13

Stark

El sueño de Stark había empezado bien. Se encontraba en una playa fabulosa, rodeado de arena blanca, y un mar de aguas cristalinas se extendía delante de él. El sol no lo había quemado. De hecho, era exactamente igual que antes de que lo marcaran, cuando la sensación de los rayos sobre su rostro y sus hombros le resultaba tremendamente agradable. Estaba disparando flechas a una enorme diana redonda que, mágicamente, las absorbía y las hacía reaparecer en la arena junto a él para que pudiera seguir disparando una y otra vez.

Lo único en lo que pensaba era en lo realmente genial que habría sido el sueño si Zoey hubiera aparecido en la playa en bikini.

O que resultara ser una playa europea y se hubiera presentado en topless. Eso habría sido aún mejor.

Y entonces, como sucede en la mayoría de los sueños, se produjo un cambio de escena. De pronto Zoey apareció como por arte de magia, solo que no ya estaban en la playa. Estaba en sus brazos, hecha un ovillo, cálida y suave, y oliendo maravillosamente.

—¡Eh! —exclamó sonriéndole—. ¿Estás despierto? Pero si todavía no se ha puesto el sol.

—Sí —respondió él con una sonrisa burlona—, deja que te demuestre lo despierto que estoy.

Entonces la besó y descubrió que tenía un sabor dulce. Sus cuerpos encajaban perfectamente y ella emitió ese suave gemido que solía hacer cuando se sentía realmente bien.

Sin embargo, justo en el preciso instante en que empezaba a dejarse llevar por el sueño, Zoey se apartó. Él la miró con expresión inquisitiva, pensando que tal vez iba a ser uno de aquellos sueños todavía más alucinantes y que estaba a punto de hacerle un estriptis. Entonces lo vio en su cara. Era el terror más absoluto.

—¡Detenlos! —gritó—. ¡Stark! ¡Guardián! ¡Ayúdame!

Tenía el brazo estirado hacia él mientras unos oscuros zarcillos con forma de serpiente tiraban de ella y se la llevaban a rastras.

Stark se levantó de un salto y la Espada del Guardián apareció en su mano. Corrió hacia ella, saltó por encima de su cuerpo derribado y aterrizó justo en medio de los zarcillos de la Oscuridad. Blandiendo la Espada del Guardián, empezó a dar tajos a diestro y siniestro, pero cada vez que cortaba un zarcillo, brotaban dos más en el mismo lugar, y ambos se adherían al cuerpo de Zoey como si fueran velcro.

—¡Stark! ¡Oh, Diosa! ¡Ayúdame!

—¡Lo intento, Zoey! ¡Estoy haciendo todo lo que puedo!

Sin embargo, sus esfuerzos no servían de nada contra la Oscuridad. Por aquel entonces Zoey estaba completamente atrapada, envuelta en una especie de capullo, como el apetitoso bocado de una araña gigante, pero seguía consciente y no paraba de gritarle que la salvara.

Stark seguía luchando a brazo partido, pero no había nada que pudiera hacer, y mientras la Oscuridad la apartaba de él, vio a Neferet, la titiritera que manejaba las oscuras cuerdas. Estaba fuera del alcance de su espada y reía a carcajadas mientras estrechaba los hilos alrededor de Zoey hasta que su amada, su reina, moría estrangulada y acababa absorbida por su enemigo.

En el sueño Stark, se quedaba allí en pie, sollozando, perdido sin Zoey. Entonces escuchó una voz fuerte y clara dentro de su cabeza que decía: Esto es lo que sucederá si Zoey Redbird no rompe públicamente con Neferet. Debe plantarle cara a la Tsi Sgili y romper la aparente tregua que existe entre ellas.

Stark, que todavía no se había recuperado de la conmoción y de la pérdida de su reina, solo prestó atención a las palabras, pero no a la voz. No se preguntó de quién provenía el mensaje, sino solo en la advertencia en sí.

Entonces inspiró profundamente y se despertó. Zoey estaba entre sus brazos, a salvo, con una expresión cálida y afable, y en ese momento levantó la mirada y le sonrió diciendo:

—¡Eh! ¿Qué haces despierto? Todavía no se ha puesto el sol.

