9

Zoey

Me quedé mirando a Aurox durante un buen rato.

¿Pero qué demonios…?

Volví a sonarme la nariz, sacudí la cabeza y me quedé mirando lo que quedaba del húmedo y estrujado clínex que tenía en la mano. ¿A qué había estado jugando la criatura de Neferet? ¿Lo habría mandado a propósito para que me siguiera, me ofreciera un pañuelo de papel y acabara de revolver mis ya confusos pensamientos?

No. No era posible. Neferet no sabía que el hecho de que Aurox me diera un clínex me recordaría a Heath. Nadie excepto Heath podía saberlo. Bueno, y Stark.

De manera que tenía que haber sido una extraña coincidencia. Estaba claro que Aurox era una especie de criatura de Neferet, pero eso no quería decir que fuera inmune a los efectos de las lágrimas de una mujer. Era un chico, de eso estaba bastante segura. Y, en cualquier caso, no tenía que ser al cien por cien uno de los estúpidos peones de Neferet, incapaces de pensar por sí mismos. Quizás era un buen tipo, al menos cuando no se convertía en una máquina de matar con aspecto de toro. ¡Maldita sea! Stevie Rae había encontrado un cuervo del escarnio de buen corazón. ¡Quién sabe! ¡Quizás…!

De repente me di cuenta de lo que estaba haciendo. Estaba «kalonándolo». Veía la bondad donde no existía.

—¡Oh, no! ¡No pienso seguir por ahí! —me regañé a mí misma en voz alta.

—¿Seguir por dónde, Z? —Stark acababa de entrar en el patio, con una caja de clínex en la mano—. ¡Eh! Parece que esta vez, para variar, estabas preparada para moquear —dijo señalando con un movimiento de la barbilla la bola de papel que tenía en la mano.

—¡Oh, sí! De todos modos, cogeré otro. Gracias —respondí sacando un par de pañuelos de la caja que llevaba en la mano y secándome de nuevo la cara.

—¿Y bien? ¿Por dónde no piensas seguir? —preguntó sentándose en el banco junto a mí. Su hombro rozó el mío y aproveché para apoyar la cabeza.

—Estaba recordándome a mí misma que no debo dejar que toda la locura que me rodea acabe volviéndome loca, o mejor dicho, más loca.

—Tú no estás loca, Z. Estás pasando por un periodo muy difícil, pero al final todo se arreglará —dijo.

—Espero que tengas razón —farfullé. En ese momento sentí que me daba otro bajón—. ¿Les dijiste al resto de los chicos que no me trataran de forma extraña por lo de mi madre?

—No hizo falta. Son tus amigos, Z. Te tratan como se trata a las personas que te importan, no de forma extraña —dijo Stark.

—Lo sé. Lo sé. Es solo que… —De pronto me quedé callada. No sabía cómo expresar en palabras el dolor, la culpabilidad y la terrible sensación de soledad que me había causado el hecho de quedarme sin madre.

—¡Hey! —me interrumpió Stark mirándome desde arriba—. No estás sola.

—¿Estás escuchando mis pensamientos? Sabes que no me gusta que…

En ese momento me cogió por los hombros y me dio una pequeña sacudida.

—No me hace falta recurrir a nuestro vínculo ni al juramento que te presté como guerrero para darme cuenta de que te sientes solas. No conozco a ningún otro adolescente que se haya quedado sin madre, ¿y tú?

—No, solo a mí. —En aquel momento me mordí el labio para evitar echarme a llorar a moco tendido. Otra vez.

—Escucha, no es difícil imaginar cómo te sientes.

A continuación me besó. No con la boca abierta en plan «quiero meterme en tus bragas», sino con un beso suave, dulce y reconfortante. Cuando sus labios se separaron de los míos, me sonrió mirándome a los ojos.

—Pero, como ya he dicho antes, saldrás de esta y volverás a sentirte bien. No vas a volverte loca porque eres inteligente, fuerte y hermosa, y porque, básicamente, estás para chuparse los dedos.

