Kalona
—¿Cómo? ¡Repite lo que acabas de decir! —le gritó Kalona al cuervo del escarnio, que se encogió atemorizado.
—Rephaim esss un chico humano —repitió Nisroc. Su hermano menos evolucionado, el que había escapado a la furia de la criatura amenazante, se removió incómodo y reculó hasta ponerse detrás de él.
Kalona empezó a dar vueltas por el claro que se extendía entre las casetas de caza. Todavía no había amanecido, pero el resto de cuervos del escarnio, los que habían vuelto de buscar a sus hermanos por la campiña de Oklahoma, ya estaban acurrucados en el interior de las casas construidas en los árboles, escondiéndose, ocultándose por miedo a posibles miradas indiscretas. Él se quedó allí fuera, observando cómo regresaban, buscando algo que odiaba admitir. Había estado buscando algo de humanidad, un hijo con el que hablar, con el que compartir sus pensamientos, con el que hacer planes. Pero lo único que había encontrado era un montón de criaturas atemorizadas y quejicas. Rephaim era el más humano de todos ellos, llevaba pensando desde lo que le había parecido una eternidad, cuando Nisroc había aterrizado en el claro con un hijo menos y con noticias increíbles sobre Rephaim.
Kalona se revolvió contra Nisroc.
—Rephaim no puede tener forma humana. ¡Es imposible! Es un cuervo del escarnio. Como tú y como tus hermanos.
—La Diosssa —dijo Nisroc—. Ella lo cambió.
Un extraño sentimiento de sabor agridulce se apoderó de Kalona. Nyx había transformado a su hijo en un humano, le había regalado la forma de un chico.
¿Acaso había perdonado a Rephaim? ¿Cómo era posible?
Como si se hubiera quedado sin palabras con las que expresar lo que sentía, el inmortal le espetó a su hijo:
—¿Hablaste con Rephaim?
Nisroc balanceó su enorme cabeza hacia delante y hacia atrás.
—Sssí.
—¿Te dijo él que estaba al servicio de Nyx?
—Sssí. —Nisroc se inclinó ante su padre, pero los ojos le brillaban maliciosamente—. No querer essspiar para ti.
Kalona lo miró con severidad y luego se fijó en el magullado cuervo del escarnio que se ocultaba con actitud inofensiva detrás de él, y de pronto se dio cuenta de que faltaba uno de sus hijos.
—¿Dónde está…? —Kalona se vio obligado a hacer una pausa para recordar cuál de sus hijos faltaba—. ¿…Maion? ¿Por qué no ha vuelto con vosotros?
—Muerto. —Nisroc pronunció la palabra de forma inexpresiva, sin ninguna emoción.
—¿Rephaim lo mató? —La voz de Kalona sonó tan fría como su corazón.
—No. La criatura. Lo mató él.
—¿Qué criatura? ¡Habla claro!
—La criatura de Tsi Sgili.
—¿Un vampiro?
—No, primero humano, luego toro.
Kalona dio un respingo.
—¿Estás completamente seguro? ¿La criatura se transformó en toro?
—Sssí.
—¿Y Rephaim se unió a él para atacaros?
—No.
—¿Se puso de vuestra parte?
—No. Hizo nada —respondió Nisroc.
Kalona abrió y cerró la mandíbula.
—Entonces, ¿qué fue lo que detuvo a la bestia?
—La roja.
—¿Se enfrentaron ella y Neferet?
Kalona disparaba las preguntas una tras otra, maldiciéndose a sí mismo para sus adentros por haber enviado seres tan inferiores a presenciar lo que debería haber visto él.
—No. No ocurrió batalla. Nosotros volamos.
—Pero según tú, el toro era una criatura de Neferet.
—Sssí.
—Entonces es verdad. Neferet se ha encomendado al toro blanco. —Kalona empezó a deambular de nuevo—. No tiene ni idea de las fuerzas que está despertando. El toro blanco es la Oscuridad en su forma más pura y más poderosa.
En algún recóndito lugar en el interior de Kalona, algo se removió, algo que no había aflorado desde que había caído. Durante un breve instante, no más largo que un latido del corazón, el antiguo guerrero de la Diosa de la Noche, el alado inmortal que había defendido a su Diosa del violento ataque de la Oscuridad durante siglos, sintió el irrefrenable deseo de acudir a Nyx, de advertirla, de protegerla.