Un terrible y profético escalofrío lo recorrió de arriba abajo. Había sido mucho más que un sueño. Lo sabía. Lo que significaba que la advertencia era mucho más que palabras: se trataba de una premonición. Stark abrazó a Zoey con fuerza y la estrechó contra su cuerpo.

—Dime que estás bien. Dime que te no te pasa nada.

—Lo haré si dejas de asfixiarme —dijo con voz ahogada.

Stark la sujetó solo con un brazo mientras con el otro le tanteaba la espalda mirando por encima de su hombro para asegurarse de que no había zarcillos, de que no quedaba ningún pegajoso recuerdo de su sueño.

—¡Eh, Stark! ¡Ya basta! —dijo ella agarrándole la mano y mirándolo fijamente a los ojos—. ¿Qué demonios te pasa?

—He tenido un sueño espantoso. De proporciones apocalípticas. Y entonces me he despertado y tú has dicho exactamente las mismas palabras que decías en el sueño, justo antes de que la Oscuridad se apoderara de ti.

—¡Puaj! Primero, la idea de la Oscuridad atrapándome me resulta de lo más asquerosa. ¿Cómo pasaba?

—No creo que quieras saberlo —dijo él.

—¡Y tanto que quiero! Podría tratarse de un sueño premonitorio y en ese caso, necesito saber qué debo evitar.

—Sí, yo estaba pensando lo mismo. Mejor dicho, estaba intentando no pensar en ello, pero tienes razón. —A continuación se recostó y se pasó la mano por el pelo, intentando desembarazarse tanto del sueño como del presentimiento—. Podría tratase de una premonición y es posible que necesites saberlo. La oscuridad te atrapaba como Ella-Laraña atrapaba a Frodo, solo que aún peor —explicó él.

Stark observó cómo el rostro de Zoey se demudaba.

—Teniendo en cuenta que soy una chica y que tengo fobia a las arañas, no me imagino qué podría hacer que el sueño fuera aún peor.

—Pues que la araña fuera Neferet y su telaraña la Oscuridad.

—De acuerdo. Tienes razón. Eso es mucho peor. —Entonces le sonrió, aunque Stark sabía que era una muestra de que intentaba armarse de valor—. Pero tú me salvabas, ¿no?

Él no respondió. No podía.

—¡Eh, mi fuerte y valeroso guardián! ¿Sigues ahí? Te he preguntado si me salvabas.

—No —admitió él—. Lo intentaba, pero la Oscuridad controlada por Neferet era demasiado para mí.

—¡Maldita sea! —dijo Zoey—. ¡Cómo odio cuando pasan esas cosas! —Seguidamente sacudió la cabeza y añadió con decisión—: ¡Eh! En realidad no pasó. Era solo un sueño. Al menos de momento.

—Lo malo es que muchas cosas que parecía que solo podían suceder en sueños han acabado haciéndose realidad —dijo con amargura—. Y hay algo más. Alguien me decía que lo que estaba soñando acabaría cumpliéndose si no le plantabas cara a Neferet.

Zoey frunció el ceño.

—¡Perdona! Yo ya le planto cara a Neferet. Continuamente. ¿Y a qué te refieres con que «alguien» te decía eso? ¿Era Nyx? ¿La Diosa te ha hablado?

Stark se quedó pensativo, intentando recordar la voz, pero aunque el terror todavía estaba reciente, los detalles empezaban a desvanecerse en su subconsciente.

—No lo recuerdo, pero no creo que fuera la voz de Nyx, al menos no la reconocí como suya.

—Creo que si hubiera sido la Diosa lo sabrías. Además, como ya he dicho antes, yo siempre le he plantado cara a Neferet, de manera que no sé a qué demonios se refería la voz.

—A decir verdad, en estos momentos existe una especie de tregua entre vosotras —dijo Stark con cautela.

—Supongo que eso depende de lo que entiendas por tregua. Si te refieres a que no puedo echarla a patadas de la Casa de la Noche porque el Alto Consejo la perdonó, entonces sí, existe una tregua entre nosotras.

