19

Zoey

—¡Joder! Se va a liar una bien gorda —me susurró Aphrodite el lunes por la mañana a primera hora, mientras estábamos allí en pie, delante de la puerta de la clase que había sido designada como la clase de Tánatos. De hecho, a excepción de la clase de arte dramático, que era una especie de salón de actos en miniatura, y el verdadero salón de actos, era el aula más grande de todas las clases «normales» del colegio. Genial, pensé. Cuanto más espacio tengamos, mayor será la explosión que está a punto de producirse.

—Por desgracia, no es una clase que podamos saltarnos —le respondí en voz baja a Aphrodite. A continuación, dirigiéndome a todo el grupo, dije—: De acuerdo, entremos. No os preocupéis. Estamos juntos, así que no puede ser tan malo. —Mi grupo de raritos junto con Stevie Rae, Rephaim y todos los iniciados rojos se colocaron a mi lado y asintieron con la cabeza con cara de resignación, dispuestos a afrontar lo que quiera que fuera a provocar que la mierda se esparciera por todos lados. Entonces abrí la puerta y entré.

Mi piedra vidente comenzó a emitir calor de inmediato.

Dallas y su grupo ya estaban en la clase, como era de esperar, ocupando los pupitres de la última fila.

Aurox estaba en la primera, en uno de los extremos, lo que daba a entender que no quería estar cerca del grupo de Dallas. Yo me pregunté por qué no se juntaba con los chicos malos puesto que, al igual que ellos, pertenecía al grupo de Neferet pero, por mi propio bien, aparté la vista de él e decidí no volver mirarlo.

—Voy a intentar mantener una actitud positiva —declaró Stevie Rae ignorando las miradas burlonas que le lanzaba Dallas y la risa malvada de Nicole que flotaba en el aire como un perfume barato. Entonces agarró la mano de Rephaim, sonrió y le dio un beso en la mejilla—. No dejes que se acerquen a ti.

—Te deseo suerte con ello. Vas a necesitarla —dijo Erin.

Shaunee, que se encontraba a cierta distancia de su gemela, separada por varios chicos, no dijo nada.

—Es de color rojo. Y no me refiero a un rojo bueno, como el de Shaunee —dijo asomándose por encima de mi hombro para mirar a Dallas.

Yo me quedé mirándola.

—¿A qué te refieres?

—¿Yo soy de color rojo? —preguntó Shaunee.

—Sí —respondió Shaylin—. Se trata de un color muy definido y fácil de interpretar. Eres como un fuego de campamento: cálido y agradable.

—Eso ha sido muy amable por tu parte —apuntó Stevie Rae.

—Sí, gracias —dijo Shaunee—. Me ha encantado lo que has dicho.

—¿Y qué nos dices de Dallas? —preguntó Rephaim.

—Su rojo es como el de una bomba. Como la rabia. Como el odio —explicó.

—Entonces sugiero que nos sentemos delante, lo más lejos posible de él —propuso Stevie Rae.

—De algunas cosas es más fácil huir que de otras —dijo Erin. Sin embargo no estaba mirando a Dallas. Estaba mirando a Shaunee «fuego de campamento», que estaba estudiándose las uñas de las manos.

—No me seas tan negativa —dijo Stevie Rae a Erin, rompiendo con elegancia el incómodo silencio que se había creado. Seguidamente me miró con dulce y encantadora sonrisa y dijo—: ¡Vamos! ¡Sentémonos delante!

—De acuerdo. Te sigo —dije a pesar de que tenía ganas de salir corriendo de allí gritando como una loca.

—Tengo ganas de salir corriendo de aquí gritando como una loca —dijo Aphrodite haciéndose eco de mis pensamientos y provocando que se me pusieran los pelos de punta mientras me seguía a mí, que a mi vez seguía a Stevie Rae y a Rephaim.

Estuve a punto de contestar «yo también», pero al final decidí callármelo y, por defecto, me senté en el pupitre al otro lado de Stevie Rae, que se encontraba en la primera fila, en el centro del aula. En ese momento sonó la campana y Tánatos hizo su aparición por una puerta que comunicaba con un pequeño despacho y que se encontraba justo en la parte delantera de la clase, que estaba elevada, casi como un escenario, y tenía un estrado justo en medio con una pizarra digital interactiva detrás.

—¡Ooooh! ¡Qué colores tan bonitos! —exclamó Shaylin desde el asiento situado justo detrás del mío.

