Zoey
Sí, estaba nerviosa por la primera hora y por lo que Tánatos iba a decir acerca de la pérdida de uno de los padres (para ser más concretos de mi madre), pero el día no podía haber empezado mejor. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, Stark se había despertado antes que yo, así que me había despertado con un montón de besos escuchando cómo me llamaba «Bella durmiente». Después se había zampado el cuenco de cereales Cap’n Crunch más grande que había visto en toda mi vida, y en el aparcamiento de delante de la estación había estado haciendo tiempo con Darius, fingiendo un combate de boxeo, mientras los chicos y chicas subían al autobús.
Yo estaba ya en el autobús, observándolo por la ventana con una sonrisa, seguramente de lo más bobalicona, cuando Aphrodite surgió de los túneles. Me sorprendió verla porque estaba convencida de que, entre el cansancio y la resaca, lo último que se le ocurriría sería ir a clase. En ese momento guiñó los ojos y se puso las gafas de sol, a pesar de que eran las siete y media de la tarde y el sol se había puesto hacía un rato.
—No tiene buen aspecto —dijo Kramisha desde el asiento situado detrás de mí.
—¿Cómo puedes notarlo desde tan lejos?
—Lleva zapatos planos y el pelo recogido en una cola de caballo. Esa chica no lleva nunca zapatos planos, y su pelo parece el de la Barbie —explicó Kramisha—. Y me refiero a la Barbie tradicional, no a esas muñecas extrañas como la «Barbie tenista» o «Barbie va al gimnasio».
—Todo el mundo sabe que Barbie no necesita matarse a hacer deporte para mantener ese cuerpo espectacular —comentó Shaunee.
—Tienes toda la razón —dijo Stevie Rae.
—¿Cómo? —pregunté completamente aturdida.
—Confía en nosotras. Aphrodite no tiene buen aspecto —repitió Kramisha.
—Ni siquiera se ha puesto brillo de labios. Mala señal —dijo Erin.
—Si tampoco se ha pintando lo ojos, significa que, oficialmente, el infierno se ha congelado —dijo Shaunee, lo que resultó muy interesante, porque era lo más cercano a un típico comentario de las gemelas que había dicho en los últimos días.
Yo miré a Shaunee, que estaba sentada en la primera fila, lo más lejos posible del sitio de Erin, que se encontraba al fondo del autobús. Estaba rebuscando en su bolso como si hubiera perdido una barra de labios de MAC de temporada de las que te compras y, una vez te has enamorado locamente de ella, dejan de fabricarla porque nos odian a muerte y quieren que nos volvamos locas.
En cualquier caso, estaba segura de que Shaunee tenía las mejillas sonrosadas. ¿Estaría avergonzada por el comentario que acababa de hacer junto a su gemela o le alegraba? No tuve mucho tiempo para evaluar cual de las dos opciones era la correcta porque Aphrodite subió al autobús y se dejó caer en el primer asiento, justo detrás del sitio del conductor, que estaba delante del mío.
—Café —dijo con voz ronca—. Le he dicho a Darius que se pase por el Starbucks de Utica de camino al colegio. Si no me tomo cuanto antes un expreso doble con caramelo con tres kilos de azúcar y una porción gigante de pastel de café y arándanos creo que me moriré.
—Eso son un montón de calorías —le advirtió Kramisha.
—Si intentas impedírmelo, te juro que te mataré —la amenazó Aphrodite.
—Te queda bien el pelo así —dijo Shaunee.
—¡No me jodas! ¡Lo que me faltaba! No necesito la compasión de una comparte-cerebro ¡Tampoco estoy tan mal!
Shaunee le lanzó una mirada asesina.
—¡No soy ninguna comparte-cerebro y no siento ninguna compasión por ti! ¡Simplemente he comentado que te queda bien el pelo así porque normalmente no te peinas de ese modo, pero si eres demasiado cabrona para aceptar un cumplido, que te jodan!