—¡Oye! —dijo él acariciándole la mejilla—. No era mi intención cabrearte. El maldito sueño me ha metido el miedo en el cuerpo, eso es todo.

Ella se acurrucó entre sus brazos y Stark notó que la tensión de su cuerpo empezaba a disminuir.

—No me has cabreado, solo sorprendido. Me refiero a que creía que tú y yo pensábamos lo mismo respecto a Neferet.

—Y lo pensamos —dijo acuchándola con fuerza—. Los dos sabemos que Neferet es mala y que está pirada, y también que todos los que estamos del lado de Nyx tenemos que estar alerta porque en cualquier momento puede jugárnosla.

Zoey se encogió de hombros y enterró la cabeza en su hombro.

—Me entran ganas de volver corriendo a Skye.

—Y a mí de llevarte de vuelta hasta allí. —Entonces vaciló y estuvo a punto de no decir nada más, pero algo en el fondo de su corazón no se lo permitió—. En el sueño, Z, la Oscuridad se apoderaba de ti y yo no podía salvarte. Creo sinceramente que se trata de una advertencia y lo único que consigo sacar en claro de todo ello es que tienes que seguir plantándole cara a Neferet.

—Lo haré —dijo ella echando la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos—. Pareces cansado. Te has despertado demasiado pronto.

Él la miró con su sonrisa de guaperas creído.

—Me he despertado pronto para poder pasar un poco de tiempo a solas antes de coger el minibús, y puede que parezca cansado, pero en realidad no lo estoy tanto —añadió enfatizando la palabra «tanto» mientras introducía la mano por debajo de su amplia camiseta y le hacía cosquillas en el costado con una suave caricia. Zoey se echó a reír y él atrapó su dulce carcajada de felicidad con un sus labios y la convirtió en un largo y apasionado beso. Y entonces su mano dejó de hacerle cosquillas y mientras la amaba la preocupación por su sueño casi desapareció… Casi.

Zoey

—¡Madita sea! —murmuré mientras Darius accedía con el autobús al largo camino asfaltado que serpenteaba por la parte posterior de la Casa de la Noche y que terminaba en el aparcamiento. Acabábamos de entrar en el campus y ya había visto a Neferet, a Dragon y a cinco hijos de Érebo allí en pie, como si fueran un extraño comité vampírico de bienvenida.

—No corras —le dije a Darius—. Necesitamos prepararnos para esto.

—Sí, no tiene buena pinta —dijo Kramisha.

—¡Uau! No os podéis imaginar la de colores que estoy viendo —exclamó Shaylin, que observaba a través de la ventana al grupo de profesores con expresión incrédula—. ¡Puaj! Y también está la mujer de los ojos de pez muerto. ¡Qué asco!

—¡La mujer de los ojos de pez muerto! ¡Me gusta! —opinó Aphrodite—. Le pega mucho.

—La mujer de los ojos de pez muerto es superintuitiva —les recordé a todos a pesar de que hablaba más concretamente para Shaylin.

—Y hemos decidido entre todos que es mejor que no sepa demasiado sobre el don de Shaylin —explicó Stevie Rae levantándose con Rephaim de sus asientos en la parte trasera del autobús—. Z, ¿quieres invocar al espíritu y pedirle que nos ayude a proteger los pensamientos de Shaylin, al menos hasta que dejemos atrás a Neferet?

—Sí —dije—. Me parece una buena idea. —Entonces inspiré profundamente y susurré—: Espíritu, ven a mí. —Sentí el aire vibrar con la fuerza del elemento por encima de mi piel—. Protege a Shaylin. Impide que puedan acceder a sus pensamientos.

—¡Ohhhh! —exclamó Shaylin con una risita tonta mientras el elemento la cubría—. ¡Es superguay! ¡Y te vuelves supervioleta mientras lo haces!

—Gracias, supongo —dije. Estaba claro que la nueva era más rara que un perro verde, pero parecía simpática. Miré hacia la parte trasera del autobús y distinguí a las gemelas y a Damien—. Chicos, vosotros también deberíais tener a mano vuestros elementos.