—Feliz encuentro —dijo Tánatos. Todos respondimos a su saludo. Me pareció que tenía una apariencia regia y poderosa. Llevaba un vestido color noche decorado solo con los hilos plateados del bordado que representaba a Nyx con los brazos en alto sujetando una luna creciente—. Bienvenidos a la primera sesión de esta nueva asignatura. En toda nuestra historia nunca ha existido una clase compuesta por diferentes tipos de iniciados, chicos y chicas cambiados al nacer, humanos e incluso vampiros. Me presento ante vosotros como representante del Alto Consejo Vampírico que es, mientras pertenezcáis a nuestra sociedad, el organismo regulador. —Tánatos se me quedó mirando durante la última parte de la frase y yo le sostuve la mirada. ¡Maldita sea! Estaba completamente de acuerdo con ella.

De lo que no estaba segura al cien por cien es de que mi grupo y yo quisiéramos seguir perteneciendo a la sociedad de los vampiros.

—Soy consciente de que os estáis preguntando en qué consistirá exactamente esta clase, pero solo puedo responderos de forma parcial. Estoy aquí para prepararos y ser vuestra guía en un viaje tan peculiar y único como cada uno de vosotros. Dado que la clase tendrá lugar durante la hora de sociología vampírica, plantearé algunos temas que todos los iniciados y vampiros deberán intentar comprender antes o después, como la muerte y la Oscuridad, las relaciones con guardianes y consortes, la luz y el amor. No obstante, debido a las características peculiares de esta asignatura, surgirán también algunas cuestiones que querréis consultar conmigo y, por ende, con todos nosotros. Os doy mi palabra de que mi único objetivo será la búsqueda de la verdad y que si no tengo respuesta a vuestras preguntas haré todo lo que esté en mi mano para que la descubramos juntos.

Pensé que de momento la clase no pintaba tan mal, y de hecho estaba empezando a relajarme y a sentir cierta curiosidad cuando la mierda empezó a salpicarnos.

—Entonces, empecemos nuestra búsqueda de la verdad. Quiero que todos vosotros dediquéis unos minutos a reflexionar y luego, en un trozo de papel, escribáis al menos una pregunta cuya respuesta os gustaría conocer a lo largo de este curso. Dobladlo y, cuando os hayáis marchado, las leeré. Quiero que seáis honestos con vuestra consulta, y que no os dejéis influenciar por el miedo, la censura o lo que puedan pensar los demás. Si queréis permanecer en el anonimato, no es necesario que escribáis vuestro nombre.

En ese momento se hizo una pausa y Stevie Rae levantó la mano.

—¿Sí, Stevie Rae? —dijo Tánatos.

—Solo quería asegurarme de que hemos entendido bien lo que nos pides. ¿Podemos preguntar sobre cualquier cosa? ¿Lo que sea? ¿Sin miedo a meternos en un lío?

Tánatos sonrió con dulzura a Stevie Rae y empezó a responder diciendo:

—Es una excelente…

De pronto, se escuchó a Dallas susurrar en un tono demasiado alto, que permitió que todos los oyéramos alto y claro:

—Yo quiero preguntar qué es lo que tiene un pájaro que no tengamos los tíos y qué es lo que le da para que le guste tanto.

Stevie Rae agarró la mano de Rephaim y supe que lo hacía para evitar que se levantara y se enfrentara a Dallas. Entonces dejé de prestar atención a mi mejor amiga y a su novio porque Tánatos reaccionó. El cambio que se produjo en ella fue increíblemente rápido y terrorífico. Daba la sensación de que había aumentado de tamaño y el viento se levantó a su alrededor agitando su pelo. Cuando finalmente habló, me recordó a la escena de El señor de los anillos en la que Galadriel permitía a Frodo echar un vistazo al tipo de reina oscura en que se convertiría si le quitaba el anillo.

—¿Me estás tomando por un ser inferior, Dallas? —El poder de su presencia hizo que todos nos estremeciéramos. Tánatos estaba tan gloriosamente enfadada que costaba mirarla, de manera que giré la cabeza y miré a Dallas. Se había echado atrás y tenía la espalda pegada al respaldo de la silla y la cara blanca como la nieve.

—N-no, profesora —dijo con voz temblorosa.

—¡Llámame sacerdotisa! —le gritó Tánatos, que parecía tener la capacidad de lanzar rayos e invocar truenos.