De pronto todo el autobús contuvo la respiración. Se hizo un silencio absoluto y sepulcral. Estaba intentando decidir si debía invocar a los elementos o salir corriendo cuando Aphrodite se bajó las gafas de sol y se quedó mirando a Shaunee por encima de los cristales. Tenía los ojos morados e inyectados de sangre, lo que le daba un aspecto espantoso, pero brillaban como si estuviera a punto de echarse a reír.
—Creo que me gusta que empieces a usar tu propio cerebro.
—¿Ah sí? Pues yo no he decidido todavía si me gustas tú, pero sigo pensando que te queda bien el pelo así.
—Pues vale —dijo Aphrodite.
—Pues vale —respondió Shaunee.
En ese momento todos respiramos aliviados.
El resto del viaje trascurrió más o menos con tranquilidad. Stark había vuelto a ser el chico sexi, encantador y totalmente irresistible de antes y, cuando le pregunté qué demonios le pasaba, contestó:
—Pues que dormido a pierna suelta y hoy me siento como si fuera Superman.
Sí, como si fuera Superman. Y por lo visto lo decía en serio, porque no dejaba de pulular por todas partes, riendo y comportándose como el típico chico.
Era la cosa más mona que había visto desde aquel video de youtube del gato Trololo.
Así que, antes de llegar al colegio todo fue genial. Incluso el viaje en autobús fue bastante bien. Bueno, Aphrodite estaba de lo más gruñona, pero eso era bastante normal. Además, estaban charlando con Shaunee, lo que era muy amable por su parte porque era evidente que la pobre no estaba segura de quién era una vez que había dejado de formar parte del equipo de las gemelas. Y, tal y como había dispuesto Aphrodite, hicimos escala en el Starbucks. Sé muy bien que los iniciados no deberían sentir los efectos de la cafeína, pero cuando llegamos a la Casa de la Noche parecía como si nos hubiera puesto a todos como motos.
Por supuesto, una vez llegamos al colegio, todo estaba, como diría Stevie Rae, tan bajo control como un grupo de gatos en celo.
Los problemas empezaron ya durante la primera hora. De acuerdo, no es que me hubiera olvidado completamente de que Tánatos iba a utilizarme como ejemplo para hablar de su especie de proyecto de clase titulado «cómo asimilar la pérdida de uno de los progenitores», sino que había desplazado el recuerdo, probablemente porque Stark estaba siendo adorable y yo me sentía feliz al ver que había vuelto a ser el mismo de siempre.
En cualquier caso, el episodio de amnesia selectiva se me pasó por completo apenas puse el pie en clase y me dirigí a la primera fila con Stevie Rae y Rephaim. Aurox estaba allí, en el mismo sitio en el que se había sentando el día anterior. Apenas me vio me miró fijamente a los ojos, pero apartó la mirada rápidamente. Fue entonces cuando caí en la cuenta de lo que estaba a punto de suceder. En esta ocasión la clase no iba a consistir en pasar una hora sentada, atendiendo a la lección o soñando despierta. La clase iba a tratar sobre mí. Aquello hizo que se formara un nudo en el estómago, y de pronto empecé a ponerme nerviosa y deseé que me hubieran dado permiso para ir al baño, o a la enfermería, o a cualquier otro lugar que no fuera aquella aula.
Hasta pasado un buen rato, no me di cuenta de que mi piedra vidente, por primera vez, no se había calentado al verlo porque, como era de esperar, Tánatos empezó a hablar, lo que me distrajo, poniendo la guinda en el helado de mi ansiedad.
—Leyendo vuestras preguntas descubrí que muchas de ellas trataban sobre una misma cuestión —dijo—. Un grupo numeroso de vosotros expresó su deseo de hablar sobre cómo hacer frente a la pérdida de un progenitor. La verdad es que si completáis el cambio y os convertís en vampiros inevitablemente no solo perderéis a vuestros padres, sino también a todos los mortales con los que hayáis compartido una parte de vuestras vidas porque, como ya sabéis, aunque los vampiros no somos inmortales, vivimos mucho más tiempo que los humanos. Es por eso que, para profundizar en este tema, he pedido ayuda a uno de vuestros compañeros, que no solo ha perdido a uno de sus padres, sino también a una pareja: Zoey Redbird.
Quería morirme.
