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Zoey

—¿Un minibús? ¿Cómo es posible? —Lo único que fui capaz de hacer fue sacudir la cabeza y quedarme mirando fijamente aquella cosa amarilla y achaparrada en cuyo lateral se leía «La Casa de la Noche» en letras negras recién pintadas—. Quiero decir, me alegro de que mi llamada a Tánatos haya surtido efecto tan rápidamente y que se nos permita volver al colegio pero ¿un minibús?

—¡Gemela! ¡Nos han mandado el autobús de los retrasados! —exclamó Erin, con una risa tonta.

—¡Oh, gemela! ¡Eso es una maldad! —dijo Shaunee.

—Lo sé, gemela. No me puedo creer que Neferet sea tan jodidamente mala como para enviarnos el autobús de los retrasados —continuó Erin.

—No. No me refería a que Neferet fuera mala. Me refería a que es una maldad decir «retrasados» —explicó Shaunee, poniendo los ojos en blanco a su gemela.

—En mi opinión, Shaunee tiene toda la razón, pero deberías considerar la posibilidad de ampliar tu vocabulario. No haces más que repetir «me refería». Resulta redundante —intervino Damien.

Shaunee, Erin, Steve Rae, Rephaim y yo nos quedamos mirando a Damien con la boca abierta. Sabía que a todos nos parecía genial escucharlo obsesionarse de nuevo con el vocabulario, pero no nos atrevíamos a decir nada porque teníamos miedo de que rompiera a llorar y volviera a caer en la terrible depresión en la que había estado sumido desde la muerte de Jack.

Aphrodite y Darius eligieron aquel preciso momento para surgir del sótano de la estación y, como era su costumbre, Aphrodite traspasó la frontera entre el decoro y el desastre recurriendo al principio fundamental que regía su vida: lo único que importa son las apariencias.

—¡Oh, mierda! No pienso subirme a eso. De ninguna manera. El minibús es para los retrasados —dijo con un resoplido, sacudiendo la melena.

—¡Hey, chicos! ¡Tampoco está tan mal! Me refiero a que es evidente que se trata de un autobús nuevo. Si no, mirad las letras donde pone «La Casa de la Noche». Están recién pintadas —dijo Steve Rae.

—Para mí, es como si pusiera «Suicidio Social» —respondió Aphrodite mirando a Steve Rae con el ceño fruncido.

—No voy a permitir que me agüéis la fiesta. A mí me gusta el colegio —dijo Stevie Rae. Seguidamente, se subió al autobús sonriendo abiertamente al guerrero Hijo de Érebo que le había abierto la puerta con expresión impasible.

—Sacerdotisa —dijo saludándola con una leve inclinación de cabeza y gesto sombrío. A continuación, ignorando por completo a nuestro propio guerrero Hijo de Érebo, me miró y, con una reverencia aún más sucinta, dijo—: Zoey, tengo que notificaros a ti y a Steve Rae que está prevista una reunión del Consejo de la escuela y que tendrá lugar dentro de treinta minutos. Ambas debéis asistir.

—De acuerdo. Stark se está ocupando de informar a todos de tu llegada, así que podremos marcharnos en apenas unos segundos —dije sonriéndole como si no tuviera cara de pocos amigos.

—¡Eh, chicos! ¡Todavía huele a nuevo! —gritó Stevie Rae. Desde fuera se podían ver sus cortos rizos rubios agitándose mientras se paseaba alucinada por el interior. Segundos después apareció de nuevo en la puerta y bajó las escaleras de un salto para coger la mano de Rephaim, sonriéndole de oreja a oreja.

—¿Te apetece sentarte en los asientos traseros conmigo? Están muy mullidos y se puede dar botes.

—En serio —dijo Aphrodite—, este autobús es perfecto para vosotros. Sois unos retrasados. Aun así, detesto tener que ser yo la que os de la mala noticia… ¡Oh, espera! Eso no es cierto. No lo detesto. Pero aunque resulte evidente que el Alto Consejo Vampírico ha presionado a Neferet, obligándola a mandarnos un autobús que nos lleve de vuelta a la Casa de la Noche, el chico pájaro sigue sin ser bienvenido. ¿Acaso los efectos de lo que quiera que hayas estado haciendo en el segundo y medio entre la puesta de sol hasta ahora te han hecho olvidar que él era un pájaro?