Kalona se desembarazó de este ridículo impulso con la misma velocidad con la que lo había sentido y empezó a deambular de nuevo.
—De modo que Neferet tiene un aliado que la vincula con el toro blanco —murmuró en voz alta—. Pero debe de estar ocultándoselo a la Casa de la Noche bajo otra apariencia, de lo contrario habrías presenciado el preludio de una batalla aún mayor.
—Sssí, sssu criatura.
Kalona ignoró los comentarios repetitivos de Nisroc y siguió pensando en voz alta.
—Rephaim se ha puesto al servicio de Nyx, y ella le ha otorgado forma humana.
En ese momento cerró la mandíbula con fuerza y volvió a abrirla. Se sentía doblemente traicionado; por su hijo y por la Diosa. Le había pedido a Nyx, prácticamente suplicado, que le perdonara. ¿Y cuál había sido su respuesta? «Si alguna vez mereces ser perdonado, podrás pedírmelo. Hasta entonces, no».
El recuerdo de su estancia en el Otro Mundo y la imagen de la Diosa le causaron un profundo dolor en su corazón. En vez de sentirlo, de pensar en él, de actuar en consecuencia, Kalona le abrió las puertas a la ira que siempre había bullido justo debajo de los diques que contenían su alma. Una vez la rabia se desbordó, arrastró consigo cualquier otro sentimiento más amable u honesto.
—Mi hijo tendrá que aprender lo que significa la lealtad —dijo Kalona.
—¡Yo ser leal! —protestó Nisroc.
Kalona hizo una mueca de desprecio.
—No estoy hablando de ti. Me refiero a Rephaim.
—Rephaim no querer essspiar —repitió Nisroc.
Kalona le propinó una sonora bofetada y el cuervo del escarnio dio un traspié y chocó contra su hermano.
—En el pasado Rephaim hizo mucho más por mí que espiar a alguien. Fue un segundo par de puños, un segundo par de ojos y casi una extensión de mí mismo. Ha sido la costumbre lo que me ha hecho surcar los cielos en su busca. Estoy descubriendo que es difícil dehacerse de las costumbres. Tal vez a Rephaim también le esté resultando difícil. —El alado inmortal dio la espalda a sus hijos y se quedó mirando en dirección este, por encima de las cumbres pobladas de árboles, hacia la dormida ciudad de Tulsa—. Debería visitar a Rephaim. Al fin y al cabo, tenemos un enemigo común.
—¿La Tsi Sgili? —preguntó Nisroc, en un tono dócil y servil.
—Así es. La Tsi Sgili. Rephaim no lo considerará espiar si tiene como finalidad un objetivo común, derrocar a Neferet.
—¿Gobernar tú en su lugar?
Kalona dirigió sus ojos de color ámbar hacia su hijo.
—Sí. Gobernaría por siempre. Y ahora vayamos a descansar. Cuando se ponga el sol partiré hacia Tulsa.
—¿Con nosssotros? —preguntó el cuervo del escarnio.
—No. Tú te quedarás aquí. Sigue reuniendo a mis hijos. Debéis permanecer escondidos y esperar.
—¿Esperar?
—A que yo os llame. Cuando gobierne, aquellos que me hayan sido fieles estarán a mi lado. Los que no, serán destruidos. No importa quiénes sean. ¿Has entendido, Nisroc?
—Sssí.
Rephaim
—¡Tienes una piel tan suave!
Rephaim deslizó las yemas de sus dedos por la curvada pendiente de la espalda desnuda de Stevie Rae, maravillándose de la inmensa sensación de felicidad que le producía poder abrazarla y presionar su cuerpo, su cuerpo completamente humano, contra el suyo.
—Me gusta que pienses que soy tan especial —dijo Stevie Rae, esbozando una sonrisa algo tímida.
—Es que lo eres —dijo él. Luego suspiró y empezó a soltarse lentamente de su abrazo—. Está a punto de amanecer. Tengo que subir a la superficie.
