Serán necesarios unos sesenta años, más o menos de 1790 a 1850, para que la esclavitud desaparezca de las colonias francesas. Este proceso se desarrollará a través de unas fases que en ocasiones marcan avances y otras veces retrocesos. Pero el antiesclavismo tiene su mitología. Ésta es engañosa y contradictoria cuando pretende que, desde el principio, existía una conciencia clara del objetivo —la abolición pura y simple— y que, en 1848, Víctor Schoelcher era un pionero.
En 1788, Brissot crea una Sociedad de los Amigos de los Negros. Pero lo que reclama esta sociedad no es el fin de la esclavitud: es el fin de la trata. El mismo año, Condorcet publica sus Réflexions sur l’esclavage des nègres [Reflexiones sobre la esclavitud de los negros]. El que pasa por ser un abolicionista absoluto pide realmente una moratoria de setenta años entre el momento en que se pusiera fin a la esclavitud y cuando los libertos accedieran a la ciudadanía. Condorcet sugiere además, antes de la liberación, un plazo de quince años durante los cuales el trabajo del esclavo serviría para compensar a su amo.
En la Asamblea constituyente, en 1790, los Amigos de los Negros hacen campaña a favor de la abolición de la trata. Chocan con la oposición de los defensores de los colonos de Haití, entre los que se sitúa Barnave (el hombre de «¿acaso esa sangre era tan pura?»). Como abogado de los plantadores, éste no acepta que «el negro se pueda creer igual que el blanco».
En Haití, los blancos pobres y los libertos son favorables a la Revolución. Con el fin de mantener su poder, los plantadores forman una asamblea local, dispuesta a proclamar la autonomía de la isla. En agosto de 1791, los esclavos se sublevan. Esperan su libertad de Luis XVI. Bajo la dirección de Toussaint Breda —esclavo al que, por su conocimiento de plantas curativas, se ha otorgado el título de médico de los ejércitos del rey—, la sublevación tiene lugar al grito de «¡Viva el rey!». El 4 de abril de 1792, un decreto de la Convención consagra la igualdad de derechos entre los blancos y los negros libertos. Diez mil colonos se refugian en América. Ante la anarquía creciente, intervienen ingleses y españoles, deseando apoderarse de las colonias francesas. Los británicos, concretamente, ocupan la Martinica y Guadalupe. Más tarde, un destacamento desembarca en Puerto Príncipe, la capital de la parte francesa de Santo Domingo. El 20 de agosto de 1793, para que los negros se adhieran a la causa francesa, el enviado de la Convención en la isla decide abolir la esclavitud en ésta. En París, esta decisión es ratificada por el decreto del 4 de febrero de 1794 (16 de pluvioso del año II), por la presión de tres diputados de Haití: «La Convención declara abolida la esclavitud de los negros en todas las colonias».
Contrariamente a la leyenda, la Convención votó la abolición no tanto para obedecer a una exigencia humanitaria —en la misma época, las columnas infernales asolan la Vendée— como para replicar a los ingleses. Danton no se engaña: «Trabajamos para las generaciones futuras. Lancemos la libertad en las colonias. ¡Hoy el inglés ha muerto!». Por otra parte, la abolición es teórica: los libertos están sujetos al trabajo obligatorio en sus plantaciones.
Mientras tanto, Toussaint Breda, llamado de ahora en adelante Toussaint Louverture, resiste en el campo. Primero adherido a la República, derrota a sus compañeros fieles a los Borbones, luego a los españoles y a los ingleses. Controla la isla y se nombra gobernador general. Más tarde, asume la presidencia vitalicia, con palacio, corte, guardia y uniformes propios. Pero necesita plantadores: les concede su protección. En cuanto a los negros liberados, siguen obligados a trabajar en las tierras de sus antiguos amos.
En 1794, Guadalupe sólo fue brevemente ocupada por los ingleses. En el tratado de Basilea (1795) se concede Haití en su totalidad a Francia. La Martinica se restituye por la paz de Amiens, en 1802. En esta isla, la esclavitud nunca fue abolida. Cuando Bonaparte accede al poder, no tiene opinión formada sobre el tema, pero el entorno de Josefina de Beauharnais, una criolla de la Martinica, presiona para que nada cambie. Después de la adopción de la Constitución de 1801, el primer cónsul dirige un mensaje al cuerpo legislativo: «En Haití y en Guadalupe ya no hay esclavos, todo es libre, todo quedará libre. La Martinica ha conservado la esclavitud, y la esclavitud será conservada». Sin embargo, el Senado juzga inconstitucional la diferencia de estatuto entre las poblaciones negras de las Antillas francesas. Para acabar con la situación, Bonaparte se pronuncia, no por la abolición de la esclavitud, sino por la alineación con la Martinica. «Blanco, estoy con los blancos», dice. El 10 de mayo de 1802 (20 de floreal del año X), se restablece pues la esclavitud en todas partes. Y a Haití, donde sigue reinando Toussaint Louverture, el primer cónsul envía a 20.000 soldados mandados por su cuñado, el general Leclerc. Louverture huye a la montaña y luego se somete. En junio de 1802, capturado cuando preparaba una nueva insurrección, es deportado a Francia. Allí muere en 1803.