En ese momento me di cuenta de que Stevie Rae apretaba con fuerza la mano de Rephaim.

—Para tu información, ha pasado más de un segundo y medio desde la puesta de sol, no es asunto tuyo lo que hayamos estado haciendo y Rephaim va a venir al colegio. Exactamente igual que el resto de nosotros.

Aphrodite levantó las cejas hasta casi la línea del pelo.

—No estás bromeando, ¿verdad?

—No —respondió Stevie Rae con rotundidad—. Y tú deberías entenderlo mejor que nadie.

—¿Yo? ¿Entenderlo? ¿De qué demonios estás hablando?

—No eres una iniciada, ni roja ni normal. Tampoco eres una vampira. Y probablemente ni siquiera seas humana.

—Porque es una zorra —escuché susurrar a Shaunee.

—Del Infierno —le respondió Erin en el mismo tono de voz.

Aphrodite miró a las gemelas con el ceño fruncido, pero Stevie Rae todavía no había terminado.

—Al igual que Rephaim, eres algo que no entra dentro de la normalidad, pero Nyx te ha dado su bendición, a pesar de que a los demás no nos entre en la cabeza por qué diantres ha hecho algo así. El caso es que tú vas a ir al colegio, yo voy a ir al colegio y Rephaim también. Punto.

—Lo que dice Stevie Rae tiene sentido —señaló Stark uniéndose a nosotros en el aparcamiento de la estación, seguido muy de cerca por el resto de iniciados rojos—. A Neferet no va a gustarle un pelo, pero Nyx perdonó y bendijo a Rephaim.

—Delante de todo el colegio —añadió, rauda, Stevie Rae.

—Lo saben —le dijo Rephaim en voz baja. Luego paseó la mirada sobre el resto de nosotros para acabar posándola sobre mí—. ¿Tú qué piensas? —me preguntó pillándome totalmente desprevenida—. ¿Debería intentar ir a la Casa de la Noche o eso causaría una serie de problemas innecesarios?

En ese momento todos se quedaron mirándome boquiabiertos. Yo, tras echarle un rápido vistazo al guerrero Hijo de Érebo de expresión pétrea, dije:

—Ummm… Chicos, ¿os importaría ir subiendo al autobús? Necesito hablar con mi… esto… —añadí arrastrando las palabras con un gesto que incluyó a Aphrodite, Stevie Rae y al resto de mis amigos más cercanos.

—Tu círculo —apuntó Stevie Rae mirándome con una sonrisa—. Vas a hablar con tu círculo.

—Y sus camarillas —añadió Damien indicando con la cabeza a Aphrodite, Darius y Kramisha.

Yo sonreí abiertamente.

—¡Me gusta! De acuerdo, chicos ¿os importaría ir subiendo al autobús mientras hablo un momento con mi círculo y sus camarillas, por favor?

—No estoy segura de que me guste que me llamen «camarilla» —dijo Kramisha mirándome con el ceño fruncido.

—Quiere decir… —empezó a decir Stevie Rae, pero Kramisha la interrumpió sacudiendo la cabeza.

—Sé perfectamente lo que quiere decir. Estoy diciendo que no estoy segura de que me guste.

—¿Podríais dejar la discusión para otro momento, cerrar la boca y seguir a Zoey para que resolvamos esto de una vez por todas? —dijo Aphrodite mientras Kramisha tomaba aire y la miraba con cara de asesina—. Y para que conste en acta —añadió señalándonos a todos excepto a Darius—. Vosotros no sois más que un puñado de empollones pringados. Yo soy la que aporta la popularidad y la perfección.

Las gemelas la miraron como si fueran a contestarle de mala manera, así que dije:

—Chicos, centraos. La cuestión de Rephaim es importante.

