Una derecha mayoritariamente antialemana

Mientras la izquierda se inclina por el pacifismo y el antimilitarismo, la derecha, por tradición, es patriota. Reverencia al ejército. Por tradición también, esta derecha es antialemana. Ya en 1918, la Federación Republicana y el grupo parlamentario que representa a la derecha en la Cámara, la Entente Republicana Democrática, defienden una línea de firmeza con respecto a las reparaciones de guerra: «Alemania pagará». En el Parlamento o en la minoría gubernamental, durante los años 1920 y 1930, el espíritu de resistencia se ve representado por hombres como Raymond Poincaré, Louis Marin, el general De Castelnau, François de Wendel, Louis Barthou, Píerre Taittinger, Henri de Kérillis, André Tardieu, Georges Mandel o Paul Reynaud, todos de derechas o de centroderecha. A finales de 1930, Paul Reynaud, partidario de un conflicto preventivo, está considerado como el hombre de la guerra contra Alemania (cuando estalle, siendo jefe del gobierno, no estará a la altura, pero ése es otro problema). El senador François de Wendel, procedente de una importante familia de industriales, presidente del Comité des Forges[181] y regente del Banco de Francia, escribe en su diario: «Actualmente hay un peligro bolchevique interno y un peligro alemán externo. Para mí, el segundo es mayor que el primero».

La Unión Nacional de Combatientes, oficialmente apolítica pero inclinada a la derecha, tiene un espíritu antíalemán. Ocurre lo mismo con la Federación Nacional Católica, con los Jóvenes Patriotas, los Croix-de-Feu[182] o el Centro de Propaganda de los Republicanos Nacionales, todas ellas organizaciones de derechas.

Jacques Bainville, elegido académico en 1935, extiende su influencia a toda la derecha. Considera la unidad alemana, realizada en 1871 y confirmada por el tratado de Versalles, la fuente del desequilibrio europeo y no deja de alertar del peligro del renacimiento del Reich. Bainville envía sus artículos a numerosas publicaciones, pero antes que nada a L’Action Française. Este diario es leído por un público mucho más extenso que el que comparte sus ideas monárquicas: François Mauriac, que era adversario suyo, dirá que «no se podía dejar de leer L’Action Française, era el periódico mejor escrito y el más inteligente».

Charles Maurras, antialemán hasta lo grotesco, considera Alemania como «el perro rabioso de Europa»: tras él, L’Action Française hace gala de un antigermanismo virulento. En abril de 1930, el órgano monárquico publica una serie de artículos que constituyen una de las primeras advertencias contra el nazismo: «Se debe considerar la actividad del Partido Nacionalsocialista como uno de los mayores peligros para Francia». El 7 de marzo de 1936, cuando la remilitarización de Renania, L’Action Française es el único periódico que reclama una intervención inmediata. «Es un poseso», dice Maurras de Hitler. Otra vez se debe a Maurras, muy bien informado de la falta de preparación militar de Francia, un texto profético, publicado en 1937 como prólogo a su libro Devant l’Allemagne éternelle [Ante la Alemania eterna]: «Seguro de su misión de Mesías del género humano, este pueblo de señores, esta raza de amos, se prepara ya para contar qué legítimas violencias deberán ser impuestas a los varones de los pueblos vencidos y qué vergüenzas pesarán sobre sus mujeres e hijos. Se prepara un estatuto nuevo de la humanidad, se elabora un derecho particular: el racismo hitleriano nos hará asistir al reinado todopoderoso de su horda».