Stevie Rae se sentó, abrazó el grueso edredón que cubría la cama de su pequeña y sorprendentemente acogedora habitación para cubrirse los pechos, y lo miró con sus enormes ojos azules. Su pelo rizado y despeinado le enmarcaba el rostro dándole el aspecto de una joven e inocente doncella. Rephaim se puso los vaqueros pensando que era la cosa más hermosa que había visto jamás y lo que dijo a continuación le partió el corazón.
—No quiero que te vayas, Rephaim.
—Sabes que yo tampoco quiero, pero tengo que hacerlo.
—¿P-por qué no te quedas aquí? ¿Conmigo? —le preguntó vacilante.
Él suspiró y, sentándose en el borde de la cama que acababan de compartir, le cogió la mano y entrelazó sus dedos con los de ella.
—¿Me encerrarías en una jaula?
En ese momento sintió que su cuerpo se contraía como si hubiera recibido una desagradable sorpresa. ¿O se trataba de rechazo?
—¡No! ¡No me refería a eso! Simplemente pensaba que…, no sé, quizás podías intentar quedarte aquí durante un día. Quiero decir, ¿qué pasaría si nos quedáramos así, cogidos de las manos, hasta que termine la transformación?
Él le sonrió con expresión de tristeza.
—Stevie Rae, los cuervos no tienen manos. Dentro de poco estas —dijo presionando sus palmas contra las suyas—, se habrán convertido en garras. Yo mismo seré una bestia. No te reconoceré.
—De acuerdo. Entonces, ¿qué me dices si te rodeo con mis brazos? Tal vez así no estarías tan asustado. Quizás te acurrucarías junto a mí y te quedarías quieto. Hasta puede que te durmieras. Al fin y al cabo, alguna vez tendrás que dormir, ¿no?
Rephaim recapacitó durante unos instantes antes de contestar, y entonces empezó a intentar explicarle lo inexplicable.
—Sí, Stevie Rae, tengo que dormir, pero no recuerdo nada de lo que pasa mientras soy cuervo. A excepción de la extrema agonía que me causa la transformación física y el gozo casi insoportable que me produce el viento contra mis alas. Pero no podía decirle a Stevie Rae ninguna de las dos cosas. Una le habría partido el corazón. La otra podría asustarla. De manera que, en vez de contarle la cruda realidad, le dio una versión que resultaba más civilizada, más comprensible.
—Los cuervos no son mascotas, sino animales salvajes. ¿Qué pasaría si me dejara llevar por el pánico y, al intentar escapar, te causara algún daño?
—O te lo causaras a ti mismo —respondió Stevie Rae con solemnidad—. Lo he entendido. De verdad. Lo que pasa es que no me gusta demasiado.
—A mí tampoco. Pero creo que era esa la intención de Nyx. Estoy pagando las consecuencias de mis acciones pasadas. —En ese momento acarició con la palma de la mano una de sus tersas mejillas y la besó delicadamente en los labios, diciéndole en voz baja—: Es un precio que pago con mucho gusto porque tiene un lado bueno, y es que me permite disponer de las horas que le robamos para estar juntos cuando soy humano.
—¡No se las robamos! —protestó Stevie Rae encarecidamente—. Nyx te las regaló por las buenas decisiones que has tomado. Las consecuencias van en dos direcciones, Rephaim. Pueden ser buenas o malas.
Aquello supuso un cierto alivio para su apesadumbrado corazón y sonrió, besándola de nuevo.
—Intentaré recordarlo.
—Y hay algo más que deberías recordar. Hoy has hecho una buena cosa al no darles la espalda a tus hermanos. —En ese momento se enrolló uno de sus mechones rubios en un dedo. Este gesto le hizo comprender que le costaba mucho expresar lo que estaba a punto de decir de modo que, a pesar de que sentía la imperiosa necesidad de salir de los túneles, como si el cielo estuviera esperándolo, se quedó a su lado, cogiéndolo de la mano, mientras ella continuaba—. Siento que mataran a tu hermano.
—Gracias —respondió él quedamente, como si no se fiara de su propia voz.
—Vinieron a la Casa de la Noche para pedirte que te fueras con ellos, ¿verdad? —preguntó.
