Sé que no soy el único que encuentra apasionante la vida de Espartaco. Junto con Aníbal Barca, es una de las figuras más icónicas que conozco. ¿Y cómo no va a resultar apasionante su vida? Espartaco fue un hombre traicionado al que vendieron como esclavo y obligaron a luchar para el disfrute de la plebe. Además de lograr escapar de su cautiverio con un puñado de seguidores, obtuvo victorias imposibles, se ganó el apoyo de decenas de miles de esclavos fugitivos, venció en las más increíbles batallas y planificó una huida de Italia. A partir de ese momento las cosas ya no le fueron tan bien —como la mayoría ya sabéis—, pero su trágico desenlace añade dramatismo a la historia.
En los años cincuenta, la novela Espartaco de Howard Fast vendió cinco millones de ejemplares y fue llevada al cine con gran éxito en una película que protagonizó Kirk Douglas y que todo aquel que sea dueño de un televisor ha visto alguna vez. Por lo tanto, Espartaco es un nombre conocido por todos, aunque es posible que haya caído un poco en el olvido en los últimos años. Sin embargo, para mi gran alegría, ha resurgido últimamente gracias a la serie televisiva Espartaco: Sangre y Arena. A juzgar por los dos episodios que me he permitido ver, la serie contiene muchas licencias históricas, pero no puede negarse que se trata de un producto espectacular y apasionante. En septiembre de 2011 mucha gente sintió la muerte trágica a consecuencia del cáncer de Andy Whitfield, que había dado vida a Espartaco con tanta verosimilitud en la serie. También corre el rumor de que Hollywood prepara una nueva versión cinematográfica de la vida de Espartaco. Solo espero que la nueva película esté a la altura de las expectativas, lo mismo que, como es natural, deseo para esta novela. En el libro he procurado hacer justicia a la fascinante historia de un hombre que se enfrentó a la poderosa República de Roma y que casi consiguió hundirla. Espero haber logrado mi propósito y haber trasmitido bien la esencia de este personaje.
Por desgracia, los textos antiguos que perduran hasta la fecha solo dedican unas cuatro mil palabras a la figura de Espartaco. Se desconoce el motivo, pero a mí me gusta pensar que se debe al hecho de que los romanos no deseaban que se recordara ni glorificara a un hombre que puso en jaque a sus ejércitos en tantas ocasiones. Al fin y al cabo, la historia siempre la escriben los ganadores y, por norma general, los perdedores son demonizados u olvidados. Por fortuna, no ha sido este el caso de Espartaco, quizá porque los romanos sentían cierto respeto por este hombre que es descrito en los textos antiguos como «de gran espíritu y fortaleza física» y «más inteligente y noble que su destino». La escasez de información implica que se han perdido muchos detalles sobre la vida de Espartaco y su rebelión, pero ello también supone un regalo para el escritor, dado que le brinda la oportunidad de rellenar los huecos. Además, la escasez de datos reduce las posibilidades de crítica (¡al menos eso espero!). Por otro lado, se dispone de cuantiosa información sobre la República de Roma durante el siglo I a.C., lo cual me permitió describir con todo lujo de detalles el entorno de Espartaco. Como siempre, he tratado de ajustarme al máximo a los hechos históricos y, en los casos en que no ha sido así, explicaré por qué.
Se cree que Espartaco (en latín Sparadakos, que cabría interpretar como «famoso por su lanza») era originario de Tracia, una región que cubre una buena parte de la actual Bulgaria y territorios colindantes, pero no es un dato seguro. En uno de los textos antiguos se le describe como un «tracio nómada» de la tribu de los medos, pero eso tampoco demuestra que fuera realmente ese su origen racial. En otros textos se refieren a él como «el tracio», lo cual puede significar simplemente que fuera obligado a luchar como gladiador tracio en la arena. Los tracios eran considerados un pueblo guerrero y feroz, y muchos actuaron de mercenarios en las legiones romanas. Sea como fuere, para mí tiene sentido que Espartaco procediera de Tracia.
