Jaina Solo estaba sentada sola ante los controles de su nave. Llevaba fijadas al rostro los palpos de la capucha extraña. Tenía centrada la atención en las pantallas de la nave, donde esperaba que apareciera su presa.
Su presa era Shimrra, Sumo Señor de los yuuzhan vong.
Esperaba que, si mataba a aquél, los invasores yuuzhan vong podían derrumbarse como un castillo de naipes.
Los Servicios de Inteligencia de la Nueva República habían comunicado, hacía sólo tres días estándar, que se esperaba al Sumo Señor en el mundo-biblioteca de Obroa-Skai. Obroa-Skai había sido conquistado por los yuuzhan vong, y ahora estaban traduciendo a su lengua el contenido de la biblioteca. Habían puesto a sacerdotes yuuzhan vong a cargo de la biblioteca; había soldados yuuzhan vong en el planeta para proteger sus intereses. Las naves yuuzhan vong frecuentaban el sistema, y en el planeta había un yammosk que coordinaba a todos los pilotos enemigos de la zona.
Si alguien podía seguir consultando la biblioteca, era el enemigo. Era posible que el propio Shimrra estuviera viendo en esos momentos una información fundamental que se acababa de traducir. Obroa-Skai se había convertido en un activo valioso para el enemigo.
Y, si Jaina se salía con la suya, se convertiría en un cementerio para el enemigo.
Así pues, Jaina esperaba allí, flotando tras la masa inmensa de la gigante de gas Obroa-Held que la ocultaba a cualquier detector del planeta biblioteca, y esperaba el momento de hacer saltar su trampa.
«Con este último esfuerzo, quizá haya terminado todo», pensó. Si mataban a Shimrra, quizá se hundieran los yuuzhan vong. E incluso si no se derrumbaban los enemigos, la muerte de Shimrra serviría de venganza por la caída de Coruscant y daría a la Nueva República un respiro que le hacía mucha falta.
Jaina deseaba ardientemente el fin de la guerra. Había estado en primera línea desde el primer día de las hostilidades, literalmente. Entonces, ella estaba alegre, confiada, segura de su habilidad, del poder de la Fuerza y del orden del universo. Desde entonces, la guerra le había enseñado mucho. Le había dado a conocer la duda, el terror, la angustia, el miedo y la ira. Había aprendido los límites de la fuerza y del dominio de la Fuerza. La guerra le había enseñado la oscuridad que se encerraba dentro de ella, y lo fácil que había sido dejarse dominar por la oscuridad, que la había impulsado a la furia, a la venganza y a la matanza.
La guerra, sobre todo, le había dado a conocer el dolor. Dolor por sus hermanos perdidos, Jacen y Anakin; por Chewbacca; por su compañera de vuelo Anni Capstan; por la reina madre de Hapan, Teneniel Djo; por todos los guerreros que habían caído luchando junto a ella; por los Jedi que habían sido víctimas del programa implacable de exterminio de los yuuzhan vong; por los miles de millones de refugiados anónimos que habían quedado atrapados por el conflicto y habían sido destruidos, o habían perdido todo lo que habían tenido y conocido en sus vidas.
Jaina había aprendido su propia fragilidad. Había quedado ciega en combate y había conocido la frustración de los inválidos. Había estado cautiva del enemigo. Había aprendido lo fácil que era morir, y la facilidad con que el universo permite una cosa así.
Jaina había aprendido demasiado, y en demasiado poco tiempo. Necesitaba un descanso para intentar entenderlo todo, para asimilar sus nuevos conocimientos y su nueva realidad.
Pero no había tiempo para descansar. Su trabajo era demasiado fundamental; su experiencia, demasiado necesaria. Tendría que ganar la guerra, primero, para dedicarse después a interpretar lo que significaba todo.
Si la guerra no la mataba a ella antes, claro está.
En su intercomunicador se oyó un aullido de Lowbacca.
—Los vong ya han llegado tarde otras veces, Mechones —dijo. Aunque no muchas veces, pensó.
—¿No supondrás que los Servicios de Inteligencia de la Nueva República han vuelto a pensar con los pies y nos han enviado aquí para nada?
—Eso no me sorprendería.
—En tal caso, podríamos volver a la base y gozar de un largo descanso, ¿no?
—Eso sí que me sorprendería.
—Huuuh.
—Pero, si los Servicios de Inteligencia de la Nueva República tienen razón —dijo Jaina, hablándose más a sí misma que a su teniente— entonces, ésta es la buena. Esto es como la destrucción de la segunda Estrella de la Muerte, con el Emperador dentro.
—Hrr. Entonces, ¡que venga el Sumo Señor!
Lowbacca no había terminado de soltar su gruñido de impaciencia cuando Jaina sintió un temblor lejano a través de su conexión con la fragata enemiga, un estremecimiento como un terremoto del éter; era la respuesta de los dovin basal de su nave al incremento gravitatorio que señalaba la llegada de muchas naves del hiperespacio.
* * *
—Lowie, creo que tienes lo que querías —dijo.
No había aprendido a querer a la fragata yuuzhan vong capturada como había querido a sus otras naves. Jaina había aprendido a conocer a sus naves por sus propias manos, desmontándolas y volviéndolas a montar; había aprendido a amar cada uno de sus componentes, cada servo, cada cable de energía, cada remache. Sin embargo, la nave tomada al enemigo no se podía desmontar sin matarla: era un todo orgánico único y había que tratarla como tal. El interfaz por medio de la capucha de cognición era difícil; los sistemas orgánicos de la nave eran complejos y frustrantes; los dovin basal que se utilizaban tanto la propulsión como para la defensa eran tan desconcertantes como eficaces. Sus naves anteriores habían sido cazas de combate, ágiles, rápidos y nerviosos. La fragata yuuzhan vong llamada la Mentirosa era enorme, y aunque era rápida, las maniobras con ella eran como mover una manzana de casas. Parecía que se tardaba una eternidad en cambiar de rumbo. Y no había manera de esquivar el fuego enemigo ni de evadirse de él: Jaina tenía que limitarse a confiar en que las defensas de la nave fueran lo bastantes resistentes como para soportar los impactos y sobrevivir.