—En realidad no. Mi padre los envió a buscarme, pero no quería que me llevaran consigo. —Rephaim hizo una pausa. No sabía muy bien cómo explicarle el resto a Stevie Rae. Cuando por fin se habían quedado a solas, no habían hablado sobre sus hermanos. Estaban demasiado deseosos de tocarse, de estar cerca, de amarse.
Stevie Rae le apretó la mano.
—Me lo puedes decir. Confío en ti, Rephaim. Por favor, haz tú lo mismo conmigo.
—¡Si lo hago! —exclamó él, detestando el dolor que percibió en sus ojos—. Pero tú tienes que comprender que, aunque mi padre me haya repudiado, eso no cambia nada aquí —dijo llevándose la mano al corazón—. Siempre seré su hijo. Recorreré el camino de la Diosa. Lucharé a favor de la Luz y de lo que es justo. Y te querré. Siempre. Pero debes entender que en algún lugar en mi interior, también lo seguiré queriendo a él y nunca dejaré de hacerlo. Convertirme en un humano me ha enseñando eso.
—Rephaim, tengo que decirte algo que puede sonar mezquino, pero creo que necesitas oírlo.
Él asintió con la cabeza.
—De acuerdo. Dímelo.
—Antes de que me marcaran iba al colegio con una chica que se llamaba Sallie. Cuando tenía más o menos nueve años, su madre se marchó abandonándola a ella y a su padre, básicamente porque era una zorra que no quería cargar con la responsabilidad de criar una niña. El hecho de que su madre se fuera la marcó profundamente, a pesar de que su padre hizo todo lo que pudo por ella. No obstante, lo peor de todo fue que su madre volvió y, como solía decir la mía, no hizo más que remover la mierda.
Él la miró con expresión interrogante y Stevie Rae se excusó diciendo:
—Lo siento, quiere decir que cuando volvió lo único que hizo fue entrometerse en su vida y hacer un drama de todo porque era una egoísta, una mala persona y porque su vida era un completo desastre.
—¿Qué pasó con Sallie? —preguntó Rephaim.
—Cuando me marcaron y dejé el colegio, iba camino de convertirse en una perdedora como su madre, porque no era capaz de decirle que la dejara en paz. Sallie seguía queriendo que se convirtiera en una buena persona, que la quisiera y se preocupara por ella, incluso aunque no fuera posible. —Stevie Rae inspiró profundamente y soltó el aire exhalando un largo suspiro—. Lo que intento decirte, y probablemente no lo estoy haciendo muy bien, es que vas a tener que decidir si quieres acabar como tu padre o si de verdad deseas empezar una nueva vida.
—Ya he elegido una nueva vida —dijo él.
Stevie Rae lo miró fijamente a los ojos y sacudió la cabeza con expresión apenada.
—Una parte de ti no.
—No puedo traicionarlo, Stevie Rae.
—No te estoy pidiendo que lo hagas. Solo te pido que no le dejes que remueva la mierda.
—Quería que espiara para él. Por eso mandó a mis hermanos, para que me lo dijeran. Les respondí que no. —Rephaim lo soltó rápidamente, como si haciéndolo consiguiera librarse del regusto amargo.
Stevie Rae asintió con la cabeza.
—Ya veo. Los envió a remover la mierda.
—Yo también lo veo, aunque no resulta fácil mirarlo. Y ahora, ¿podemos dejar de hablar de él durante un rato? Todo esto es nuevo para mí. Necesito averiguar cómo encontrar mi lugar en este mundo. —Rephaim miró a los ojos a Stevie Rae, que lo observaba con dulzura, deseoso de que lo entendiera—. He pasado cientos de años junto a mi padre. Me llevará un poco de tiempo acostumbrarme a no estar a su lado.
—Eso tiene sentido. Tengo una idea. ¿Qué te parece si les cuento a Zoey y al resto de la banda que tus hermanos habían venido a decirte que tu padre estaba dispuesto a aceptarte de nuevo si reconocías que habías cometido un error? Tú dijiste que no y ellos estaban a punto de marcharse cuando Dragon y el tal Aurox os vieron. Al fin y al cabo fue eso lo que pasó, ¿no?
—Sí pero ¿y lo demás? ¿Lo de que mi padre me pidió que espiara para él?