Yo me eché a reír inesperadamente.

—¿Para chuparse los dedos? ¿He oído bien? ¿En serio has dicho eso?

—¡Sí! ¡Maldita sea! Es lo que acabo de decir. Eres absolutamente genial, Z.

—Pero ¿para chuparse los dedos? —dije riéndome de nuevo y sintiendo que el nudo del estómago empezaba a deshacerse—. Es la expresión más chorra que te oído decir jamás.

Él metió la barriga y escondió la cabeza entre los hombros como si acabara de apuñalarlo.

—Eso duele, Z. Solo intentaba ser romántico.

—Bueno, al menos lo has intentado. Pero por favor, dime que no te lo has inventado tú.

—Nooo —respondió esbozando su encantadora sonrisa de guaperas creído—. Se lo oí decir a tres chicas de tercero. Comentaban que estaba para chuparse los dedos mientras me miraban lanzar flechas en el ruedo durante la última hora.

—¿En serio? —le pregunté levantando un ceja y poniendo cara de asco—. ¿Tres chicas de tercero?

La expresión de guaperas creído desapareció de su sonrisa.

—Quería decir tres chicas de tercero bastante feas.

—Estoy segura de que eso era exactamente lo que querías decir.

En ese momento los ojos empezaron a brillarle.

—¿Estás celosa?

Yo resoplé y mentí.

—¡Qué va!

—No tienes motivos para estar celosa. Nunca. No solo porque estás para chuparse los dedos, sino porque estoy seguro de que la expresión la inventaron para hablar de ti.

—¿Estás seguro?

—Ajá.

—¿Lo prometes?

—Ajá.

Entonces volvía a apoyarme en él.

—De acuerdo, te creo, aunque seas un chorra —dije apoyando la cabeza sobre su hombro mientras él me rodeaba con el brazo—. ¿Podemos irnos ya?

—¡Y tanto! Tu pequeña limusina amarilla está cargada y esperándote.

Acto seguido se puso en pie y tiró de mí para que me levantara. Juntos caminamos de la mano en dirección al aparcamiento y yo lo miré de reojo. Parecía satisfecho consigo mismo (y estaba muy, pero que muy sexy). Era evidente que el jueguecito de la chorrada formaba parte de un complot urdido para sacarme del tremendo bajón en el que estaba cayendo.

Stark debió de haberlo sentido, y no solo porque estuviera «escuchando» de forma poco apropiada mis pensamientos, sino porque era mi guardián, mi guerrero y mucho, mucho más.

Entonces le apreté la mano.

—Gracias.

Él me miró, sonrió y se llevó mi mano a sus labios.

—De nada. Espera a escuchar la palabra que tengo pensada para describir tus tetas. Será totalmente inventada. Esta vez no necesitaré la ayuda de tres chicas de tercero bastante feas.

—No. Ni hablar.

—Pero es posible que necesites que te anime un poco más.

—Para nada. Estoy bien. No necesito que me hables de mis tetas.

—Bueno, pues recuerda que estaré aquí para cuando me necesites —dijo sonriendo de nuevo—. Preparado, dispuesto y capacitado.

—Eso me tranquiliza, gracias.

—Forma parte de la descripción de mi trabajo como guardián —dijo.

Esta vez levanté las dos cejas.

—¿De verdad recibiste una descripción de tu trabajo?

—Más o menos. Seoras dijo «cuida de tu reina o terminaré los rasguñitos que empecé a hacerte» —dijo imitando la extravagante forma de hablar del guardián escocés.

—¿Rasguñitos? —dije estremeciéndome al recordar las sangrientas heridas de cuchillo que habían cruzado su pecho. ¿Cómo iba a olvidarlas? Incluso aunque no hubieran tenido todavía ese color rosado de las cicatrices recientes a pesar de haber utilizado el poder curativo de mis elementos y de mi sangre—. Yo no los definiría como rasguñitos.

—Bueno, pequeña. No son más que unos arañazos de nena.

