Rephaim
—¿Qué estáis haciendo aquí? —gritó Rephaim a los tres cuervos del escarnio encaramados por encima de él. Rápidamente miró a su alrededor. Si hubiera tenido tiempo habría exhalado un suspiro de alivio al ver que aquella parte del campus permanecía desierta. Por suerte, todos los iniciados se habían marchado para asistir a las clases de la segunda hora.
—Tenéis que iros antes de que alguien os vea —dijo en un tono de voz mucho más bajo.
—¿Rephaim? ¿Cómo?
A pesar de que en el árbol había tres cuervos del escarnio, solo uno de ellos estaba hablando. Por supuesto, Rephaim lo reconoció de inmediato. Se trataba de Nisroc, uno de los que tenían una apariencia más humana de entre todos sus hermanos.
—Escogí el camino de Nyx. La Diosa me perdonó y me aceptó, y al hacerlo cambió mi cuerpo para convertirme completamente en un humano. —Rephaim no estaba seguro de por qué no había añadido «durante la noche». De lo que sí estaba seguro era de que todo lo que le dijera a Nisroc sería transmitido directamente a su padre.
—¿Perdón? ¿Por qué?
—Rephaim se quedó mirando a su hermano, casi desbordado por la lástima. No se da cuenta de que existe otro camino diferente del que nuestro padre le indica, ni tampoco de que lo que hace en nombre de Kalona está mal.
—Nisroc, cuando nos… —Rephaim hizo una pausa. No, pensó, solo puedo hablar por mí mismo—. Cuando hice daño a otros, cuando maté, saqueé y me apropié de todo lo que me venía en gana solo porque podía hacerlo… Estuvo mal.
Nisroc cabeceó hacia delante y hacia atrás. Sus otros hermanos, dos miembros sin nombre de la horda de bestias cuya única función en la vida era cumplir las órdenes de su padre, sisearon suavemente. Estaban alterados, pero no habían evolucionado lo suficiente como para entender por qué.
Al final, su hermano dijo:
—Órdenes de Padre. No mal.
Rephaim negó con la cabeza.
—Incluso padre puede estar equivocado. —Luego inspiró profundamente y añadió—: E incluso tú puedes escoger un camino diferente.
Los dos sin nombre dejaron de sisear y se quedaron mirándolo como en estado de shock. Nisroc, por su parte, entornó sus ojos humanos de color escarlata.
—Ella hizo esssto. La hembra. Como dijo Padre.
—Nadie me hizo nada. La decisión fue mía. —Entonces, con una sacudida de miedo, cayó en la cuenta de lo que estaba pasando—. Nisroc, la Roja, Stevie Rae no me hizo nada. Fui yo quien la eligió a ella, y también a su Diosa. No puedes hacerle daño a la Roja. Nunca. Ella me pertenece. ¿Lo has entendido?
—Tuya. La Roja no poder matar.
Nisroc repitió de forma mecánica, pero Rephaim percibió el severo y perverso destello en sus brillantes ojos.
—Tenéis que marcharos. Ahora —dijo Rephaim—. Nadie debe veros y no podéis volver.
—Primero, el mensaje de Padre. —Nisroc descendió de las espesas ramas centrales del roble y aterrizó delante de Rephaim, seguido por los otros dos cuervos del escarnio, que se situaron uno a cada lado de él—. Essstarásss del lado de padre. Pero aquí. Obssservando. Esssperando. Essspiando.
Rephaim volvió a negar con la cabeza.
—No. No pienso hacer de espía para padre.
—¡Sssí! ¡Hacer como padre dice! —Nisroc extendió las alas, una actitud que imitaron los otros dos cuervos del escarnio.
Extremadamente alterado, sacudió la cabeza y apretó los puños. Pero Rephaim no se sintió amenazado. El peligro físico al que se enfrentaba no se registró en su mente. Estaba demasiado acostumbrado a sus hermanos. Demasiado acostumbrado a ser uno de ellos. No, era más que eso. Rephaim estaba demasiado acostumbrado a ser su líder como para tenerles miedo.
