Zoey
—¿Te está llamando? ¿De qué demonios hablas? Yo no oigo nada —dije sin dejar de mirar a mi alrededor con la boca abierta como si el demonio de tasmania fuera a saltarme encima de un momento a otro.
—No —dijo él sacudiendo la cabeza—. Es imposible que lo oigas. De hecho, ni siquiera yo lo oigo. Mi padre puede llamarme a través de la sangre inmortal que nos une. No creía que fuera capaz de hacerlo después de que Nyx me cambiara —dijo mirando a la lejanía con expresión de desconsuelo—. Pero no soy un humano de verdad. Sigo siendo una mezcla de bestia, hombre e inmortal. Y sigo compartiendo su sangre.
—¡Eh! No pasa nada. Lo estás haciendo lo mejor que sabes. Lo veo en la forma en que miras a Stevie Rae. Sé que la quieres. Y la propia Nyx te perdonó.
Él asintió con la cabeza y se pasó la mano por la frente, lo que me hizo darme cuenta de que había empezado a sudar. Y mucho.
Evidentemente, él también se dio cuenta de que me había dado cuenta.
—Resulta difícil no responder a su llamada —se justificó—. Nunca antes me había resistido a él.
—Mira, quédate aquí sin moverte. Voy a buscar a Stark, a Darius y Stevie Rae. Entonces podrás seguir la llamada de Kalona. Iremos todos contigo y le demostraremos que eres uno de los nuestros y que tiene que dejarte en paz.
—¡No! No quiero que todos sepan que está aquí. Y mucho menos Stevie Rae. Cree que le he dado la espalda por completo, ¡pero es tan difícil! —exclamó juntando las manos como si me suplicara que lo entendiera—. ¡Sigue siendo mi padre!
A pesar de que hubiera deseado no hacerlo, empecé a entender lo que estaba diciendo.
—Mi madre era un auténtico desastre, y prefirió a un tío en vez de a mí, pero en el fondo yo seguía queriéndola y deseaba con todo mi corazón que ella también me quisiera. Pero de verdad. Creo que lo más difícil de soportar del hecho de que haya muerto es que ya no existe ninguna posibilidad de que vuelva a ser mi madre.
—Entonces me entiendes.
—Sí, en cierto modo creo que sí. Pero también estoy de acuerdo con Stevie Rae. Mira, Rephaim, es posible que te sientas como cualquier niño con un padre que ha perdido el norte, pero el problema con tu situación es que el tuyo no es un padre cualquiera. Se trata de un peligroso inmortal que se encuentra del lado equivocado en una batalla real en la que se enfrentan el bien y el mal.
Rephaim cerró los ojos como si lo que acababa de decir le hubiera causado un dolor físico, pero luego los abrió y asintió mirándome con una determinación inquebrantable.
—Tienes razón. Tengo que plantarle cara y hacerle entender que hemos elegido caminos muy diferentes. Me gustaría que estuvieras conmigo mientras lo hago. Por favor, Zoey.
—De acuerdo. Deja que vaya a buscar a Stark y…
—Solo tú. Sé que puede parecer estúpido, pero no quiero humillar a mi padre, y hacerlo con Stark delante sería un grave insulto.
—Rephaim, no puedo venir sola contigo. ¿Te has olvidado de que tu padre intentó matarme?
—Neferet había recluido su cuerpo y lo había obligado a seguirte hasta el Otro Mundo. No quería hacerlo. Nunca quiso hacerte daño. Zoey, mi padre me dijo que nunca te mataría, ni a ti ni a ninguna alta sacerdotisa de la Diosa.
—En serio, no puedo creer que no te entre —dije sacudiendo la cabeza con incredulidad—. Kalona no dudaría ni un instante en matar a cualquiera que se interpusiera en sus planes.
—Tú has estado muy cerca de él desde que escapó de la tierra. ¿De veras puedes decirme que nunca has visto un atisbo del guerrero de Nyx que todavía habita en su interior?
Yo vacilé. No quería recordar lo ingenua que había sido antes de la muerte de Heath. Entonces levanté la barbilla.
—Kalona mató a Heath porque yo fui lo suficientemente estúpida para bajar la guardia con él.