Todo el mundo se mantuvo en silencio, escuchando atentamente, incluidos los capullos de los iniciados rojos que estaban en la última fila, rodeando a Dallas.
—Pero antes me gustaría empezar con unas palabras de ánimo —dijo Tánatos—. Como bien sabéis, mi afinidad es con la muerte. Con frecuencia ayudo a los espíritus a pasar de este mundo al otro, de manera que puedo deciros con total seguridad que el Otro Mundo existe, y que está esperándonos a todos nosotros. Yo nunca lo he visitado, pero Zoey sí. —En ese momento me miró con una sonrisa de aliento—. Tengo entendido que has visto cómo Nyx acogía con los brazos abiertos tanto a tu pareja como a tu madre.
—Sí. —Me di cuenta de que apenas se me habían oído, así que me aclaré la garganta y lo intenté de nuevo, esta vez alzando la voz—. Sí, vi cómo Nyx recibía a mi madre y, en lo que se refiere a Heath, incluso pude pasar un poco de tiempo con él.
—¿Y es un lugar hermoso?
En ese momento sentí que el nudo de mi estómago empezaba a deshacerse al recordar la parte más agradable.
—Sí, es fantástico. A pesar de que mi alma estaba hecha pedazos y de que estaba metida en un gran lío, pude sentir la paz y la felicidad de la arboleda de Nyx. —Solo que no pude acceder a ninguna de ellas, añadí para mis adentros.
Stevie Rae levantó la mano.
—¿Sí, Stevie Rae? —dijo Tánatos.
—¿Podemos hacer preguntas?
—¿Zoey? —La juiciosa mirada de Tánatos se giró hacia mí.
—Sí, supongo que sí.
—En ese caso adelante, alta sacerdotisa roja. Puedes plantear tu pregunta. —A continuación, dirigiéndose al resto de la clase, añadió—: Pero antes, permitidme que os recuerde que en mi clase siempre están vigentes las reglas de cortesía.
Seguidamente se hizo una pausa y Stevie Rae me preguntó:
—Entonces, ¿el Otro Mundo es una gran arboleda?
Tanto su pregunta como su evidente curiosidad me pillaron por sorpresa, y entonces caí en la cuenta de que hasta aquel momento no me había preguntado prácticamente nada sobre el Otro Mundo. A decir verdad, a excepción de con Sgiach, y de la mención al Más Allá que hice cuando llevé a cabo el ritual para Jack, apenas había hablado del tema.
—Bueno, sí, pero sé de buena tinta que el Otro Mundo está dividido en partes, y que son un buen puñado. Por ejemplo, la primera vez que vi a Heath, estaba pescando en el muelle de un lago precioso. —Aunque su ausencia me ponía triste, aquel recuerdo me hizo sonreír—. Heath adoraba pescar. Le volvía literalmente loco. Así que fue allí donde lo encontré por primera vez, aunque cuando llegó el momento de ponernos a salvo, nos dirigimos a la arboleda de la Diosa, que se encontraba en otra parte del Otro Mundo.
Damien levantó la mano y Tánatos de dio la palabra.
—Ya sé que no viste a Jack cuando estuviste allí, pero ¿estás sugiriendo que en el Otro Mundo cada uno de nosotros dispone de un lugar específico?
Yo reflexioné durante unos instantes y luego asentí con la cabeza.
—Sí, creo que esa es una forma adecuada de describirlo. Probablemente Jack se encuentra en la sección de arte y manualidades.
Damien sonrió, aunque tenía los ojos llenos de lágrimas.
—Quería ser diseñador de moda. Lo más seguro es que esté en la sección de Project Runaway.
—¡Oooh! ¡Qué sección más guay! —oí decir a alguien sentando en algún lugar detrás de mí, y unos cuantos chicos se rieron por lo bajo.
Como si no estuviera seguro de lo que estaba haciendo, Aurox alzó la mano. Una vez Tánatos dijo su nombre, se giró para poder mirarme a los ojos.
—Dices que el Otro Mundo está dividido en partes. ¿Crees que entre ellas existe también un lugar de castigo?