—No, sacerdotisa —se corrigió rápidamente—. N-no pretendía faltarle al respeto.

—Pero sí que pretendías faltarle al respeto a una de tus compañeras, y eso es algo que no pienso tolerar aquí, en mi clase. ¿Te ha quedado claro, joven vampiro rojo?

—Sí, sacerdotisa.

El viento que se había levantando a su alrededor se apaciguó y Tánatos volvió a adoptar su porte regio en lugar del letal.

—Excelente —dijo. A continuación, volvió a concentrarse en Stevie Rae—. En respuesta a tu pregunta, siempre que te comportes con una actitud respetuosa, puedes preguntarme todo lo que quieras sin miedo a que te reprenda.

—Gracias —respondió Stevie Rae con una voz ligeramente jadeante.

—De acuerdo, entonces podéis empezar a escribir vuestras preguntas. —Tánatos hizo una pausa, miró primero a Rephaim y luego a Aurox, e hizo una pregunta dirigida a ambos—. No se me había ocurrido preguntároslo antes, pero dado que los dos sois nuevos en, digamos, el mundo académico, ¿necesitáis ayuda para leer o escribir?

Rephaim sacudió la cabeza y tomó la palabra.

—Yo no. Sé leer y escribir en varios idiomas de los hombres.

—¡Uau! ¿En serio? ¡No lo sabía! —exclamó Stevie Rae.

Él sonrió con cara de cordero degollado y se encogió de hombros.

—A mi padre le parecía útil.

—¿Y tú, Aurox? —preguntó Tánatos, animándolo a responder.

Me di cuenta de que tragaba saliva y parecía nervioso.

—Sé leer y escribir, pero desconozco cómo adquirí esas habilidades.

—¡Vaya! ¡Qué interesante! —dijo Tánatos. Seguidamente, como si el hecho de saber leer y escribir mágicamente fuera lo más normal del mundo, continuó como si nada—. Zoey y Stevie Rae, visto que os habéis sentado juntas, os rogaría que dividierais la clase en dos y procedierais a recoger las preguntas de sendos lados.

Stevie Rae y yo mascullamos «de acuerdo» y después me quedé allí sentada mirando el papel en blanco que había arrancado de mi bloc de notas. ¿Debía hacer una pregunta inofensiva, como algo sobre las afinidades y cuándo es «normal» que se manifiesten o debería ser sincera y preguntar algo que realmente quería saber?

Entonces eché un vistazo a mi alrededor. Stevie Rae estaba escribiendo con una expresión extremadamente seria. Rephaim acababa de dejar el lápiz sobre la mesa y estaba doblando el papel por la mitad. Intenté echarle un vistazo, pero lo único que conseguí ver es que había firmado la pregunta con su nombre.

Voy a ser sincera, me dije a mí misma y a continuación escribí: «¿Cómo se supera la muerte de uno de tus padres?». Luego vacilé y, finalmente, escribí mi nombre. Seguidamente intenté ver lo que estaba escribiendo Stevie Rae, pero ya había terminado y tenía el papel en la mano. Luego se levantó de su pupitre de un salto y empezó a recorrer los pasillos de su lado de la clase, recogiendo papeles como una profesional.

Yo suspiré y comencé a caminar por el mío como si fuera un campo de minas. Por supuesto, Aurox estaba allí. Era el primer chico justo después de Damien y Shaunee. No quería mirarlo a los ojos de manera que opté por concentrarme en el papel que me entregaba. En él, con grandes letras mayúsculas, se leía la pregunta: «¿Qué soy?», acompañada de su nombre.

Completamente alucinada, lo miré a los ojos. Él me devolvió la mirada sin vacilar. Entonces, en un tono de voz tan bajo que solo yo pude oírlo, dijo:

—Me gustaría saberlo.

No pude apartar la vista de sus inusuales ojos del color de las piedras de luna. Por alguna estúpida razón, escuché mi voz que respondía también en un susurro:

—A mí también.

Entonces le arrebaté el papel de las manos y me alejé rápidamente intentando no pensar, limitándome a hacer lo que se me había pedido. Dallas y su grupo estaban de lo más sumisos y apenas nos miraron, ni a mí ni a Stevie Rae, pero me di cuenta de que no habían escrito nada en los papeles que me entregaron, una clara señal de que había decidido adoptar una actitud pasivo-agresiva. Yo los coloqué debajo del montón y regresé a la parte delantera de la clase.