—No —repitió—. He dejado de hacer lo que padre dice. He cambiado. Por dentro y por fuera. Y ahora regresad y decídselo. —Rephaim vaciló para luego añadir—: Decidle que sigo fiel a mi elección.
—Odiará a ti —dijo Nisroc.
—Lo sé. —En lo más profundo de su ser, Rephaim sintió el dolor que esto le causaba.
—Yo odiaré a ti.
Rephaim frunció el ceño.
—No tienes por qué.
—Debo.
Lentamente, Rephaim extendió la mano, ofreciendo a Nisroc su antebrazo como ordenaba el tradicional gesto de saludo y de despedida entre guerreros.
—No, no tienes por qué. Podemos despedirnos de forma amistosa, como hermanos.
Nisroc hizo una pausa y movió la cabeza de un lado a otro. Sus ojos entrecerrados se relajaron y su actitud agresiva cambió. Empezó a moverse, a hablar, pero Rephaim nunca averiguaría cuál era la verdadera intención de su hermano porque en ese preciso instante el grito de Dragon Lankford «¡Hijos de Érebo! ¡Venid a mí!» hizo añicos la tranquilidad de la noche y el Maestro de esgrima se abalanzó sobre ellos.
Rephaim experimentó un momento de pánico que le dejó paralizado. Se quedó allí quieto, en medio del caos, mientras sus hermanos, siseando y gruñendo, respondían al ataque de Dragon. Lo observaba todo con la terrible y catastrofista convicción de que de un momento a otro un montón de guerreros empezarían a surgir de la casa de campo, con las espadas desenvainadas y las flechas preparadas para ser disparadas. Se unirían a Dragon y aplastarían a sus tres hermanos.
—¡Dragon, no! —gritó—. ¡No estaban atacando!
Desde el fragor de la batalla, la voz de Dragon Lankford le espetó:
—¡O estás con nosotros o contra nosotros! ¡No hay término medio!
—¡Sí que lo hay! —le contestó Rephaim gritando con los brazos abiertos como si quisiera indicar que se había rendido—. ¡Es donde yo estoy! —Seguidamente dio un paso adelante en dirección a Dragon—. ¡No estaban atacando! —repitió—. ¡Nisroc! ¡Hermanos! ¡Dejad de luchar!
A Rephaim le pareció que Nisroc vacilaba. De hecho, estaba seguro de que su hermano lo estaba escuchando, comprendiendo, y que quería retirarse. Y entonces se escuchó la voz de Neferet que surgía de la oscuridad.
—¡Aurox! ¡Protege! ¡Destruye!
La criatura de Neferet irrumpió en escena violentamente.
Venía de la zona cercana al muro y se quedó mirando a Rephaim. Al principio le pareció humano. Tenía la forma de un humano, joven y sin marcar, como un iniciado o un vampiro. Pero se movía con demasiada rapidez para tratarse de un humano. Arremetió como una exhalación. Atacando desde atrás agarró al cuervo más cercano por las alas y con un único, terrorífico movimiento, se las arrancó del cuerpo.
A lo largo de sus siglos de existencia Rephaim había visto cosas terribles, había cometido actos malvados y oscuros, pero de algún modo, el hecho de verlos desde el punto de vista de un humano hizo que la violencia que estaba presenciando le pareciera algo espantoso. Su grito se superpuso al de su hermano cuando el cuerpo del cuervo del escarnio cayó al suelo, retorciéndose agonizante y escupiendo sangre.
Fue entonces cuando Aurox empezó a transformarse. A pesar de ver cómo sucedía, Rephaim apenas podía entenderlo.
Su cuerpo se volvió más grande, más voluminoso.
Le crecieron cuernos.
Sus puños se solidificaron.
La piel se le erizó, cambió, vibró como si hubiera algo debajo luchando por salir.