Sus ojos, de ese extraño color plateado similar al de las piedras de luna, estaban llenos de una angustia indescriptible, y supe que su pregunta no se debía a una mera curiosidad y que mi respuesta le aportaría mucho más que una simple información escolar. Por favor, Nyx, haz que mi respuesta sea la adecuada.
En ese momento inspiré profundamente y encontré en mi interior la fuerza necesaria. Me aferré al elemento más próximo a mi corazón confiando en que la Diosa guiara mis palabras. Cuando empecé a hablar me di cuenta de que el silencio se había apoderado de la sala y prácticamente podía oír a los chicos de la última fila conteniendo la respiración.
—Vi algunas cosas en el Otro Mundo que no resultaban muy agradables y que daban bastante miedo, pero se trataba de fuerzas externas que no provenían de la Diosa. ¿Que si vi un lugar de castigo? No, pero lo que sí vi es a Heath dirigiéndose hacia una esfera diferente dentro del Otro Mundo. Él creía que allí iba a renacer. Mientras se marchaba me dijo que, aunque iba a cambiar, nuestro amor seguiría con él. —En ese momento me vi obligada a hacer una pausa, a parpadear con fuerza y a enjugarme la lágrima que, inexplicablemente, había conseguido escarpar de mí—. Mi instinto me dice que Nyx no es una diosa castigadora, pero no me sorprendería que la gente que ha hecho cosas realmente odiosas volviera a nacer de un modo que sirva para reparar las malas acciones de sus vidas anteriores o que les enseñe algo que no habían aprendido antes.
—¿Te refieres, por ejemplo, a que un marido maltratador se reencarnara en un mujer? —preguntó Shaunee.
—¿Y por qué no en una mujer con burka en Afganistán? —añadió Aphrodite levantando la ceja con expresión sarcástica.
—Sí, eso es más o menos lo que quiero decir —expliqué—, pero pienso que la que decide qué somos, quiénes somos y dónde lo somos es la Diosa.
—¿Crees que en cierta medida podría depender también de la persona? —me preguntó Aurox.
—Eso espero —respondí de todo corazón, pensando en Heath y en mamá.
—En cualquier caso, lo que está fuera de toda duda es que existe el Otro Mundo y el hecho de que nuestros seres queridos pueden encontrar la manera de llegar hasta allí, incluso aunque no sean vampiros o iniciados, nos sirve de cierto consuelo cuando llega el momento de afrontar la pérdida de los mortales con los que tenemos algún lazo afectivo. Pero eso no significa que resulte fácil afrontar la muerte de uno de nuestros padres. Sé que es muy doloroso, Zoey, pero ¿podrías compartir con nosotros qué ha sido lo más duro de afrontar desde que murió tu madre?
Yo asentí con la cabeza y abrí la boca para decir algo sobre el hecho de que ya no podría reparar el haberse desentendido de su papel de madre durante los últimos tres años, pero no encontré las palabras.
—Tómate tu tiempo —dijo Tánatos.
Stevie Rae alargó el brazo, me cogió la mano y, apretándola con fuerza, me susurró:
—No pasa nada. Imagina que estamos tú y yo solas. Cuéntamelo con toda libertad.
Yo miré a mi mejor amiga y solté de golpe:
—Me rompe el corazón no saber exactamente lo que le sucedió.
—¿Y por qué crees que es eso lo que más te entristece?
Tánatos me hizo la pregunta desde la tarima del profesor, pero yo seguí mirando a Stevie Rae. Ella sonrió y dijo:
—¿Por qué piensas que sería mejor saber lo que le pasó a tu madre?
—Porque alguien tiene que pagar por lo que le hicieron —le expliqué a mi mejor amiga.
—¿Es una cuestión de venganza?
En ese momento sí que la miré.
—No. De justicia —repliqué con decisión.
—Tu deseo de justicia no solo es admirable, sino también comprensible. Espero que esto sirva de lección para todos vosotros: hay una gran diferencia entre querer vengarse y desear que la verdad salga a la luz para que la justicia nos ilumine a todos. —Tánatos me miró a los ojos—. Creo que puedo ayudarte a desvelar la verdad para que puedas conseguir justicia para tu madre y liberarte de ese peso.