Pero, si no había aprendido a querer a la fragata, sí había aprendido a respetarla. Respetaba su resistencia, la integridad de su diseño, su capacidad para repararse a sí misma, su terca negativa a morir aun después de quedar destrozada en combate contra otras de su propia especie. En los combates en las cercanías de Hapes, la nave había quedado herida casi hasta la muerte, pero de alguna manera, con los cuidados de los científicos hapanos que estudiaban las formas de vida yuuzhan vong, había conseguido sobrevivir y reparar una buena parte de los daños, aunque no todos. Pero a pesar de que algunos daños de la nave ya no eran reparables, a pesar de las rasgaduras del coral yorik y de los dovin basal muertos, seguía estando tan dispuesta como siempre a correr riesgos cuando se lo pedía Jaina.
Jaina la había llamado la Mentirosa. El nombre la proclamaba como manifestación de Yun-Harla, la Diosa Oculta y Mentirosa de los yuuzhan vong. El nombre, como tal, era una bofetada a la ortodoxia religiosa yuuzhan vong. Aunque aquel disfraz había resultado útil (le había otorgado una ventaja táctica clara tanto en la batalla de Hapes como en la de Borleias), también había servido para aumentar todavía más el número, ya considerable de suyo, de enemigos que deseaban ardientemente matarla.
Ante aquella idea, no podía hacer más que encogerse de hombros. Vaya novedad.
—Vamos, Lowie.
Lowbacca, a través de su capucha de cognición vong, ordenó a la Mentirosa que acelerara, surgiendo de detrás de la gigante de gas Obroa-Held y apareciendo ante la vista de cualquier detector enemigo. La energía gravitacional dirigida empezó a palpitar en los dovin basal incrustados en la fragata, y aunque algunos dovin basal habían muerto en la batalla de Hapes, la enorme nave viviente emprendió una aceleración feroz y regular que a cualquier navío de la Nueva República le costaría mucho igualar.
Después de hacer aquella indicación, Jaina transmitió un mensaje en clave por medio del comunicador subespacial de la Nueva República que había montado Lowbacca en la fragata. El objetivo ha llegado. Que empiece la fiesta.
Sólo entonces los sensores de la Mentirosa percibieron plenamente a la flota que acababa de llegar al sistema de Obroa-Skai.
Jaina sintió que se le erizaba el vello de la nuca cuando miró la pantalla. Ocho fragatas del tamaño de la suya. Dos naves de transporte inmensas. Más coralitas y naves guías de las que era capaz de contar.
Y un inmenso navío de forma oval, que brillaba en las pantallas como un ojo ardiente que no pestañeaba. No era tan grande como una mundonave, pero era el objeto mayor presente en el sistema solar Obroa-Skai, aparte de sus planetas y sus satélites naturales.
«La nave personal de mando del Sumo Señor Shimrra», pensó Jaina. Pues sí. Los Servicios de Inteligencia de la Nueva República estaban en lo cierto.
Una nueva onda gravitacional agitó la nave. Se trataban de las órdenes del yammosk, el coordinador bélico de los yuuzhan vong que ejecutaba las órdenes del comandante enemigo. Lowbacca consintió que la Mentirosa obedeciera las órdenes del yammosk, que le solicitaba que cambiara el rumbo hacia el enemigo; pero despacio, como si la fragata estuviera averiada o no fuera capaz de entender claramente las instrucciones.
Sin duda, el yammosk comprobaría si la fragata estaba averiada, con lo que su falta de comunicación con la flota sería más convincente.
Y entonces empezó la fiesta. Las fuerzas de la Nueva República cayeron del hiperespacio como si hubieran estado siguiendo a la Mentirosa.
Nueve grupos de cazas. Cuatro naves artilleras corellianas. Tres cruceros clase República de Kuat. Una fragata de la clase Lancer que había sido tomada al Imperio durante la Rebelión y reformada después. Y dos cruceros de combate mon calamari MC80B, muy distintos en su aspecto pero dotados de un complemento de turboláseres y de cañones iónicos capaces de destrozar mundos enteros, así como de sus propios diez escuadrones de cazas que ya salían de los cascos escalonados de los cruceros, como enjambres de insectos con aguijón. Todo ello bajo el mando del general Keyan Farlander, el héroe agamariano de la Rebelión, y todo ello apareciendo inmediatamente detrás de Jaina, oculto sólo parcialmente por la gigante de gas Obroa-Held.
«Esto sí que es una batalla de verdad», pensó Jaina con júbilo.
Y estaban siguiendo su plan. El plan de ella. Su alegría intensa venció durante un instante a todas sus dudas, y Jaina gozó de la sensación gloriosa de poder. Shimrra, prepárate.
Las fuerzas de la Nueva República habían estado apostadas a sólo cuatro horas-luz, esperando la señal de Jaina para poder aparecer en el Sistema Obroa-Skai haciendo el menor salto posible por el hiperespacio. Aparecieron ligeramente fuera del alcance de la Mentirosa, como si hubieran calculado mal el regreso al espacio normal. Al Sumo Señor Shimrra le parecería una oportunidad perfecta para tender una emboscada a los que habían querido tendérsela a él.
