CAPÍTULO 20:
Mayo de 2004

—Tres.

—Dos.

—Uno…

Tyler sintió que sus dedos se ponían blancos contra su copa flauta de champán, mientras contemplaba a Divya y Cameron inclinados uno junto a otro sobre la pantalla del ordenador. El dedo de Divya estaba en el aire, suspendido sobre el teclado del ordenador; estaba tratando de sacarle todo el jugo que podía al momento, de ponerle todo el dramatismo imaginable. En teoría, el momento era dramático: el lanzamiento de la página web en la que habían estado trabajando desde 2002, casi dos años enteros. Rebautizada ConnectU —más que nada para ayudarles a superar el trauma de lo que había ocurrido los últimos meses, pero también porque thefacebook había demostrado que la idea que había detrás de Harvard Connection podía funcionar simultáneamente en muchas universidades— la página estaba finalmente lista para salir online. Tras tantas horas de discusiones, planes e inquietudes, tantos días dedicados al diseño de la página, a sus gráficos, a sus elementos. Era un gran momento.

Y sin embargo no parecía tan grande, ni tan dramático. Tal vez fuera porque en la práctica no era más que un chico indio dándole a una tecla mientras dos gemelos idénticos le observaban en medio de una espartana y casi inhóspita habitación del Quad.

La mayoría de las pertenencias de Tyler habían sido ya empaquetadas en cajas, etiquetadas y apiladas junto a las paredes de la pequeña habitación. En unas horas llegaría su padre para ayudarles a mudarse y dejarían Harvard para siempre, camino del mundo real. Bueno, tal vez no exactamente el mundo real. Cameron y Tyler iban a entrar directamente en un programa de entrenamiento más intenso incluso que el que habían estado siguiendo en Harvard. Para ayudarles a llegar a su meta, su padre había restaurado unas instalaciones para remo en Connecticut. Habían contratado a un entrenador, y ahora que se habían graduado iban a emplearse a fondo para participar en los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008. Hasta ese momento, por supuesto, habría miles y miles de horas de entrenamiento. Sería duro, doloroso y a veces increíblemente pesado.

Pero mientras ellos se entrenaban, ConnectU seguiría su camino. Con suerte, sumando miembros en las universidades de todo el país. Con suerte, de algún modo, encontrando el modo de competir con thefacebook, MySpace, Friendster y todas las demás redes sociales que estaban surgiendo y difundiéndose como virus por Internet.

Tyler sabía que partían con una inmensa desventaja. Conocía perfectamente el concepto de la «ventaja del primer movimiento»; su padre había enseñado administración de empresas en Wharton durante doce años, después de fundar su consultoría, y le había explicado la idea muchas veces. En ciertas industrias, lo importante no era la calidad del producto o siquiera la estrategia empresarial. Se trataba de llegar primero. Era una carrera por hacerse con las tierras, y ConnectU iba a llegar tarde a las grandes llanuras.

Eso era justamente lo que más le frustraba de lo que les había hecho Mark Zuckerberg. Tal como lo veía Tyler, no sólo les había robado su idea, también les había hecho perder dos meses.

Si les hubiera dicho que no iba a programar su página, habrían encontrado a otro que lo hiciera. Se habrían cabreado, pero habrían seguido adelante y no le habrían acusado de sabotear su sueño. Tal vez hubieran salido antes que él y ConnectU sería ahora la página de la que hablaban todos los estudiantes universitarios de América. Tal vez ConnectU sería la página que estaría cambiando la vida social de tanta gente.

Era más que frustrante. Cada día, Tyler, Cameron y Divya tenían que escuchar a sus compañeros de clase hablar y hablar sobre thefacebook. Y no sólo en Harvard; la cosa estaba por todas partes. En todas las habitaciones de la residencia, en los portátiles de todos los dormitorios. En las noticias de la televisión, casi cada semana. En los periódicos, a veces cada mañana.

Mark Zuckerberg. Mark Zuckerberg. El puto Mark Zuckerberg.

De acuerdo, tal vez Tyler se estuviera obsesionando un poco con el asunto. Sabía que desde el punto de vista de Mark, él, Cameron y Divya eran sólo un pequeño accidente en la historia de thefacebook. En su opinión, sólo había trabajado unas horas para unos deportistas, se había aburrido y había pasado a otra cosa. No había ningún papel firmado, ningún acuerdo de trabajo o de confidencialidad o de no competencia. Mark les había tomado el pelo en sus e-mails, sin duda, pero desde su punto de vista ¿qué les debía a ese par de deportistas que no sabían escribir ni una línea de programa? ¿Quiénes eran ellos para tratar de sacar tajada ahora que estaba volando tan alto?