Entonces se inclinó y, con un gesto que casi se habría podido definir como elegante, le partió el cuello a su hermano.
Incluso Dragon Lankford interrumpió su ataque para quedarse mirando.
Obligando a su mente hacerse hueco a través del horror y la conmoción, Rephaim gritó a Nisroc:
—¡Marchaos! ¡Salid volando de aquí!
Con un grito de desesperación, Nisroc, seguido por uno de sus hermanos, se elevó del suelo cubierto de sangre.
La criatura mutante rugió y dio un salto intentando, inútilmente, derribarlos de un golpe. Cuando cayó de nuevo al suelo, hendiendo la hierba con sus enormes pezuñas, se giró y miró a Rephaim con sus llameantes ojos del color de la luna.
Deseando tener alas, o al menos un arma, Rephaim se puso en cuclillas con actitud defensiva y se preparó para la embestida de la bestia.
—¡Rephaim! ¡Cuidado!
Escuchó su voz y el miedo se le clavó como un aguijón grueso y caliente mientras Stevie Rae, seguida de Zoey, corría a toda prisa hacia él.
Entonces la criatura agachó la cabeza y arremetió contra él.
Zoey
Me encontraba a poca distancia de Stevie Rae mientras nos acercábamos a toda prisa hacia la pelea. ¡Madre mía! Lo único que puedo decir es que era asqueroso, horripilante y que no se entendía absolutamente nada.
Era incapaz de decir lo que estaba pasando. Dos cuervos del escarnio estaban gritando y salían huyendo por encima de nuestras cabezas. Pude ver el cuerpo decapitado (puaj) de otro cuervo del escarnio dando sacudidas y rezumando un montón de sangre de un olor extraño a los pies de Dragon. Rephaim estaba en pie a cierta distancia de ellos, como si hubiera estado observando la pelea, pero sin tomar parte. Inexplicablemente, Neferet también estaba allí, con una expresión aún más desquiciada que de costumbre y sonriendo de una forma extraña.
En mitad de todo el barullo había una criatura que era mitad humana, mitad no. En el mismo momento en que lo vi, empecé a sentir un intenso calor en el pecho. Levanté la mano y palpé el círculo de mármol caliente que colgaba de la cadena de plata que rodeaba mi cuello.
—La piedra vidente —mascullé para mí misma—. ¿Otra vez? ¿Y por qué ahora?
Como si alguien pretendiera responder a mi pregunta, sentí el impulso de mirar a la extraña criatura. Tenía cuernos y pezuñas, pero su rostro era el de un muchacho. Los ojos le brillaban. Había estado intentando agarrar a un cuervo del escarnio en pleno vuelo, pero cuando vio que no lo conseguía, concentró toda su atención en Rephaim, bajó la cabeza, y arremetió contra él.
—¡Rephaim! ¡Cuidado! —gritó Stevie Rae echando a correr a toda velocidad hacia él.
—¡Espíritu! —exclamé yo intentando seguirle el paso—. ¡Fortalece a Stevie Rae!
Sentí como el elemento respondía a mi llamada saliendo como un torbellino de mi interior y penetrando en mi amiga junto con su propio elemento, la tierra. Como si estuviera lanzando una enorme pelota, se elevó y un brillante muro verde se levantó desde el suelo hacia arriba, como una cascada del revés, protegiendo a Rephaim de la embestida de la bestia.
La criatura chocó contra el muro verde y rebotó, cayendo de espaldas. Stevie Rae se colocó en pie junto a Rephaim, fuerte, erguida y orgullosa, y le agarró la mano. Luego levantó la otra mano y, cuando la criatura intentó levantarse hizo un movimiento como una bofetada y dijo:
—¡No! ¡Quieto ahí!
Una resplandor verde le pasó por encima, dejándolo clavado al suelo.
—¡Basta! —intervino Neferet dirigiéndose a la bestia con paso firme—. Aurox no es el enemigo aquí. Libéralo inmediatamente.