Llegaron más órdenes del yammosk, tantos y tan complejos que Jaina no podía intentar siquiera descodificarlos. Por medio de las percepciones extrañas que alcanzaba a través de su capucha vio que la flota enemiga se desplegaba, que las naves pesadas se desplazaban pesadamente tomando posición entre los veloces enjambres de coralitas que relucían como bancos de peces sobre la oscuridad del espacio, moviéndose todos con la sincronía y la precisión imposible que les otorgaba la inteligencia controladora del yammosk.
Pero hacían precisamente lo que Jaina había esperado que hicieran. Animados quizá por su leve ventaja en potencia de fuego, maniobraban para hacer frente a las fuerzas de la Nueva República.
Jaina había temido que, si la flota de la Nueva República se hubiera limitado a irrumpir en el sistema y atacar, los yuuzhan vong se habrían apiñado alrededor de la nave de mando de Shimrra, y entonces las fuerzas de la Nueva República no serían capaces de alcanzar al jefe enemigo. Pero al hacer aparecer en el sistema a la Mentirosa averiada, parecía como si fuera la Nueva República la que había sido tomada por sorpresa, y no los yuuzhan vong; como si hubieran saltado a aquel sistema persiguiendo a una fragata dañada y se hubieran encontrado, en cambio, a todo un ejército.
La psicología bélica de los yuuzhan vong se basaba en el ataque, en la ferocidad calculada de la ofensiva total. Jaina había esperado provocar esa psicología, y lo había conseguido.
De momento no podía hacer más que seguir las órdenes del yammosk. Se recostó en el inmenso sillón de mando que estaba configurado para acoger a un guerrero yuuzhan vong acorazado, e intentó relajar los músculos, controlar la respiración. Dejó que su conciencia de la Fuerza, que siempre se encontraba rondando en los límites de sus percepciones, le inundara la mente con su claridad enfocada.
Sintió la presencia próxima de Lowbacca, bajo la capucha que le daba el mando de navegación de la fragata. Su otro teniente, Tesar Sebatyne, tenía concentrada su mente eficiente de depredador en el control de los sistemas de armamento de la fragata. Jaina percibió, más lejos, a Corran Horn, serio y de confianza, que dirigía el Escuadrón Pícaro, y a Kyp Durron, que volaba en cabeza de su Docena reconstituida. La reacción instintiva de Kyp, al percibir a Jaina a través de la Fuerza, fue proyectar inquietud, y ella se esforzó por enviarle seguridad cálida. Desde la relación de Jaina con Jag Fel, Kyp había sido una presencia de apoyo, casi paternal, y ni Jaina ni él sabían bien el modo de reconciliar su nueva identidad con su antigua personalidad ardorosa de niño terrible de los Jedi.
Después, y por último, Jaina percibió una presencia que le resultaba menos familiar, la de la Jedi anx Madurrin, que servía en el puente del crucero mon calamari Mon Adapyne, dispuesta a servirse de su vínculo de la Fuerza con los demás Jedi para el Servicio de la Nueva República.
Jaina sabía que otros amigos no tardarían en hacer frente al enemigo, otros amigos que no eran Jedi y a los que ella no podía sentir por medio de la Fuerza. Amigos del Escuadrón Luna Negra y del Escuadrón Sable, además de en los Espectros supersecretos, naves espía capaces de dejar atrás a cualquier otra del enemigo.
Jaina gozó por un momento del recuerdo de aquellos con los que se había entrenado, con los que había servido, con los que había compartido triunfos y desesperaciones… En Myrkr había aprendido el poder de la fusión en la Fuerza que se podía producir cuando varios Jedi unían sus mentes y sus pensamientos, volviéndose más fuertes que cuando cada uno de ellos estaba solo; y pasó un largo momento complaciéndose en la unidad de los Jedi.
«¡Jacen!», pensó, sintiendo su presencia como un canto en su mente; y, después, se liberó con un esfuerzo de la conciencia de la Fuerza y de las oleadas repentinas de emociones contradictorias que la recorrían.
Un aullido de wookiee sonó en su intercomunicador.
—¡No sé a qué ha venido eso! —dijo, titubeando—. He debido de perder la cabeza un instante. Lo siento.
Lowbacca la tranquilizó con un gruñido.
—Me abrí a la Fuerza, y debo de haberme abierto también a… a alguna otra cosa.
Jaina volvió a buscar en la Fuerza con precaución, y no sintió más que el interés caluroso de sus amigos.
Todo va bien, intentó enviarles.
Pero no pudo evitar hacerse eco de lo que le había preguntado Lowbacca. ¿Qué pasa?¿A qué se había abierto ella, que le había provocado aquella inundación de recuerdos y de emociones asociadas a su hermano gemelo muerto?
Percibió lejanamente las órdenes del yammosk enemigo; vio que la flota yuuzhan vong las ejecutaba al instante. En el enemigo no había titubeos, no había ninguna sensación de indecisión ni de miedo. «Ojalá pudiésemos decir otro tanto de nosotros mismos», pensó Jaina.
Su mente daba vueltas a la situación, intentando deducir las intenciones del enemigo en vista de sus despliegues. El plan de la batalla inminente lo había trazado ella misma en gran medida, y se basaba en varios supuestos que Jaina no podía saber con seguridad si seguían siendo válidos.
Ya no podía confiar del todo en el supuesto de que los yuuzhan vong no se habían dado cuenta de que la Mentirosa ya no era una de sus naves. Ella ya había utilizado a la fragata como engaño, y era perfectamente posible que los enemigos ya estuvieran al corriente.