Por suerte, aquello consiguió que todos cerraran la boca e hice un gesto a mi círculo, a mis camarillas y a Aphrodite para que me siguieran por la acera y hasta un lugar donde nadie nos oyera mientras los iniciados rojos subían al autobús y yo intentaba desesperadamente encontrar una solución a la cuestión de Rephaim.

Tenía el cerebro abotargado. Había pasado una noche horrible. Entonces miré a Stark y sentí cómo se me enrojecían las mejillas. Vale, no todo había sido horrible, pero aun así tenía la cabeza llena de asuntos importantes. Intenté despejar mi mente. Ya no era ninguna niña. Era la primera iniciada a la que se le había nombrado alta sacerdotisa, y todos aquellos chicos me miraban con admiración y esperaban que conociera todas las respuestas (bueno, todas menos las que tuvieran que ver con geometría, idiomas y cómo aparcar en línea).

Por favor, Nyx, haz que diga lo más adecuado, dije para mis adentros rezando una breve oración. Entonces me topé con la mirada de Rephaim y de pronto me di cuenta que no era mi respuesta lo que necesitábamos.

—¿Qué es lo que quieres tú? —le pregunté.

—Lo que él quiere es… —empezó a decir Stevie Rae. Yo levanté la mano y hice callar a mi mejor amiga.

—No —dije—. No podemos basarnos en lo que tú dices que Rephaim quiere, ni siquiera en lo que tú quieres para él. Necesito que sea Rephaim quien conteste. Así que, ¿cuál es tu respuesta? ¿Qué es lo que quieres? —repetí.

Rephaim me miró fijamente a los ojos.

—Quiero ser normal —dijo.

Aphrodite soltó un bufido.

—¡Qué lástima! Ser normal más ser adolescente da como resultado ir a una estúpida escuela.

—¡La escuela no es estúpida! —dijo Damien. A continuación, girándose hacia Rephaim, añadió—: Pero he de admitir que tiene razón en lo de ser normal. Ir al colegio es lo que hacen los chicos normales.

—Pues sí —convino Shaunee.

—Es un asco, pero sí —dijo Erin—. Aunque he de reconocer que como desfile de moda está genial.

—En eso tengo que darte la razón, gemela —dijo Shaunee.

—¿Qué significa eso? —preguntó Rephaim a Stevie Rae.

Ella le sonrió.

—Básicamente que deberías venir al colegio con nosotros.

Él le devolvió la sonrisa con una expresión llena de amor y de afecto. Cuando apartó la vista de Stevie Rae y la dirigió hacia mí, la maravillosa expresión de su cara seguía ahí y no pude evitar devolverle la sonrisa.

—Si ser normal significa ir al colegio, entonces es eso lo que realmente quiero hacer. Siempre que no os cause problemas.

—Nos causará problemas. Eso tenlo por seguro —dijo Darius.

—¿No crees que debería venir? —pregunté.

—No he dicho eso. Estoy de acuerdo contigo en que debe ser elección suya, pero Rephaim, tienes que entender que sería todo más sencillo si decidieras quedarte aquí, lejos de todo, al menos hasta que veamos cómo se comportan Neferet y Kalona a partir de ahora.

Me dio la sensación de que Rephaim se estremecía al oír que mencionaban a su padre, pero se limitó a asentir con la cabeza y decir:

—Lo entiendo, pero estoy cansado de pasar el tiempo solo, escondido en la oscuridad. —Entonces, tras bajar la vista durante un instante para mirar a Stevie Rae, se dirigió de nuevo a nosotros diciendo—: Y Stevie Rae podría necesitarme.

—Sí, sí. En la teoría todo esto de «dejemos que el chico pájaro decida» y «Stevie Rae podría necesitarme» suena superchupiguay, pero en la práctica vamos a tener que entrar en un campus en el que la tarada mierda de murciélago de la alta sacerdotisa nos odia y utilizará cualquier cosa para acabar con nosotros y, más en concreto, contigo, Z. Por no hablar de Dragon, el «líder» de los guerreros Hijos de Érebo, que no se comporta como debería desde que el tipo que vamos a llevar con nosotros al campus se cargó a su compañera. Neferet utilizará a Rephaim en nuestra contra, Dragon la apoyará y nosotros acabaremos de mierda hasta arriba.

