Dragon
Un maestro de esgrima se da cuenta de todo. Esta habilidad forma parte del secreto de su éxito, de lo que lo mantiene con vida. A pesar de ello, Dragon Lankford no necesitó hacer uso de sus habilidades preternaturales de observación para darse cuenta de que algo estaba pasando en el círculo interno de Zoey. Solo tuvo que seguir su instinto y hacer una simple pregunta.
Poco después del inicio de la segunda hora, Dragon ordenó a sus alumnos que empezaran con los ejercicios de precalentamiento y les comunicó que volvería enseguida. Su instinto llevaba un buen rato reconcomiéndolo, empujándolo a actuar, preocupándolo. Darius y Stark eran dos guerreros dotados de un gran talento, más que capaces en sus respectivas especialidades en el manejo de las armas. Podía decir, sin miedo a equivocarse, que Darius era el mejor lanzador de cuchillos que había visto jamás, mientras que la infalibilidad de Stark con el arco y las flechas era realmente espectacular.
Pero el hecho de que poseyeran esas habilidades no significaba necesariamente que pudieran ocuparse de adiestrar a un montón de inexpertos e impresionables iniciados. La capacidad de enseñar era un don en sí misma, y Dragon tenía serias dudas de que dos vampiros tan jóvenes tuvieran la experiencia y el buen hacer necesarios para convertirse en profesores de verdad.
Cuando ella se convirtió en profesora era todavía joven. Muy joven. Fue así como conoció a su compañera, su gran amor, su vida. Sabía lo que habría dicho Anastasia si hubiera estado allí. Le habría sonreído con dulzura y le habría recordado que no debía juzgar a los demás tan duramente solo por su juventud, y que en el pasado él mismo lo había sufrido en sus propias carnes. Le habría recordado que su privilegiada posición le permitía convertirse en el mentor de esos jóvenes, y asegurarse de que se convertían en guerreros encomiables y en excelentes profesores.
Pero Anastasia estaba muerta y aquel hecho había cambiado su vida por completo. Dragon no tenía ganas de supervisar a ningún joven profesor y mucho menos convertirse en su mentor, sobre todo teniendo en cuenta que habían empezado aquella clase extra para que él no tuviera que sufrir la presencia del cuervo del escarnio convertido en chico. Pero a Dragon aquel encargo estaba resultándole de lo más extraño. Aunque se había desviado del camino que había recorrido junto a su compañera y a su Diosa, sentía como si no se hubiera liberado del todo de los lazos que lo unían al honor y a la responsabilidad.
Esa fue la razón por la que, muy a su pesar, se dejó llevar por el instinto que le decía que controlara a los jóvenes guerreros y recorrió el pequeño trecho que separaba la casa de campo del ruedo de las caballerizas de Lenobia donde Stark y Darius llevaban a cabo los entrenamientos.
Apenas puso un pie en el ruedo de serrín, Dragon supo que, efectivamente, había motivos para preocuparse. El entrenamiento no lo estaban dirigiendo los dos vampiros, sino el humano que trabajaba en las caballerizas. No había ni rastro de Lenobia, y los jóvenes guerreros se alejaban de los establos siguiendo a Aphrodite. Dragon sacudió la cabeza, asqueado.
—¡Darius! —gritó.
El vampiro se detuvo, les hizo un gesto a Aphrodite y a Stark para que siguieran sin él y se acercó a Dragon a toda prisa.
—¿Qué hace un humano dirigiendo vuestra clase?
—No hemos tenido más remedio —explicó Darius—. Stark y yo tenemos que escoltar a Aphrodite y a Zoey.
—¿Escoltarlas? ¿A dónde?
Dragon se dio cuenta de que Darius no se sentía cómodo discutiendo aquel asunto con él, pero no tenía elección. Independientemente de sus opiniones opuestas en cuestiones como las de Rephaim, Neferet y algunos iniciados rojos, Dragon seguía siendo su superior en cuestión de rango, y por lo tanto el guerrero estaba obligado a responder al maestro de esgrima.
