¿A qué pueblos pertenecían los esclavos que los europeos embarcaban a miles? Wolofs o bambaras, hausas o ashantis guineanos, congos o bandias bantúes, representaban todas las etnias afincadas en el oeste y el centro del continente negro. Pero antes del siglo XIX los occidentales jamás se habían aventurado más allá de las costas africanas. En su apogeo, la trata transatlántica sólo era posible con la complicidad de potentados negros y de mercaderes de esclavos que vendían a sus hermanos de color. Pero no habían esperado a los europeos para dedicarse a este comercio.
La trata de negros se remonta a tiempos inmemoriales. Durante muchos siglos, alimentó de esclavos las zonas de África del Norte y el Próximo Oriente, a instigación y provecho de los países musulmanes. «La trata de los negros ha sido realmente inventada en el siglo VII de nuestra era —observa Olivier Pétré-Grenouilleau—, con la conquista árabe. La formación de una extensa entidad territorial musulmana llevó a un aumento de la demanda de mano de obra servil y, entre los tributos impuestos a las poblaciones sometidas, algunos empezaron a pagarse con cautivos negros»[172]. Otra historiadora, Catherine Coquery-Vidrovitch, llega a la misma constatación: «La trata hacia el océano Indico o el Mediterráneo es muy anterior a la irrupción de los europeos en el continente»[173].
En diez siglos, los árabes deportaron así a 12 millones de negros. Capturados por medio de incursiones efectuadas en el interior del continente, los prisioneros eran reagrupados en caravanas, en las que la tasa de mortalidad era espantosa, y dirigidos hacia el mar para ser vendidos. En África del centro y del este, la ruta de los esclavos atravesaba inmensas extensiones desérticas, desembocando en Jartum, en Sudán, para remontar el Nilo. En la costa oriental, el puerto de Zanzíbar (en la actual Tanzania) servía de mercado de esclavos con destino a la península de Arabia, Persia y la India. Desde Mozambique a Somalia, esta costa estaba colonizada por el sultanato de Omán. En 1840, este principado musulmán tomará Zanzíbar como capital, ya que la trata de esclavos formaba la base de su poder.
En el Mediterráneo, los piratas turcos de Argel —los berberiscos— reducían a esclavitud a los cristianos que capturaban, al mismo tiempo que procuraban volver a venderlos a las órdenes religiosas especializadas en este rescate. De forma permanente, se contarán de 25.000 a 30.000 prisioneros cristianos al sur del Mediterráneo.
En el siglo XIX, los estados europeos van aboliendo, uno a uno, la trata y la esclavitud. En cambio, los países musulmanes no abandonan de ningún modo este comercio. Tanto menos cuanto que, en África, la época precolonial está marcada por grandes cambios. En el sur, hacia 1810-1820, el Imperio zulú se constituye al precio de inmensas matanzas. En el oeste, la expansión de los pueblos negros islamizados asola un territorio comprendido entre el lago Chad y el océano Atlántico. En todos estos casos, tribus enteras son reducidas a la esclavitud, y vendidas. Al norte, los esclavistas de Libia atraviesan el Sahara y efectúan razias en dirección al sur, despoblando la actual República Centroafricana. En el este africano, hacia 1810-1815, los musulmanes penetran en el interior del continente a partir de Zanzíbar, creando centros esclavistas que se extienden hasta el río Congo. Ahí, en 1866, Tippo-Tip, un potentado árabe, construye un reino basado en la caza de esclavos, saqueando los actuales estados de Somalia, Etiopía, Kenya, Uganda, Tanzania, Burundi, República Democrática del Congo, Malawi y Mozambique.
Médico y teólogo, miembro de la Sociedad de las Misiones de Londres, el inglés Livingstone es conocido por haber explorado, entre 1850 y 1860, el Zambeze y la meseta de los grandes lagos, y por su célebre encuentro con Stanley, en 1871, en las orillas del lago Tanganika. Livingstone es el primer europeo en haber descubierto la amplitud de las costumbres esclavistas que reinan en el centro-este de África. Después de su muerte (1873), el americano Stanley continúa con su obra durante los años 1870-1880. Los relatos de estos grandes exploradores son los que levantan a la opinión inglesa en contra de la trata practicada en África, obligando al gobierno británico a intervenir en Sudán, en 1885.
En París, en 1888, el cardenal Lavigerie lanza una campaña contra el esclavismo. Arzobispo de Argel en 1867, fundador de los Padres Blancos en 1868, desde 1884, es el jefe de la Iglesia de África. «Amad a África, amad a sus pueblos como una madre ama a sus hijos, en proporción a su miseria y su debilidad». Alertado por sus misioneros, monseñor Lavigerie reclama una intervención europea para poner fin al tráfico de esclavos. «Lo que ocurría en América no era nada comparado con las atrocidades perpetradas en África. Cuatrocientos mil hombres al año son víctimas de aquello». Tras fundar con el Papa una liga antiesclavista, el cardenal Lavigerie realiza una gira por varias capitales para movilizar a la opinión. Dice en París: «Para salvar el interior de África hay que provocar la ira del mundo». Cuenta en Bruselas: «Si un viajero se pierde en el camino que va de África ecuatorial a las ciudades en las que se venden los esclavos, puede fácilmente volver a encontrarlo por los huesos que lo bordean. A menudo, sólo llega a su destino el tercio del cargamento humano». Explica en Londres: «Dos millones de seres humanos desaparecen al año, es decir, 5.000 negros asesinados, raptados, vendidos cada día, si se cuentan las víctimas de toda África. Es la destrucción de todo un continente».
La llamada del cardenal Lavigerie será oída. El 18 de noviembre de 1889, en Bruselas, el rey de los belgas acoge a los representantes de dieciséis gobiernos reunidos para determinar las medidas a adoptar con vistas a reprimir la trata de esclavos. En los años 1880-1885, los europeos decidieron instalarse efectivamente en África. En el congreso de Berlín, en 1884, franceses, británicos y alemanes se repartieron el continente, conservando los portugueses Angola y Mozambique, y creándose el Congo para el rey de los belgas.
Empezaba otra historia: la de la colonización. Algunos que hoy critican, con razón, la esclavitud de los negros, vilipendian también la obra colonial europea. Es una paradoja: los colonizadores se esforzaron en erradicar las prácticas esclavistas, pero les costó trabajo por lo muy tradicionales que eran en África. Después de la descolonización, la esclavitud reapareció en Mauritania, en Nigeria o en Sudán, llamando la atención de las Naciones Unidas, en varias ocasiones hasta ahora. En Arabia Saudí, la esclavitud sólo fue abolida oficialmente en 1960.
De ahí la segunda paradoja. Hasta principios del siglo XIX, los europeos se acomodaron con la trata de los negros. No es una página gloriosa, lo hemos dicho. ¿Pero acaso somos colectivamente culpables por la ceguera de nuestros antepasados? ¿Y por qué los europeos tienen que ser los únicos en arrepentirse? Que una revista de historia que denuncia un «tabú francés» publique «las verdaderas cifras de la trata de negros» es un paso muy legítimo.[174] Sin embargo, no sería menos interesante conocer las verdaderas cifras de la trata de negros realizada por los musulmanes.