Una parte de su plan se basaba también en el empleo de dovin basal falsos que podían fijarse a las naves enemigas e identificar a éstas como enemigas para su propio bando. Aquello había producido éxitos espectaculares en el cúmulo estelar Hapes y en la batalla de Borleias, pero los yuuzhan vong aprenderían tarde o temprano a hacer caso omiso de las señales falsas o a contrarrestarlos.
El elemento más crucial del plan eran los bloqueadores de yammosk que había desarrollado Danni Quee. Estos aparatos anularían las señales del coordinador bélico yuuzhan vong impidiendo las desazonadoras maniobras instantáneas y unánimes que habían sido el sello de las victorias enemigas.
Si los yuuzhan vong habían descubierto el modo de contrarrestar los bloqueadores, entonces Jaina estaba conduciendo a una flota de la Nueva República a una destrucción segura, y el Sumo Señor Shimrra presenciaría con gran interés una nueva victoria gloriosa de los vong…
Que todo funcione aunque sólo sea una vez más.
Las dos flotas hacían maniobras. Ya no corrían una hacia la otra en sentidos opuestos; ambas habían cambiado el rumbo para evitar a la gigante de gas Obroa-Held y para aproximarse a un ángulo mucho más agudo, que otorgaría un campo de tiro mucho más amplio a los cañones laterales de las naves principales. Entre los enemigos había un enjambre de coralitas que parecían dedicados a proteger la supuesta nave capitana del Señor Shimrra, que a su vez flotaba un poco retrasada de la acción, cubierta por otros elementos de la flota. Y la nave capitana, a su vez, protegía a las grandes naves de transporte, que se habían apostado tras ella.
Y la fragata de Jaina, a la que al parecer no prestaba atención ninguno de los dos bandos, volaba a través del espacio entre una flota y otra, como para ponerse a salvo entre los escuadrones yuuzhan vong.
La Mentirosa recibió más órdenes transmitidas por el yammosk enemigo.
—Nos ordenan que nos situemos a popa de la nave capitana enemiga, dijo Lowbacca.
—Bueno, eso viene a ser perfecto —opinó Jaina.
—¿Obedezco?
—Sí. Pero muévete con naturalidad… ya sabes, despacio y con torpeza.
Lowbacca respondió con un gruñido, pero Jaina comprendió que equivalía a una risa.
Jaina volvió a dejarse caer en la Fuerza, integrando la imagen que recibía por la capucha de cognición vong. Ambos bandos se aproximaban al punto sin retorno, a partir del cual los misiles y los cazas empezarían a saltar el espacio que separaba a los escuadrones.
Jaina observaba cómo se desplazaban las naves por el espacio, intentando calibrar su movimiento.
Ya, transmitió por la Fuerza. Sintió que Madurrin recibía la orden, que la retransmitía verbalmente a otros en la nave capitana.
Al recibirse la señal, un aparato que iba a bordo de una de las naves espía del Escuadrón Espectro empezó a emitir ondas gravitacionales que interferían directamente con las señales del yammosk enemigo.
Y entonces, cuando el coordinador bélico enemigo ya no era capaz de comunicarse con los elementos de su flota, la flota de la Nueva República emprendió una nueva maniobra. Cada uno de los elementos de la flota cambió su rumbo para encaminarse directamente hacia la mayor de las naves enemigas, el navío personal de Shimrra.
Shimrra se había convertido en el blanco único de más de cien naves de la Nueva República. Si el yammosk estaba bloqueado, el enemigo no sería capaz de coordinar una reacción a tiempo, y tampoco podían huir al hiperespacio por la proximidad del campo gravitatorio de Obroa-Held.
Jaina, atrapada en un momento de suspense que le pareció eterno, esperó a ver si funcionaban los bloqueadores, si el enemigo reaccionaba. Era capaz de percibir vagamente el bloqueador a través de su conexión con los dovin basal de la Mentirosa; el ritmo de la transmisión del bloqueador era más fuerte que los envíos del yammosk enemigo.
Y entonces sintió un nuevo ritmo que se imponía al primero y vio que las naves enemigas reaccionaban, virando en una respuesta unificada ante la maniobra de la Nueva República. Todas y cada una de las naves de la armada enemiga habían cambiado el rumbo en un mismo instante.
«¡No! —pensó Jaina, horrorizada—. ¡No puede ser!».
El bloqueador había fallado; o, mejor dicho, había funcionado sólo unos instantes, produciendo un titubeo en la contramaniobra enemiga.
Al menos, habían conseguido retrasarla maniobra del enemigo. Su posición ya no era la ideal.
La desesperación invadió a Jaina. «Hay que salir de aquí», pensó a través de la fusión en la Fuerza. «¡Fuera de Obroa-Held, al hiperespacio ahora mismo!». No envió palabras, sino un conglomerado frenético de imágenes, impulsos y emociones que reflejaban su propia angustia.
«No». La presencia poderosa de Corran Horn inundó la conciencia de la Fuerza de Jaina. La respuesta era un cóctel poderoso de sentimientos, impulsos, palabras y razonamiento firme. «¡Piensa!».
Jaina estaba tan frenética que apenas era capaz de pensar. Su fragata volaba directamente hacia el enemigo, y un escuadrón enemigo encabezado por dos fragatas del tamaño de la suya, había cambiado el rumbo para pasar muy cerca de ella. Jaina confió en que no se dirigieran hacia la Mentirosa, sino hacia algún elemento de la flota de la Nueva República.
Empezaron a volar por sus pantallas rastros de misiles. Tampoco iba dirigido a ella ninguno.
La presencia de Madurrin entró flotando en la fusión en la Fuerza, avisando a los demás de que Farlander iba a intentar otra maniobra en el último momento.