—Tánatos va a guiar a Zoey y a su círculo en la ejecución de un ritual en la granja de su abuela. Se supone que el hechizo que este conlleva desvelará cómo murió su madre.
Dragon lo miró estupefacto. Se trataba de un hechizo muy serio que conllevaba tomar ciertas medidas para protegerse del peligro, aunque los riesgos eran más emocionales que físicos. Deberían haberme informado. Tendrían que haberme involucrado.
Dragon se guardó sus pensamientos para sí y se limitó a preguntar:
—¿Por qué tiene que realizarse precisamente ahora? ¿Durante el horario escolar?
—Hoy se cumple la quinta noche desde su muerte.
Dragon asintió con la cabeza. Aquello tenía sentido.
—Una noche por cada uno de los elementos. Con cuatro estaría incompleto y seis sería demasiado tarde. Tiene que ser esta noche.
—Sí, es lo mismo que explicó Tánatos —añadió Darius. Era evidente que la situación le resultaba violenta—. ¿Puedo marcharme ya, señor? Mi profetisa me está esperando.
—Sí. Puedes irte.
Darius se despidió con una inclinación de cabeza y Dragon se quedó mirándolo mientras se alejaba. Entonces, con una expresión sombría en su atractivo rostro, Dragon Lankford cambió de dirección y se encaminó a paso ligero hacia el aula en la que Tánatos impartía clase desde su llegada.
Una vez llegó a su destino, comprobó aliviado que la alta sacerdotisa seguía allí, revolviendo en uno de los armarios situados en el fondo de la habitación, reuniendo velas y hierbas que colocaba cuidadosamente en una gran cesta para hechizos que le resultaba tremendamente familiar. Había sido la favorita de Anastasia.
Al verla, se sintió desprotegido e indefenso. Aun así se aclaró la garganta y dijo:
—Sacerdotisa, ¿puedo hablar un momento con usted?
Al oír su voz, Tánatos se dio media vuelta.
—Por supuesto, maestro de esgrima.
—Darius me ha dicho que tiene intención de dirigir al círculo de Zoey en la realización de un ritual de revelación y otros hechizos de gran calado en la granja de su abuela.
Aunque su frase no estaba planteada como una pregunta, Tánatos asintió con la cabeza.
—Así es.
—Sacerdotisa, creía que estaba enterada de que soy el líder de los Hijos de Érebo en esta Casa de la Noche.
—Efectivamente, estoy enterada de cuál es su posición aquí, maestro de esgrima —respondió Tánatos.
—En ese caso, y sin pretender en ningún caso reprenderla o faltarle al respeto, debo preguntarle por qué no me ha informado o incluido en una empresa no solo de gran importancia, sino también arriesgada.
Tánatos vaciló unos instantes y después asintió con la cabeza, como si estuviera de acuerdo con él.
—Tiene toda la razón. Teniendo en cuenta su posición en esta escuela, debería haberle puesto al corriente de mis planes. Si no lo hice, fue por una razón muy sencilla: pensé que su presencia en el ritual supondría una distracción. Es por eso que no lo informé ni incluí. Si le ha dado la sensación de que no he respetado su posición, lo siento. No era mi intención.
—¿Una distracción? ¿Por qué iba a ser yo una distracción?
—Como consorte y protector de Stevie Rae, Rephaim asistirá al ritual.
Terriblemente molesto, Dragon respondió:
—¿Qué tiene que ver Rephaim con el hecho de que yo sea una distracción?
—Si le hace algún daño al consorte de la sacerdotisa que encarna a la tierra, el elemento implicado, esto la distraerá de llevar a cabo su función central en el ritual de revelación e impedirá la realización del hechizo que sigue a este.
—Yo estaría allí para proteger a mis alumnos, no para hacerles daño —dijo Dragon apretando los dientes con fuerza.