—Heath no era una alta sacerdotisa al servicio de Nyx. Y no has contestado a mi pregunta. Quiero que seas sincera. ¿Has vislumbrado alguna vez al que solía ser, o no?
Por millonésima vez en mi vida, deseé que se me diera mejor mentir.
—Sí, sí, de acuerdo. Una vez me pareció ver al que solía ser, al guerrero de Nyx —dije con toda sinceridad—, pero me equivocaba —añadí.
—No lo creo, al menos no del todo. Creo que el guerrero sigue ahí, en su interior. Al fin y al cabo, me dio la libertad de elegir mi propio camino.
—Pero no deja que te liberes de él. Está aquí, llamándote.
—¡¿Y si me estuviera llamando porque me echa de menos?! —gritó Rephaim. Acto seguido se pasó de nuevo la mano por su tensa y sudorosa cara y en un tono de voz más controlado, continuó—: Por favor, Zoey. Te doy mi palabra de que no dejaré que mi padre te haga daño, de la misma manera que no permitiría que le hiciera daño a Stevie Rae. Te lo ruego, ven conmigo y sé testigo de que he roto con él para que nadie en la Casa de la Noche pueda poner en duda mi lealtad. —Lo que dijo a continuación fue lo que me dio el empujoncito final para convertirme en la reina de país de los imbéciles—. No me ha visto desde que me convertí en un chico. Tal vez, cuando vea las pruebas del perdón de Nyx, el guerrero que hay en él terminará de despertarse. ¿No crees que Nyx querría que le dieras otra oportunidad a su guerrero?
Entonces lo miré y vi lo que seguramente había hecho que Stevie Rae se enamorara de él: básicamente, que era un chico supermono que quería que su padre lo quisiera.
—¡Maldita sea! —dije—. ¡Está bien! Iré contigo siempre que no salgamos del campus. Y deberías saber que si me pongo nerviosa, o me cabreo, o me asusto, Stark lo sentirá y vendrá corriendo con su arco, el que nunca falla el tiro. Y te prometo que disparará y que no podré hacer nada por evitarlo.
Rephaim me agarró del brazo y prácticamente comenzó a llevarme a rastras hasta la parte este del muro.
—No te pondré en peligro. No sentirás ninguna de esas cosas.
Por supuesto, enseguida supe adónde nos dirigíamos. Realmente daba repelús.
—El estúpido árbol junto al estúpido muro —dije con la lengua fuera—. Esto no me gusta un pelo.
—Es fácil llegar a él y no suele haber nadie —explicó Rephaim—. Por eso lo ha elegido.
—Peor me lo pones —respondí.
Cruzamos el prado a toda prisa mientras yo miraba por encima de mi hombro. Podía ver las lámparas de gas de los establos que proyectaban su luz hasta aquella zona del campus mientras pensaba que probablemente debería abdicar de mi cargo como reina del país de los imbéciles y mandar un enorme SOS mental a Stark, cuando de pronto Rephaim redujo el paso para luego detenerse.
Giré la cabeza para concentrarme en lo que ocurría delante de mí, y vi a Kalona en pie junto al árbol destrozado. Se encontraba de espaldas a nosotros. Más tarde tuve tiempo de pensar en que lo normal habría sido que estuviera mirando hacia el lugar desde el que se sabía que aparecería Rephaim, pero en ese momento su presencia lo eclipsaba todo, exactamente como sabía que sucedería. Era alto y fuerte, y como era habitual en él, estaba desnudo de cintura para arriba. Sus increíbles alas negras estaban plegadas en posición de descanso, y parecía que un dios las hubiera fabricado personalmente con fragmentos del cielo estrellado.
Me había olvidado de lo hermoso, majestuoso y poderoso que resultaba. Entonces apreté la mandíbula y me obligué a mí misma a recuperar el sentido. Si había algo que no había olvidado era lo peligroso que podía llegar a ser.
—Padre, estoy aquí —dijo Rephaim con una voz tan pequeña e infantil que sentí la necesidad de poner mi mano sobre la suya, en el lugar por el que todavía me tenía sujeta por el brazo.
Kalona se dio la vuelta y sus ojos de color ámbar se abrieron sorprendidos. Por un momento su rostro se quedó paralizado y después se mostró terriblemente desconcertado.
—Rephaim, ¿eres tú de verdad, hijo mío?