Los ojos se me abrieron como platos y le pegué un puñetazo en el brazo.

—¿De nena?

Él se frotó el lugar donde le había golpeado y con una voz de lo más normal dijo:

—Z, ya sé que hay nenas que saben atizar fuerte, como tú.

Yo lo miré con cara de asesina.

—Pues no lo olvides. En el fondo no eres más que un chico.

Por alguna absurda razón, aquello le hizo reír y me rodeó con sus brazos envolviéndome en un abrazo gigante.

—Sí, soy un chico. Tu chico. Y quiero que recuerdes que más allá de todo esto —entonces hizo una pausa, se apartó lo suficientemente para indicar con la cabeza a la Casa de la Noche y al pequeño autobús que esperaba a poca distancia de donde nos encontrábamos—, más allá de mis funciones como guerrero o como guardián, yo te quiero, Zoey Redbird. Y siempre estaré ahí cuando me necesites.

Yo regresé a sus brazos y exhalé un largo suspiro de alivio.

—Gracias.

—¡Ahí está! —oí gritar a Kramisha y suspiré de nuevo, convencida de que estaba hablando de mí. Seguidamente levanté la vista y descubrí que, efectivamente, Kramisha se encontraba delante del minibús cargado con Stevie Rae, Aphrodite, Damien, las gemelas, Erik y una iniciada roja que no reconocí. Sin soltarme de la mano de Stark, recorrí la distancia que me separaba de ellos.

—Siento mucho lo de tu madre. Es una pena —dijo Kramisha a modo de saludo.

—Ummm, g-gracias —respondí tartamudeando. Justo cuando empezaba a pensar que iba a tener que idear una fórmula no demasiado extraña para responder a la gente que me daba el pésame por lo de mi madre, Kramisha añadió—: Z, sé que no es el momento más apropiado, pero tenemos un problema.

Yo sofoqué otro suspiro.

—Cuando dices «tenemos», ¿quieres decir tú y yo, o te refieres vosotros?

—Creemos que se trata de algo que podría afectarnos a todos nosotros —intervino Stevie Rae.

—Genial —dije yo.

—Zoey, esta es Shaylin —dijo Erik presentándome a la chica desconocida, que me examinaba como si me estuviera observando por un microscopio. ¡Dios! Conocer chicos nuevos era un verdadero coñazo.

—Hola, Shaylin —respondí intentando sonar normal mientras ignoraba su penetrante mirada.

—Violeta —dijo ella.

—Me ha parecido oír que Erik te presentaba como Shaylin —dije a pesar de que solo tenía ganas de gritar: «¡Sí, soy yo! ¡La de los tatuajes extraños!».

—Me llamo Shaylin —respondió sonriéndome de un modo realmente agradable—. Violeta eres tú.

—No es Violeta, es Zoey —dijo Stark, que a juzgar por su voz estaba tan confundido como yo.

—Con motas doradas —concluyó Shaylin mirándome fijamente. Luego desvió la mirada hacia él—. Y tú eres rojo y dorado con un poco de negro. ¡Vaya! ¡Qué extraño!

—De acuerdo. Escucha una cosa…

—¡Por todos los demonios! —interrumpió Aphrodite, señalando a Shaylin—. El nombre de la nueva es Shaylin, y no os está cambiando el nombre para ponerte el de un color, ¡ve tus colores!

—¿Mis colores? No tengo ni idea de lo que significa eso —dije mirando a Aphrodite con el ceño fruncido y a continuación a Shaylin con expresión interrogante.

—Yo tampoco tengo ni idea de lo que significa —dijo Shaylin—. Simplemente me sucedió, justo después de que me marcaran.

—Creo que Shaylin ha recibido un don conocido como «visión verdadera» —explicó Damien—. Es muy poco común. Me parece que el Manual Avanzado para Iniciados dice algo al respecto, pero solo le he echado un vistazo. —Parecía avergonzado, como si pidiera disculpas—. No me lo estudié.