—Aun así, Aphrodite ha tenido una visión en la que, aparentemente, hiere a Rephaim.
—¡Yo no haría algo así a menos que pusiera en peligro a algún otro estudiante!
—En cualquier caso, su presencia supondría una distracción. Dragon, contaremos con la presencia de otros dos guerreros, y el poder del círculo de Zoey será fuerte. Los estudiantes estarán a salvo. Además, déjeme decirle, maestro de esgrima, que he notado un preocupante cambio en usted desde la muerte de su compañera.
—Su pérdida me ha sumido en una gran tristeza.
—Maestro de esgrima, creo que lo que de verdad sucede es que está perdido. Y aunque Rephaim no asistiera al ritual, no me gustaría que estuviera presente.
—Entonces será mejor que me marche. No quiero distraerla. —Dragon se giró en redondo pero, antes de que abandonara el aula, las palabras de Tánatos le tendieron una trampa.
—Por favor, déjeme explicarme. No me gustaría que estuviera presente en un ritual en el que se realizará un hechizo para revelar la verdad sobre una muerte y cuya finalidad es que se haga justicia y que se pueda cerrar una página. No es mi intención ofenderle, pero tengo la sensación de que se encuentra inmerso en un conflicto personal y que su presencia iría en contra de la esencia misma del hechizo.
Como si sus palabras hubieran erigido un muro delante de él, Dragon se detuvo. Aun así, no se giró para mirar a la alta sacerdotisa, sino que se limitó a responder con una voz que apenas reconoció como suya.
—¿Mi presencia iría en contra de la esencia misma del hechizo? ¿Es eso lo que acaba de decir?
—Simplemente le he expuesto la verdad de los hechos.
—¿No tiene nada más que decirme, sacerdotisa? —dijo sin dejar de darle la espalda.
—No, excepto que me gustaría darle mi bendición, maestro de esgrima.
Dragon no la saludó con una reverencia. Ni tampoco se llevó la mano al pecho en señal de respeto. No podía. Necesitaba pensar y estaba convencido de que si no salía corriendo de allí inmediatamente, explotaría. Una vez en el pasillo, empezó a caminar a ciegas, tambaleándose. Ajeno a las miradas de curiosidad de los alumnos, se abrió paso a través del edificio principal de la Casa de la Noche y salió al exterior.
Los recuerdos empezaron a bombardearlo. Las palabras giraban una y otra vez en su cabeza como un remolino. Había estado presente el día que a un guerrero se le había prohibido asistir a otra sacerdotisa, hacía muchos, muchísimos años, pero todavía podía oír las palabras de Anastasia como si las estuviese pronunciando en ese mismo instante.
No es mi intención ofenderle, pero no puedo realizar un hechizo de paz mientras estoy siendo protegida por un guerrero. Simplemente iría en contra de la esencia misma del hechizo…
La alta sacerdotisa de la Casa de la Noche de Tower Grove estuvo de acuerdo con la joven profesora de hechizos y rituales y ordenó que fuera Dragon el que escoltara a Anastasia en lugar de un guerrero vampiro. Le habían asignado la tarea de protegerla aquella noche, de velar por ella mientras llevaba a cabo un hechizo de paz en el corazón de San Luis.
Y él le había fallado.
Por suerte, había sobrevivido. No la habían asesinado aquella noche, pero Dragon había permitido que la maldad escapara a su espada. Y aquella misma maldad, ciento setenta y siete años después, había asesinado a su compañera, su amor, su vida.
Dragon respiraba con dificultad. Estaba apoyado sobre algo fresco y suave que contrastaba con el calor que manaba de su interior. Entonces parpadeó, alzó la vista y se dio cuenta de a dónde lo habían llevado sus pasos. Dragon estaba apoyado sobre la estatua de Nyx que se alzaba delante del templo. Cuando miró el rostro marmóreo, la suave brisa apartó las nubes que tapaban la luna y una luz plateada bañó a Nyx, iluminando sus ojos.