Al sentir el temblor que recorrió el cuerpo de Rephaim, le apreté la mano con fuerza.
—Sí, padre. —Su voz se volvía más fuerte conforme hablaba—. Soy yo, Rephaim, tu hijo.
Sabía que el inmortal había fingido muchas cosas. Sabía que había hecho tratos con la Oscuridad y que había sido un asesino, un mentiroso y un traidor. Aun así, creo que jamás olvidaré la expresión del rostro de Kalona cuando vio a su hijo aquel día. Por un instante esbozó una sonrisa y una alegría inmensa inundó de tal manera todo su ser que solté la mano de Rephaim. Me quedé allí en pie, con la boca abierta, maravillada por la felicidad de Kalona, y me di cuenta de que lo que vi en su rostro era el mismo amor que había visto cuando contempló a Nyx en el Otro Mundo.
—Nyx me perdonó —dijo Rephaim.
Aquellas tres palabras dieron al traste con la alegría de Kalona.
—¿Y después te regaló la posibilidad de adoptar forma humana? —dijo el inmortal en un tono privo de emoción.
Percibí la indecisión de Rephaim y me di cuenta de que estaba a punto de hacer lo que yo solía hacer en esos casos, decir toda la verdad cuando debía tener la boca cerrada, de manera que, de buenas a primeras, respondí a su pregunta, proporcionándole la versión corta de los hechos.
—Sí, ahora es un chico y está con nosotros.
La mirada color ámbar de Kalona se concentró en mí.
—Zoey, tienes buen aspecto. Creía que mi hijo era el compañero de la Roja. ¿Acaso lo comparte contigo?
—¡Oh, no! Este no es esa clase de colegio. Soy su amiga, eso es todo —dije desembarazándome por completo del recuerdo de lo emocionado que había visto a Kalona cuando se había reencontrado con su hijo. Este es el verdadero Kalona, me dije a mí misma—. Y no hace falta que seas tan capullo. Has sido tú el que ha llamado a Rephaim, no al revés.
—Así es, he llamado a mi hijo. No a una alta sacerdotisa iniciada.
—He sido yo el que le ha pedido que me acompañara a hablar contigo —explicó Rephaim.
—Se lo has pedido a Zoey y no a la Roja. ¿Ya te has cansado de ella?
—No, y se llama Stevie Rae, no la Roja. Soy su compañero y pienso seguir siéndolo. —Me gustó darme cuenta que toda aquella mierda del chico que idolatra a su padre había desaparecido por completo de la voz de Rephaim—. Es por eso por lo que he respondido a tu llamada, porque necesitaba decírtelo, del mismo modo que se lo dije a Nisroc. He elegido recorrer el camino de la diosa junto a Stevie Rae. Es lo que quiero y lo que siempre querré.
—Siempre es mucho tiempo —respondió Kalona.
—Lo sé, pasé una buena parte de ese tiempo cumpliendo tu voluntad.
—¡La pasaste siendo mi hijo!
—No, padre. No fue así. Estoy empezando a entender que la diferencia entre la Luz y la Oscuridad radica en una sola cosa, la capacidad de amar. Cuando obedecía tus órdenes, nuestra relación se basaba en la obligación, el miedo y la intimidación, pero no en el amor.
Estaba convencida de que Kalona iba a estallar, pero en vez de eso encogió los hombros y apartó la vista, como si ya no pudiera soportar la penetrante mirada de Rephaim.
—Tal vez las circunstancias no hicieron de mí la persona más apta para ser padre —dijo arrastrando las palabras—. Fuiste el fruto de la rabia, la desesperación y la lujuria. Creo que dejé que eso determinara nuestra relación.
En ese momento percibí la esperanza en Rephaim. Era como si me la estuviera telegrafiando a través de su piel y de su voz.
—No tiene por qué seguir determinándola —dijo con la misma lentitud que su padre. De pronto me sorprendió descubrir que los dos hablaban de un modo increíblemente similar. Entonces miré de reojo a Rephaim y reconocí la forma de sus ojos, su boca, su mandíbula, y después de ver el parecido familiar, me pregunté cómo demonios no me había dado cuenta antes. ¡Con razón Rephaim estaba tan bueno! ¡Se parecía a su padre!
