13. Fascismo y antifascismo

Quien critica a Stalin está a favor de Hitler. El genio del

georgiano es haber hecho caer a tantos hombres en esta trampa.

FRANÇOIS FURET

Primavera de 1998. Desde hace seis meses, Francia vive al ritmo del juicio de Papon. El 25 de marzo, en su crónica de Le Monde, Bertrand Poirot-Delpech vuelve a tomar como suya una frase que está en el ambiente. Con anterioridad a la ocupación, escribe, «la gente de Vichy clamaba “Antes Hitler que Blum”».

Concentrado en pocas palabras, y por un miembro de la Academia francesa, aquí tenemos uno de los clichés más tenaces de lo históricamente correcto. Durante los años treinta, la derecha francesa, preocupada por el orden y la autoridad, habría sido seducida por dictaduras extranjeras, lo que la habría preparado para la colaboración. La izquierda, en cambio, prendada de la justicia social y de la paz, habría rechazado ferozmente la amenaza fascista, lo que la habría llevado de forma natural a encarnar la Resistencia.

«Antes Hitler que Blum». Innumerables documentos presentan esta frase (o su variante «Antes Hitler que el Frente Popular») como un eslogan utilizado efectivamente en esta época. Pero nunca concretan dónde, cuándo y por quién. Con razón: en los periódicos de derechas, este pensamiento es imposible de encontrar. François Furet observa: «Invento comunista, el “hitlerismo” francés es prácticamente imposible de encontrar en la vida política francesa antes de 1939 (…). En el orden político, la admiración y la imitación del nacionalsocialismo chocan con las obligaciones de la situación interna e internacional: los franceses, vencedores frágiles del último conflicto, no se sienten incitados hacia un belicismo nacionalista; y Hitler es el enemigo potencial de su país»[186].

Fue Emmanuel Mounier, escritor de izquierdas, el que lanzó la fórmula «Antes Hitler que Blum», en octubre de 1938, en la revista Esprit, al día siguiente de los acuerdos de Munich. Con un ataque a las clases sociales enemigas del Frente Popular, supuestamente admiradoras de los regímenes fascistas, concluía: «No se entenderá nada del comportamiento de esta fracción de la burguesía si no se le oye murmurar en voz baja “¡Antes Hitler que Blum!”». Pero un fantasma no constituye una prueba.