Por un breve instante, Dragon tuvo la sensación de que estaba viva y de que lo miraba con un terrible sentimiento de tristeza que hizo que su corazón, que se había roto en tantos pedazos que pensaba que no volvería a sentir nada nunca más, sintiera un profundo dolor.
Fue entonces cuando Dragon entendió lo que debía hacer.
—Voy a asistir al ritual. Me quedaré observando, sin interferir, a menos que la maldad intente golpear de nuevo. Si es así, te doy mi palabra de que la cortaré por lo sano.
Zoey
—¿Estás segura de que no deberíamos pedirle a Shaylin que nos acompañara? —preguntó Stevie Rae. Estaba sentada en el autobús con Rephaim, en su sitio de siempre, mientras esperábamos a que Tánatos se reuniera con nosotros.
—No creo que sea lo más adecuado —dije—. Hace solo unos días que la han marcado. Ni siquiera ha tenido tiempo de asimilar el hecho de ser una iniciada, por no hablar de lo de la visión verdadera.
—Además, no queremos publicitar el hecho de que puede ver la verdad de las personas —añadió Aphrodite—. Cuanta menos gente se entere de nuestras cosas, mejor.
—Pero formaba parte del poema de Kramisha —sugirió Stevie Rae.
—Eso no es del todo seguro. El poema decía… —En ese momento parpadeé como si aquel gesto me ayudara a recordar, y después recité con la mayor precisión de que fui capaz—: «Vista con la visión verdadera / la Oscuridad no siempre es lo mismo que el mal / y la Luz no siempre trae el bien». ¿Y si la parte en que habla de la visión verdadera tuviera, como sucede en la mayoría de los poemas de Kramisha, un sentido figurado, y no literal?
—¡Oh, Diosa! ¡Odio la poesía! —protestó Aphrodite.
—¿Kramisha tampoco viene? —preguntó Stevie Rae con voz extrañamente quejicosa—. Quizás deberíamos ir a buscarla.
—No, Stevie Rae. Tenemos que ceñirnos exclusivamente a nuestro círculo, al núcleo de nuestro grupo —sentencié.
—A la panda de los pringados, más los chicos y moi —puntualizó Aphrodite—. ¿Qué narices te pasa, pueblerina? No es la primera vez que tenemos que enfrentarnos al mundo y siempre hemos salido más o menos bien parados.
—Pareces asustada —dijo Damien.
Stevie Rae dirigió la mirada hacia los asientos situados detrás de mí, donde estaban Damien y Erin.
—Estoy asustada —reconoció con voz queda.
—No debes tener miedo —dijo Rephaim rodeándola con uno de sus brazos—. La visión de Aphrodite ha servido para que estemos prevenidos. No me ocurrirá nada.
—No estoy del todo segura que estar asustado sea algo malo —dije tomando la palabra, dejándome llevar por mi instinto en vez de por la razón—. Voy a contemplar cómo mataron a mi madre y eso me asusta, así que sé que tendré que estar preparada para algo terrible que será superdifícil de presenciar. Aphrodite tuvo una visión en la que mataban a Rephaim, probablemente durante el ritual que estamos a punto de llevar a cabo. Creo que es bueno que Stevie Rae tenga miedo. Tú también deberías tenerlo, Rephaim. Al menos lo suficiente como para estar preparados para algo malo, en caso de que suceda.
—Yo estoy muerto de miedo —admitió Damien—. La muerte de Jack todavía está muy reciente y la idea de presenciar otro asesinato me aterroriza.
—Estaremos todos contigo —le dije—. Estamos juntos en esto.
—Yo también estoy asustada. Es la primera vez que realizo un círculo sin tener una gemela —soltó Shaunee.
En ese momento se produjo un incómodo silencio y entonces, desde la parte central del autobús, Erin dijo:
—Yo sigo aquí. Sigo teniendo la capacidad de aportar agua a tu fuego. No estarás sola.