—¿A qué te refieres?
—Hablé con tu abuela. Hoy se cumple la quinta noche desde la muerte de tu madre. Le expliqué que el número cinco tiene una importancia especial en nuestro sistema de creencias porque representa a los elementos y nuestra cercanía a ellos. Ha accedido a hacer una pausa en su ritual de limpieza precisamente hoy. No se puede afirmar con toda seguridad, pero con el poder de los elementos representado por tu círculo y con tu conexión con la persona cuya muerte intentamos desvelar, creo que puedo arrojar algo de luz sobre la muerte de tu madre, siempre que tú estés dispuesta a invocar el círculo y a presenciar lo que este nos revele.
—Lo estoy. —Tenía ganas de vomitar, pero tenía que seguir con aquello hasta el final.
—Hay una cosa más —dijo Tánatos, mirando primero a mí y luego a Stevie Rae—. Zoey invocará el círculo y yo estaré allí para invocar la presencia de la muerte, pero el conjuro dependerá de ti.
—¿De mí? —preguntó Stevie Rae soltando un gallo.
—El crimen se llevó a cabo en tu elemento, dejando en él sus huellas, y es a través de él como será revelada la verdad. —Tánatos buscó con la mirada a todos y cada uno de los miembros de mi círculo mientras continuaba explicando—: El hechizo no será agradable. La madre de Zoey fue asesinada. Si tenemos éxito, presenciaremos un acto horrible. Todos y cada uno de vosotros tenéis que tener claro que queréis participar y ser conscientes de a lo que estáis accediendo.
—Yo estoy dispuesta —dijo Stevie Rae de inmediato.
—Yo también.
—Y yo.
—Y yo —dijeron por turno Shaunee, Damien y Erin.
—Entonces, está decidido. Nos marcharemos apenas acabe la primera hora. A continuación daré los nombres de los participantes; deberéis reunirnos en el aparcamiento y prepararos para el ritual y el hechizo. Aquellos a los que no nombre, les ruego que se dirijan a la segunda clase. Para mañana quiero que me escribáis un ensayo sobre la pérdida, que será obligatorio tanto para los que participan en el ritual como para los que no. Los estudiantes que tendrán que venir conmigo son: Zoey, Stevie Rae, Damien, Shaunee, Erin y Aphrodite. El resto podéis empezar a trabajar en vuestras redacciones. Que tengáis un buen día y que seáis benditos.
Seguidamente Tánatos inclinó la cabeza formalmente y se sentó a su mesa.
Yo me quedé con la boca abierta. Como habría dicho la abuela, todo aquello me tenía totalmente desconcertada.
Aphrodite, que estaba sentada detrás de mí, se apoyó sobre su mesa y me susurró:
—Habla con Tánatos. Asegúrate de que Dragon no viene con nosotros. —Luego hizo una pausa, ladeó la cabeza indicando a Stevie Rae y a Rephaim, que estaban cogidos de las manos y hablaban atropelladamente—. A no ser que me equivoque, y normalmente nunca lo hago, esta insistirá en que el chico pájaro nos acompañe, algo bastante comprensible, porque te prometo que Darius no me dejará ir si no viene conmigo. Pero si Rephaim nos acompaña, Dragon no puede venir, de lo contrario, según mi visión, acabará cortado en dos.
—¡Maldita sea! —dije.
—¿Otra vez maldiciendo? —preguntó Aphrodite.
—No, no estaba maldiciendo, es solo una frase hecha —me justifiqué.
—Crece de una vez —dijo ella.
—Que te den —respondí yo de manera sucinta.
Aphrodite se echó a reír, lo que anuló completamente la puya que me acababa de soltar en plan «mujer adulta» a propósito de mi comentario ligeramente inapropiado. Yo solté un suspiro y, aprovechando que justo en ese momento sonaba la campana, me levanté de mi pupitre y me acerqué a Tánatos despacio, pero con paso firme.
Esta, que seguía sentada a su mesa, levantó la cabeza, pero no me miró, sino que dirigió la mirada hacia algún lugar por detrás de mí.
—Aurox, ven un momento, por favor.