—Creo que tener cerca a Neferet es siempre una oportunidad excelente para concentrarnos en nuestros estudios.

Todos nos quedamos mirándolo.

—¿Estudios? —preguntó Shaunee.

—¿Te refieres a los deberes y demás chorradas? —añadió Erin.

—¿O estás hablando del desfile de moda que realmente es el colegio para algunas de nosotras? —añadió Shaunee.

—Estamos confundidas —concluyó Erin.

Damien exhaló un suspiro con una expresión teatral.

—Cuando hablo de estudios me refiero a lo que aprendemos en el colegio. Por ejemplo, cuando Neferet está cerca deberíais aprovechar para memorizar las definiciones de las palabras de vuestro vocabulario. —Luego bajó la mirada y, observando a las gemelas por encima de su larga nariz, añadió—: En concreto vosotras dos deberíais empezar por la palabra «bellacas».

—No tengo ni la menor idea de lo que significa, gemela. ¿Y tú? —preguntó Erin.

—Es la primera vez que la oigo, gemela —respondió Shaunee.

—Cerrad la boca, comparte-cerebros. La reina Damien tiene cierta razón. Hace mucho que no tenemos que ver a Neferet con tanta frecuencia. Todos deberíamos concentrarnos en mantener nuestra mente ocupada, pero no con nuestras cosas, sino con las estupideces que estudiamos en el colegio. —Aphrodite miró a Rephaim—. ¿Sabes si Neferet puede leer tu mente?

Rephaim pareció sorprendido por la pregunta, pero respondió sin apenas vacilar.

—No, no puede.

—¿Estás seguro? —le pregunté yo.

—Sí.

—¿Y cómo lo sabes? —inquirió Aphrodite.

—No me parece que tenga por qué explicártelo a ti —dijo Stevie Rae.

—Pues a mí sí —intervino Stark antes de que me diera tiempo a decir nada—. Vas a tener que dejar de ponerte a la defensiva cada vez que se habla de Rephaim, Stevie Rae. Anteriormente estaba del lado de Neferet y podría tener información útil para nosotros.

—Nunca estuve del lado de Neferet —replicó Rephaim con un tono de voz tan duro como la mirada que le lanzó a Stark—. Estaba del lado de Kalona. Igual que vosotros.

El comentario dejó a Stark sin palabras y yo aproveché para interponerme entre los dos diciendo:

—Independientemente de los detalles, lo que queremos decir es que estabas en el lado opuesto, y que eso puede ayudarnos ahora.

Rephaim me miró y su expresión se suavizó, a pesar de que todavía se mostraba desconfiado.

—Sé que Neferet no puede leerme la mente porque no sabía nada sobre lo que había entre Stevie Rae y yo —dijo cogiendo la mano de su amada—. Intenté no pensar en ti cuando ella estaba cerca, pero no podía evitarlo. Y lo hice. Muy a menudo.

Stevie Rae sonrió y se puso de puntillas para besarlo.

—Puaj —exclamó Aphrodite—. Bueno, salgamos de aquí cuanto antes o empezaré a potar. Lo que está claro es que Neferet no puede leer ni mi mente, ni la de Zoey, ni la del chico pájaro. Los demás tendréis que estar atentos a no meter la gamba.

—Acabo de ver entrar otro autobús en el camino asfaltado. Está justo detrás de nosotros —dijo Darius mirando por el espejo retrovisor—. A juzgar por lo que pone en el lateral, pertenece a la Casa de la Noche.

Desde uno de los asientos traseros Johnny B exclamó:

—Y es de los grandes. ¿Por qué nosotros no podemos tenemos un autobús de tamaño normal?

—Tú sí que no eres normal —dijo Kramisha.

—Ni tu madre tampoco…

—De acuerdo. Ha llegado el momento de prepararse para entrar en el colegio —los corté yo.

—Lo que significa prepararse para la batalla —dijo Stark.

—Aparca —le ordené a Darius.