—Todos necesitamos un poco de miedo para protegernos, pero hay que evitar que este nos bloquee —dije, sintiéndome increíblemente aliviada al ver que las gemelas volvían a hablarse.
—El miedo puede ser muy beneficioso, siempre que vaya acompañado por el valor y el sentido común.
La repentina aparición de Tánatos, casi mágica, en la parte delantera del autobús, provocó que todos diéramos un respingo. Sujetaba una gigantesca cesta de hechizos y llevaba puesta una larga capa con capucha de un precioso color azul zafiro. Tenía un aspecto imponente, antiguo y atemorizador. Entonces sonrió y su porte temible se desvaneció, consiguiendo que, en cierto modo, nos sintiéramos incluidos y que nos relajáramos un poquito.
—Estamos todos —dije una vez me hube desecho del nudo que se me había formado en la garganta—. Listos para marcharnos.
—Casi listos. Antes de dejar el campus, debo encargar algo a los cinco miembros del círculo. Dado que se trata de un ritual de revelación y que el hechizo que realizaré permitirá a los presentes ver algo que ha permanecido oculto hasta ahora, deberéis traer al altar algo que revele una verdad sobre vosotros mismos y que normalmente permanezca oculta.
—¡Oh, no! —exclamé con un suspiro.
—Tomaros un momento para reflexionar sobre qué es lo que necesitáis revelar sobre vosotros mismos y luego id a recoger algún objeto que lo represente de manera simbólica. Rápidamente. Tenemos que completar el ritual y realizar el hechizo antes de que llegue la media noche y empiece un nuevo día.
Shaunee fue la primera en reaccionar. Parecía muy decidida mientras salía del autobús. A continuación se marchó Damien, luego Stevie Rae y finalmente Erin. Fue entonces cuando se me ocurrió una idea y empecé a revolver en el interior de mi bolso. Lo encontré en el fondo, junto a los clínex usados, una barra de cacao para los labios sin tapa y la típica porquería que hay siempre en el fondo de los bolsos. Satisfecha, levanté la vista y descubrí a Stark, Darius, Rephaim y Aphrodite mirándome con cara de tontos.
—¿Necesitas ayuda para encontrar algo? —preguntó Aphrodite en un tono solo medio sarcástico.
—Zoey ya lleva consigo lo que necesita —dijo Tánatos.
—Sí, tiene razón. Ya lo tengo —respondí, sintiendo un irrefrenable deseo infantil de sacarle la lengua a Aphrodite aunque, por supuesto, no lo hice. En vez de eso me crucé de brazos y la miré con expresión engreída.
No tuvimos que esperar mucho para que el resto de mi círculo regresara. La primera en llegar fue Stevie Rae. Tenía el ceño fruncido, algo poco habitual en ella. No llevaba nada a la vista, pero cuando se sentó me di cuenta de que colocaba la mano sobre uno de los bolsillos delanteros de sus vaqueros como si protegiera algo que estaba dentro.
Damien, por su parte, se había marchado con su bolso de caballero y volvió con él. Una vez en el autobús, miró a Tánatos con una sonrisa de lo más animada y dijo:
—Misión cumplida.
La siguiente en llegar fue Shaunee que, sin abrir la boca, se dirigió a su asiento y volvió a quedarse mirando por la ventana.
Finalmente regresó Erin. Llevaba una pequeña bolsa térmica de las que te suelen dar en las tiendas de comestibles más pijas (como Petty’s, situada en la plaza de Utica) para llevarte el helado a casa o cualquier otro producto congelado.
—¿Qué? —preguntó con gesto desafiante—. Ya estoy aquí. Cuando queráis, nos vamos.
Tánatos sofocó el estallido de Erin con una mirada severa que hizo que la mitad de las antiguas gemelas se escondiera en el fondo del autobús. Entonces le dijo a Darius:
—Llévanos a la granja de lavanda de Sylvia Redbird.