—Bueno —dije yo—. Al menos no será la primera vez.

—Ummm, ¿puedo decir algo?

Damien tenía la mano levantada como si estuviera en clase y quisiera que le sacaran a la pizarra.

—Por supuesto, cariño, pero no hace falta que levantes la mano —respondí.

—¡Ah! Vale. Gracias. Lo que quiero decir es que no debemos olvidarnos de que cuando Nyx se apareció en la Casa de la Noche y perdonó y bendijo a Rephaim, básicamente nos dio permiso para incluirlo en nuestro mundo. Neferet no puede oponerse a que lo hagamos. Al menos no abiertamente. Ni tampoco Dragon.

—Pero lo hicieron —intervino Stark—. Neferet le preguntó a Dragon si estaba de acuerdo con que aceptaran a Rephaim y, como dijo que no, lo expulsaron del campus de una patada. Stevie Rae dijo que era una gilipollez y al final acabamos largándonos todos.

—Sí, y solo porque el Alto Consejo haya presionado a Neferet para que nos deje volver a clase, no quiere decir que de verdad nos vayan a aceptar. Me juego lo que queráis a que ni ella, ni Dragon, y probablemente tampoco otra mucha gente, estarán dispuestos a tragar con ello —dijo Aphrodite agitando los dedos delante de Rephaim como si pretendiera asustarlo.

Damien intervino antes de que me diera tiempo a decir nada.

—Bueno, lo cierto es que ni Neferet ni Dragon pueden contravenir los deseos de la Diosa.

—¿Contra qué? —preguntó Shaunee.

—¿Venir a dónde? —añadió Erin.

—Significa desobedecer —explicó Stevie Rae en lugar de Damien—. Y lo que dices tiene mucho sentido, Damien. Nadie puede contradecir a la Diosa. Ni siquiera una alta sacerdotisa.

—¿Os imagináis lo que dirían los culos prietos del Alto Consejo si se enteraran? —Aphrodite puso los ojos en blanco—. Neferet y Dragon se cubrirían de mierda de gato. De varias toneladas de mierda de gato. Cada uno.

En ese momento parpadeé y sentí un irrefrenable impulso de abrazar a Aphrodite. He de reconocer que se me pasó enseguida, pero aun así lo sentí.

—Aphrodite —dije—, ¡eres un genio! Y Damien también.

—Por supuesto que lo soy —dijo ella con aire de suficiencia.

—Vas a denunciar a Neferet y a Dragon ante el Alto Consejo, ¿verdad? —preguntó Damien.

—Creo que «denunciar» no es la palabra más adecuada para expresarlo. Ummm, llevas encima tu portátil, ¿no? —quise saber.

Damien dio unos golpecitos al bolso que colgaba de su hombro.

—Por supuesto. Está en mi cartera.

—Querrás decir «bolso» —dijo Shaunee.

—Bien dicho. Habla con propiedad —añadió Erin.

—Es una cartera portadocumentos —replicó Damien con rotundidad.

—Si camina como un pato… —dijo Erin.

—Nada como un pato y grazna como un pato… —continuó Shaunee.

—Me da igual lo que sea, el caso es que me alegro de que tengas el portátil a mano —intervine antes de que Damien empezara a soltarles una retahíla de palabras incomprensibles para todos nosotros—. Y tienes instalado el Skype, ¿verdad?

—Sí —respondió.

—Bien. ¿Podrías prestármelo para el Alto Consejo? Si no es mucho pedir.

—Por supuesto —dijo Damien alzando las cejas con expresión interrogante.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Stevie Rae en su lugar.

—Pues, en que cuando hablé con Tánatos para que nos ayudara a volver al colegio, no mencioné que, en realidad, estábamos creando aquí una nueva sucursal de la Casa de la Noche, aunque que seguiríamos yendo a clase y demás en la original.

—Tendremos que pensar en un nombre especial para nuestra sede —dijo Shaunee.