—Deseas que empecemos nuestra relación desde cero de la misma manera que has hecho con tu vida —dijo Kalona.
A pesar de que no le había dado la entonación de una pregunta, Rephaim le contestó de todos modos.
—Sí, padre.
Kalona se me quedó mirando.
—¿Y qué me dices de tus nuevos amigos? No creo que acepten nunca el hecho de que tú y yo no estemos enemistados.
—Bueno, no puedo hablar en nombre de todos sus nuevos amigos pero, por lo que a mí respecta, me importa bien poco el tipo de relación que tenga contigo mientras nos dejes en paz a los demás —dije—. De quien tendrías que preocuparte es de Neferet. Si es verdad que ya no estás de su parte, te prometo que ella sí que aceptará que Rephaim y tú no seáis enemigos.
—¡Neferet no tiene ningún control sobre mí! —La voz de Kalona recorrió mi piel y la familiaridad de su tacto helado me produjo un escalofrío.
—Vale, lo que tú digas —dije esforzándome por sonar lo más despreocupada posible—. Pero no estoy hablando de control. Estoy hablando de que ella y tú estáis del mismo lado, y de que ella hace tiempo que se pasó al lado de la Oscuridad. No va a permitir que nadie con tu poder se mantenga al margen.
—Neferet perdió toda posibilidad de aliarse conmigo cuando recluyó mi cuerpo y utilizó mi espíritu. Deberías saber, Zoey Redbird, que Neferet tiene un nuevo consorte.
Yo puse los ojos en blanco.
—Aurox no es su consorte. Es solo uno de sus peones.
—No me refería a su nueva criatura. Me refería al toro blanco.
Yo me quedé mirándolo fijamente.
—Estás hablando en serio.
—Sí —intervino Rephaim.
—¿Y por qué ibas a contarme algo así? No somos amigos. Ni tampoco aliados —dije con firmeza.
—Podríamos serlo. Tenemos un enemigo común —dijo Kalona.
—No creo. Tú estás cabreado con Neferet, al menos en esta fracción de segundo. Yo lucho contra la Oscuridad en general. Precisamente el lugar donde sueles posicionarte.
—Te está preguntando si podéis empezar de cero —dijo Rephaim.
Entonces levanté la vista y miré al esperanzado, adorable y sobre todo ingenuo chico que estaba en pie junto a mí.
—Rephaim, Kalona no se ha vuelto bueno de repente. —La única cosa en que podía pensar era: Stevie Rae me matará si se lo devuelvo en plan «entre mi padre y yo todo es perfecto y maravilloso»—. No podemos hacer que los demás se conviertan en lo que nos gustaría solo porque queremos que entren a formar parte de nuestra pandilla.
—No tengo ninguna intención de volverme bueno —dijo Kalona—. De la misma manera que no tampoco tengo ningún interés especial en ser malo. Simplemente deseo la caída de la Tsi Sgili. Me ha herido y quiero vengarme.
—De acuerdo, ¿y qué significa eso exactamente? —pregunté.
—Significa que tenemos un enemigo común. Te ayudaré a liberar a la Casa de la Noche de la Tsi Sgili, que se está haciendo pasar por una alta sacerdotisa de Nyx, y de Aurox.
—Padre, ¿estarías dispuesto a presentarte ante el Alto Consejo para decirle lo que sabes de Neferet?
—¿Y de qué serviría? —inquirió Kalona con aspereza—. No tengo pruebas que apoyen mis palabras. La acusaría de haber elegido al toro blanco como consorte y ella lo negaría. Me imagino que ha presentado a su criatura como un regalo divino, ¿me equivoco?
—No, no te equivocas —respondí—. Se supone que Aurox es un regalo de Nyx.
—Déjame adivinar: la Diosa no se ha aparecido para denunciar ni a Neferet ni a la criatura.
—Sabes perfectamente que eso no ha sucedido —dije.
—Por supuesto que no —dijo Kalona sacudiendo la cabeza con evidente desprecio—. Y dado que vuestra Diosa permanece en silencio, no tenemos pruebas de Nyx. Sería mi palabra contra la de Neferet, y el Consejo ya cree que me expulsó de su lado. Pensarían que estoy mintiendo para vengarme.