El guerrero arrancó y sacó el minibús del campus de la Casa de la Noche. Imaginé que Tánatos se sentaría (como habría hecho cualquier profesor normal) y que pasaría el trayecto dando botes en el asiento como el resto de nosotros. En vez de eso se agarró con una mano a la barra para minusválidos mientras metía la otra en la cesta de hechizos, que estaba a rebosar, y sacó un enorme manojo de algo que parecía un puñado de hierbajos con pequeños ramilletes de flores blancas como las que había visto millones de veces a los lados de la carretera y en los campos y acequias de Oklahoma.
—Como todos sabéis, vamos a llevar a cabo un ritual de revelación, y voy a realizar un hechizo invocando a la muerte que, con un poco de suerte, sacará a la luz algunas imágenes del pasado, en concreto las del asesinato de la madre de Zoey. Se trata de un ritual intrincado y de un hechizo complejo. —Hasta entonces Tánatos se había dirigido a todos nosotros, pero en aquel momento se concentró en Stevie Rae—. Como ya he mencionado antes, la tierra es la llave que nos permitirá liberar el hechizo. El éxito de la visión reside en la fuerza de tu conexión con este elemento y en el compromiso y el empeño del círculo en devolver a la vida las imágenes de los acontecimientos del pasado.
—Mi conexión con la tierra es profunda. Lo prometo —dijo Stevie Rae.
Las comisuras de los labios de Tánatos se curvaron con una sonrisa.
—Es un excelente comienzo.
—Y en mi opinión, mi círculo está realmente comprometido con el ritual.
Los amigos que me rodeaban confirmaron mis palabras con «síes» y «ajás».
—¿Para qué son los hierbajos? —preguntó Aphrodite.
Tánatos separó una de las plantas del resto y la levantó para que todos pudiéramos verla. Como había pensado en un principio, era una simple hierba silvestre seca con unas flores blancas, bastante normales pero muy bonitas, en la parte superior, similar al velo de novia.
—Esto no es un hierbajo. Es una maravillosa flor silvestre llamada angélica. Posee unas propiedades inusualmente fuertes y puras. Se trata de una flor de comunicación. Cuando se utiliza en un hechizo tiene la capacidad de revelar las cosas ocultas a la visión consciente. Durante el ritual de hoy, tú, mi joven alta sacerdotisa roja, llevarás una corona de esta flor mágica tejida por tus amigos.
—¡Qué guay! ¡Me encanta!
Tánatos entregó el manojo de flores silvestres a Stevie Rae.
—Repártelas. Los demás deberéis trenzar las plantas que se os entreguen en forma de círculo. Stevie Rae se los colocará en la cabeza justo antes de comenzar el ritual.
—¿Trenzar? —me preguntó Stark por lo bajo.
Stevie Rae dejó caer un puñado de flores en nuestros regazos y yo miré a Stark con las cejas levantadas.
—Ajá. Trenzar —dije—. Son órdenes de la muerte.
—Bueno. En ese caso… —respondió él con un suspiro mientras empezaba a entrelazar torpemente los largos tallos.
Mientras todos estábamos concentrados en trenzar las flores (incluso Rephaim, que aparentemente poseía una rara habilidad para el macramé y que acabó realizando una intrincada trenza y ayudando a Stark con la maraña que había organizado), Tánatos recorría el pasillo de arriba abajo sin dejar de hablar. Aquello parecía una extraña especie de aula móvil.
—Desde el mismo momento en que nuestros pies entren en contacto con la tierra del lugar en el que se realizará el ritual, tenemos que concentrarnos en el propósito de nuestro hechizo. Deberéis liberar vuestra mente de cualquier otro pensamiento y centraros solo en una sola cosa, el hecho de que se nos permitirá visualizar la muerte de Linda Heffer.
—El asesinato —dije casi sin pensar—. No solo murió. La asesinaron.
Tánatos se giró, me miró a los ojos y asintió con la cabeza.