—No si intenta arremeter contra Rephaim —respondió Stevie Rae. Luego se giró hacia Dragon y preguntó—: ¿Estaba conchabado Rephaim con los cuervos del escarnio?
Sin ni siquiera dignarse a mirarlo, Dragon respondió:
—Estaba hablando con ellos, pero no participó en el ataque.
—¡No han atacado a nadie! —protestó Rephaim—. Habían venido a verme, nada más. ¡Has sido tú el que los ha atacado!
Dragon por fin miró a Rephaim.
—Los cuervos del escarnio son nuestros enemigos.
—Pero son mis hermanos. —La voz de Rephaim sonó increíblemente triste.
—Vas a tener que decidir de qué parte estás —dijo Dragon con solemnidad.
—Ya lo he hecho.
—Y por lo visto la Diosa también lo cree así —dijo Neferet—. Aurox —añadió dirigiéndose a la criatura que seguía tumbado de espaldas, atrapado por el poder de la tierra—, la batalla ha terminado. Ya no hay necesidad de proteger o atacar. —Acto seguido dirigió su mirada color esmeralda hacia Stevie Rae—. Y ahora libéralo.
—Gracias, tierra —dijo Stevie Rae—. Ya te puedes marchar. —Y con un movimiento de su mano el resplandor verde se evaporó, permitiendo a la criatura que se levantara.
Sin embargo lo que se puso en pie no fue la criatura. Era un chico, un hermoso muchacho rubio con los ojos como piedras lunares y la cara de un ángel.
—¿Quién es ese? ¿Y de dónde demonios ha salido toda esa sangre?
La repentina voz de Stark, justo a mi lado, me hizo dar un respingo.
—¡Oh, mierda! ¡Es un cuervo del escarnio muerto! —exclamó Aphrodite cuando ella, Darius y lo que parecía la mayor parte de la escuela se apelotonaron a nuestro alrededor.
—Es un chico humano. Y muy guapo, por cierto —opinó Kramisha mirándolo de arriba abajo.
—No es humano —dije yo sujetando con la mano mi piedra vidente.
—¿Y entonces qué es?
—Magia antigua —respondí, mientras las piezas sueltas de mi mente empezaban a encajar.
—Esta vez estás en lo cierto, Zoey —sentenció Neferet situándose junto al chico. A continuación, con un tono rimbombante anunció—: ¡Casa de la Noche, os presento a Aurox, el regalo que me otorgó Nyx como prueba de su perdón!
Aurox dio un paso adelante. Sus ojos de aquel extraño color se encontraron con los míos. De frente a la multitud, pero mirándome solo a mí, se llevó el puño al corazón e hizo una reverencia.
—¿Un regalo de Nyx? No se lo cree ni ella —masculló Stevie Rae.
Aphrodite, que por una vez parecía estar de acuerdo con Stevie Rae, soltó un bufido.
Lo único que fui capaz de hacer fue quedarme mirando fijamente. Lo único que fui capaz de sentir fue el calor de la piedra vidente.
—¿Qué es, Zoey? —preguntó Stark en voz baja.
Yo no contesté. En vez de eso me obligué a mí misma a apartar la vista de Aurox y plantarle cara a Neferet.
—Di la verdad, ¿de dónde lo has sacado? —Mi voz sonó dura y fuerte, pero me sentía como si el estómago estuviera intentando volverse del revés.
En algún lugar en el fondo de mi mente podía oír el rumor y los susurros de los chicos que me rodeaban, y supe que forzar un enfrentamiento con Neferet en aquel lugar y aquel momento no era lo más inteligente. Pero no podía contenerme. Neferet estaba mintiendo sobre aquella cosa a la que llamaba Aurox y, por alguna extraña razón, era lo único que me importaba.
—Ya te lo he dicho. Además, Zoey, he de añadir que esa es precisamente la razón por la que tienes que volver al colegio, asistir a clase y volver a concentrarte en los estudios. Tengo la sensación de que has perdido la capacidad de escuchar.