Jaina ordenó a su fragata soltar armas al aproximarse el escuadrón enemigo. Como si fueran bombas-sombra, se sirvió de la Fuerza para impulsarlas hacia las naves de guerra yuuzhan vong; pero no eran bombas-sombra ni iban a hacer ningún daño al enemigo, al menos directamente. Cada una contenía un dovin basal que, cuando se fijara a un navío enemigo y se activara, identificaría a la nave que lo llevaba como enemiga de los yuuzhan vong. Jaina ya había utilizado esa técnica en el pasado para hacer que los enemigos se dispararan mutuamente, pero ahora ya no confiaba en la táctica: si los yuuzhan vong habían hallado el modo de contrarrestar el bloqueador de yammosk, no les faltaría gran cosa para ser capaces de contrarrestar todas las armas de que disponía Jaina.
El escuadrón enemigo pasó junto a ella fugazmente y varios de los dovin basal falsos se fijaron a cada nave. Jaina sintió una subida de la Fuerza cuando se pronunció la orden de maniobra de la Nueva República en el último instante. Contuvo la respiración cuando los escuadrones de Farlander viraron y aceleraron, intentando cortar el rumbo de los escuadrones yuuzhan vong que venían hacia ellos, y modificando su objetivo, de la nave capitana de Shimrra a los elementos de la flota enemiga. Y entonces la desesperación de Jaina se volvió más profunda cuando percibió, por medio de su conexión con los dovin basal de la Mentirosa, otra serie de comandos que emanaban del lejano yammosk. Todas las naves enemigas volvieron a virar para contrarrestar la maniobra de Keyan Farlander.
En esta ocasión los yuuzhan vong ni siquiera se habían retrasado. Habían reaccionado a la maniobra al instante de detectarla.
A Jaina se le heló la sangre. Los bloqueadores de yammosk se habían contrarrestado. La mayor aportación al esfuerzo bélico, la piedra angular del plan de Jaina para ganar la batalla, había resultado inútil.
Por pura desesperación, activó los dovin basal falsos que había lanzado hacia las naves enemigas. A pesar de su impulsividad, lo hizo en el momento perfecto: los dovin basal falsos se activaron justamente cuando las naves enemigas desencadenaban su ataque principal contra el escuadrón de la Nueva República. Todos los misiles y todos los rayos que en condiciones normales habrían caído sobre las naves de la Nueva República se dispararon, en cambio, contra las dos fragatas y contra algunas otras naves menores, que, a su vez, se bombardeaban mutuamente con furia. Jaina vio que los elementos del escuadrón yuuzhan vong empezaban a maniobrar, enfrentándose mutuamente, con la misma precisión que habían manifestado siempre cuando los guiaba un yammosk.
Los pilotos y los artilleros yuuzhan vong estaban ocultos bajo la capucha viviente que les suministraba información, y no sabían más que lo que les decía la capucha. Cuando ésta les decía que una nave era enemiga, ellos le disparaban.
—Ha funcionado —dijo Jaina.
—Claro —respondió Lowbacca.
Pero ¿por qué? La pregunta le llegó flotando a Jaina, procedente de Corran Horn. Piensa. Aquí pasa… algo.
El fuego se extendía por los costados de las dos fragatas enemigas a medida que los proyectiles y los misiles daban en el blanco. Tenían orientados los escudos de dovin basal para repeler los ataques del escuadrón de la Nueva República y no el fuego de ellos mismos, y estaban sufriendo graves daños. Y entonces, cuando los enemigos estaban en pleno combate entre sí, llegaron los misiles de impacto de la Nueva República y los rayos de sus cañones de láser, seguidos de la Docena de Kyp y de otros dos grupos de cazas. Las naves enemigas menores se evaporaban. Las dos fragatas vacilaban bajo los múltiples impactos recibidos. Jaina soltó una exclamación de alegría que sonó amortiguada bajo su capucha. Podía sentir a través de la Fuerza a Corran, a Kyp y a Madurrin, que combatían juntos y aportaban a los elementos independientes de la flota una sincronización similar a la que daba a los yuuzhan vong su yammosk.
Pero ellos pilotaban sólo tres naves, y sólo dirigían tres elementos de la flota, dos de ellos escuadrones de cazas. El resto de la flota de la Nueva República debía comunicarse por medios más convencionales. Y sólo uno de los cinco escuadrones enemigos tenía problemas, aquella a la que Jaina había enviado dovin basal falsos. Las demás combatían a las fuerzas de la Nueva República en un intercambio mucho más convencional, en el que los yuuzhan vong seguían maniobrando con la unanimidad increíble que les proporcionaba su coordinador bélico.
Cabía suponer que las fuerzas de la Nueva República estaban disparando más dovin basal falsos al enemigo; pero, para que surtieran efecto, debían llegar hasta ellos los misiles, y de momento no había llegado ninguno.
Al contrario de lo que podría pensarse, los combates entre cazas solían volverse menos mortales a medida que intervenían más y más combatientes. Cuando la batalla era amplia y confusa, los pilotos pasaban más tiempo vigilando su propia cola que persiguiendo al enemigo. Los cerebros de los pilotos sencillamente eran incapaces de seguir la pista a todas las naves que evolucionaban contra ellos.
Pero al coordinador bélico de los yuuzhan vong no le pasaba lo mismo. El yammosk seguía la pista a todas las naves que estaban en el cielo y ordenaba las maniobras de las que estaban en peligro, al tiempo que dirigía a otras para que acudieran al rescate de sus camaradas. Los pilotos de caza de la Nueva República, con todo lo valientes que eran y lo bien entrenados que estaban, quedaban francamente superados por una inteligencia especializada que era capaz de procesar simultáneamente todos los datos de una gran batalla.