También se sabe que luchó durante un tiempo para el ejército romano como auxiliar no ciudadano. Era habitual que los tracios lucharan en las tropas auxiliares de caballería, y se cree que ese fue también el caso de Espartaco, aunque se ignora por qué acabó como esclavo. Por tanto, el retorno a su tribu, el encuentro con Ariadne, el malvado Kotys y su compra por Phortis son hechos inventados, pero no así su inocencia. Es cierto que Espartaco fue un gladiador del ludus de Capua y, aunque Kotys y Phortis sean personajes inventados, Léntulo Batiato realmente existió, al igual que la mujer/esposa de Espartaco, que, según los textos antiguos, fue sacerdotisa de Dioniso. Como la historia no nos ha concedido el honor de proporcionarnos su nombre real, elegí para ella el nombre de Ariadne porque, según la mitología, Ariadne fue esposa del dios Dioniso.
El sueño de la serpiente y sus poderes sí constan en los manuscritos. En los tiempos laicos que corren, resulta difícil entender la importancia de esta visión para los seguidores de Espartaco, pero hace dos mil años la gente creía en múltiples dioses todopoderosos y era muy supersticiosa. Además, no se disponía de los conocimientos actuales sobre la ciencia y la naturaleza. Por consiguiente, hechos aleatorios como la dirección de una bandada de pájaros, el apetito de las gallinas sagradas o el lugar dónde caía un rayo tenían un gran significado e influían en las acciones de las personas. Por todo ello, creo que el hecho de que Espartaco tuviera por mujer a una sacerdotisa de Dioniso —dios venerado por los esclavos— debió reportarle un atractivo adicional.
Fue decisión mía que Espartaco no luchara en la novela como gladiador tracio; pensé que ello aumentaría su resentimiento. Tal y como menciono en el libro, en época tardía de la República solo existían tres clases de gladiadores, que he detallado. La vida en el ludus también era como la describo, pero la visita de Craso es inventada, así como las escenas en Roma. Sin embargo, existen documentos que mencionan la manera en que Craso compraba edificios incendiados, así como su riqueza, habilidad política y rivalidad con Pompeyo. Restio es un producto de mi imaginación, pero es cierto que alguien delató a Espartaco en el ludus, quizá por ello solo escaparon unos setenta gladiadores. Espartaco nunca tuvo a un joven seguidor romano llamado Carbo, pero Crixus y Oenomaus existieron de verdad y se fugaron del ludus con él. Oenomaus murió poco después, pero yo decidí poner fin a su vida en la primera batalla. Castus y Gannicus aparecen en relatos posteriores sobre la vida de Espartaco, pero pensé que merecía la pena incluirlos desde el principio.
Es cierto que los gladiadores huyeron al Vesubio y que fueron asediados por Glabro y sus hombres, del mismo modo que es cierta la manera extraordinaria en que bajaron por el barranco con cuerdas hechas de sarmientos y provocaron la huida de tres mil soldados. Se ignora el destino que sufrió Glabro, pero se sabe que Varinio, Furio y Cosinio fueron los siguientes hombres enviados por Roma para aplastar la insurrección. Mientras tanto, Espartaco reclutó para su causa a esclavos duros y fuertes, normalmente trabajadores de las granjas y pastores. También se sabe que el rebelde Sertorio envió asesores militares a otro enemigo de Roma, Mitrídates del Ponto, por lo que resulta plausible que hombres como Navio se unieran a Espartaco.
Existe poca información sobre las batallas libradas en el otoño del año 73 a.C., aparte de que los esclavos vencieron y que Cosinio fue localizado por los insurrectos en una piscina y perseguido hasta su campamento, donde le dieron muerte. Que yo sepa, no existen pruebas fehacientes de que los oficiales romanos usaran silbatos para transmitir las órdenes en el fragor de la batalla. Para este fin se utilizaban trompetas y otros instrumentos. Sin embargo, como se han encontrado silbatos en yacimientos arqueológicos de todo el Imperio, como en las fortalezas de legionarios de Chester en el Reino Unido y en Regensburg, Alemania, decidí poner este instrumento al servicio de los centuriones. Pensé que podría haber resultado útil para atraer la atención de los soldados que se hallaban más cerca durante la lucha.
