consejo, desde luego —dijo Cal—. Querrá también puestos en el gobierno para sus amigos; siempre se ha tomado muy en serio lo de controlar sus influencias.
Luke terminó un bocado de guisado y dijo:
—Para controlar sus influencias, tendrá que existir un gobierno donde pueda controlarlas. Si el gobierno se deshace antes…
Cal se encogió de hombros.
—Ta’laam quiere lo que quiere. Si no podemos soltarle discursos sobre el patriotismo y el deber, creerá que estamos intentando imponerle algo. Es de esos que creen que el gobierno no sirve más que para traficar influencias.
—En ese caso —dijo Luke con un suspiro—, bien puedes hacerle ver que, si la guerra se alarga, su gente tendrá acceso a muchas contratas de material militar.
Cal sonrió.
—Todavía conseguiremos hacer de ti un político.
—Espero que no —dijo Luke.
Cal extendió el brazo para tomar un datapad que estaba al otro lado de la mesa.
—Los que me preocupan son los partidarios de Fyor —dijo. Dio un golpecito en la pantalla—. He estado viendo quienes le votaron, y si tuviera que hacer una lista mental de los miembros del Senado dispuestos a solicitar una tregua a los yuuzhan vong, o incluso una rendición, encontraría a bastantes de ellos entre los partidarios de Fyor.
—El senador Escaqueado —dijo Luke, echando a Mara una mirada significativa—. El senador Correpatrás.
Cal frunció el ceño mirando el datapad.
—Cuento al menos una docena de senadores que huyeron de Coruscant durante la batalla, o encontraron algún motivo para huir antes de que empezara la batalla. Y algunos son influyentes.
—Rodan me dijo que no confiaba en que los yuuzhan vong respetaran una tregua —dijo Luke.
—Lo repitió esta tarde en público —dijo Mara.
—Pero ¿podrá mantener su postura ante sus propios seguidores? —dijo Cal—. Cuando la gente a quien debe el cargo le digan que quieren la paz con los yuuzhan vong, ¿cómo podrá resistirse?
—No lo entiendo —dijo Mara—. Rodan estuvo valiente durante la batalla, hasta heroico quizá. ¿Cómo es posible que tenga tratos con esa gente?
—Algunas personas no cuestionan a los que les dan lo que necesitan —dijo Cal; y su largo rostro se arrugó con una sonrisa astuta—. Tampoco yo he obligado a los que me han apoyado a que cumplimenten un cuestionario.
Luke se terminó su guisado.
—Necesitamos tener un gobierno pronto —dijo—. Y que sea un gobierno al que pueda respetar el ejército. Porque los militares no se quedarían quietos si se habla de una rendición o de una tregua. Y entonces tendríamos un gobierno militar que no tendría más legitimidad que la ganada a punta de pistola láser.
Cal parecía serio.
—Mara me ha contado esta tarde lo que visteis. Estoy de acuerdo en que necesitamos tener pronto un gobierno. Un sistema parlamentario como el nuestro es ineficiente en determinados sentidos, pero es lo que tenemos.
—La cuestión es si el ejército lo entiende —dijo Mara.
Ninguno de ellos sabía la respuesta a esto.
* * *
Luke y Mara encontraron a Jacen en su suite cuando regresaron. Jacen estaba sentado en el suelo en postura de meditación y Luke sintió la Fuerza que lo rodeaba, que bañaba en grandes oleadas el cuerpo del muchacho, limpiando, sanando, reforzando y restaurando. Jacen abrió los ojos en cuanto Luke y Mara entraron en el apartamento, y sonrió.
—Los de Inteligencia han terminado conmigo de momento —dijo Jacen—. Pero creo que todavía tardarán un tiempo con Vergere.
—Yo mismo he hablado con ella —dijo Luke.
La sonrisa de Jacen se amplió.
—¿Qué te ha parecido?
—Creo que no es sencilla.
Mara había torcido el gesto al ver la reacción de agrado de Jacen al oír hablar de Vergere; pero volvió a poner buena cara y se sentó junto a Jacen.