Tánatos nos cogió los papeles, nos dio las gracias y luego dijo:

—Estudiaré vuestras preguntas esta noche y mañana mismo empezaremos a discutir algunas de ellas. Y ahora me gustaría dedicar el resto de la clase a hablar sobre una cuestión que en mi opinión la mayoría de vosotros considerará relevante, la de la relación con una pareja o consorte.

Imaginé que Tánatos nos soltaría el típico sermón oficial de «hay que saber decir que no» que nos habían repetido una y otra vez desde el primer día, pero me equivoqué. Habló abiertamente sobre el placer y lo maravilloso que podía ser cuando salía bien y lo trágico que resultaba cuando no era así. Se comportó de una manera interesante y divertida, aunque con la actitud fría y distante de los británicos, y antes de que quisiera darme cuenta, sonó la campana que indicaba que la clase había terminado.

Aun así me quedé por allí, esperando a Aphrodite que, sorprendentemente, estaba teniendo una respetuosa discusión con Tánatos acerca de las conexiones. Mi amiga sostenía que estas no estaban basadas en la sexualidad. Tánatos, en cambio, insistía en que la sexualidad y las conexiones iban siempre de la mano, lo que provocaba la consternación de Aphrodite, que durante un tiempo había estado conectada con Stevie Rae, aunque la cosa no se había prolongado mucho.

Tánatos concluyó la discusión diciendo:

—Aphrodite, el hecho de que no quieras reconocer una cosa, no hace que sea más o menos verdad.

—Voy a asegurarme de que Zoey llega a tiempo a la segunda clase —se excusó mi amiga con expresión desconcertada.

—Muy bien, joven profetisa —dijo Tánatos con un tono de voz que sonó como si estuviera sonriendo, a pesar de que su rostro no decía lo mismo—. Y gracias por la animada discusión. Estoy deseando tener otra igual mañana.

Aphrodite asintió con la cabeza, frunció el ceño y, apenas estuvimos lo suficientemente lejos de Tánatos para que no pudiera oírla, dijo:

—Animada discusión, y una mierda. No pienso volver a debatir sobre relaciones lésbicas. Nunca más.

—No creo que quisiera decir eso, Aphrodite —le comenté intentando no sonreír, como había hecho Tánatos—. Pero tiene razón. Ha sido una clase muy interesante, mucho más que los típicos rollos sobre la sociedad vampírica que nos suelta Neferet.

Aphrodite abrió la puerta.

—Me enorgullece enormemente mi capacidad para entretener a las masas y…

Apenas salimos nos encontramos en mitad del caos.

—¡Venga, chico pájaro! —gritaba Dallas—. No puedes esconderte detrás de Stevie Rae para siempre.

El musculitos de Johnny B lo tenía sujeto por los brazos, inmovilizándolo, pero él luchaba con todas sus fuerzas por liberarse.

—¡No me estoy escondiendo, estúpido arrogante! —le chilló Rephaim. Stevie Rae lo agarraba con fuerza por un brazo intentando apartarlo de la acera y alejarlo de Dallas.

—Voy a por Darius y Stark —dijo Aphrodite echando a correr.

—¡Eh, chicos! ¡Basta ya! —dije, colocándome entre ambos y entre sus dos grupos, que cada vez eran más numerosos.

—¡Aparta tu culo de aquí, Zoey! ¡Esta no es tu pelea! —dijo Dallas dirigiendo su veneno hacia mí—. Te crees mejor que nadie, pero para nosotros no vales una mierda —añadió indicando con un gesto brusco de la cabeza a los iniciados rojos que estaban allí en pie, observándolo todo con una sonrisa.

Sorprendida por lo mucho que me hirieron sus palabras, le espeté:

—¡No me creo mejor que nadie!

—No entres en sus provocaciones, Zoey. No es nadie. Solo un chaval insignificante y borde disfrazado de vampiro —dijo Stevie Rae.

—¡Y tú no eres más que una puta! —le gritó Dallas.

—¡Te dije que dejaras de llamarla así! —chilló Rephaim intentando zafarse de su chica.

—¡Todo el mundo sabe que estás cabreado porque ya no estáis juntos! —le dije a Dallas, pensando en lo gilipollas y capullo que se había vuelto.