—Acabas de decir que se trata de magia antigua —respondí ignorando su actitud pasivo-agresiva de mierda—. La única magia antigua que conozco está en la isla de Skye. —Y la que vi anoche, me dije a mí misma, cuando observé a Stark a través de la piedra. La magia antigua de los guerreros guardianes que todavía seguía adherida a él a pesar de que ya no estamos en la isla. Con la mente hecha un lío pero sin dejar de enfrentarme a Neferet, continué—: ¿Me estás diciendo que viene de la isla de Skye?
—¡Cómo puedes ser tan estúpida! La magia antigua no se reduce solo a una isla. ¿Sabes qué? Deberías pensártelo dos veces antes de creerte todo lo que te dicen, especialmente cuando proviene de una vampira que se llama a sí misma «reina» y que lleva varios siglos encerrada en una isla.
—El caso es que todavía no has contestado a mi pregunta. ¡¿De dónde lo has sacado?!
—¿Qué magia puede ser más antigua que la que proviene directamente de la Diosa? ¡Aurox es un regalo de Nyx!
Neferet miró a la multitud con gesto de complicidad y se rio a carcajadas de mi pregunta como si yo no fuera más que una niña cargante y todos ellos estuvieran compinchados con ella en una broma de adultos.
—¿En qué se estaba transformando?
No conseguía parar, a pesar de que era consciente de estar quedando como una mocosa impertinente, como si fuera una de esas chicas que quieren tener siempre la última palabra, y que esta suele ser siempre algo negativo.
Neferet me sonrió con expresión magnánima.
—Aurox se estaba transformando en el guardián de la casa de la Noche. No pensarías que eras la única que merece un guardián, ¿verdad? —preguntó abriendo los brazos de par en par—. ¡Todos nos lo merecemos! ¡Vamos! ¡Venid a saludarlo y luego volvamos a clase y a la razón por la que se fundó la Casa de la Noche! ¡El aprendizaje!
Me hubiera gustado gritarles a todos que no era ningún guardián y que estaba harta de que Neferet tergiversara mis palabras, pero no podía apartar la vista de Aurox mientras los iniciados (la mayor parte de ellos, chicas) empezaban a acercársele, con cuidado de no pisar los repugnantes charcos de sangre y los restos del cuervo del escarnio.
En realidad no sabía por qué, pero solo quería gritar.
—Esta vez no ganarás la partida —dijo Aphrodite—. Tiene a la multitud de su parte, y también al tío bueno.
—No es ningún tío bueno.
Sin soltar la piedra vidente, que en ese momento estaba ardiendo, me di la vuelta y comencé dirigirme de vuelta al colegio, alejándome de aquella ridícula escena. Sentía que Stark me estaba mirando, pero seguí caminando con la vista al frente.
—Z, ¿se puede saber qué te pasa? Conque no es solo un tío bueno. ¿Tan malo es eso? —preguntó Aphrodite.
En ese momento me detuve y me giré hacia ellos. Estaban todos allí, siguiéndome como una manada de patitos que caminan detrás de mamá pata: Stark, Aphrodite, Darius, las gemelas, Damien, Stevie Rae, e incluso Rephaim. Fue a este último a quien dirigí mi pregunta.
—Tú también lo has visto, ¿verdad?
Él asintió con sobriedad.
—Si te refieres a la transformación, sí.
—¿Ver qué? —preguntó Stark irritado, como si estuviera perdiendo la paciencia.
—Se estaba transformando en un toro —dijo Stevie Rae—. Yo también lo vi.
—¿Ese jovencito cachas se estaba convirtiendo en un toro? Eso no está nada bien —dijo Kramisha mirando furtivamente a la multitud que habíamos dejado atrás.
—Chico blanco, toro blanco —dijo Stevie Rae. Luego, en un tono que me recordó enormemente a mí misma, añadió—: ¡Vaya mierda!