Una vez hubo terminado de estacionar, Stark y Rephaim fueron los primeros en bajar del autobús, seguidos del resto de nosotros. Imaginé que lo mejor que podía hacer era afrontar cuanto antes lo que fuera que estuviera pasando, así que, flanqueada por Stevie Rae y por Stark, caminé con paso firme hasta Neferet, la saludé inclinando la cabeza en un gesto semirespetuoso, luego saludé de una manera más respetuosa a Dragon y finalmente hice lo propio con los guerreros. Después dije formalmente:

—Feliz encuentro.

—¡Oh, Zoey! ¡Stevie Rae! Me alegro de que vosotras y vuestros estudiantes hayáis llegado a la vez que el otro autobús. Así nos ahorraremos tiempo en explicaciones —dijo Neferet enigmáticamente.

Antes de que tuviera tiempo de mostrar mi extraordinaria inteligencia con un «¿ehh?» el otro autobús aparcó cerca del nuestro y con el característico pero extraño ruido que recordaba a las películas de Star Trek, las puertas se abrieron.

En ese momento mi piedra vidente empezó a calentarse.

El primero en salir fue Aurox.

Justo detrás de él apareció Dallas. Escuché a Stevie Rae ahogar un grito de sorpresa y más o menos en el mismo momento me quedé mirando con la boca desencajada. Detrás de Dallas salió un grupo entero de iniciados rojos, «los malos», que incluía a la horrible Nicole y a un Kurtis lleno de magulladuras, aunque seguía estando igual de gordo.

Tanto Aurox como los iniciados rojos se colocaron en hilera frente a nosotros. Extrañamente la situación me recordó a la escena del baile de West Side Story. Por raro que parezca, todos permanecimos callados hasta que Stevie Rae preguntó, con una voz inusualmente chillona:

—¡Por el amor de Sam Hill! ¿Qué estás haciendo aquí, Dallas?

El vampiro hizo una mueca de desprecio.

—Yo no hablo contigo.

Entonces miró a Neferet y lentamente, ceremoniosamente, se llevó el puño al corazón, inclinó la cabeza y dijo:

—Feliz encuentro, alta sacerdotisa.

Todos los iniciados rojos que estaban detrás de él imitaron el saludo.

Neferet sonrió con elegancia. Su voz sonó cálida y engañosamente amable.

—¡Qué maravilloso saludo! Gracias, Dallas. —Cuando sus ojos de color esmeralda se giraron hacia Stevie Rae, su voz y su mirada se volvieron más severos—. Yo contestaré a tu pregunta, Stevie Rae. Lo que están haciendo aquí es lo mismo que vosotros, asistir a clase. ¡Oh, espera! Hay una pequeña diferencia. Dallas y sus iniciados rojos se alojarán aquí, y yo seré su alta sacerdotisa.

—¿Es ese de ahí? —Dallas tenía la mirada puesta en Rephaim, que se encontraba en pie junto a Stevie Rae. El odio que emanaba su cuerpo casi se podía tocar.

—Permitidme que os presente. Dallas, este es Rephaim. Aunque, ahora que lo pienso, ya os conocéis, ¿verdad?

Neferet hizo las presentaciones como si estuviéramos en un baile de graduación. Os juro que la situación resultaba tan jodidamente friki que tuve que reprimir las ganas de pedirle a Stark que me diera un guantazo para comprobar que no estaba soñando.

Entonces miré a Dallas y el miedo que me provocó me hizo comprender que no existía posibilidad alguna de que estuviera durmiendo. Sus ojos emitían un débil destello rojo. Tenía un aspecto salvaje y muy, pero que muy peligroso. En ese momento recordé cuando solía parecerme un chico dulce y encantador. Era evidente que aquel chico dulce y encantador había muerto en el mismo momento en que había cambiado para convertirse en aquel nuevo vampiro con tatuajes con forma de látigo.

A mi lado, Stark se removió inquieto y se acercó aún más a mí.

Al lado de Dallas, Aurox, al que había intentado no mirar, también se removió inquieto y se acercó aún más a mí.

—Sí, como bien has dicho, ya nos conocemos —dijo Dallas.

—Así es. —La voz de Rephaim sonó tan dura y fría como la de Dallas y recordé que no debía infravalorarlo solo porque mirara a Stevie Rae con ojos de corderito.