En 1807, bajo la influencia del partido abolicionista, Inglaterra prohíbe la trata de esclavos. Para el gobierno británico, esta medida expresa menos una preocupación filantrópica que, pagando con la misma moneda, un medio para arruinar las colonias francesas. En el tratado de París, el 30 de mayo de 1814, la Francia de la Restauración vuelve a encontrar los vestigios de su antiguo imperio colonial: las Antillas, la parte occidental de Santo Domingo, la Guayana, las factorías de la India y de Senegal, la isla Reunión. Por este tratado, Luis XVIII promete suprimir la trata en un plazo de tres a cinco años. El 20 de marzo de 1815, Napoleón está de vuelta en París. El 1 de abril, deseoso de congraciarse con Inglaterra, el emperador declara ilegal la trata. En el congreso de Viena, que terminó el 9 de junio (los Cien Días acaban el 22 de junio), todas las potencias europeas deciden igualmente reprimir el comercio de esclavos. En julio de 1815, cuando vuelve a recuperar su trono, Luis XVIII confirma la abolición de la trata. En el segundo Tratado de París, el 20 de noviembre de 1815, el rey firma un artículo adicional dictando las penas con las que se enfrentan los que transgredan esta prohibición. El 8 de enero de 1817, una ordenanza real agrava las sanciones: los navíos serán confiscados y sus capitanes privados de todo mando. Estas penalidades se renuevan en dos leyes votadas, una, el 15 de abril de 1818, durante el reinado de Luis XVIII, y otra, el 4 de marzo de 1831, bajo Luis-Felipe. El campo de las sanciones se extiende hasta los armadores o los aseguradores que se dediquen al contrabando negrero.
Al secar la fuente que abastece a las colonias de mano de obra servil, la abolición de la trata constituye una etapa indispensable. El comercio ilícito continuará sin embargo hasta que la esclavitud misma sea abolida, en 1835 por los ingleses, en 1848 por los franceses. Francia entra en la vía de la abolición durante la Monarquía de Julio. En 1832, se suprime la tasa que gravaba las liberaciones. En 1833 se prohíbe marcar físicamente a los esclavos. En 1839 reciben una categoría civil. En 1840 Luis-Felipe encarga a una comisión extraparlamentaria el estudio de la condición de los trabajadores coloniales. Su presidente, el duque de Broglie, negocia con Inglaterra una nueva convención referente a la represión de la trata, que incluye un derecho de visita de los navíos. En 1843, en un informe dirigido al rey, la comisión llega a la conclusión de la necesidad de emancipar a los esclavos.
La propuesta no tuvo efecto porque se planteó una cuestión que había surgido cuando la abolición de 1794: ¿cómo modificar los estatutos de los obreros sin arruinar las empresas coloniales? Sin embargo, alguien demostró con su ejemplo la posibilidad de hacer prosperar una comunidad agrícola contratando a negros libertos. Es una religiosa, la madre Anne-Marie Javouhey, a quien Luis-Felipe calificaba de «gran hombre». En 1807, fundó las hermanas de San José de Cluny, que se extendieron en las colonias durante la Restauración. Esta congregación creó escuelas y hospitales para la población local en Senegal, Guadalupe, Guayana, y la isla Borbón. En 1819, en Bailleul, en el Oise, la madre Anne-Marie Javouhey instituyó un seminario africano, en el que los tres primeros sacerdotes negros fueron ordenados en 1830. En 1838, en Mana, en el noroeste de la Guayana, la religiosa fundó un taller colonial formado por antiguos esclavos. En efecto, desde la ley de 1831 que renueva la prohibición de la trata, los cautivos descubiertos en los barcos negreros son liberados, y el gobierno los hace contratar por la madre Anne-Marie Javouhey. Y ésta, con su mano de obra libre, obtiene mejores resultados que las plantaciones que utilizan esclavos.
En 1843, al pasar a ser francesa la isla Mayotte, queda abolida allí la esclavitud. En 1845 y en 1846, Mackau, ministro de Marina y de las Colonias de Luis-Felipe, publica nuevas ordenanzas a favor de los esclavos, fijando las condiciones de su rescate y previendo la abolición del sistema, sin fijar fechas sin embargo La Monarquía de Julio cae el 24 de febrero de 1848. El 25 de febrero se proclama la República. El 4 de marzo Víctor Schoelcher pasa a ser miembro del gobierno provisional. Subsecretario de Estado de Marina y de las Colonias, preside la comisión de abolición de la esclavitud, que trabaja basándose en los datos reunidos por la administración del rey Luis-Felipe. El 27 de abril de 1848, el ministro de la Marina, Arago, firma el decreto de abolición preparado por Schoelcher. Atañe a 250.000 esclavos (160.000 de ellos en las Antillas). Deben efectivamente ser emancipados dos meses después de la promulgación del decreto en cada una de las colonias.
Schoelcher, explica Nelly Schmidt, «republicano de la Montaña, masón, militante de los derechos del hombre, se situaba a la extrema izquierda y afirmaba su ateísmo y su anticlericalismo»[171]. No se le quitará el mérito de haber sido el último artífice de la supresión de la esclavitud. Pero habría que recalcar que esta medida de justicia había sido estudiada por otros antes que él, y que había madurado, desde la prohibición de la trata, pasando por una evolución del pensamiento acaecida bajo todos los regímenes, la Restauración, los Cien Días y sobre todo con la Monarquía de Julio.