En los manuscritos se documenta la manera en que Espartaco se zafa de Varinio en medio de la noche. También se menciona su deseo de dirigirse al norte, a los Alpes, pero al parecer sus hombres solo estaban interesados en «la sangre y el saqueo». No se sabe si Crixus o el resto de los galos tenían algún poder de decisión, pero dadas las posteriores escisiones del ejército, es muy probable. Apenas existe información sobre lo que hicieron los esclavos, pero sí hay constancia escrita de las atrocidades cometidas en el asalto de Forum Annii. Otros asentamientos y ciudades sufrieron un destino similar. Curiosamente, algunos de los hallazgos arqueológicos descubiertos en el «talón» de la bota de Italia podrían datar de la época de Espartaco. Por ejemplo, el pórtico de un almacén en las ruinas de Metapontum fue destruido alrededor de esa época, mientras que una pequeña vasija gris enterrada bajo una casa en Heraclea contenía un collar de oro y más de quinientas monedas de plata, casi todas de los años 100 a 80 a.C. y muchas son de poco valor, lo cual es inusual en este tipo de hallazgos y podría significar que el tesoro se enterró de forma apresurada.
La ubicación de la derrota de Varinio en la ciudad de Thurium es un dato inventado, pero es cierto que Varinio fue vencido y que perdió su montura y muchos estandartes en manos de las fuerzas de Espartaco. Se desconoce cuál fue su destino. Crixus acabó separándose del ejército principal de Espartaco —en el libro, después de la batalla contra Varinio— y le siguieron entre veinte mil y treinta mil hombres. Tal y como ya he comentado, no se sabe cuándo Castus y Gannicus se unieron a la rebelión, pero en mi versión de la historia están presentes desde el ludus y permanecen junto a Espartaco tras la marcha de Crixus. El viaje de los esclavos hacia el norte está envuelto en un manto de misterio, pero se sabe que marcharon por los Apeninos y que el cónsul Léntulo les bloqueó el paso. No hay demasiados datos sobre lo que ocurrió en la batalla, aparte de que Léntulo fue derrotado, que sus hombres huyeron dejando atrás equipos y provisiones y que perdieron muchos estandartes.
En cuanto llegué a este punto de la historia, tuve claro que el relato de Espartaco no cabía en una sola novela, así que planteé a mi editora la posibilidad de escribir un segundo libro, idea que acogió con enorme entusiasmo. El segundo libro retomará la historia donde la deja el primero y se publicará a finales de 2012. ¡Mi mente ya se ha puesto en marcha!
La lista de referencias empleadas para este libro es más corta de lo habitual, dada la escasez de material a la que me he referido antes. Además de los manuscritos sobre la historia de Roma, los principales libros que he usado son la excelente obra sobre la rebelión titulada La guerra de Espartaco del profesor Barry Strauss; el libro Spartacus and the Slave Wars: A Brief History with Documents de Brent D. Shaw, que hace referencia detallada a todos los textos antiguos que existen sobre Espartaco; Spartacus and the Slave War 73-71 a.C. un libro de Osprey de Nic Fields; The Thracians de Chris Webber, también de Osprey, al que agrego su brillante manual The Gods of Battle. No puedo dejar de mencionar la magnífica página web www.RomanArmyTalk.com, un sitio extraordinario para encontrarlo absolutamente todo acerca del ejército romano y los miembros de cuyo foro siempre responden a cualquier consulta con gran rapidez. Este año también disfruté mucho en la conferencia RAT celebrada en York, no solo por las excelentes ponencias, sino porque fue fantástico poder poner cara a tantos nombres.
Como siempre, quisiera expresar mi agradecimiento a numerosas personas: Rosie de Courcy, mi editora, y Charlie Viney, mi agente, es fantástico trabajar con vosotros y agradezco mucho todo lo que hacéis por mí. Muchas gracias también a todas las personas de Preface, Cornerstone y otros departamentos de Random House, a mis libros les va tan bien gracias a vuestro duro trabajo. Asimismo deseo expresar mi agradecimiento a una de mis lectores, Leslie Jones, por la información aportada sobre Sertorio y sus oficiales. Claire Wheller, eres una fisioterapeuta increíble y te agradezco que hayas mantenido a raya mis contracturas. También deseo mencionar a Arthur O’Connor, un viejo amigo veterinario, que actúa como la «pared» sobre la que lanzo mis ideas y manuscritos terminados. Siempre me aporta grandes ideas y me da muchos «deberes» que agradezco un montón. ¡Gracias, Arthur!
También mis mejores deseos para vosotros, mis maravillosos lectores. Gracias a vosotros puedo seguir escribiendo. No dudéis en visitar mi página web: www.benkane.net. También me encontraréis en Facebook y Twitter: @benkaneauthor. Y en último lugar, pero no por ello menos importante, gracias a Sair, mi encantadora esposa, y a Ferdia y Pippa, mis maravillosas hijas. Os quiero mucho.