Él, que estaba ya saliendo de la clase, se detuvo y se dio media vuelta.
—¿Desea algo, sacerdotisa?
—Me gustaría responder a tu pregunta.
—Esto… Esperaré fuera. Así podréis…
—No es necesario —me interrumpió Tánatos—. Mi respuesta es la misma para todo el que se haga la misma pregunta.
—No la entiendo —dijo Aurox.
En realidad, yo tampoco. Aurox le había preguntado «¿qué soy?». ¿Cómo era posible que hubiera una sola respuesta a aquella pregunta?
—Estoy segura de que lo entenderás apenas oigas lo que tengo que decir. La pregunta de qué somos es algo que solo podemos responder por nosotros mismos. Todos y cada uno de nosotros decidimos quienes somos a través de las elecciones que hacemos a lo largo de nuestra vida. Cómo nos hicieron, quiénes son nuestros padres, de dónde venimos, el color de nuestra piel, a quién decidimos amar, todas esas cosas no nos definen. Lo único que nos define son nuestros actos, y seguirán haciéndolo hasta después de nuestra muerte.
La expresión de Aurox me sorprendió.
—¿El pasado no importa?
—Por supuesto que importa, y mucho, especialmente si no aprendemos nada de él. Pero el futuro no tiene que ser dictado por el pasado.
—¿Soy yo el que decide qué soy? —preguntó arrastrando las palabras, como si intentara resolver un acertijo.
—Así es.
—Gracias, sacerdotisa.
—De nada. Y ahora, ya puedes marcharte.
Él se llevó el puño al pecho y realizó una reverencia antes de abandonar el aula.
Yo me quedé mirándolo, pensando en la expresión de sorpresa de su rostro, cuando Tánatos se dirigió a mí.
—Zoey, sé que el ritual y el hechizo no te resultarán fáciles, pero creo que te ayudarán a cerrar esta página.
—Sí, yo también lo creo. —Seguidamente, sintiéndome como una niña a la que habían pillado con las manos en la caja de las galletas, hablé rápidamente, con los ojos puestos en Tánatos—. En realidad, no me apetece nada. No quiero saber lo que le sucedió a mamá, pero aún así no dejo de revivirlo una y otra vez en mi cabeza. Al menos la verdad hará que deje de inventarme cosas.
—Lo hará —dijo ella.
—Entonces, en el ritual, ¿estaremos todos?
—Sí. Es decir, los que acabo de nombrar. E imagino que también vendrá tu guardián, y Darius, el compañero de Aphrodite. Yo también estaré. Sigue tu instinto, Zoey. ¿Hay alguien más que quieras que esté presente?
Era como si la presencia de Aurox todavía flotara en el aire, y yo negué con la cabeza.
—No, nadie más. Las únicas personas que necesito son mis amigos y nuestros guerreros, pero hay alguien que no quiero que esté. —Ella alzó las cejas sorprendida, y yo continué—. Dragon Lankford. Odia a Rephaim, y este hace las veces de guerrero de Stevie Rae, así que debería estar a su lado. —Luego, tomando una rápida decisión, me dije a mí misma que Tánatos debería saberlo—. Además, ayer Aphrodite tuvo una visión que mostraba a Dragon implicado en una escena violenta en la que le clavaban una espada a Rephaim. Preferiría que no sucediera durante el ritual que revelará la causa de la muerte de mi madre.
—La función de Dragon Lankford es la de proteger esta escuela y a sus estudiantes. Si consintiera o tomara parte en una agresión a Rephaim, supondría una gran injusticia, y conllevaría una reprimenda y…
—Espera. Para —la interrumpí—. No quiero que este ritual acabe convirtiéndose en una especie de trampa para que Dragon se meta en líos. No quiero que esa truculenta historia acabe afectando a lo que sucedió a mi madre. Su muerte ya fue lo bastante truculenta. Solo quiero que te encargues de que Dragon no esté presente. El resto ya lo resolveremos más adelante.
Tánatos asintió levemente con la cabeza.
—Entiendo perfectamente tus argumentos, y has hecho bien en recordármelo. La muerte de tu madre no es el lugar más adecuado para poner a prueba a Dragon ni para sacar a la luz sus defectos. Me ocuparé personalmente de que no nos acompañe.