A Jaina se le elevó el ánimo cuando vio que una fragata enemiga, primero, y después la otra, volaban en pedazos, traicionadas ambas por los dovin basal falsos que les había disparado ella. Pero, aparte de aquello, a los yuuzhan vong les iban bien las cosas. Una nave artillera corelliana estaba en llamas, y el navío, sin control, salía de la formación, con los impulsores subluz averiados. Un crucero clase República estaba recibiendo muchos impactos.
Y alrededor de todas las formaciones se movían enjambres de pequeñas luciérnagas, cazas y coralitas que caían en el combate, perdiendo la vida en breves llamaradas silenciosas.
Sólo Jaina, que había volado a través de la flota enemiga sin oposición, se encontraba en situación de observarlo todo, para su desesperación. El yammosk enemigo otorgaba a los yuuzhan vong una ventaja demasiado grande. Jaina percibía a Corran y a Kyp, que libraban batalla contra un enemigo cuyas maniobras eran, sencillamente, impecables.
«¡Piensa!». Jaina se hizo eco de la orden de Corran Horn. Ella estaba dirigiendo a la única tripulación que no estaba combatiendo al enemigo; ella era la única persona que tenía tiempo de pensar. ¿Por qué funcionaba el yammosk, a pesar de que estaba siendo bloqueador? ¿Por qué no funcionaba el bloqueador, mientras los dovin basal falsos funcionaban perfectamente, a pesar de que ambos se basaban en unos mismos principios?
Por medio de los dovin basal de la Mentirosa, podía percibir lejanamente las órdenes del yammosk enemigo, las instrucciones transmitidas por ondas gravitacionales que comandaban las formaciones de los yuuzhan vong. Pero también percibía las palpitaciones regulares del bloqueador, de ese bloqueador que debía estar anulando la señal enemiga.
¿Qué estaba pasando?
Respondió a su propia pregunta con una orden. «¡Piensa!».
Sumergió su consciencia en aquellas señales complejas, intentando percibir sus pautas. Los ritmos de los mensajes, con sus códigos densos, le recorrían la mente demasiado aprisa para que pudiera seguirlos. Descubrió que no había dos pautas superpuestas, sino dos pautas distintas: casi parecía que el bloqueador y el yammosk no tenían nada que ver el uno con el otro. ¿A qué se debía el problema?
Y entonces, por debajo del bloqueador, Jaina empezó a percibir algo más, otra pauta.
Su consciencia se ralentizó, intentando desintonizarse de la pulsación implacable del bloqueador. Ahí… La sorpresa le vibró en los nervios. Lo que detectaba parecían ser las señales de otro yammosk.
¿Dos yammosk?
Comprendió la verdad en un momento de inspiración repentina. El Sumo Señor Shimrra se había traído a la batalla su propio coordinador bélico, que probablemente iba a bordo de su nave capitana. Pero existía un segundo yammosk en el sistema, el que habían montado los invasores en Obroa-Skai, el yammosk que conocían desde el primer momento los Servicios de Inteligencia de la Nueva República.
El yammosk que estaba al mando en un primer momento, cualquiera que fuera de los dos, había sido bloqueado por los Espectros. Pero después había tomado el mando el segundo yammosk, que operaba en otra zona del espectro de ondas gravitatorias.
A Jaina le temblaron un momento las manos dentro de sus guantes de mando, dispuesta a ordenar al bloqueador que iba a bordo de la Mentirosa que empezara a funcionar; pero, después, titubeó. Si el enemigo detectaba el origen del bloqueo, sabría que la Mentirosa era una nave espía. En vez de ello, se arrancó la capucha de cognición y tomó el comunicador.
—Jefa de los Soles Gemelos a jefe de Espectros. ¡Hay un segundo yammosk! Tendréis que sintonizar otro bloqueador con él.
El tono de voz de Rostro Loran no expresó ninguna sorpresa que pudiera sentir éste.
—Aquí jefe de Espectros. Mensaje comprendido, comandante.
Al cabo de una breve espera, Jaina percibió que el segundo bloqueador empezaba a transmitir su ritmo machacón, y a los pocos segundos encontró la señal correcta y empezó a bloquearla. Jaina observó con ansiedad la batalla que se desplegaba a sus espaldas.
Funcionaba. La extraña sincronía de las naves enemigas empezaba a deshacerse. Los coralitas titubeaban en sus movimientos, esperando instrucciones entre el desorden mortal, y las naves de la Nueva República aprovecharon la ventaja al instante.
La Nueva República había tomado la iniciativa. Ellos sí estaban acostumbrados a operar con comunicaciones y coordinación menos que perfectas; pero los pilotos yuuzhan vong se quedaban desconcertados cuando no podían contar con las órdenes del yammosk.
¡Ya he dado a uno! transmitió Kyp por la Fuerza, con júbilo.
Pues da a otro, envió Corran Horn… Si podía enviarlo, era porque ya no estaba tan agobiado como antes. Jaina sintió deseos de llorar de puro alivio.
Volvió a relajarse en la Fuerza. Ella ya no podía ejercer un efecto directo sobre la batalla, pero sí podía ayudar a sus amigos, podía enviarles fuerza, amor y apoyo por su vínculo común de la Fuerza. Percibía la Fuerza creciente de ellos, su sensación de triunfo en aumento. Los coralitas estallaban en llamas ante sus cañones.
