En 1891, León XIII publica la encíclica Rerum novarum, que define la doctrina social de la Iglesia. Si condena el socialismo y la lucha de clases («No puede haber capital sin trabajo ni trabajo sin capital») y si defiende la inviolabilidad de la propiedad privada, el Papa denuncia también los excesos del capitalismo y del liberalismo sin freno. Con audacia para la época, el soberano pontífice se hace abogado de los obreros: «El último siglo ha destruido, sin reemplazarlos, los antiguos gremios que, para ellos, eran una protección y así, poco a poco, los trabajadores aislados y sin defensa se han visto entregados a la merced de amos inhumanos y a la codicia de una competencia desenfrenada». Recordando el derecho de los trabajadores a un salario justo, pidiendo la limitación de la duración del trabajo y reclamando condiciones especiales para mujeres y niños, la Rerum novarum considera la intervención del Estado para defender a los trabajadores, insistiendo sin embargo en el papel de las organizaciones profesionales.
Para los católicos sociales, el texto pontificio constituye una consagración: plasma sus ideas. León XIII, que proclamaba a monseñor Ketteler como «gran predecesor» y que había seguido de cerca los trabajos de la Unión de Friburgo, nunca ocultará esta deuda. Reconocerá que su encíclica fue el resultado de la reflexión y de la acción llevadas a cabo por una generación de católicos que, en toda Europa, se habían consagrado a la cuestión obrera.
En 1892, una nueva encíclica de León XIII, Inter innumeras sollicitudines (Entre innumerables solicitudes), aconseja a los católicos franceses situarse en el terreno constitucional y acepta la república como «gobierno actual de su nación». A partir de esta fecha, los católicos sociales están políticamente divididos.
Albert de Mun es de los que aceptan el ralliement[162]. En 1875, habiendo dimitido del ejército, se hace elegir para el Parlamento. Diputado en 1876, invalidado, reelegido, de nuevo invalidado, entrará en la Cámara en 1881. Vencido en las elecciones de 1893, es reelegido en 1898 y ocupará el escaño hasta su muerte, en 1914. A lo largo de casi treinta años de vida parlamentaria, este brillante orador —Jaurés temía sus intervenciones— no habrá dejado de traducir en propuestas de leyes las ideas de los católicos sociales. En 1902, con Jacques Piou, fundará la Acción Liberal Popular, tentativa de partido católico que contará con catorce diputados y tres senadores.
Léon Harmel es también partidario del ralliement. Animador de los círculos católicos de obreros, este industrial había fundado un sindicato en su empresa familiar y había asociado a sus obreros en la dirección del negocio, creando un consejo profesional. El padre Jules Lemire, ferviente partidario de la política del ralliement (ya era demócrata-cristiano) es elegido diputado por Hazebrouck en 1893. En la Cámara, se sienta con los republicanos de izquierdas. En 1905, aprobará la separación de la Iglesia y del Estado, lo que le atraerá los anatemas de la Iglesia. A pesar de la oposición de su obispo, seguirá siendo diputado hasta su muerte, en 1928. Personaje fuera de las normas, pero inspirado hasta el final por el catolicismo social. En su circunscripción popular, cerca de Dunkerque, lanzará la Obra de los Huertos Obreros, y conseguirá, en 1922, una ley que regulará la propiedad de los huertos de menos de diez áreas, cuyo cultivo constituirá un beneficio suplementario para la gente modesta.