—Damien, solo estás en cuarto. No forma parte de tu programa de estudios —dijo Stevie Rae.

—¡Mira quién fue a hablar! Otra obsesionada con los deberes —murmuró Erin.

—Y de las peores —añadió Shaunee.

—Escuchad —dije alzando la voz y consiguiendo que todos me miraran con la boca abierta en vez de enzarzarse en la discusión que, sin duda, estaba a punto de empezar—. No sé lo que es la visión verdadera, pero si se trata de un don, y doy por hecho que te refieres a un don de Nyx, ¿cuál es el problema? —pregunté.

—Que se trata de una iniciada roja —dijo Aphrodite.

—¿Y? El autobús está lleno de ellos —dije indicando con un gesto de la barbilla el vehículo que tenían detrás.

—Así es, y todos y cada uno de nosotros tuvimos que morir y después no morir para conseguir esto —dijo Kramisha apuntado al dibujo rojo en forma de luna creciente de su frente.

Tras escuchar sus palabras, desvié la mirada hacia a la chica nueva. Fue entonces cuando mi mente comprendió lo que estaban viendo mis ojos.

—¿Acabas de marcarla en rojo?

—No, bueno sí. —Erik sacudió la cabeza con una terrible expresión de preocupación—. No lo he hecho aposta. Reconozco que no seguí las instrucciones al pie de la letra, pero se debió al hecho de que fuera ciega. Me desconcertó. —Todos nos quedamos mirándolo mientras se pasaba la mano por su espeso y oscuro pelo y dejaba caer los hombros. Luego añadió—: Lo fastidié todo. Esa es la razón por la que ahora es una iniciada roja y puede ver nuestros colores.

—Tú no la fastidiaste, Erik —dijo Shaylin. Tuve la sensación de que hacía amago de estirar el brazo para darle unas palmaditas en el brazo pero que, en el último momento, cambiaba de opinión. Luego se giró hacia mí y añadió—: Antes de que me marcara, era ciega. Perdí la vista cuando era tan solo una niña. Apenas me marcó la recuperé, y eso no es fastidiarla. Es alucinante.

—¡Ah! ¡Sabía que sentía la presencia de una nueva iniciada!

Al oír la voz de Neferet todos pegamos un respingo, como si hubiéramos recibido una descarga eléctrica. Se dirigía a toda prisa hacia nosotros arrastrando su largo vestido de terciopelo verde como si, en lugar de caminar, se deslizara por el suelo (lo que resultaba superespeluznante).

—Feliz encuentro. Soy Neferet, tu alta sacerdotisa. —A continuación desvió brevemente su atención hacia Erik, y me di cuenta que había un atisbo de desagrado en sus ojos—. Profesor Night, no debería haber traído a la chica aquí. —Seguidamente se acercó a Shaylin con un elegante gesto de disculpa—. Joven iniciada, el rastreador debería haberte dado instrucciones de presentarte en los dormitorios de las chicas, donde te reunirás con el resto de… —De pronto se detuvo en seco. Por fin había visto la marca de Shaylin.

—Efectivamente —dije incapaz de seguir manteniendo la boca cerrada—. Es roja. Lo que significa que está en el lugar que le corresponde.

—Soy yo su alta sacerdotisa, no tú —concluyó Stevie Rae en mi lugar.

—¡Oh! ¡Usted es…! ¡Vaya! ¡No me encuentro bien! —Shaylin estaba mirando a Neferet cuando de repente se derrumbó. Erik la cogió antes de que se abriera la cabeza contra el suelo, arreglándoselas para parecer un héroe y un cagado al mismo tiempo (hay que reconocer que fue todo un logro).

—Demasiados sobresaltos para un solo día —dijo Aphrodite colocándose a escasos centímetros de Neferet con actitud desafiante—. Hay que llevarla a casa. A la estación. Con nosotros. Inmediatamente.