Presenció la marcha de la batalla combinando la consciencia de la Fuerza con los datos que recibía por los sensores de la Mentirosa. Cuando las dos fragatas enemigas se habían destruido mutuamente, las naves capitales que combatían contra ellas se habían encontrado libres y habían acudido en ayuda de un segundo escuadrón de la Nueva República, rodeando a un escuadrón yuuzhan vong entre ésta y ellos. En otra parte de la batalla, otra fragata enemiga había recibido uno de los dovin basal falsos y estaba siendo bombardeada por otra fragata yuuzhan vong: y por enjambres de coralitas que la habían tomado por enemiga. Se había dado claramente la vuelta a la situación, y Jaina estaba llena de júbilo silencioso.
Mi plan. Estaba funcionando, al final.
—Jaina —la voz de Lowbacca.
—¿Sí?
—Pensé que te interesaría saber que acabo de poner a la Mentirosa justo a popa de la nave capitana enemiga.
Jaina volvió bruscamente al estado de atención y se puso en la cabeza la capucha de cognición. Detectó al instante, directamente al frente, la popa redondeada de la nave de Shimrra, erizada de cañones de plasma, de tubos lanzadores y de carenas redondeadas que sin duda contenían algo, probablemente dovin basal utilizados para la propulsión o para la defensa.
«¡Y han sido ellos los que nos han mandado que vengamos aquí!», pensó, encantada.
—Bien —dijo, hablando esta vez por el intercomunicador que la conectaba con todos los miembros de su escuadrón—. Quiero fuego sobre todos los cañones y lanzadores de proyectiles de la popa de esa nave. Y también sobre esas carenas, que algo deben de contener.
Las confirmaciones de recibo crujieron en el intercomunicador, y Jaina se dedicó a cumplir sus propias órdenes. La mayoría de los miembros de su escuadrón estaban repartidos por la fragata, provistos de capuchas y guantes como ella, controlando armas o puestos de defensa. Aunque ella era capaz de dirigir la nave con menos de doce tripulantes, se alcanzaba una eficacia mayor si había más seres sensibles en los puestos.
Y sus pilotos bisoños, que constituían exactamente la mitad de los doce miembros de su escuadrón, estaban mucho más seguros allí que pilotando sus cazas estelares contra un enemigo experimentado.
Todos los puestos anunciaron que estaban listos. Jaina sostenía en el aire las manos enguantadas. Transmitió por medio de la Fuerza el mensaje de que se disponían a abrir fuego sobre la nave capitana.
Al cabo de un momento llegó la respuesta del general Farlander, retransmitida por Madurrin. Adelante.
Adelante. Bien.
—¿Todas las armas preparadas? ¡Fuego!
La proa de la Mentirosa centelleó al despedir una multitud de misiles y proyectiles hacia la popa del enemigo, no defendida. El fuego se abrió como una flor sobre la silueta oscura de la nave enemiga; los puntos de luz producían formas que indicaban docenas de impactos. Jaina se aseguró que entre los proyectiles se encontraran dos de sus misiles con dovin basal falsos, uno principal y otro de reserva; y, en cuanto hubo terminado la primera salva, activó el principal, que hacía saber a todos los yuuzhan vong de las proximidades que su propia nave capitana era ahora una nave enemiga.
Esto animó a los sesenta coralitas que estaban en las proximidades a poner algo de su parte, lanzándose hacia su propia nave capitana despidiendo fuego desde los costados. Las pequeñas naves seguramente no podían causar graves daños a un objetivo tan enorme como aquél; pero toda pequeña ayuda servía de algo.
Se produjo una pausa entre la primera salva y la segunda, porque los artilleros se detuvieron a observar los daños producidos en sus blancos y apuntaron a los objetivos que no habían sido destruidos. Y, después, la proa de la Mentirosa volvió a centellear, y esta vez el fuego no cesó.
Jaina estaba dispuesta a mantener el fuego hasta que estuvieran vacíos todos los cañones y todos los lanzamisiles de su nave.
La respuesta de la nave capitana fue sorprendentemente lenta. Dirigió hacia popa la energía de los dovin basal, que absorbieron los proyectiles recibidos en sus singularidades de agujeros negros; pero, al parecer, los dovin basal no eran capaces de cubrir toda la popa, por lo que una parte de la salva atacante dio en el blanco, y otros rayos procedentes de la Mentirosa rodearon en trayectoria curva el espacio deformado por los dovin basal sobre la popa de la nave enemiga para alcanzar a ésta en alguna otra parte entre proa y popa.
Después del primer ataque de Jaina, al enemigo simplemente no le quedaba ninguna arma que apuntara directamente hacia popa, y tuvieron que dispararle misiles desde las baterías de las bandas. Pero éstos tenían que trazar una larga curva para alcanzar a la Mentirosa, y los dovin basal de la propia Mentirosa eran capaces de detenerlos con su deformación del espacio.
—¡Estamos en su zona ciega! —exclamó Jaina, sin dejar de disparar.
Percibió por medio de su consciencia de la Fuerza la satisfacción de Kyp al abatir un par de coralitas, el agrado adusto de Corran al encabezar a su grupo hasta la cola de un grupo de coris enemigos, y la admiración de Madurrin al quedar destruidas otras dos fragatas enemigas.
La popa de la nave capitana enemiga ya estaba iluminada de un color rojo anaranjado espectral, recalentada por los impactos repetidos.
Jaina seguía disparando.
—El enemigo se está retirando, jefa de Soles Gemelos —le dijo la voz de su propia nave capitana por el intercomunicador.
—Buena noticia, capitana.
—No tan buena para ti. Retroceden para ayudar a su jefe.
Aquello quería decir que no tardarían en atacarla cuatro fragatas enemigas. No… tres fragatas enemigas: vio que una quedaba destrozada al intentar retirarse del combate.
—Será mejor llamar a…
—Ya está hecho, jefa de Gemelos.
Ya está hecho. Jaina sintió por medio de sus dovin basal la subida de las ondas gravitatorias producidas al llegar al espacio real dos escuadrones más de naves estelares.