—Bueno, me juego lo que quieras a que todos dan por hecho que, si tú lo dejaras, Kalona intentaría utilizarte contra nosotros. Pero tú no lo estás dejando, y no me parece que sea tan importante proclamarlo a los cuatro vientos.
—Gracias Stevie Rae.
Ella sonrió.
—De nada. Como ya te he dicho antes, confío en ti.
Él volvió a besarla, pero justo en ese momento empezó a sentir un hormigueo recorriendo su piel que ya se había vuelto demasiado familiar, como si se estuvieran formando sus plumas, creciendo, presionando para salir al exterior.
—Tengo que irme. —Esta vez empezó a moverse rápidamente por la habitación. Oyó cómo ella empezaba a levantarse de la cama detrás de él y, cuando se dio la vuelta para mirarla, se estaba poniendo una camiseta y buscaba sus vaqueros—. No —dijo él con más firmeza de la que hubiera querido, pero el dolor empezaba ya a recorrer su cuerpo y sabía que no disponía de mucho tiempo—. No vengas conmigo. Tienes que ir a reunirte con Zoey.
—Puedo hacerlo después de que…
—¡No quiero que me veas convertirme en una bestia!
—Pero no me importa —dijo ella con una voz tan triste que parecía que iba a echarse a llorar.
—Pues a mí sí. Por favor, no me sigas.
Sin decir nada más se introdujo bajo la manta que servía como puerta para la habitación de Stevie Rae. Para cuando llegó a las escaleras de metal que conectaban los túneles con el sótano, Rephaim estaba corriendo. Tenía el cuerpo cubierto de sudor y tuvo que apretar los dientes para no soltar un chillido que lo liberara de la abrasadora agonía que se había apoderado de él. Entonces atravesó el sótano a toda prisa, abrió la trampilla justo en el mismo instante que los primeros rayos de sol asomaban por el horizonte y, con un alarido que se convirtió en el graznido de un cuervo, su cuerpo se transformó y el oscuro cuervo que no recordaba haber sido un chico se lanzó a los seductores y acogedores brazos del cielo matutino.
Stevie Rae
Stevie Rae no lo siguió, pero sí que terminó de vestirse. También se enjugó las lágrimas y, acto seguido, abandonó la habitación, giró en dirección contraria a donde había ido Rephaim y se dirigió al centro de los túneles de la estación, la pequeña zona con aspecto de callejón sin salida que habían convertido en cocina y en sala de ordenadores. Necesito un refresco, pensó sofocando un bostezo. Me hace falta un chute de cafeína y azúcar.
Torció la esquina y sonrió con cara de sueño a Damien, Zoey, Aphrodite y Darius. Los cuatro estaban sentados alrededor de una mesa repleta de libros en el centro de la cocina.
—Hay un montón de refrescos en ese frigorífico —dijo Zoey señalando uno de los dos enormes refrigeradores.
—¿Solo marrones o también de otro color?
—Hay marrones, verdes y transparentes. ¡Ah! Y también un Crush de naranja porque Kramisha dice que, en su opinión, es sano —dijo Z.
—Chorradas —sentenció Aphrodite poniendo en vertical una botella de agua Fuji—. Elije agua. Todo lo demás te hará engordar. Bueno, excepto la sangre. —Entonces hizo una pausa y sus preciosos rasgos se contrajeron con una expresión de asco—. No sé cuantas calorías tiene y, desde que dejé de ser una iniciada, tampoco quiero saberlo.
Stevie Rae abrió la puerta del frigorífico y se quedó mirando el interior con la boca abierta.
—¿De dónde ha salido todo esto?
Zoey soltó un pequeño suspiro.
—Kramisha. Nos ha contado que en lugar de asistir a clase a tercera hora, ha hecho una «excursión» —la citó Zoey haciendo el gesto de las comillas con los dedos— a la plaza de Utica y por casualidad se topó con unos chicos del turno de noche que reponían las estanterías del Petty’s Grocery Store.
Stevie Rae asomó la cabeza por detrás de la puerta del frigorífico y miró a Z.
—Oh, oh. ¿Utilizó el hecho de ser una vampiresa roja para someterlos?