—Gracias —respondí.
—Ya me lo agradecerás cuando hayamos terminado el ritual y el hechizo. Con frecuencia he descubierto que los muertos revelan cosas que deberían haber permanecido ocultas a los vivos.
Y con esa siniestra puntualización, concluyó mi lección sobre la muerte y sus entresijos y me dirigí hacia el aparcamiento y hacia un futuro que ninguno de nosotros habría sido capaz de predecir.
Neferet
Cuando sonó la campana que indicaba el final de la primera hora de clase, Neferet se encaminó con aire despreocupado hacia la puerta del aula. Con el pretexto de despedirse de los pocos alumnos que le habían quedado después de que Tánatos hubiera diezmado considerablemente el número de sus estudiantes en beneficio de su clase «especial», Neferet se situó en un lugar desde donde podía observar a los alumnos de la sacerdotisa del Alto Consejo mientras se marchaban.
Dallas, ahora sería un momento estupendo para orquestar otro altercado.
Apenas la idea tomó forma en su mente, el vampiro rojo apareció en su campo de visión. Su actitud era de todo menos provocadora y Neferet frunció el ceño. Tanto él como sus desgreñados compañeros salían a hurtadillas de la clase de Tánatos como una manada de perros con el rabo entre las piernas.
A continuación, el grupo de Zoey, en el que solo faltaba ella, abandonó la clase a toda prisa caminando en la misma dirección. ¿En la misma dirección? La mayoría de ellos tenían clases diferentes a segunda hora. Independientemente de lo borregos que fueran, no tenía ningún sentido que se alejaran del lugar todos juntos.
En ese momento apareció Aurox, y Neferet sonrió.
Como si fuera capaz de percibir su presencia, el recipiente miró hacia donde se encontraba.
—Ven conmigo —dijo, moviendo la boca para que le leyera en los labios, pero sin emitir ningún sonido mientras indicaba su despacho con un gesto de la cabeza.
Neferet no esperó a ver si el recipiente cumplía sus órdenes. Sabía que haría lo que se le pedía.
—¿Sí, sacerdotisa? —dijo, situándose delante de su mesa—. ¿Me has llamado?
—¿Ha sucedido algo fuera de lo común durante la primera hora?
—¿Fuera de lo común, sacerdotisa?
Neferet tuvo que esforzarse por contener su enfado. ¿Por qué tiene que ser tan estúpido?
—¡Sí! ¡Fuera de lo común! He notado que Dallas y su grupo se muestran excepcionalmente reservados y muchos de los otros estudiantes, los más cercanos a Zoey Redbird, se han marchado juntos como si tuvieran que ir a algún otro sitio en lugar de a la segunda clase.
—Tu observación es correcta. Tánatos tiene intención de supervisar a Zoey y a su círculo mientras llevan a cabo un ritual que les permitirá realizar un hechizo para invocar la muerte. Debería servir para que Zoey averigüe la verdad sobre la muerte de su madre y pueda cerrar esta página de su vida.
—¿Cómo? —Neferet sintió como si la cabeza le fuera a estallar.
—Sí, sacerdotisa. Tánatos está utilizando a Zoey como ejemplo para enseñarnos cómo los vampiros y los iniciados pueden superar la pérdida de un progenitor.
Neferet levantó la mano, con la palma extendida, y los zarcillos de la Oscuridad se arremolinaron a su alrededor. Aurox dio un paso atrás; era evidente que la violencia de sus emociones le resultaba incómoda. Ella se esforzó por controlarse y los pegajosos zarcillos se tranquilizaron.
—¿Dónde se llevará a cabo el hechizo?
—En el lugar donde asesinaron a la madre de Zoey.
A pesar de que tenía los dientes apretados, Neferet se las arregló para decir:
—¿Cuándo? ¿Cuándo piensan realizarlo?
—En este momento se están reuniendo para marcharse hacia allí, sacerdotisa.
—¿Y estás completamente seguro de que Tánatos los acompañará?
—Sí, sacerdotisa.