Dos Dragones de Combate, tres cruceros clase Nova y sus cazas acompañantes, todos ellos cedidos por la armada de Hapan y dirigidos en persona por la que había sido compañera de clase de Jaina, la reina madre Tenel Ka, monarca de los sesenta y tres planetas habitados del Consorcio de Hapes.
¡Saludos!, le envió Tenel Ka. Su personalidad fuerte inundaba la consciencia de la Fuerza de Jaina. La aparición de aquella única Jedi había bastado para aumentar mucho el poder de la fusión en la Fuerza.
Bienvenida a Obroa-Skai, majestad, intentó transmitirle Jaina. Te hemos guardado la nave capitana para ti. No sabía si podría comunicarse por la Fuerza un pensamiento tan complicado, pero percibió que Tenel Ka había comprendido al menos lo esencial.
La flota hapana, como las naves de la Nueva República, había estado a la espera a sólo pocas horas luz de Obroa-Skai, dispuesta a aparecer cuando la llamaran. La experiencia de combate anterior de los hapanos junto con la Nueva República, en Fondor, había sido una verdadera catástrofe, y Tenel Ka había corrido un riesgo político al llevar allí sus naves. Tanto Jaina como el general Farlander querían servirse de su aliada con prudencia, y por eso habían acordado que los hapanos sólo servirían para rematar una victoria o, en su caso, para cubrir una retirada.
Lo que consiguieron los hapanos, en cambio, fue completar una masacre. La táctica hapana había consistido siempre en un ataque frontal que lanzaba un muro masivo de energía, dirigiendo todas las armas a la vez sobre un solo objetivo; esta táctica resultaba ideal para la situación presente. Los Dragones de Combate, camino de la nave capitana, empezaron por quitarse de en medio a las naves de transporte enemigas, haciéndolas saltar en pedazos con su muro de fuego concentrado.
Jaina contempló con admiración el modo en que los tres cruceros de combate, actuando al unísono, se lanzaban contra la nave capitana enemiga en una sola pasada, bombardeándola con sus baterías. Una buena parte del fuego alcanzó al objetivo, y Jaina vio que saltaban del caso de la nave enemiga grandes explosiones y chorros de residuos.
En tiempos pasados, las armas energéticas hapanas tardaban mucho tiempo en recargarse; pero después de la batalla de Fondor, la Nueva República había facilitado a Hapan turboláseres de recarga rápida, gracias a los cuales los cruceros de combate pudieron seguir en la lucha y mantener el fuego, acompañados ya de los Dragones de Combate. La nave capitana temblaba por los impactos, vomitando llamas por los grandes orificios que se abrían en sus costados.
Llegado este momento, el resto de los yuuzhan vong dieron por perdida, al parecer, a su nave capitana, abandonaron la batalla y huyeron en todas direcciones, perseguidas por escuadrones aliados. Jaina se quedó sorprendida: había supuesto que defenderían a su Comandante Supremo hasta el último guerrero.
Una fragata enemiga, rodeada de perseguidores, saltó al hiperespacio demasiado pronto y la gravedad de Obroa-Held volvió a traerla al espacio real. Los dovin basal amortiguadores de inercia fallaron con el golpe, y todos los individuos que iban a bordo de la nave fueron arrojados hacia la pared más próxima a casi el sesenta por ciento de la velocidad de la luz. El resultado fue un plasma supercalentado que rompió el casco enemigo en su explosión hacia el exterior. Otra fragata fue hecha pedazos por los cruceros de la Nueva República. De las naves principales, sólo escapó una fragata al hiperespacio, junto con los coralitas que había conseguido recoger.
Las naves hapanas hicieron estallar la nave capitana a su pasada siguiente. Los cazas estelares emprendieron la caza de los coralitas que habían quedado aislados.
Sólo faltaba que las naves principales aliadas supervivientes se desplazaran hasta Obroa-Skai, destruyeran el yammosk de un tiro certero, y bombardearan después todos los cuarteles o instalaciones de los yuuzhan vong hasta que los vieran brillar, procurando no dañar lo que quedaba de la biblioteca.
Jaina contempló la culminación de las operaciones, llena de admiración. Había funcionado. Su propio plan. Había funcionado.
Acababa de matar a Shimrra, Sumo Señor de los yuuzhan vong. Si no acababa de ganar la guerra, al menos era posible que hubiera dado el golpe decisivo.
Le llegó por el intercomunicador un aullido de wookiee.
—¡Eso digo yo! —dijo Tesar—. ¡Felicidades!
Las aclamaciones y las felicitaciones llegaron a raudales por el intercomunicador. El escuadrón de Jaina, los camaradas a los que ella había llevado a un gran peligro, la aclamaban por su éxito Jaina se llenó de una alegría a la que no estaba acostumbrada.
—Gracias —balbuceó—. Gracias a todos.
Le llegaron nuevas felicitaciones por su consciencia de la Fuerza. Y, después, desde la nave capitana: «Atención. El general va a enviar un mensaje».
Keyan Farlander parecía desconcertado cuando sonó su voz por el intercomunicador.
—Acabo de recibir una comunicación subespacial de los Servicios de Inteligencia, que me recomiendan que no lance el ataque, o que lo detenga si lo he comenzado —dijo.
Jaina se rió. Con la embriaguez de la victoria, los Servicios de Inteligencia de la Nueva República parecían todavía más desfasados de lo habitual.
—Supongo que no han dicho por qué, ¿verdad? —respondió Jaina.
—Bueno… parece que ha habido un problema —dijo Farlander—. Al parecer, resulta que el Sumo Señor Shimrra no iba en la nave capitana.