—Es evidente que sí —intervino Damien—. Incluso les hizo que trajeran esta mesa de uno de sus expositores de comida.
—No se los comería, ¿verdad? —preguntó Stevie Rae cruzando los dedos por detrás de la espalda.
—No, pero tampoco les pagó —apostrofó Aphrodite—. Les obligó a hacer su voluntad y luego se marchó y se olvidó de todo. Creo que me la voy a llevar a Nueva York la próxima vez que Yoana Baraschi organice un pase privado.
—No —dijo Zoey—. De ninguna manera. —Entonces miró a Stevie Rae—. ¿Estás segura de estar despierta? Stark y todos los iniciados rojos incluida la señorita «haced lo que os ordeno» Kramisha están durmiendo a pierna suelta.
Stevie Rae agarró un refresco y se dejó caer sobre una de las sillas que rodeaban la mesa bostezando.
—Sí, pero poco. Aquí abajo resulta más fácil mantenerse despierta durante el día, pero he de reconocer que estoy hecha polvo. ¿Stark ya se ha quedado frito?
—Sí. —A Stevie Rae le pareció que Zoey parecía preocupada—. Le cuesta bastante dormir desde que… Bueno, ya sabes, desde que volvió del Otro Mundo. De manera que, cuando por fin consigue quedarse frito, procuro dejarlo en paz.
—Tardará un poco, pero al final volverá a ser el de antes —dijo Stevie Rae.
—Eso espero —opinó Zoey mordiéndose el labio.
—Hablando de novios, ¿el tuyo ya se ha convertido en pajarito? —preguntó Aphrodite.
—Sí —respondió Stevie Rae con mirada asesina—. Y no quiero hablar de ello.
—Pero necesitamos saber qué hacían exactamente los cuervos del escarnio en el colegio —dijo Darius sin ninguna mala intención—. Y dado que Rephaim no está en condiciones de responder a nuestras preguntas, esperábamos que lo hicieras tú.
—Creía que nos habíamos reunido para hablar de lo de la visión verdadera —respondió Stevie Rae adoptando de inmediato una actitud protectora hacia Rephaim.
—Así es, pero también para ponernos al día —dijo Damien—. Creo que nos hace falta, ¿no os parece?
Ninguno se atrevía a llevarle la contraria a Damien, especialmente cuando te hablaba con esa expresión dulce y preocupada. Stevie Rae lo miró a los ojos.
—Sí, creo que tienes razón. ¿Qué te parece si empezamos por ti? ¿Qué tal va todo?
Damien parpadeó varias veces, como si la pregunta lo hubiera pillado de sorpresa, lo que hizo que Stevie Rae se sintiera como una mierda. ¡Maldita sea! ¿Acaso se habían olvidado todos de que Damien había perdido a su novio hacía apenas unos días?
—Ir al colegio ha sido una buena cosa. Como dar un paso más en dirección a la normalidad —respondió Damien lenta y cuidadosamente, como si tuviera que pensarse todas y cada una de las palabras—. Sin embargo, hecho mucho de menos a Jack. Puede parecer una locura pero, en realidad, es como si esperara verlo aparecer por el pasillo en cualquier momento.
—No es ninguna locura —dijo Zoey—. A mí me pasa exactamente lo mismo con Heath. No es justo que la gente muera demasiado pronto, y resulta muy difícil hacerse a la idea. —Todos vieron las diferentes expresiones que pasaron por el rostro de Zoey, y luego añadió—: Me pasa lo mismo con mi madre. Sé que llevaba casi un año en la Casa de la Noche y hacía tiempo que ella y yo nos habíamos distanciado, pero es muy difícil aceptar que haya muerto. Así que entiendo perfectamente cómo te sientes respecto a Jack.
—Eso también ayuda —dijo Damien—. Me refiero al hecho de que tu gente comprenda lo que es perder a alguien a quien estabas muy unido. —A continuación sonrió a Stevie Rae—. Resumiendo, la respuesta a tu pregunta es que todo va más o menos como cabía esperar.
—Bien. Pues pasemos a la siguiente pregunta, o mejor dicho, a la primera —dijo Aphrodite—. ¿Qué estaban haciendo los pajaritos en la Casa de la Noche?