—¡No! Estoy cabreado porque está con un bicho raro producto de una anomalía de la naturaleza —me contestó con muy malos modos y me di cuenta de que a pesar de que gritaba y forcejeaba, desviaba la mirada una y otra vez a un punto en la parte inferior de la pared y al que se iba acercando poco a poco de manera casi imperceptible. Miré hacia el lugar que tanto parecía interesarle y descubrí una toma de corriente, de esas industriales con tres orificios.

¡Maldita sea!

—¡No soy ningún bicho raro! —Rephaim parecía a punto de estallar—. ¡Soy humano!

—¿Ah, sí? ¿Qué te parece si esperamos a que salga el sol y comprobamos lo humano que eres? —le soltó Dallas con una mueca burlona acercándose aún más a la pared.

Como quien no quiere la cosa, di un par de pasos hacia la toma de corriente, intentando dilucidar lo más rápido posible qué elemento debía invocar en caso de tener que luchar contra un ataque eléctrico.

—Me parece genial —respondió Rephaim—. Ya sea con los ojos de un humano o con los de un cuervo, será un placer contemplar cómo te abrasas.

—¡Eso será en tus sueños, capullo! —le gritó Dallas, avanzando hacia la toma de corriente y a punto de zafarse de Johnny B, haciéndome tropezar y caer hacia atrás.

Justo en ese momento sentí unas fuertes manos que me agarraban y evitaban que acabara con el culo en el suelo. Con un solo movimiento Stark me ayudó a recuperar el equilibrio y me colocó detrás de él, de espaldas a la pared. Entonces se encaró con Dallas.

—Lárgate de aquí. —Stark no levantó la voz, sino que habló en un tono frío y calmado que sonó de lo más amenazante.

—Tú no tienes nada que ver en esta pelea —dijo Dallas sin dejar de forcejear con Johnny B.

—Sí Zoey está implicada, tengo mucho que ver. Y quiero que quede claro que ganaré. Siempre gano. Así que será mejor que te largues.

—¡Se acabó! —La voz de Dragon Lankford sonó como la de un general dando órdenes a unas tropas desbocadas y varios guerreros hijos de Érebo, entre los que se encontraba Darius, irrumpieron en escena desplegando un gran espectáculo mientras se situaban entre Dallas y Rephaim. El rostro del maestro de esgrima parecía una tormenta a punto de estallar—. ¡Dallas, ponte aquí! —ordenó indicando un lugar delante de él. A continuación, mirando de soslayo a Rephaim, añadió señalando un espacio vacío junto a Dallas—: ¡Y tú ahí! —Los dos chicos hicieron lo que se les pedía, aunque el vampiro seguía mirando a Rephaim como si quisiera estrangularlo. Rephaim, en cambio, no le quitaba ojo a Dragon, que empezó a hablarles a ambos con severidad.

—¡No pienso tolerar peleas en este colegio! Esto no es un instituto de humanos. Espero de vosotros un comportamiento muy por encima de esas chiquilladas primitivas. —A continuación miró a ambos a los ojos—. ¿Me habéis entendido?

—Yo sí —respondió rápidamente Rephaim, alto y claro—. No quiero ser la causa de ningún problema.

—Entonces lárgate, porque mientras estés aquí, seguirá habiendo problemas —le acusó Dallas.

—¡No! —gritó Dragon violentamente, como si pegara un latigazo—. En este colegio no habrá más problemas o tendrás que responder ante mí.

—No es de los nuestros. No debería estar aquí —dijo Dallas, aunque su voz sonó mucho más sometida y tenía más el aspecto de un niño gordito que la de un joven peligroso.

—Estoy de acuerdo contigo, Dallas —dijo Dragon—, no así Nyx. Y mientras la Casa de la Noche esté al servicio de Nyx, tendremos que soportar sus decisiones, incluso si decide perdonar cuando nosotros no podemos hacerlo.

—¿No podéis o no queréis? —Todo el mundo se giró hacia Stevie Rae, que se acercó con paso firme hasta donde se encontraba Rephaim, le cogió la mano y se encaró con Dragon. Pensé que se movía como una poderosa alta sacerdotisa lo suficientemente cabreada como para escupir llamaradas por la boca, y me alegré de que su elemento fuera la tierra y no el fuego—. Rephaim ni siquiera ha empezado toda esta mierda. Lo único que ha hecho es defenderme cuando Dallas me ha llamado zorra, puta y otras cosas que no me siento capaz de repetir. Si no fuera porque se trata de Rephaim, nunca habrías tomado partido por Dallas.