—¿Y no es así? —pregunté—. Quiero decir, ¿no es eso lo que dices que quieres? ¿Venganza?
—No quiero que el Consejo vigente la reprenda, le den un tirón de orejas y que la condenen a la soledad para, supuestamente, servir a la Diosa. Quiero acabar con ella.
El odio helado de su voz volvió a producirme un escalofrío, pero no podía poner ningún pero a su razonamiento. Yo no quería matar a Neferet. ¡Maldita sea! No quería matar a nadie. Sin embargo, en lo más profundo de mi corazón, sabía que a menos alguien acabara con ella, terminaría por causarnos un dolor y un sufrimiento inimaginable a todos nosotros.
—De acuerdo, mira. Necesito que me lo digas claramente. ¿Estás hablando de matar a Neferet?
—No puedo matarla, se ha vuelto inmortal. —Entonces me miró fijamente a los ojos—. La única que puede acabar con Neferet es ella misma.
Sentía como si el cerebro me fuera a explotar en mil pedazos.
—No tengo ni idea de cómo conseguir que haga algo así.
—Puede que yo sí —dijo Kalona—. Ha elegido como consorte al toro blanco, convencida de poder controlarlo. Pero está muy equivocada.
—¿Es él la llave para su destrucción? —preguntó Rephaim.
—Tal vez. Tendríamos que observar y esperar el momento oportuno. Descubrir lo que está tramando y ver cuál será su siguiente paso —explicó Kalona—. No os resultará difícil conviviendo con ella en la Casa de la Noche. No le quites ojo, hijo mío.
—No vivimos aquí —dijo él antes de que pudiera impedírselo—. Estoy con Zoey, Stevie Rae y los demás en la estación.
—¿En serio? ¡Qué interesante! ¿Y todos los iniciados rojos están en la estación con vosotros?
—No, Neferet se ha traído a los otros iniciados rojos, a los que no forman parte del grupo de Stevie Rae, a la Casa de la Noche. Ahora se alojan aquí —dijo Rephaim.
—Eso podría ser importante. Su presencia mantendría el equilibrio entre la Luz y la Oscuridad en esta escuela.
—Sí —convino Rephaim—. Y además hay una iniciada que…
—Que sabe tener la boca cerrada y no contarle nuestras cosas a todo el mundo —lo interrumpí mirándolo con cara de asesina.
Kalona sonrió como si de pronto hubiera entendido muchas cosas.
—No te fías de mí, ¿verdad, pequeña A-ya?
Sentí que el corazón se me helaba.
—No, no me fío de ti. Y no vuelvas a llamarme así. Yo no soy A-ya.
—Está en tu interior —dijo él—. Puedo sentirla.
—Es solo una pequeña parte de quién soy hoy en día, así que déjame en paz. Tu tiempo con ella ha terminado.
—Tal vez un día aprenderás que las vidas pasadas giran siempre alrededor del presente —sentenció.
—¿Qué te parece si contienes la respiración hasta que eso suceda? —le pregunté con fingida dulzura.
Kalona soltó una carcajada.
—Todavía consigues divertirme.
—Y tú todavía me produces nauseas.
—¿No podríamos acordar una especie de paz entre nosotros? —preguntó Rephaim.
—Podríamos acordar una tregua —dije mirando a Rephaim y obligándolo a mirarme a los ojos—. No es lo mismo. Implica también que no puedes confiar en él ni contarle nuestras cosas. Y más te vale que te lo metas en la cabeza de una vez por todas, Rephaim, de lo contrario tendrás que marcharte con él ahora mismo.
—Me quedo con Stevie Rae —dijo él.
—Entonces recuerda de qué parte estás —le dije.
—Ten la plena seguridad de que no dejaré que lo olvide —dijo Kalona.
—Sí, claro. Y deberías saber que Rephaim cuenta con un montón de gente que se preocupa por él y que no dejaremos que lo utilices.
Kalona me ignoró y se dirigió a su hijo.
—Si me necesitas, mira hacia el oeste y sigue nuestra sangre. —Seguidamente empezó a extender las alas—. Recuerda que eres mi hijo, porque te puedo asegurar que los que están a tu alrededor no lo olvidarán nunca.
A continuación se elevó en el cielo y, batiendo sus alas poderosamente, desapareció en la noche.