—Los envió Kalona. Se suponía que tenían que decirle a Rephaim que su padre lo aceptaría de nuevo si reconocía que había cometido un error al elegirnos a la Diosa y a mí. —Stevie Rae sacudió la cabeza—. A veces tengo la sensación de que Kalona es tonto de remate.
—¿A qué te refieres?
—¡Jo! Pues que no hace ni un mes que Rephaim es mi novio oficial y su padre ni siquiera ha esperado a que tengamos nuestra primera pelea para ponerse en plan «hijo mío, has cometido un error».
—¿Y cuál fue la respuesta exacta de Rephaim? —preguntó Darius.
—¿Tú qué crees? ¡Por el amor de la Diosa! Sigue aquí ¿no? —Stevie Rae sentía como crecía su rabia—. Les dijo que le transmitieran a Kalona que no había cometido ningún error y que no pensaba volver. Punto y final.
—Vale, ¿pero realmente lo es? —preguntó Aphrodite.
—¿Es qué? —preguntó ella.
—El final. ¿Podemos estar seguros de que Kalona no seguirá merodeando por aquí intentando que Rephaim vea la luz o lo que quiera que esté haciendo?
—¿Y qué pasa si lo hace? Rephaim ya no está en su equipo. Hace mucho tiempo que no lo está.
—Eso es lo que dices tú.
—¡Y lo que dice él! —Stevie Rae se sentía como si estuviera a punto de explotar—. Y su padre. Y sus hermanos. ¡Incluso Nyx lo dice! La Diosa se le apareció y lo perdonó. ¿Qué demonios tiene que hacer Rephaim para demostraros que ha cambiado?
—¡Eh! Nadie ha dicho que Rephaim tenga que demostrar nada —dijo Zoey lanzándole una mirada a Aphrodite en plan «no estás siendo de mucha ayuda»—, pero necesitamos saber si a Kalona y a los cuervos del escarnio les pasa algo.
—Z, no les pasa absolutamente nada. Bueno, excepto que a Rephaim le dolió enormemente que ese condenado chico toro matara a uno de ellos. En serio chicos, sus hermanos no estaban haciendo nada excepto hablar con él. Entonces apareció Dragon, cabreado, por supuesto, pero todos sabemos que se debe a lo de Anastasia. Aun así, los cuervos del escarnio se limitaron a defenderse. Es sobre Aurox sobre el que tendríamos que estar haciéndonos preguntas.
—Sí, el problema es que en este momento no tenemos las respuestas sobre Aurox, pero deberíamos tener las de Rephaim —dijo Aphrodite.
—Ya te las he dado. —A pesar de lo débil y lo cansada que estaba por el hecho de que hacía ya un buen rato que había amanecido, Stevie Rae empezó a captar energía de la tierra. No es que tuviera intención de hacerle daño seriamente a Aphrodite, pero sin duda se merecía un buen guantazo.
—¡Eh! Estás empezando a ponerte verde y brillante —dijo Z.
—¡Normal! ¡Estoy cabreada! —Stevie Rae vio que Darius se aproximaba a Aphrodite, lo que terminó de sacarla de quicio—. ¿Sabes qué, Darius? Deberías pensarte bien las cosas antes de actuar. Estamos todos en el mismo barco, pero eso no significa que no podamos cabrearnos los unos con los otros de vez en cuando.
—Creo que todos lo entendemos. ¿No es cierto, Darius? —preguntó Damien con su voz más calmada y amable.
—Por supuesto —respondió Darius.
Aphrodite soltó un bufido.
—Entonces, resumiendo, Rephaim le dijo que no a Kalona y los cuervos del escarnio actuaban solo como mensajeros —dijo Z—. ¿Es correcto?
—Correctísimo —respondió Stevie Rae.
—De acuerdo, entonces pasemos a lo de la visión verdadera —prosiguió Zoey mirando a Damien—. ¿Te importaría explicarnos brevemente lo que has averiguado?
—Claro, pero no es mucho. En el manual avanzado solo aparece una breve alusión. Básicamente dice que es bastante inusual y que hace mucho tiempo que no se daba ningún caso. Más o menos doscientos años. Es muy frustrante porque no hay mucha documentación al respecto pero, por lo que he podido encontrar, parece que los iniciados o vampiros dotados de este don, (y a propósito, suelen ser casi siempre vampiros) poseen la habilidad de percibir cómo es de verdad la gente.