Yo contuve la respiración mientras Neferet entrecerraba los ojos y nos miraba uno a uno con ganas de estrangularnos. Todos los vampiros son intuitivos, pero Neferet va mucho más allá. Puede leer el pensamiento. Bueno, el de la mayoría de los iniciados, o al menos la superficie de estos. Rápidamente recé para mis adentros a la Diosa: Por favor, haz que cada uno de ellos piense en cualquier cosa excepto en el hecho de que esta chica posee la visión verdadera. Sea lo que sea eso.

De pronto la expresión de desconfianza de Neferet desapareció y se echó a reír. De verdad. No tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero su risa sonaba terriblemente malvada y sarcástica. ¿Cómo era posible que una risa pudiera resultar tan desagradable?

—Era ciega. Por eso su marca es roja. Está rota. Simplemente no tuvo que morir para volverse así. Al menos de momento.

Kramisha estaba a mi lado, lo que permitió que me diera cuenta de su pequeño extremecimiento de miedo. Y también Neferet. La pretendida alta sacerdotisa sonrió a nuestra laureada poetisa.

—¿Qué pasa? ¿De veras creías que la marca de color rojo te garantizaba el cambio? —Luego movió la cabeza hacia un lado, recordándome a un reptil—. Sí, percibo tu sorpresa y tu miedo. No se te había ocurrido, ¿verdad? Tu cuerpo todavía puede rechazar el cambio.

—No lo sabes con seguridad —intervino Stevie Rae situándose junto a Kramisha.

—¿Ah no? —Una vez más, la risa de Neferet sonó horrible y perversa. Entonces indicó con la barbilla a Shaylin, que seguía desmayada en los brazos de Erik—. Esa chica tiene algo raro. —Luego desvió la mirada hacia Aphrodite, que apoyó los puños en sus caderas como si se preparara para recibir un golpe—. Un poco como tú. Y eso que ya no eres una iniciada.

—No, no lo soy. Pero estoy orgullosa de lo que soy. ¿Y tú, Neferet? ¿Puedes decir lo mismo?

En lugar de responder, Neferet ordenó:

—Llevaos a la nueva iniciada. Tienes razón en una cosa, Aphrodite. Su lugar no está aquí, sino junto a vosotros y al resto de los inadaptados. ¡Por todos los dioses! ¿Qué otras sorpresas nos estará preparando Nyx?

Y luego, sin dejar de reírse, se giró con desprecio y se marchó.

Cuando estuve segura de que estaba lo suficientemente lejos como para no oírnos, solté el aire que había estado acumulando en los pulmones.

—Buen trabajo, chicos. Habéis hecho bien en no pensar en lo de la visión verdadera.

—Me da mucho miedo —dijo Kramisha con una voz casi de niña pequeña.

Stevie Rae la rodeó con su brazo.

—No pasa nada por tenerle miedo. Eso hará que nos esforcemos aún más en combatirla.

—O que corramos aún más deprisa para escapar de ella —dijo Erik con voz grave.

—Algunos de nosotros no salimos corriendo —dijo Stevie Rae.

—¿Estás segura? —preguntó Shaylin.

—¡Eh! ¿Vuelves a estar con nosotros? —dijo Erik.

—En realidad no me he ido a ninguna parte. Ummm, eso sí, ¿te importaría devolverme al suelo, por favor?

—¡Ah, sí! ¡Claro! —dijo Erik soltándola con cuidado pero sujetándola por uno de los brazos, como pensara que podía tambalearse y caerse. No obstante, ella se mantuvo sorprendentemente firme y erguida.

—O sea, que has fingido el desmayo. ¿Y por qué, si puede saberse? —preguntó Aphrodite antes de que yo tuviera tiempo de hacerlo.

—Bueno, no ha sido tan difícil. —Seguidamente miró a Kramisha—. Y estoy de acuerdo contigo. Da mucho miedo. —Luego continuó—: Fingí que me desmayaba porque me vi obligada a elegir entre eso o salir corriendo y gritando como una loca. —Entonces miró a Erik con gesto de complicidad—. Como puedes ver, también estoy de acuerdo contigo. —Acto seguido se encogió de hombros—. Pero dijo que era una alta sacerdotisa. No entiendo mucho de vampiros, pero todo el mundo sabe que las altas sacerdotisas están al mando. Huir de una de ellas gritando como una loca en mi primer día como iniciada no me pareció una buena opción.

