Gracias a Laura Harris, Tegan Morrison, Christine Alesich, Marina Messiha, Clair Honeywill, Anyez Lindop, Kristin Gill y a todos los demás de Penguin que me han mantenido monógama durante dieciséis años.
Se lo agradezco también a Elizabeth Butterfield, Anna Musarra y Maria Boyd por dejarme contar esta historia en voz alta antes de escribir una sola palabra.
Para aquellos que leyeron los primeros borradores y me hicieron sentir como si hubiera escrito algo que merecía la pena: mi madre, Adelina Marchetta; Jenny Barry, Patricia Cotter, Philippa Gibson, Sophie Hamley, Siobhan Hannan, Jill Grinberg, Brenda Souter, Patrick Devery, Adolfo Cruzado, Maxim Younger, Toby Younger, Sarah Darmody, Barbara Barclay, Edward Hawkins, Deborah Noyes Wayshak y Nikki Anderson.
Gracias a Kyle Rowling y Patricia Cotter de la Sydney Stage Combat School por vuestra lección de técnicas de combate medieval con espada y lanzamiento de dagas.
Y a mi padre, Antonino, y los magníficos Luca y Daniel Donovan, que me hacen sentir como una diosa.