—Entiendo que tanto a Dallas como a otros muchos estudiantes les resulte difícil aceptarlo —respondió Dragon con toda naturalidad.

—Eso es algo que tendrás que discutir con la Diosa. —Todos los allí presentes nos giramos al oír la voz dulce y calmada de Neferet, que estaba en pie al principio del pasillo, acompañada de Tánatos.

—Todo indica que la Diosa se ha pronunciado sobre la cuestión de la aceptación de Rephaim —dijo Tánatos—, de manera que tanto Dallas, como tú, maestro de esgrima, tenéis que limitaros a acatar su decisión.

—¡Pero si se está integrando perfectamente! —protestó Stevie Rae, que parecía superenfadada—. Como estaba intentando explicar, es Dallas el que está causando problemas, no Rephaim.

—Y como ya he dejado bien claro, los problemas no cesarán —dijo Dragon.

—También has dejado bien claro que no quieres a Rephaim aquí —dijo Stevie Rae.

—Nuestro maestro de esgrima no está obligado a que le gusten todos y cada uno de los estudiantes de esta escuela —dijo Neferet sacudiendo la cabeza con gesto paternalista—. Su función es protegernos, no comportarse como una madre.

—Pero entre sus funciones está el de ser justo y comportarse de manera digna —dijo Tánatos—. Dragon Lankford, ¿crees que puedes ser justo y comportarte de manera digna con Rephaim y dejar a un lado tus sentimientos personales hacia él?

La expresión del rostro de Dragon era tensa y su voz sonó tirante, pero respondió sin dudar.

—Sí.

—En ese caso, confío en que cumplirás tu palabra —dijo Tánatos—, y todos deberíais hacer lo mismo.

—Y también deberíamos volver a clase —dijo Neferet secamente—. Esto ya nos ha ocupado demasiado tiempo.

Seguidamente les lanzó una mirada de desdén a Rephaim y a Stevie Rae y se marchó caminando con paso regio, instigando a algunos chicos para que echaran a andar por delante de ella. Dragon se unió a ella, y empezó a azuzar a los boquiabiertos estudiantes por todo el pasillo como si estuviera arreando ganado.

—¿Puedes ver la Oscuridad que la rodea, así como a los otros iniciados rojos? —Yo parpadeé sorprendida. Stark había dirigido su pregunta directamente a Tánatos.

La miembro del Alto Consejo vaciló unos instantes y después negó lentamente con la cabeza.

—Nunca he tenido tratos con la Oscuridad. No es visible para mí.

—Yo sí puedo —dijo Rephaim—. Y Stark tiene razón.

—Y yo también —dijo Stevie Rae en voz baja—. Pulula a su alrededor como un montón de insectos, tocándola y sin abandonarla en ningún momento. —Entonces se estremeció—. Es asqueroso.

—¿Y qué me dices de Dragon? —pregunté yo—. ¿También él está rodeado?

Fue Rephaim el que me contestó.

—Sí y no. Lo sigue, pero no lo impregna como sucede con los demás. —En ese momento exhaló un largo suspiro—. Al menos no todavía.

—No es culpa tuya —le dijo Stevie Rae encarecidamente—. Tú no tienes nada que ver con las decisiones que está tomando en este periodo.

—Me lo creeré el día que consiga perdonarme —respondió Rephaim—. Vamos, te acompaño a tu clase.

A continuación nos despedimos hasta la hora de la comida, aunque Stark y yo no fuimos a ninguna parte, sino que nos quedamos allí en pie, mirando a Stevie Rae y Rephaim mientras se alejaban.

—Ese chico tiene conciencia —dijo Tánatos.

—Sí —convine yo.

—Entonces todavía existe una esperanza para él —dijo.

—¿Podrías decírselo a Dragon? —preguntó Stark.

—Por desgracia, es algo que tendrá que descubrir por sí mismo, siempre que la muerte de su compañera no haya provocado que se haya perdido por completo la persona que era.

—¿Crees que podría haber pasado? ¿Que Dragon esté completamente perdido? —le pregunté.

—Sí, lo creo —respondió Tánatos.

—Lo que significaría que la Oscuridad podría apoderarse de él —dijo Stark—. Y si nuestro maestro de esgrima se pasa a la Oscuridad, todos nosotros tendremos problemas.

—Así es —convino Tánatos.

¡Maldita sea!, pensé yo.