—De manera que decidiste hacer como las zarigüeyas —dijo Stevie Rae.

—¿Las qué?

—Es una expresión típica de los paletos. Significa que hiciste como si te hubiera dado un soponcio para que Neferet te dejara en paz —explicó Aphrodite.

—Sí. Eso es exactamente lo que hice —dijo Shaylin.

—No está mal como táctica —opinó Stark—. Conocer a Neferet y que te marquen en un mismo día debe de ser una auténtica mierda.

—¿Qué es lo que viste? —Mi pregunta pareció pillar a todos por sorpresa excepto a Shaylin, que me miró fijamente a los ojos y no los apartó ni un momento mientras me respondía—. Antes de quedarme ciega estuve en Nam-Hi, esa enorme tienda de alimentación vietnamita en la esquina de la calle Garnett con la veintidós, con mi madre. Tenían un montón de peces muertos en un enorme bidón con hielo. Me asusté tanto que me quedé allí parada, mirando sus ojos lechosos y sus horribles barrigas abiertas por la mitad.

—¿Neferet tiene el color de una barriga de pez abierta por la mitad? —preguntó Stevie Rae.

—No. Es del color de los ojos de pez muerto. Y es su único color.

—Eso no puede ser bueno —opinó Kramisha.

—¿Qué es lo que no puede ser bueno? —preguntó Darius uniéndose al grupo y cogiendo la mano de Aphrodite.

Ella se inclinó hacia él y dijo:

—Darius, te presento a Shaylin. Es una iniciada roja a la que acaban de marcar, que no ha necesitado morir para ser roja y que posee visión verdadera. Acaba de «ver» —dijo Aphrodite haciendo el gesto de las comillas con los dedos— a Neferet y, por lo que parece, su color verdadero es el de los ojos de los peces muertos.

Darius escuchó atentamente toda la explicación y se limitó a saludar a la nueva con una leve inclinación de cabeza y decir:

—Feliz encuentro, Shaylin. —Una reacción que, o bien ponía de manifiesto el impresionante autocontrol del guerrero, o era una prueba de que nuestras vidas se habían ido tanto de madre que estábamos cubiertos de guano.

—Necesitamos averiguar algo más sobre la visión verdadera —dijo Damien—. Se enseña en sexto, y pertenece a un nivel muy superior a lo que hemos estudiado hasta ahora. ¿Tú sabes algo al respecto? —preguntó a Darius.

—No mucho. Me centré sobre todo en el estudio de armas blancas, no en sociología vampírica.

—Bueno, yo tengo ese estúpido libro —dijo Aphrodite. Cuando vio que todos la mirábamos con la boca abierta, añadió—: ¿Qué pasa? Estaba en sexto antes de que pasara todo esto. —Luego indicó su frente impoluta, sin rastro de marcas—. Por desgracia, hoy he tenido que retomar mi antiguo plan de estudios. —Al ver que todos la mirábamos sin decir ni mu, puso los ojos en blanco—. ¡Joder! Estoy diciendo que me han puesto deberes. Eso es todo. El libro está en mi bolso superchic de Anahata Joy Katkin, en el autobús de los retrasados.

—¡Aphrodite! ¡Deja de decir «retrasados»! —le gritó Stevie Rae—. Deberías leer la página web www.r-word.com. Quizás aprenderías que alguna gente se siente ofendida cuando usas determinados términos.

Aphrodite parpadeó varias veces y luego arrugó la frente.

—¿Una página web? ¿En serio?

—Sí, Aphrodite. He tratado de decirte un trillón de veces que utilizar la palabra «retrasado» no solo es degradante, sino también decididamente cruel.

Aphrodite soltó un largo suspiro y empezó a despotricar.