Ciertamente, Tyler había leído la carta de Mark a la administración, su respuesta por e-mail a la carta de cese y desistimiento de Cameron. «En un principio», había escrito Mark, «el proyecto me intrigó y ellos me pidieron que terminara la parte conectiva de la página web. Y yo lo hice. Después de esta reunión, y no antes, comencé a trabajar en TheFacebook, sin usar ningún elemento de su programa ni ninguna funcionalidad propia de Harvard Connection. Los únicos elementos comunes son que los usuarios pueden subir imágenes e información sobre ellos mismos, y que pueden hacer búsquedas de la información».

Y también había leído la respuesta más dura que Mark había dirigido a la universidad, cuando Tyler y Cameron habían intentado que la Junta Administrativa se implicara en el asunto:

Intento no participar en proyectos de otros estudiantes porque en general me toman demasiado tiempo y no me permiten ser creativo con lo mío. Sin embargo, me esfuerzo en utilizar mis habilidades para ayudar a los que tratan de desarrollar sus propias ideas para páginas web. Tal vez hubiera alguna confusión y puedo entender que se sientan molestos porque yo lanzara una página web de éxito mientras la suya seguía sin terminar, pero lo que es seguro es que no les prometí nada. Francamente, estoy molesto por recibir esa clase de amenazas después de todo el trabajo que hice para ellos gratuitamente, pero después de tratar con unos cuantos grupos con dinero y contactos legales, incluidas empresas como Microsoft, no puedo decir que esté sorprendido.

Pero lo que realmente ponía a Tyler de los nervios era la última línea de esa carta a la Junta Administrativa. Después de dejar su página por los suelos, Mark concluía: «Trato de obviar como un inconveniente menor que cada vez que algo me sale bien, todos los capitalistas del lugar quieran sacar tajada de ello».

Para Tyler, todo eso era bla bla bla. Tyler, Cameron y Divya no iban detrás del dinero. Nunca habían buscado el dinero. Por dios, su familia tenía todo el dinero del mundo.

Era una cuestión de honor. De equidad. Tal vez en el mundo de los negocios esas cosas pudieran dejarse de lado. Tal vez en el mundo de un hacker, todo eso era secundario y lo que importaba era lo que eras capaz de hacer, si eras más listo que el otro o no. Pero para Tyler no había nada más importante que el honor.

Obviamente, Mark tenía una visión distinta de todo el asunto. En las últimas semanas, Tyler había pensado en ir a la habitación del tío y encararse con él. Pero había resistido el impulso, porque sabía que no habría terminado bien.

Una noche, hacía apenas unas semana, Cameron salía de una fiesta en una de las residencias del río y había visto a Mark al otro lado de la calle. Apenas dio un paso en su dirección —sólo para hablar—, Mark se dio la vuelta y salió corriendo.

Para Tyler, no había duda de que la situación no podía resolverse con una simple conversación. Las cosas se habían puesto demasiado feas para eso. La única opción parecía ser seguir adelante con lo suyo, lo mejor que pudieran.

Cuando Divya terminó su cuenta atrás, Tyler trató de alejar esos pensamientos negros de su cabeza para centrarse otra vez en su hermano y en su amigo. Este momento no tenía nada que ver con Mark Zuckerberg, o con thefacebook. Se trataba de ConnectU, y con suerte iba a abrir una nueva página en sus vidas.

—Ahí vamos —continuó Divya, subiendo la voz—. ¡Lanzamiento!

Su dedo cayó sobre la tecla, la pantalla parpadeó y ya estaba hecho. ConnectU estaba online. Estaba ahí fuera, y con un poco de suerte la gente le prestaría atención. Con suerte, los estudiantes se registrarían y la página comenzaría a crecer.

Tyler levantó su copa y Divya y Cameron brindaron con las suyas. Luego tomó un largo trago, sintiendo las burbujas en la garganta. A pesar del ambiente de celebración, no podía dejar de advertir que el sabor que tenía en la boca era muy amargo.

En el fondo, sabía que esa amargura no tenía nada que ver con el champán.