Este libro nació —como ocurre a menudo con estas cosas— a partir de un e-mail totalmente inesperado que recibí a las dos de la mañana; estoy en deuda con Will McMullen por haber dado este primer paso, y por haberme dado a conocer esta historia como sólo él era capaz de hacer. Mi más profundo agradecimiento también a Daryk Pengelly, a Alasdair McLean-Foreman y a todas las demás personas de Harvard y del Phoenix-S K que me ayudaron en mi investigación de los entresijos del mundo que hay detrás de esas puertas cubiertas de hiedra.
Estoy inmensamente agradecido a Bill Thomas, mi fantástico editor, y a todo su equipo de Doubleday/Random House. También estoy en deuda con Eric Simonoff y con Matthew Snyder, mis extraordinarios agentes. Muchas gracias a mis hermanos en Hollywood, Dana Brunetti y Kevin Spacey, y a Mike DeLuca, Scott Rudin y Aaron Sorkin, que han contribuido a mi proyecto de muchas formas distintas. Gracias también a Niel Robertson y a Oliver Roup por darme las orientaciones que tanto necesitaba en el mundo de Silicon Valley. Y muchas gracias a Barry Rosenberg, claramente el mejor en lo suyo.
Por otro lado, este libro no se podría haber escrito sin la ayuda generosa, aunque a veces reluctante, de mis numerosas fuentes internas, que han preferido permanecer en el anonimato. Sin embargo, he hecho cuanto he podido por hacer honor a su cooperación contando su historia de la forma más honesta y respetuosa posible. Soy un fan incondicional de todos los personajes de este libro; admiro su genio y estoy agradecido por haber podido asomarme a un mundo de creación que nunca antes había conocido.
Como siempre, estoy en deuda con mis maravillosos padres, con mis hermanos y con sus familias respectivas. Y con Tonya y Bugsy: no podría haber hecho nada de todo esto sin vosotros.