—¿Y por qué no crean una página web contra la palabra «coñazo», que degrada al cincuenta por ciento de la humanidad? ¡Oh, no! ¡Espera! Mejor mantenemos la web contra la palabra que empieza por «r» y añadimos una pestaña contra las palabras que empiezan por «v» de «violación», cuyo uso indiscriminado hace algo más que ofender los sentimientos de las «mamás» de clase media alta. O…

—Ya vale —dije interponiéndome entre ellas—. Lo hemos pillado. Y ahora, ¿podemos volver a Shaylin y a la cuestión de la visión verdadera?

—Vale, como quieras —dijo Aphrodite apartando la melena de su cara con gesto ofendido.

—Aphrodite ha estado un poco borde, Z, pero no le falta razón —dijo Erin.

Yo miré a Shaunee, que se limitó a asentir con la cabeza con entusiasmo, pero decidí no responder. Sentía como si la cabeza me fuera a estallar.

—¡Maldita sea! —exclamé levantando los brazos en señal de frustración—. ¡Ya no me acuerdo de lo que estábamos diciendo antes de que saliera el tema de los retrasados!

—Hablabais de que la información sobre la visión verdadera está en el autobús —dijo Rephaim sorprendiéndonos a todos. Él sonrió tímidamente—. No he entendido casi nada de lo que se ha dicho después. También he pillado lo de que Aphrodite es borde, pero eso ya lo sabía.

Stark, que estaba en pie junto a mí, transformó una carcajada en un ataque de tos y yo suspiré.

—De acuerdo. Subamos al autobús y volvamos a la estación. Una vez allí, quiero que Aphrodite y Damien se reúnan conmigo en la cocina con el libro en cuestión. —Luego hice una pausa y miré a Stevie Rae, que seguía cogida de la mano de Rephaim—. En cuanto a ti, ¿te gustaría venir después de que…? Ya sabes, ¿de que salga el sol?

—Z, no hace falta que te andes con pies de plomo cada vez que toquemos el tema. Sí, Rephaim se va a convertir en cuervo cuando salga el sol y me gustaría estar con él hasta entonces.

A continuación alzó la vista hacia Rephaim, que lo miró con una sonrisa como si fuera su cumpleaños y acabara de abrir un regalo superchulo.

—¿Está hablando en serio? —oí que le preguntaba Shaylin a Erik.

—Sí. Es una historia muy larga.

—No me extraña que tenga un color tan raro —sentenció.

Sentía curiosidad por saber cuál era el color de Rephaim, pero sabía que no era el momento de acribillarla a preguntas, de manera que me limité a decir:

—Kramisha, ¿podrías buscarle un lugar para dormir a Shaylin?

—Yo no pienso compartir mi habitación —dijo esta. A continuación, con expresión de disculpa, añadió—: Perdona. No pretendía ofenderte.

—No pasa nada. Desde que perdí la vista, me he pasado la vida rodeada de gente. A mí también me gustaría tener una habitación para mí sola.

Kramisha sonrió.

—Me parece justo. Me gustan las mujeres independientes. Te ayudaré a encontrar una habitación individual.

—Trato hecho —dijo Shaylin.

—Esto… —Erik se aclaró la garganta para llamar nuestra atención. Me pareció que estaba nervioso y se mostraba inseguro, algo impropio de él—. ¿Qué os parece si os sigo con mi coche y Shaylin viene conmigo? Podría aprovechar el viaje para ponerla al corriente de una serie de cosas, como lo de Rephaim y la historia de los iniciados rojos.

—Se supone que los rastreadores deben limitarse a rastrear y a marcar —dijo Aphrodite.

—Sí, y se supone que a los iniciados debería aparecerles una luna creciente de color azul en la frente y luego deberían cambiar o morir —repuso él.

—A mí me parece bien que Erik nos siga —dijo Stevie Rae, lo que me sorprendió bastante, porque sabía que no era precisamente una fan de Erik—. ¿Tú qué piensas, Z?