—¡Malditos sean todos los inmortales! —exclamó Neferet, prácticamente escupiendo las palabras—. Un ritual revelatorio. Estos deben ser acompañados por un conjuro muy específico… —A continuación se puso a tamborilear con las puntas de los dedos sobre la mesa, pensativa—. Debería apoyarse en la tierra, pues es en ella donde habrá quedado impresa la muerte. Por lo tanto, a la que habrá que obstaculizar es a Stevie Rae. —Entonces se dirigió de nuevo a Aurox—. Estas son mis órdenes: deberás frustrar el ritual y la realización del hechizo para invocar a la muerte. Haz lo que sea para detenerlos, incluso matar, aunque no quiero que muera ninguna sacerdotisa. —En ese momento hizo una mueca de enfado—. Desgraciadamente, el precio a pagar por la muerte de una de ellas es demasiado alto, sobre todo teniendo en cuenta que no puedo ofrecer un sacrificio equivalente —farfulló, casi como si hablara solo consigo misma. Acto seguido miró a los ojos de color de piedra de luna del recipiente—. No mates a ninguna sacerdotisa. Preferiría que nadie se diera cuenta de tu presencia, pero si no puedes detener el hechizo sin delatarte, entonces tendrás que hacer lo que sea. Debes asegurarte de que el ritual y el hechizo fracasen para que Tánatos no averigüe la forma en que murió la madre de Zoey, ¿entendido?
—Sí, sacerdotisa.
—Entonces vete de aquí y haz lo que se te ordena. Y si te descubren, no esperes que vaya a rescatarte. Olvidaré que hemos tenido esta conversación.
Al ver que no se movía y que se quedaba allí mirándola, le reprochó:
—¿Qué pasa? ¿Por qué no estás obedeciendo mis órdenes?
—No sé a dónde ir, sacerdotisa. ¿Cómo hago para llegar hasta el lugar del ritual?
Neferet reprimió las ganas de golpearlo con la Oscuridad hasta dejarlo de rodillas. En vez de eso garabateó una dirección en un bloc de notas, arrancó la hoja y se la entregó.
—Usa el GPS tal y como te enseñé. Esta es la dirección. Es incluso más fácil que si te enviara allí con un conjuro.
Él hizo una reverencia apretando el papel entre sus manos.
—A tus órdenes, sacerdotisa —dijo mientras abandonaba la habitación.
—¡Y asegúrate de que no te vean llegar!
—Sí, sacerdotisa —dijo antes de cerrar la puerta tras él.
Neferet se quedó mirándolo mientras se marchaba.
—¡Ojalá fuera más inteligente! —susurró dirigiéndose a los zarcillos de la Oscuridad que se deslizaban por sus brazos, acariciando sus muñecas—. ¡Ah! Pero vosotros lo sois ¿verdad? Id con él. Fortalecedlo. Observadlo. Aseguraos de que no vacila en el cumplimento de mis órdenes. Y luego volved y contádmelo todo.
Los zarcillos titubearon. Neferet suspiró y, con un rápido movimiento del dedo índice, se hizo un corte en el bíceps y apretó los dientes mientras se alimentaban de ella. Instantes después los ahuyentó con un gesto de la mano y se lamió la herida para que se cerrara.
—Y ahora, marchaos. Ya os habéis cobrado vuestro pago. Haced lo que os pido.
Los zarcillos se alejaron de ella con movimientos sinuosos y Neferet, satisfecha, llamó a su ayudante para que le llevara una copa de vino con un chorrito de sangre.
—Y esta vez, que sea de una virgen —le espetó cuando la joven vampira respondió a su llamada—. La otra es demasiado común, y tengo el presentimiento de que muy pronto tendrá lugar una celebración.
—Sí, sacerdotisa. Tus deseos son órdenes —respondió la ayudante con una reverencia antes de marcharse a toda prisa.
—Así me gusta —dijo Neferet hablando en voz alta, a sabiendas de que las sombras escuchaban sus palabras—. Todos mis deseos son órdenes. Y algún día, en un futuro muy próximo, ya no me llamarán sacerdotisa, sino Diosa. Muy, muy próximo…
Neferet soltó una carcajada.