—Aprovecho que os tengo a todos juntos para aclararos algo —dijo Neferet, haciendo que todos los ojos se giraran hacia ella. ¡Parecía tan normal! Era tan regia y hermosa, y hablaba con un tono de voz tan razonable que por un momento sentí una gran tristeza por la pérdida de la persona que podría haber sido—. En los últimos tiempos ha habido un cierto malestar entre vosotros. Eso se ha acabado. No quiero conflictos aquí. Me da lo mismo que provengan de vampiros, iniciados, rojos o azules.

—¡¿Cierto malestar?! —preguntó Stevie Rae incrédula—. Intentaron matarnos a Zoey y a mí.

—¡Zoey sí que mató a algunos de nosotros! —gritó Dallas, y estoy segura de haber oído el zumbido de la electricidad en los cables que cruzaban por encima de nuestras cabezas y que alimentaban la escuela.

—¡Espera un momento! ¡No era mi intención! Nicole, Kurtis y esos tíos de ahí me atacaron y entonces…

—¡Basta! —La orden de Neferet estaba cargada de una fuerza aterradora que vibró alrededor de todos nosotros y que pareció lixiviar incluso la luz plateada de la luna creciente—. He dicho que el pasado se ha acabado. Stevie Rae y Zoey, si no podéis controlaros, tendré que expulsaros de la escuela. Dallas, lo mismo vale para ti. Aurox y los guerreros hijos de Érebo patrullarán los pasillos y las clases. Si se produce algún estallido de violencia, se encargarán de sofocarlo. De inmediato. ¿Me he explicado bien? —Nadie dijo ni una palabra y Neferet sonrió con frialdad—. Bien. Y ahora, entrad en clase. —Luego se dio la vuelta y, con su característica forma de caminar como si estuviera flotando, se dirigió al edificio principal y a la clase que la esperaba allí.

—Está rodeada de Oscuridad —dijo Stark en voz baja, aunque no lo suficiente.

—Está completamente sumergida en ella —añadió Rephaim.

—No podría estar más de acuerdo —concluyó Stevie Rae. A continuación miró a Dragon y al resto de guerreros—. ¿Es que no lo veis? Son como pegajosas telas de araña. —Entonces señaló a Dallas y al resto de iniciados rojos con un movimiento del pulgar—. Me juego el cuello a que ellos sí que lo ven.

—No sé de qué demonios estás hablando —le soltó Dallas.

—¿Seguís celebrando meriendas imaginarias en el sótano para tomar el té con vuestras muñequitas? —preguntó Nicole sarcásticamente.

Dallas y sus iniciados rojos rompieron a reír.

—Dallas, Neferet quiere que te presentes en el centro de telecomunicaciones. Han tenido algunos problemas con los ordenadores y quiere que les ayudes a solventarlos —intervino Dragon colocándose entre los dos grupos. El guerrero Hijo de Érebo se unió a él, y también Aurox.

—Shaylin, aquí tienes tu horario. Stevie Rae te puede acompañar a lo largo del día para enseñarte dónde está todo —dijo entregándole a la nueva iniciada una hoja de papel—. Stark, Darius —continuó Dragon—. Id a los establos y empezad a prepararlo todo para vuestra clase. El resto de vosotros haced lo que la alta sacerdotisa os ha ordenado. La primera hora está a punto de empezar.

—Todo lo que quiera la alta sacerdotisa me parece bien —dijo Dallas pasando junto a Rephaim con un empujón y mirándolo con desprecio.

Me di cuenta de que Rephaim se mantuvo en su sitio. No perdió los estribos ni se comportó como el típico chico descerebrado que se ponía a darle puñetazos a su taquilla o cosas por el estilo, sino que permaneció junto a Stevie Rae con actitud protectora como una persona fuerte y responsable.

—Vámonos a clase y pasemos de esos idiotas —dije, cogiendo de la mano a Stark.

—No quieren que pasemos de ellos —dijo Rephaim mientras caminábamos lentamente hacia el edificio principal—. Están aquí para causar problemas.

—En definitiva, para remover la mierda —dijo Stevie Rae y, por alguna extraña razón, aquella frase hizo sonreír a Rephaim.