Yo me encogí de hombros.

—Por mí…

Erik asintió con la cabeza y luego él y Shaylin se dirigieron a su coche, que estaba en el aparcamiento.

—Entonces, ¿podemos irnos ya? —preguntó Darius.

—Imagino que sí, pero tenemos que esperar a que aparezca nuestro amabilísimo conductor —dije yo.

Darius sonrió.

—Supongo que te refieres a mí. Le dije a Christophe que, a partir de ahora, me ocuparía yo de llevaros y traeros de aquí a la estación.

Yo no pude resistirme a mirar a Aphrodite. Se había quedado de piedra y lo miraba con los ojos como platos.

—¡Eh! ¡Escuchad todos! ¡Aphrodiky está saliendo con un conductor de autobús! —gritó Shaunee.

Tuve la sensación de que Erin iba a hacer otro comentario sarcástico a propósito de la noticia, pero Aphrodite se acercó a las gemelas con actitud amenazante.

—Darius no es ningún conductor de autobús. Es un guerrero Hijo de Érebo. Podría mataros, pero es una persona respetable y tiene un gran corazón, así que no lo hará. Yo, por el contrario, no soy ni un guerrero, ni una persona respetable, de manera que os mataré, o como mínimo, os daré tal paliza que no podréis asistir al próximo desfile privado Miss Jackson.

Las gemelas tomaron aire y yo me apresuré a intervenir:

—Bueno, ya va siendo hora de que volvamos a casa. Por lo visto tenemos mucho que estudiar. —Luego agarré a Aphrodite por la muñeca y prácticamente la arrastré hasta el interior del autobús. Ella se zafó, pero todavía me seguía cuando empecé a subir las escaleras. Entonces una bola de pelo color naranja se abalanzó sobre mí.

—¡Nala! —exclamé a punto de dejarla caer de la sorpresa—. ¡Oh, mi, niña! ¡No sabes cuánto te he echado de menos!

Empecé a acariciarla y a besarla entre risas cuando, de pronto, me estornudó encima y empezó gemir con su voz de ancianita, aunque no por eso dejó de ronronear como una loca.

Mientras achuchaba a Nala, se oyó una especie de terrible chillido que provenía de las entrañas del autobús, y de repente Aphrodite me adelantó con un empujón gritando:

—¡Maléfica! ¡Mamaíta está aquí!

De pronto pareció como se hubiera desatado una tormenta de pelo blanco. Los chicos y chicas del autobús retiraron de golpe brazos y piernas para dejar paso a la gata más fea, más grande, más odiosa y con la cara más aplastada de todo el universo, que recorría lentamente el pasillo maullando y emitiendo sonidos sibilantes. Aphrodite por su parte se agachó, la cogió en brazos y empezó a decirle lo guapa, lo maravillosa y lo inteligente que era.

—Esa gata está fatal —dijo Kramisha asomando la cabeza por encima de mi hombro—. Por suerte, Aphrodite también está fatal, así que supongo que por eso se llevan tan bien. —Entonces dejó de observar a Maléfica y se fijó en Nala—. De hecho, son un buen puñado los gatos que no están bien de la cabeza.

—¿Un buen puñado? —En ese momento levanté la vista por encima de la cabeza pelosa de Nala y, como sospechaba, descubrí que la pequeña limusina amarilla no solo estaba llena de iniciados rojos, sino también de gatos.

—¿Cuándo ha sucedido?

—Ya estaban aquí cuando llegamos —explicó Kramisha—. Como te he dicho antes, están fatal.

—Bueno… Supongo que eso significa que la estación es realmente nuestro hogar —dije sintiendo por primera vez que podía ser cierto.

—Z, donde quiera que tú estés, estará mi hogar —dijo Stark alargando el brazo por encima de mí y acariciando la cabeza de Nala.

Yo le sonreí y sentí una especie de calor en mi interior que casi me hizo olvidar aquellos ojos del color de la luna y el hecho de que la gente que me rodeaba siguiera muriendo…