—¡Oh, sí! ¡Qué razón tienes, gemela! —dijo Erin.

—¡Ya lo sé! Puesto que se trata de un almacén, ¿qué os parece el Alma de la Casa de la Noche?

Yo me quedé mirándolas y, sacudiendo la cabeza, dije con firmeza:

—No. Nada de Almas. —Seguidamente retomé la cuestión que realmente nos ocupaba—. El caso es que necesito tener una videoconferencia por Skype con el Alto Consejo Vampírico para que nos den su permiso para llevarlo a cabo. En mi opinión una reunión del Consejo del Colegio es una buena oportunidad para hacerlo, sobre todo porque estoy segura de que a Neferet le encantará que solicite que ella sea testigo de mi llamada.

—Sinceramente Z, tu plan me parece bastante penoso. Lo que le va a encantar a Neferet va a ser hablar delante del Alto Consejo, ingeniárselas para darle la vuelta a todo lo que digas y hacerte quedar como una adolescente chalada —dijo Aphrodite.

—Esa es la cuestión —dije—. No actuaré como una adolescente chalada, sino como la alta sacerdotisa iniciada que proporciona al Alto Consejo todos los detalles sobre el sorprendente y milagroso regalo que Nyx ha otorgado a Rephaim, el consorte de nuestra alta sacerdotisa roja, que está superilusionado con la idea de empezar el colegio en la Casa de la Noche de Tulsa. Estoy segura de que querrán felicitar a Neferet por ser una alta sacerdotisa tan genial que acepta todos los cambios que se están produciendo.

—Me gusta. Suena de lo más perverso —convino Aphrodite—. De ese modo si a Neferet, o incluso a Dragon, se les ocurriera decir «ni hablar, no estamos dispuestos a aceptar al chico pájaro», o quejarse lo más mínimo, quedarían como unos despiadados, pues estarían oponiéndose a la aparición y al milagro de Nyx.

—Aun así, no será un camino fácil —dijo Stark.

Rephaim lo miró fijamente a los ojos.

—No mi importa lo duro que resulte, siempre será mejor camino que el que conduce a la oscuridad, al odio y a la muerte. Y creo que tú sabes exactamente a lo que me refiero.

—Sí, lo sé —dijo Stark devolviéndole una mirada impávida.

—Y yo —intervino Stevie Rae.

—Y yo también —añadí yo.

—Entonces, ¿estamos todos de acuerdo con que Rephaim vuelva con nosotros a la Casa de la Noche? —dijo Darius.

—Espera un momento. ¿Significa eso que tenemos que subirnos al maldito minibús? —preguntó Aphrodite.

—¡Sí! —respondimos todos al unísono.

Entre risas y sintiéndome más despreocupada de lo que había estado en días, me subí al autobús con mis amigos y choqué mi hombro intencionadamente contra el de Stark mientras nos sentábamos. Este apenas se dignó a mirarme. Fue entonces cuando me di cuenta de que apenas había hablado conmigo (ni con nadie) desde que nos habíamos despertado. Al recordar lo cerca que habíamos estado el uno del otro, el modo en que me había tocado haciendo que el mundo volviera a parecerme un lugar apacible, me di cuenta de que me estaba mordiendo el labio y de que me sentía superconfundida. Entonces lo volví a observar de reojo. Estaba mirando por la ventana. Parecía cansado. Muy cansado.

—¡Eh! ¿Qué pasa contigo? —le pregunté mientras el autobús avanzaba a trompicones por la calle Cincinnati en dirección al centro de la ciudad.

—¿Conmigo? Nada.

—¿Estás seguro? Pareces agotado. ¿Te encuentras bien?

—Mira Zoey, ayer me despertaste y me tuviste sin dormir la mayor parte del día. Luego hiciste esa llamada a Tánatos para poner en marcha toda la historia de la «vuelta al cole», que no resultó lo que se dice una tranquila y reposada conversación. Luego, cuando por fin acababa de quedarme dormido, te pusiste a gritar no se qué y me volviste a despertar. Eso sí, lo de hacer el amor fue genial. —En ese momento hizo una pausa y, por un segundo, esbozó una sonrisa que le hizo parecer casi normal. Entonces abrió la boca y lo echó todo a perder diciendo—: Después estuviste moviéndote y dando vueltas hasta que por fin te quedaste frita. Yo, en cambio, no conseguí volver a dormirme. Así que estoy cansado. Eso es todo.

