Con frecuencia el acusado no tenía ni idea de cuál era el problema hasta que recibía el golpe… Encerrado a solas en un calabozo, separado por completo de sus amigos, despojado de la comprensión y el apoyo que podría recibir de sus visitas o comunicaciones, se lo dejaba allí para que rumiara su desesperación, presa de espantosas dudas, sin siquiera saber de qué se lo acusaba.
MAYOR ARTHUR GRIFFITHS, In Spanish Prisons