—Tengo que dudar de su lealtad —dijo.
—Tampoco es sencilla —dijo Jacen—. A veces es muy dura.
Mara torció la boca, y Luke supo por qué; a él mismo se le revolvía el estómago al pensar en las torturas. Tragó algo de bilis que le subió del estómago y se dejó caer en el suelo ante Jacen, con las piernas cruzadas. Jacen lo miró.
—Todavía soy tu aprendiz, Maestro Skywalker —dijo—. ¿Tienes alguna tarea para mí?
«Dura», pensó Luke. Él no iba a ser como Vergere, desde luego. Sonrió.
—Una tarea muy difícil, Jacen —dijo—. Debes tomarte unas vacaciones.
Jacen se sorprendió.
—¿Qué tipo de vacaciones? —preguntó.
Luke estuvo a punto de echarse a reír.
—Del tipo que quieras —dijo—. Has pasado por muchas cosas, y quiero que te tomes el tiempo necesario para pensar en ello. Aquí están muchos amigos tuyos; quiero que retomes el contacto con ellos. Medita, como estabas haciendo. Intenta discernir qué quiere de ti la Fuerza, y si es lo que quieres para ti mismo.
Jacen ladeó la cabeza con gesto de curiosidad.
—¿Me darías esa opción?
—Tú debías saber mejor que nadie que siempre has tenido esa opción —dijo Luke. Miró a los ojos serios de Jacen—. Quiero que llegues más allá de lo que yo quiero para ti, de lo que quiere Vergere, de lo que queremos ninguno de nosotros. Quiero que estés a solas con la Fuerza. Un diálogo entre los dos, a solas.
* * *
—Dura —dijo Mara. Luke notó que se le ponían tensos los músculos—. Días y días de tortura. Dura.
Estaban solos, en la cama, en la postura de la cuchara, Mara en la curva del cuerpo de Luke. Jacen estaba en la habitación contigua, cabía suponer que dormido, y hablaban en voz baja para que no los oyera.
—Ella afirma que tenía buenos motivos para hacer lo que hizo —dijo Luke—. Y sí que parecían plausibles, aunque… bueno, duros.
Mara parecía pensativa.
—Me ayudó a curarme con sus lágrimas.
—Puede que fuera un gesto de compasión, puede que un acto frío y calculador para abrirse el camino para la defección, o más bien para la re-defección al volver a nuestro bando.
—Torturó a Jacen, pero lo trajo de vuelta.
—Y colaboró en la muerte de cientos de miles de millones de ciudadanos de la Nueva República —dijo Luke—. Da unos motivos que quizá sean adecuados. O quizá se trate de un ser que carece en absoluto de conciencia y tiene sus propios planes.
La mirada de Mara se volvió dura.
—Tenemos que sacar a Jacen de su influencia.
—Por eso le he dicho que se tomara un tiempo libre y que reconectara con sus amigos —dijo Luke—. No puedo ordenarle que no sienta una conexión con Vergere, pero sí puedo decirle que conecte con todas las partes de su vida que no son Vergere.
Mara asintió con la cabeza.
—Buena idea.
—Sea lo que sea lo que ha pasado a Jacen durante su ausencia, está más maduro que nunca. Más equilibrado. Y más centrado que nunca en la Fuerza.
Mara se mordió un labio.
—Estoy de acuerdo. No todo lo que le ha pasado ha sido negativo.
—Cuando Jacen haya vuelto a orientarse, lo enviaré a una misión. Cuando haya tenido ocasión de pensar y de recuperar el equilibrio, tendrá que reconectar con su trabajo.
—Sí —dijo Mara.
Titubeó.
—Puede ser duro, pero es necesario.
—Esta mañana he hablado de que Jacen tenía un destino especial —dijo Luke—. También Vergere cree que lo tiene.
Mara volvió la cabeza para mirar a Luke.
—Quizá sea mejor que me cuentes lo que te dijo.