Yo parpadeé atónita. Dos veces. E intenté no sentirme como si acabara de pegarme un guantazo. Sin alzar la voz para evitar que todos mis amigos se enteraran de lo que iba a decir, le solté:

—De acuerdo. Dejando a un lado la historia de que tuve que llamar a Tánatos para que pudiéramos volver al colegio, que es lo que tenía que hacer porque, como alta sacerdotisa, estoy al mando, y el hecho de que te abalanzaste sobre mí cuando lo único que necesita eran unos cuantos mimos y dormir un poco, te recuerdo que mi madre ha muerto, Stark. Nyx me permitió ver cómo entraba en el Otro Mundo. No sé cómo ni por qué sucedió. Ahora mismo estoy concentrándome en actuar con cierta normalidad. Ni siquiera he hablado todavía con mi abuela.

—Tienes razón, no lo has hecho. Te dije que deberías haberla llamado apenas sucedió, o al menos a tu madre. ¿Y si ha sido un simple sueño?

Miré a Stark con absoluta incredulidad, esforzándome por mantener mi voz y mis emociones bajo control.

—Eres la única persona en este mundo que debería entender mejor que nadie que sé distinguir perfectamente entre ver algo de verdad en el Otro Mundo y soñarlo.

—Sí, lo sé. Pero…

—Pero estás diciendo que debería haberlo soportado yo solita y no molestar tu plácido descanso. ¡Bueno! ¡Excepto por lo de hacer el amor contigo!

Cerré la boca de golpe en intente fingir que no pasaba nada cuando vi que Aphrodite se giraba y se me quedaba mirando con cara de póquer.

Stark exhaló un largo suspiro.

—No. No quería decir eso. Lo siento Z. —Entonces me cogió de la mano—. En serio. Estoy hablando como un capullo.

—Y que lo digas.

—Lo siento. De verdad —dijo. A continuación me dio un golpecito con el hombro y añadió—: ¿Podemos rebobinar y empezar de nuevo la conversación?

—Vale —respondí.

—Pues ahí va: estoy cansado y eso me hace comportarme como un estúpido. Y en lo que respecta a tu madre, no sabemos lo que ha sucedido exactamente y creo que eso está haciendo que los dos nos rallemos. No obstante, aunque te quiero con locura, sigo siendo un capullo. ¿Mejor?

—Sí. Mejor —respondí.

Sin soltarme de su mano, me quedé mirando por la ventana mientras torcíamos a la derecha en la calle Quince, pasábamos por delante de los jardines de Grumpy, donde el aire siempre tenía un penetrante olor a pino, y bajamos por la calle Cherry. Para cuando llegamos a Utica y cruzamos la Veintiuno, estaba completamente absorta con las preocupaciones sobre mi madre y mi abuela y, sobre todo, con la idea de que Stark pudiera tener razón al cuestionar lo que yo creía haber visto. Al fin y al cabo, no había tenido noticias de mi abuela. ¿Y si todo había sido una pesadilla…?

—Sigue siendo precioso. —La voz de Damien llegaba desde el asiento delantero, que había decidido automáticamente que sería el suyo—. Viéndolo desde aquí, cuesta creer que en este lugar hayan podido pasar cosas tan horribles y desgarradoras.

Percibí un sollozo en su voz y, tras apretar con fuerza la mano de Stark antes de soltársela, recorrí el pasillo dando bandazos y me senté junto a Damien.

—¡Hey! —dije entrelazando mi brazo con el suyo—. Acuérdate de aquí también sucedieron cosas maravillosas y placenteras. No te olvides nunca de que fue en este sitio donde conociste a Jack y te enamoraste de él.

Damien se me quedó mirando y me pareció que tenía una expresión triste, pero también muy pero que muy sabia.