—Un don de lo más útil —dijo Aphrodite.
—Aparentemente sí, el problema es que la exactitud de la «visión» depende de la habilidad de la persona que posee el don —dijo Damien.
—¿Cómo? —preguntó Zoey.
—A ver si me explico. A Shaylin tiene que dársele bien utilizar su don. Tiene que entender lo que ve e interpretarlo con exactitud —dijo Damien.
—Y si no lo hace, ¿se reduce simplemente a un puñado de colores? —preguntó Zoey.
—Peor —respondió Damien—, porque la visión verdadera nunca es un simple puñado de colores. Todos sabemos que ve el interior del alma de las personas. —En ese momento sacudió la cabeza—. En el manual aparecían algunos extractos de casos en los que la visión verdadera se malinterpretó o se hizo un uso inadecuado de ella. Y puede ser malo, muy malo.
—¿Y no había ninguna indicación o regla de lo que no se debe hacer? —quiso saber Z.
—Ninguna. En cada una de las personas con el don es diferente —aclaró Damien.
—O sea, que estamos dando palos de ciego —concluyó Stevie Rae, que se sentía completamente desbordada—. Una vez más.
—Creo que depende única y exclusivamente de qué tipo de persona es Shaylin —dijo Damien.
—De momento ha hecho buenas migas con Erik, lo que no es una buena señal —dijo Aphrodite.
—¡Oye! Algunos de nosotros hicimos buenas migas con Erik en el pasado y no me parece que hayamos salido tan mal —dijo Zoey—. Además, una chica capaz de ver cómo es realmente podría hacerle mucho bien.
Aphrodite soltó otro bufido.
—Si es que realmente sabe traducirlo correctamente, o como quieras llamarlo.
—Me gustaría pensar que sí —dijo Damien.
—Y a mí también —dijo Stevie Rae, aunque en realidad estaba pensando en Rephaim y en Kalona. Por favor, Nyx, haz que Rephaim sea capaz de ver la verdad. Mientras expresaba su sentida pero silenciosa oración, alzó los ojos y se topó con la mirada de su mejor amiga.
—Y a mí me gustaría que cuando salga de esta habitación y me dirija al vestíbulo me vea transportada inmediatamente a una suite del Hotel Ritz-Carlton de las islas Caimán. Entiendo que el resto de vosotros os encontréis bajo los efectos de la salida del sol, pero a mí no me vendría nada mal un poco de marcha. —Aphrodite hizo una pausa y sonrió a Darius con expresión pícara—. ¿Qué me dices, cariño? ¿Te apuntas?
Stevie Rae se puso en pie y bostezó.
—Bueno, antes de que empecéis a poneros ordinarios, yo me voy dormir. Os veo al anochecer.
—¡Puf! Al final nada de Ritz. Colegio y basta. ¡La vida real es un asco! —protestó Aphrodite—. ¡Gracias a la Diosa mañana es viernes! —añadió levantándole a Zoey una de sus rubias cejas—. Te prometo que este fin de semana voy a dedicarme a ir de compras y a redecorar este cuchitril. La lucha contra el mal, la Oscuridad y demás tendrá que esperar.
—¡Eh! Hablando de habitaciones. ¿Sabe alguien dónde ha puesto Erik a Shaylin? —preguntó Stevie Rae con otro enorme bostezo.
—En la de Elizabeth sin apellido —respondió Damien.
—Da un poco de yuyu, ¿no? —dijo Stevie Rae.
—Ni que todavía la estuviera usando —replicó Aphrodite.
—Me voy a la cama —zanjó Z—. Buenas noches, chicos.
Todo ellos le dieron las buenas noches, pero Stevie Rae se quedó mirándola mientras se alejaba lentamente en dirección a la antigua habitación de Dallas, donde se habían instalado ella y Stark. Caminaba despacio, con los hombros caídos, como si le costara soportar una pesada carga.
Al verla así, Stevie Rae suspiró. Sabía exactamente cómo se sentía.