Rephaim trasmitía de tal manera la imagen del típico adolescente que sonreía con cara de tonto a su novia que tuve que recordarme a mí misma que no era exactamente lo que parecía. Estaba recordando que había visto a luchar a los cuervos del escarnio, y que sabía que eran malvados y peligrosos y preguntándome si, en el caso de que acabara peleándose contra Dallas, se despertaría en él una brecha de Oscuridad, cuando vi que la expresión de su rostro cambiaba. Un segundo antes estaba sonriendo a Stevie Rae y de repente su cara se puso seria, como si pudiera oír un sonido que los demás no oíamos. Entonces parpadeé y volvió a parecerme normal.

—Una cosa, ¿de verdad tengo que montar a caballo a sexta hora? —preguntó Shaylin mirando su horario mientras intentaba no quedarse atrás.

—Si dice «estudios ecuestres», sí —respondió Stevie Rae—. Os veo a la hora de comer —añadió sonriendo una vez más a Rephaim y despidiéndose de los demás con las manos mientras se acercaba a la nueva—. Déjame ver. —A continuación, leyó el horario de Shaylin y exclamó—: ¡Bien! Tienes hechizos y rituales a primera hora. Te gustará. Tengo entendido que el nuevo profesor es muy guay.

—¡Eh! ¿Qué te pasa? —me preguntó Stark.

—No estoy segura —respondí quedamente—. Probablemente lo único que sucede es que tengo sociología a primera hora, y que la enseña Neferet. Por lo que hablábamos del estrés.

—Te irá todo bien. Ya verás. En este momento está fingiendo ser una profesora y una alta sacerdotisa —dijo él.

—Sí, lo que significa que solo me humillará un poquito, en lugar de arrancarme la cabeza con sus garras —murmuré.

—Si lo intenta, asegúrate de correr todo lo que puedas y de asustarte mucho para que me dé tiempo a salvarte —dijo, mostrándome su sonrisa de guaperas creído. Era evidente que estaba intentando, sin éxito, hacerme sentir mejor.

—Intentaré recordarlo. Nos vemos a la hora de comer.

A continuación me besó y, después de mirarme una vez más con expresión preocupada, se encaminó hacia los establos con Darius. Todos los demás se dispersaron, dejándonos a Damien, a Rephaim y a mí caminando hacia nuestras clases.

—¿Te encuentras bien? —le pregunté a Rephaim.

—Sí, estupendamente —respondió.

Yo no lo creí, y supongo que mis miradas de reojo le resultaron superobvias, porque al final se paró, suspiró y me sorprendió diciendo:

—Oye, Damien. Necesito hablar a solas con Zoey. ¿Nos vemos en clase?

Damien lo miró intrigado, pero era demasiado educado como para protestar.

—Claro, no pasa nada. Pero date prisa. A los profesores les molesta enormemente que lleguemos tarde.

—Ya me encargo yo de que no se retrase —le aseguré a Damien. Después reduje el paso para que Rephaim y yo nos quedáramos fuera del edificio mientras todos los demás entraban.

—¿Qué pasa?

—Mi padre está aquí. Puedo sentir su presencia.

—¿Kalona? ¿Dónde?

Era perfectamente consciente de que tenía los ojos como platos y cara de pasmarote mientras miraba a mi alrededor como si esperara que el inmortal surgiera de entre las sombras como por arte de magia.

—No sé exactamente donde, pero quiero que sepas que yo no lo he contactado, ni lo he visto, ni he hablado con él desde que me liberó. —Rephaim sacudió la cabeza—. No… No quiero que tus amigos y tú penséis que os estoy ocultando cosas.

—Bueno, eso dice mucho a tu favor. ¿Tienes alguna idea de lo que quiere?

—¡No!

—Vale, vale. No te estoy acusando de nada. Has sido tú el que ha venido a mí con esta historia, ¿recuerdas?

—Sí, pero yo… —Su rostro volvió a ponerse serio. Entonces me miró a los ojos con una tristeza tan profunda que hizo que me doliera el estómago.

—Me está llamando.