—¿Cómo llevas el hecho de que Heath ya no esté?

—Lo echo de menos —dije con toda sinceridad. Entonces algo me hizo añadir—: Pero no quiero ser como Dragon, una persona consumida por la tristeza.

—Yo tampoco —respondió Damien con voz queda—. Aunque a veces no resulta fácil.

—Aún es muy reciente.

Apretando los labios con fuerza, como si intentara no romper a llorar, asintió con la cabeza.

—Lo superarás —dije—. Y yo también. Lo conseguiremos. Juntos —concluí con decisión.

En ese momento atravesamos la puerta de hierro que tenía la luna creciente completa justo en medio y nos dirigimos hacia la entrada lateral del colegio.

—La reunión del Consejo Escolar empieza a las siete treinta —dijo el guerrero Hijo de Érebo apenas se detuvo el autobús—. Las clases empiezan a las ocho en punto, tal y como debería ser.

—Gracias —le dije, ya que se había mostrado amable, o al menos respetuoso. Luego miré el reloj de mi móvil: las siete y viente. Faltaban diez minutos para la reunión y cuarenta para que empezaran las clases. Me levanté y miré hacia atrás al grupo de chicos, evidentemente nerviosos.

—De acuerdo —dije—. Dirigíos a vuestras antiguas habitaciones y esperad allí a que os indiquemos lo que tenéis que hacer. Stevie Rae, Stark y yo iremos a la reunión del Consejo y, como dicen en la isla de Skye, nos ocuparemos de que se nos informare tanto del horario definitivo de Rephaim como de los vuestros.

—¿Y yo qué? ¿Yo no voy a la reunión? —preguntó Kramisha—. Normalmente son un rollazo, pero apuesto a que la de hoy va a ser de lo más entretenida.

—Tienes razón —dije—. Ya va siendo hora de que empiecen a incluirte automáticamente, junto con Stevie Rae y conmigo.

—¿Y yo a dónde voy? —preguntó Rephaim desde la parte trasera del autobús.

Estaba pensando, intentando decidir a dónde demonios podía ir, cuando Damien se colocó a mi lado.

—Tú vienes conmigo. Al menos hoy. Siempre que Zoey y Stevie Rae estén de acuerdo.

No pude evitar sonreírle. Creo que nunca había estado tan orgullosa de mi amigo. Todo el mundo estaba preocupado por él, tratándolo como si fuera a tener un ataque de histeria en cualquier momento, de manera que, si se pegaba como una lapa a Rephaim, nadie lo cuestionaría. Tendrían miedo de disgustar a Damien.

—Gracias —le dije.

—Es una idea genial, Damien —dijo Stevie Rae.

—De acuerdo. Intenta actuar con normalidad —dije—. Nos vemos aquí cuando acaben las clases, chicos.

—Yo tenía Hechizos y Rituales a primera hora —escuché que Aphrodite le decía a Darius—. La da la nueva vampi, la que parece que tiene doce años. Creo que será divertido.

—Recuerda —dijo Stevie Rae lanzándole una mirada severa a Aphrodite, que esta ignoró por completo—. Sé amable.

Mientras descendíamos del autobús en fila india me di cuenta de lo difícil que le resultaba a Stevie Rae dejar que Rephaim se fuera con Damien. No teníamos ni idea de a qué tendría que enfrentarse, pero éramos conscientes de que las posibilidades de que lo trataran como el chico normal que ansiaba ser eran prácticamente nulas.

Una vez Stevie Rae, Kramisha y yo nos quedamos solas, pregunté:

—¿Preparadas para adentraros en la guarida del lobo?

—Creo que se parece más a entrar en un nido de avispas —dijo Kramisha—, pero estoy preparada.

—Yo también. Apretémonos los machos y resolvamos esto de una vez por todas.

—¿Trato hecho?

—Trato hecho —repitieron ellas.

Una vez dicho esto, nos pusimos en marcha hacia un futuro que ya estaba haciendo que se me encogiera el estómago mientras me sentía como si fuera a tener un ataque de colon irritable de un momento a otro.

¡Mierda!