—Tienes razón. Reconozco mi error. Cuando se busca la verdad, hay decir la verdad. Tu madre no murió por una enfermedad o porque su edad fuera avanzada. La mataron, y lo que estamos pidiendo es que se nos permita ser testigos de lo que sucedió.
—Gracias —dije volviendo a mi corona de flores.
—Aunque se trata de algo fortuito, el crimen se cometió en una granja de lavanda. La lavanda es una hierba mágica con un poder extraordinario. Tiene propiedades depurativas, pero en su estado más puro, es la encarnación de la tranquilidad. Calma el dolor y evoca la paz y la serenidad.
—¿Y de qué nos sirve? A la madre de Z la mataron en medio de un gigantesco montón de lavanda. Por lo visto, las propiedades calmantes no funcionaron demasiado bien —intervino Aphrodite.
—Una hierba por sí sola no puede influir en los actos de alguien que ha optado por seguir el camino de la destrucción. La lavanda no podría haber salvado a la madre de Zoey. Sin embargo, el hecho de que la mataran en un terreno cuyos nutrientes alimentan a la lavanda, implica que la tierra misma no pueda descansar por culpa de los actos violentos cometidos en un lugar cuya finalidad es albergar la paz.
—Y eso es bueno para nosotros porque… —pregunté sintiéndome algo más que empanada.
—Porque la tierra querrá librarse de la violencia infligida sobre ella. Debería estar impaciente por transmitirnos las imágenes, aunque eso no quiere decir que nos vaya a resultar fácil.
—¿Por qué no? —inquirió Damien.
—Los rituales y hechizos relacionados con las emociones intensas nunca resultan fáciles —explicó Tánatos—. Los rituales de muerte son particularmente complicados. La muerte raras veces coopera, incluso aunque solo queramos echarle un rápido vistazo y no abarcarla por completo.
—De manera que, cuando mi madre decía «cuanto mayor sea el esfuerzo, mayor es la gloria», tenía toda la razón —dijo Stevie Rae.
—Así es —convino Tánatos—. Así que prosigamos con los preparativos. El hechizo constará de tres partes. La primera se desarrollara desde este preciso instante hasta que lleguemos al lugar del ritual. Se conoce como «liberación». Si queremos tener éxito esta noche, debemos tener muy presente nuestro propósito y hacerlo de manera unánime. Ha llegado el momento de liberar vuestras mentes y concentraros.
—¿En qué? ¿En la muerte? —quiso saber Stevie Rae.
—No. En la verdad. Debemos unificar nuestro deseo común para que esta noche podamos buscar y encontrar la verdad.
—La visión verdadera.
No me di cuenta de que lo había dicho en voz alta hasta que Tánatos asintió con la cabeza y dijo:
—Sí, exactamente. Es una manera excelente de expresarlo. Esta noche deberemos mirar con la visión verdadera.
Tánatos se dirigió hacia la parte posterior del autobús para echarle un vistazo a la corona de Erin y yo sentí que alguien tenía puestos los ojos en mí. Entonces alcé la vista y descubrí a Stevie Rae y a Aphrodite mirándome fijamente.
—Esta noche, «vista con la visión verdadera» —citó Aphrodite en voz baja—. «La Oscuridad no siempre es lo mismo que el mal. La Luz no siempre trae el bien».
—Os dije que deberíamos haber traído a Kramisha —susurró Stevie Rae.
—Yo creo que deberíamos haber traído un maldito carro de combate —dijo Stark.
—¡Liberad vuestras mentes! —les ordené entre dientes, mirándolos con cara de asesina antes de retomar mi labor de trenzado.
Entonces intenté liberar mi mente.
Intenté pensar en la verdad.
Pero era demasiado joven, y estaba demasiado asustada y preocupada. Así que me descubrí a mí misma concentrándome en una verdad muy simple, y que no tenía nada que ver con lo que Tánatos esperaba de nosotros:
La verdad es que echo mucho de menos a mi madre y que daría cualquier cosa por que estuviera viva y tenerla de nuevo aquí, a mi lado.